lunes, 27 de diciembre de 2010

Más de 300 millones de personas en el mundo sufren persecución y discriminación a causa de su fe"


“La persecución silenciosa es la más peligrosa”. Así se manifiesta Javier Fariñas Martín (Madrid, 1972), un espectador asiduo de las penurias por las que tienen que pasar numerosas personas en el mundo por su condición de cristianos.

Arabia Saudí, China, India, Paquistán, Egipto o Argelia, la lista de países que discriminan a las comunidades católicas simplemente por querer ejercer su fe es interminable. Fariñas lo tiene claro: “hay que denunciar una y otra vez, sin descanso, la vulneración sistemática de derechos que nuestros hermanos sufren tan solo por creer en Dios”.

Este doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid concilia su labor como profesor de Escritura para los Medios de Comunicación en la Universidad San Pablo-CEU con la responsabilidad de comunicar las iniciativas de Ayuda a la Iglesia Necesitada en España desde enero de 2003.

Fariñas es el padre de una familia de dos hijos y ha concedido esta entrevista a ForumLibertas.com en el mes en el que el Papa Benedicto XVI ha dedicado la intención misionera a los cristianos perseguidos.

¿Por qué cree que el Papa ha decidido dedicarle especial atención a este triste fenómeno de la persecución de cristianos que se da en más de 40 países del mundo?

Las intenciones del Santo Padre para abril están haciendo posible que durante este mes en todo el mundo se rece por los cristianos perseguidos. Sin embargo, este hecho no debe silenciar la preocupación que dentro de la Iglesia, y a lo largo de la Historia, existe por nuestros hermanos que, con valentía, testimonian a Cristo en medio de las dificultades. No tiene que producirse un agravamiento de la persecución para que recemos por los perseguidos. Sin embargo, para los que confiamos en el poder de la oración, este mes es una gran oportunidad para reafirmarnos en esta obligación que tenemos como cristianos.

Usted es director de comunicación de Ayuda a la Iglesia Necesitada en España, por su responsabilidad en AIN, ha viajado por algunos de estos países y ha podido ser testigo directo de estos episodios de violencia contra los cristianos. ¿Qué puede decirnos al respecto?

La reflexión sería compleja. Los testimonios que conocemos en países donde la fe está perseguida ponen ante nuestros ojos, de forma nítida, el testimonio casi heroico (y a veces heroico hasta el martirio), de aquellos que con su vida hacen presente a Jesús en sociedades hostiles. Son vidas sin miedo a proclamar un ‘creo en Dios’ rotundo, sin rodeos, sin tener en cuenta las consecuencias. Aquí, incluso en nuestra vida cotidiana, tendemos a medir demasiado las consecuencias de nuestros actos, de nuestras palabras, incluso de nuestras omisiones.

Si nuestros hijos no pudieran estudiar porque somos católicos, ¿proclamaríamos abiertamente nuestra fe? Si tuviéramos dificultades para acceder a un empleo público, ¿iríamos a misa todos los domingos? Si nos racionaran los alimentos por seguir a Jesús, ¿pasaríamos hambre por ello? Los católicos en Palestina son discriminados y hostigados por ser católicos y por ser árabes. A pesar de ello, quieren seguir viviendo su fe allí, en el lugar en el que Jesús se entregó por todos nosotros.

¿Cuál es la labor que realiza específicamente AIN en las denuncias que recibe de cristianos que son perseguidos por su credo en sus propios hogares?

La labor que realiza una institución como la nuestra con los católicos perseguidos a causa de su fe se centra, en primer lugar, en el acompañamiento, la escucha y la cercanía que podemos ofrecer a aquellos que sufren a causa de su fe. A partir de ahí, debemos aportar lo que somos y lo que hacemos para reparar (anímica, espiritual y, también, físicamente) aquello que ha quedado dañado por la persecución. Y, desde luego, dárselo a conocer a la opinión pública. Una de las formas que tenemos es la edición bienal del Informe sobre Libertad Religiosa, que editamos desde hace casi una década, y que publicaremos en otoño de este año. En este informe, apoyándonos en la información difundida en medios de comunicación de todo el mundo, analizamos país por país cómo evoluciona la libertad religiosa en el mundo. Los datos, desde luego, son elocuentes, ya que más de 300 millones de personas en el mundo sufren persecución, discriminación u hostigamiento a causa de su fe. Es, probablemente, el colectivo más numeroso en todo el mundo que se ve atacado por querer mantener su identidad.

