sábado, 26 de septiembre de 2009
¿TAMBIEN LOS DE FUERA DE LA IGLESIA SE SALVAN?
¿Qué pensar de los de fuera de la Iglesia, que hacen algo bueno y presentan manifestaciones del Espíritu, sin creer aún en Cristo ni adherirse a la Iglesia?
Ésta es la ocasión para proyectar un poco de luz sobre este delicado problema. El Concilio Vaticano II ha dicho que "debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual" (Gaudium etspes, 22).
La teología ha admitido siempre la posibilidad para Dios de salvar a algunas personas por vías extraordinarias. Se ha confirmado en época moderna, que había muchísimas personas, sin culpa alguna, que no habían oído nunca el anuncio del Evangelio o lo habían oído de un modo incorrecto.
¿Ha cambiado, nuestra fe cristiana? No, continuamos creyendo, que Jesús es, el Mediador y Salvador único de todo el género humano y, también, que quien no lo conoce, si se salva, se salva gracias a Él.
Dos cosas, en nuestro fragmento evangélico de hoy, parece exigir Jesús a stas personas "de fuera": que no estén en "contra" de Él, que no combatan la fe y sus valores y que no se pongan voluntariamente contra Dios, que si no están en disposición de servir y amar a Dios, al menos que sirvan y amen a su imagen, que es el hombre, especialmente al pobre, que hagan el bien a cualquiera "porque es de Cristo".
La fe es importantísima pero, debemos recordar que está también la caridad, habría que modificar alguna cosa, los creyentes. Los discípulos se muestran celosos, son exclusivistas; razonan con el esquema, no puedo compartir cierto privilegio y ventaja del creyente en Cristo.
A mi parecer, en nosotros prevalece frecuentemente una visión, en la que la religión fundamentalmente es una cuestión de deberes a cumplir, de méritos a adquirir y de recompensas a obtener.
El cristianismo no es predominantemente una cuestión de deberes y de obligaciones a realizar. Es una gracia, es un don. Es un privilegio inmenso haber conocido de cerca a Cristo, su Evangelio y su amor. Por lo cual, nos debiéramos compadecer y estar repletos de compasión para quienes en vida no han tenido este privilegio y no envidiarles o estar celosos de ellos.
Entonces, ¿Debemos dejar tranquilo a cada uno en su convicción, no evangelizar más, no promover la fe en Cristo y la adhesión a la Iglesia? No, no hemos de dejar "tranquilo" a nadie. Solo que debemos pensar más en el motivo positivo que en el negativo. El negativo es "Creer en Jesús, porque quien no cree en Él será condenado para siempre"; el motivo positivo es: "Creer en Jesús, porque es maravilloso creer en Él, conocerle, tenerle junto a nosotros como Salvador, en la vida y en la muerte".
Padre Benito Ramírez Márquez
Si deseas recibir estas reflexiones escríbenos a: padrebenitorm@hotmail.com
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