¿Cuáles cree que son las razones por las que los cristianos sufren la violencia fundamentalista y extremista?

Es muy difícil generalizar, porque los fundamentalismos y extremismos evolucionan de distinta forma y, sobre todo, surgen por motivaciones diferentes. En algunos casos el origen del extremismo es político, en otros, cultural. Hay ocasiones en las que la propia situación económica o determinados conflictos bélicos son capaces de provocar un recrudecimiento de la hostilidad hacia los cristianos. Sin embargo, hay un nexo común a todos ellos: en cualquier lugar del planeta la Iglesia Católica promueve los derechos humanos, la justicia, la igualdad, la dignidad de la mujer, el valor de la vida… Y esa defensa implacable de la dignidad del hombre contrasta con los deseos de aquellos que ostentan el poder.

¿Cómo cree que se podría revertir esta situación de violencia y desprotección que viven los cristianos en numerosos países del mundo?

El trabajo de Ayuda a la Iglesia Necesitada se sustenta sobre un triple pilar: la oración, la caridad y la información. Las tres son igual de importantes. En lo que respecta a mi responsabilidad en el Departamento de Comunicación de la institución, estamos convencidos de que hay que denunciar una y otra vez, sin descanso, la vulneración sistemática de derechos que nuestros hermanos sufren, repito de nuevo, tan solo por creer en Dios.

¿Qué tanto tienen que ver los gobiernos de los países que albergan estos episodios de intolerancia sobre las comunidades católicas?

La intolerancia religiosa no es un fenómeno aislado. En aquellos países en los que hay persecución religiosa, contra cristianos o contra fieles de otras confesiones, se suelen vulnerar o conculcar otros derechos, como la libertad de expresión. Allí donde no hay libertad, en el sentido amplio de la palabra, allí se persigue o dificulta la vida espiritual de los ciudadanos. ¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos? En ninguna constitución aparece indicación alguna que “invite” a perseguir a alguien a causa de su fe. Al contrario, garantizan la libertad religiosa de los individuos que viven en su país. Ésa es la teoría. La práctica, en demasiadas ocasiones, desmiente lo que las palabras reflejan sobre el papel. En este sentido habría que pedir que las autoridades locales utilicen los instrumentos legales para garantizar que cada individuo pueda desarrollar su vida de fe en libertad y sin presiones.

¿Cree que existe una violencia solamente física o que existen otras formas de persecución?

Las formas de persecución no se limitan a la violencia física. Incluso, me atrevo a indicar que la persecución silenciosa es la más peligrosa por eso mismo, por no trascender a la opinión pública. La persecución religiosa, poco a poco, va entrando en la agenda de los medios de comunicación. Comienza a ser habitual a grandes medios hacerse eco de ataques contra determinados colectivos religiosos. Sin embargo, la discriminación, el insulto o el desprecio no merecen titulares, ni fotos, ni espacio en los medios de comunicación. Todavía hoy hay niños a los que los profesores obligan, en medio de la clase, a reírse de sus compañeros tan solo por ser católicos.

A continuación valore, por favor, los casos que considera de especial relevancia por el tipo de persecución que se está dando con los cristianos.

En la última actualización del Informe sobre Libertad Religiosa aparecen trece países donde la persecución a los cristianos es especialmente dura. Aquí aparecen naciones como Arabia Saudí, China, India, Paquistán, Egipto o Argelia. De estos países, la situación que durante un año largo ha vivido India –en especial en el Estado de Orissa- ha sido, posiblemente, la que ha tenido mayor repercusión mediática. Sin embargo, todavía hoy, buena parte de la comunidad católica sufre, sin el foco de los medios, las consecuencias de aquello. Gente que todavía vive en la selva, gente que no tiene hogar; personas que siguen teniendo miedo pero que no reniegan de su derecho a vivir la fe en su tierra.

viernes, 24 de diciembre de 2010

¿Una Navidad como fuegos de artifucio? ¿Así de breve?


Una vez más hemos llegado, estamos engalanados por el ambiente navideño, tiene nuestra casa ambiente de fiesta navideña, cuan grato es estar en familia, con el calor de hogar. Pero, una vez más y todo esto pasará y será como fuego de artificio que se pierde en las noches de nuestras vidas, si todo esto es meramente exterior; si No hemos encendido la luz de Tu Amor en nuestro corazón. Si nuestra voluntad no se inclina ante ti y te adora incondicionalmente.
Tu no quieres tibios, ya lo dijiste cuando siendo hombre habitabas entre nosotros. Trajiste la paz pero también quieres que nosotros mismos luchemos por vencer nuestro egoísmo, nuestra soberbia, nuestra envidia, nuestra gran pereza para la entrega total.
La Navidad no es solo para una noche y de esta noche un ratito y tal vez mañana otro poquito. Es mucho más que eso, es todos los días, todos los meses y todos los segundos del año en que tenemos que vivir la autenticidad de nuestro credo.
Ser autenticos con nuestra fe no solo es: no robar, no matar,no hacer el mal a nadie. Busquemos en nuestro interior y veamos esos pecados de omisión: el no hacer el bien, el no preocuparnos de los que estan a nuestro lado, del hermano al que hay que tenderle la mano y hacer como que no lo vemos, como que no lo oimos... veamos si en nuestra vida hay desprendimiento y generosidad o vivimos solo para atesorar y cuando nos parece que tenemos las manos llenas, las tenemos vacias ante los ojos de Dios.
Que esta noche sea Nochebuena de verdad en nuestro corazón. Vamos a limpiar y quitar el polvo del olvido para las buenas obras. Vamos a colgar para siempre la estrella de la humildad donde antes había soberbia, vamos a poner una guirnalda de caridad donde antes había desamor.
Vamos a cambiar nuestra vida interior fría y apática, por una valiente y plena de autenticidad. Vamos a darte, Señor, lo que viniste a buscar en los hombres una noche como esta ya hace muchos años: limpieza de corazón y buena voluntad.
Pues bien, ya no será una vez más, será: Siempre más Señor. Y como es una Noche muy especial, en nuestra primera oración, en nuestra primera conversación contigo te pedimos:
POR LOS ENFERMOS, POR LOS QUE NADA TIENEN Y NADA ESPERAN, POR LA PAZ DEL MUNDO, POR LOS QUE TIENEN HAMBRE, POR LOS QUE TIENEN EL VACIO DE NO SER QUERIDOS, POR LOS QUE YA NO ESTÁN A NUESTRO LADO, POR LOS NIÑOS Y LOS JOVENES, POR LOS MATRIMONIOS, POR EL PAPA BENEDICTO XVI, POR LA IGLESIA, POR LOS SACERDOTES, ESPECIALMENTE POR EL PADRE ALBERTO RAMÍREZ MOZQUEDA Y SU FAMILIA.
TE DAMOS GRACIA , SEÑOR.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Epifanía del Señor 011

La Epifanía del Señor, mejor conocida como la fiesta de los santos reyes, es una fiesta en donde todos pueden tomar parte, porque todos hemos sido niños y hemos participado de la alegría y la expectación de la llegada de los santos reyes, pero como adultos hoy tenemos la fiesta grande de los católicos, pues en este día Cristo se manifestó como salvador de todos los pueblos y de todas las naciones. Si queremos apurar el término, ya que estamos en época, dolorosa época de secuestros, este día es aquél en el que Cristo rompió el cerco, el secuestro en el que lo tenía sometido el pueblo hebreo. La Epifanía que quiere decir manifestación, es la fiesta por excelencia de los cristianos orientales, que celebran la apertura de Cristo como Salvador de todos los pueblos, y complementa la Navidad de los católicos occidentales que celebramos el hecho histórico de la venida de Cristo al mundo. Ambas fiestas se complementan y se explican la una a la otra.

La narración del Evangelista Mateo es maravillosa y está plagada de detalles que nos hacen vivir como si fuera hoy, la hazaña de los magos venidos de oriente a postrarse ante un recién nacido que no se diferenciaba absolutamente de ningún otro niño a no ser por la pobreza de su cuna y el lugar de su nacimiento. Esta es la fiesta de la gente emprendedora, de los que buscan cada día cosas nuevas, de los innovadores, de los que buscan la luz y las grandes conquistas. Este sería el día de los alpinistas, de los que exploran las grandes cavernas y de los que buscan en las profundidades de la materia, elementos para mejorar al ser humano. Ellos iban tras del fulgor de una estrella que los guiaba. Era la estrella de la fe, y hoy nuestra estrella es Cristo Jesús que guía y orienta a los hombres rumbo a la casa de todos los mortales. No sabemos su origen, sólo que su estrella se les perdió al llegar a Jerusalén, una ciudad muy grande para esa época. También a muchos hombres de las grandes ciudades se les pierde la estrella de Cristo entre tantas luces, entre tantos ruidos y entre tantas distracciones. Pero los magos no se desalentaron. Preguntaron por el rey de los judíos que acababa de nacer, pero la pregunta inquietó a toda Jerusalén, porque conociendo las pocas pulgas del cruel Herodes, celosísimo de su poder y de su imperio, temieron sus represalias. Entre preguntas y consultas, resultó que el lugar marcado sería Belén, distante apenas unos cuantos kilómetros de la capital. Por supuesto que ni el Rey Hedores ni los que tenían a mano las Escrituras Santas movieron un dedo ni un pie para dirigirse al lugar señalado e incluso el Rey instigó a los magos para que llegaran al lugar y le indicaran precisamente de sus condiciones para ir también él para ir a “adorarle”, pero con la supuesta intención de acabar con su vida. También hoy los poderosos y los que buscan prestigio y continuidad de su buena posición, no ven con buenos ojos que un recién nacido se ostente como salvador de los oprimidos, de los desheredados y de los que buscan una vida mejor para los suyos. Sería funesto, y habrá que dejar mejor las cosas como están. Los magos no detuvieron su marcha, y saliendo de Jerusalén, encontraron al divino Niño cerca de su Madre y de José su padre y su custodio sobre la tierra. Se postraron ante él y le ofrecieron sus dones, incienso, oro y mirra y regresándose por otro camino, se perdieron para siempre en la historia, en la leyenda y el mito, pero nos han dejado ahora con un gran regalo, el regalo del Padre, el regalo de su Hijo Jesucristo que trae consigo paz, alegría, generosidad y el gran don de la unidad de todos los hombres en la única Iglesia fundada y querida por él como barca de salvación para todos los hombres. Gocemos, entonces del don de vernos salvados y en camino de fraternidad y unidad para todos los humanos que buscan precisamente la paz, la armonía y el progreso de todos los pueblos, siendo señal del gran pueblo y de la gran familia que todos integraremos en la presencia del Buen Padre de todos los cielos y de todos los tiempos.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

Epifanía del Señor 011

El día en que Cristo rompió el secuestro del pueblo hebreo.


La Epifanía del Señor, mejor conocida como la fiesta de los santos reyes, es una fiesta en donde todos pueden tomar parte, porque todos hemos sido niños y hemos participado de la alegría y la expectación de la llegada de los santos reyes, pero como adultos hoy tenemos la fiesta grande de los católicos, pues en este día Cristo se manifestó como salvador de todos los pueblos y de todas las naciones. Si queremos apurar el término, ya que estamos en época, dolorosa época de secuestros, este día es aquél en el que Cristo rompió el cerco, el secuestro en el que lo tenía sometido el pueblo hebreo. La Epifanía que quiere decir manifestación, es la fiesta por excelencia de los cristianos orientales, que celebran la apertura de Cristo como Salvador de todos los pueblos, y complementa la Navidad de los católicos occidentales que celebramos el hecho histórico de la venida de Cristo al mundo. Ambas fiestas se complementan y se explican la una a la otra.

La narración del Evangelista Mateo es maravillosa y está plagada de detalles que nos hacen vivir como si fuera hoy, la hazaña de los magos venidos de oriente a postrarse ante un recién nacido que no se diferenciaba absolutamente de ningún otro niño a no ser por la pobreza de su cuna y el lugar de su nacimiento. Esta es la fiesta de la gente emprendedora, de los que buscan cada día cosas nuevas, de los innovadores, de los que buscan la luz y las grandes conquistas. Este sería el día de los alpinistas, de los que exploran las grandes cavernas y de los que buscan en las profundidades de la materia, elementos para mejorar al ser humano. Ellos iban tras del fulgor de una estrella que los guiaba. Era la estrella de la fe, y hoy nuestra estrella es Cristo Jesús que guía y orienta a los hombres rumbo a la casa de todos los mortales. No sabemos su origen, sólo que su estrella se les perdió al llegar a Jerusalén, una ciudad muy grande para esa época. También a muchos hombres de las grandes ciudades se les pierde la estrella de Cristo entre tantas luces, entre tantos ruidos y entre tantas distracciones. Pero los magos no se desalentaron. Preguntaron por el rey de los judíos que acababa de nacer, pero la pregunta inquietó a toda Jerusalén, porque conociendo las pocas pulgas del cruel Herodes, celosísimo de su poder y de su imperio, temieron sus represalias. Entre preguntas y consultas, resultó que el lugar marcado sería Belén, distante apenas unos cuantos kilómetros de la capital. Por supuesto que ni el Rey Hedores ni los que tenían a mano las Escrituras Santas movieron un dedo ni un pie para dirigirse al lugar señalado e incluso el Rey instigó a los magos para que llegaran al lugar y le indicaran precisamente de sus condiciones para ir también él para ir a “adorarle”, pero con la supuesta intención de acabar con su vida. También hoy los poderosos y los que buscan prestigio y continuidad de su buena posición, no ven con buenos ojos que un recién nacido se ostente como salvador de los oprimidos, de los desheredados y de los que buscan una vida mejor para los suyos. Sería funesto, y habrá que dejar mejor las cosas como están. Los magos no detuvieron su marcha, y saliendo de Jerusalén, encontraron al divino Niño cerca de su Madre y de José su padre y su custodio sobre la tierra. Se postraron ante él y le ofrecieron sus dones, incienso, oro y mirra y regresándose por otro camino, se perdieron para siempre en la historia, en la leyenda y el mito, pero nos han dejado ahora con un gran regalo, el regalo del Padre, el regalo de su Hijo Jesucristo que trae consigo paz, alegría, generosidad y el gran don de la unidad de todos los hombres en la única Iglesia fundada y querida por él como barca de salvación para todos los hombres. Gocemos, entonces del don de vernos salvados y en camino de fraternidad y unidad para todos los humanos que buscan precisamente la paz, la armonía y el progreso de todos los pueblos, siendo señal del gran pueblo y de la gran familia que todos integraremos en la presencia del Buen Padre de todos los cielos y de todos los tiempos.

Tomados de la mano de María, comenzamos un nuevo año.

Hoy estrenamos año y dejamos atrás otro lleno de realizaciones, de metas cumplidas, de alegrías vividas y también de logros no alcanzados, de personas que ya llegaron a la meta y de violencias, maldades y egoísmos que no logramos erradicar de nuestra vida y de nuestra sociedad.

Pues esta fecha queremos vivirla de la Mano de María, la Madre de Dios y Madre de Cristo Jesús. No podía ser de otra manera. Los niños no comienzan a caminar de improviso, lo hacen casi siempre bajo el cuidado y la mirada de la madre. Cerca de ella el niño va dando los primeros pasos, coordinando sus movimientos y fortaleciendo su organismo.

De la misma manera los creyentes queremos sentir como nuestra esta fiesta, una de las más antiguas entre las celebraciones marianas y que hoy se coloca precisamente en el principio del año civil de los occidentales. Es el día marcado para sentir la presencia amorosa de María que supo estar cerca de su Hijo Jesucristo, alentándolo en su oración, en su silencio y también en su trabajo, cerca del que fue su padre adoptivo en la tierra, hasta impulsarlo a que con toda generosidad de entregara a lo que el Padre lo había enviado, a llevar a todos los hombres la Buena nueva de la salvación y el perdón y la reconciliación a todos los mortales.

María nos conducirá a Cristo Jesús y lo encontraremos como los pastores que: “fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a José y al Niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño y cuántos los oían quedaban maravillados. María por su parte guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”. Con María iremos contando todas las maravillas que hace Dios con nosotros cada día, y las que hará con nosotros en el año que hoy tenemos la dicha de comenzar.

Hoy será un día de bendición en familia, para que el Señor mantenga su paz entre nosotros y nos fortalezca en la lucha por obtener esa tarea, la de la paz, y podremos guiarnos perfectamente por la formula que los israelitas usaban para bendecir a sus hijos: “Que el Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti te conceda su favor. Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda su paz”. ¡Qué bella formula para recitar hoy en familia! Desear que el Señor bendiga no es sólo decir bien, sino dejar actuar al Señor en nuestras vidas, para alejar de nuestra sociedad el mal, la violencia, los crímenes, los secuestros y la persecución de los que no piensan como nosotros, tal como ocurre en varias naciones en los que los cristianos son perseguidos sin misericordia.

“Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor”. Vaya que necesitamos contemplar el rostro nuestro Dios porque en él quisiéremos contemplar el rostro de nuestros hermanos, de los que conviven con nosotros y el de todos los hombres, para considerar que todos son hermanos míos y que yo viviré para hacer el bien entre todos ellos, adelantando el momento en que viviremos como la gran familia de Dios en la casa del Padre.

“Que el Señor te mire con benevolencia y te conceda su paz”. La paz será siempre un don del Señor pero también será el gran reto y la gran labor para todos los hombres. Pero no será simplemente la ausencia de guerra, de armas y de violencia, sino un orden mundial basado en el reconocimiento de que todos los hombres somos hermanos y tenemos un padre común en los cielos, un resumen de todos los bienes salvíficos, un desear la paz interior y exterior, la acogida, la fraternidad, el estar a favor del otro, la armonía consigo mismo y con la naturaleza, la sintonía profunda con la vida y con el cosmos, la inefable paz con Dios.

Que María nos ayude a conseguir un año de paz, de ventura y de autentico progreso de todas las naciones.

Una familia muy especial, la de Nazaret.

Ayer celebramos a Cristo recién nacido, hoy celebramos a su Sagrada Familia y nos serviremos para nuestra reflexión de la oración Colecta de la Misa:

Señor Dios nuestro, tú que nos has dado en la Sagrada Familia de tu Hijo el modelo perfecto para nuestras familias…

Tenemos que ser muy sinceros para decir que conocemos muy poco de la vida intima de la Familia de Nazaret, pero basta conocer el Hijo para darnos cuenta de cómo se vivía en aquella pequeña casa de Nazaret, en la que no todo fue tranquilidad, pues con sus padres, el niño conoció lo que es la deportación, el ser exiliado, el no poder decir “esta es nuestra casa”, pero de sus padres comenzó a conocer lo que es hacer la voluntad de Dios, y a confiar en su gracia y en su protección. Podemos intuir lo que significo para él la pertenencia a aquella familia tan especial, donde él aceptó voluntariamente el lugar, el tiempo, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Grande, con la grandeza de su divinidad, en Nazaret se hace pequeño y obediente, chupando la sabiduría, la dulzura, el amor y el silencio respetuoso que se guardaba en la casita del amor. Cerca de su madre, Cristo aprendió a dar los primeros pasos, a balbucear las primeras palabras, a dirigirse amorosamente a su Buen Padre Dios, primero elevando sus manitas para pedir pan a Papá Dios, como lo hacen hoy muchos padres con sus hijos, pero luego a orar con los Salmos. Y de José, cuántas cosas pudo aprender Jesús, su reciedumbre, su paciencia y su fortaleza, su trabajo callado y alegre, pero sobre todo su plena confianza en su Padre Dios, primero cuando aceptó los planes de Dios sobre su Mujer, y luego prestarse para ser el padre de aquella criatura admirable propiciando que a través de él le viniera la sucesión desde el Rey David.
Hoy muchas familias conocen si no la deportación, sí el abandono del propio hogar para buscar una vida digna o un trabajo que venga a dar seguridad, dejando a la familia desvalida, sin protección, sin cariño y sin amor de padre y a veces también de madre.

...concédenos practicar sus virtudes domésticas y estar unidos por los lazos de tu amor…

Pablo VI hablando de la Sagrada familia, señala tres lecciones, en primer lugar el silencio, que tanta falta nos hace cuando cada uno de los miembros de la familia tiene su propio televisor, o por lo menos sus propios audífonos, convirtiéndose en autómatas, desconectados de lo que pasa a su alrededor, y de la oración, de la cercanía del Dios que nos ama en su Hijo. La segunda lección es la de una auténtica y necesaria vida familiar, una comunión de todos sus miembros, donde el lazo de unión sea el amor entre ellos y el amor al Dios que nos da la vida y da sentido a nuestras vidas, donde cada uno pueda sacar sus propias potencialidades hasta llegar a la madurez como personas. Y finalmente, la lección de trabajo, un trabajo digno para todos, que no solo permita la diaria subsistencia sino que haga que el trabajo se convierta en un instrumento de progreso, de santificación y de salvación.

…para que podamos ir a gozar con ella eternamente de la alegría de tu casa.

Ese es el ideal, esa es la esperanza de los hogares cristianos, y de todos los hombres, gozar para siempre en la presencia del Señor, sintiéndonos la gran familia de los que han sido dignos de vivir para siempre en esa presencia gozosa del Buen Padre Dios.

Un niño que existía antes de todos los siglos

Un niño siempre es un acontecimiento en cualquier reunión que congregue a los adultos. No se puede permanecer indiferente ante la presencia de una criatura, ni puede ignorar su presencia, sus gestos, su canto, el agitar de sus manos e indudablemente su llanto.

Hubo un niño que con su venida hizo que las miradas de todos estuvieran sobre él, y a partir del censo decretado por Cesar Augusto de Roma, que decretó que todos los pobladores de Israel tuvieran que desplazarse hasta sus lugares de origen para empadronarse, provocó que Cristo Jesús, naciera pobre, pequeño y sencillo, cerca de los pobres, pero siendo al mismo tiempo el Hijo de Dios, hizo con su muerte y resurrección que los hombres se volvieran unos a otros para intentar amarse como Dios nos ama.

Para percatarnos de la importancia de este niño que nos es dado, nos dejamos guiar este día por la oración de Navidad:

Dios nuestro que haces resplandecer esta noche santísima con el nacimiento de Cristo, verdadera luz del mundo…

Es el Padre el que está en el fondo de este acontecimiento que hace que el cielo se traslade a la tierra y que el Hijo de Dios tome posesión de este desierto para convertirlo en un vergel, y se asiente en este mundo de violencia para convertirlo en un cielo donde todos puedan amarse como hermanos según aquella palabra de Cristo: “Padre, quiero que donde yo esté, estén también los que tú me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me has dado desde todos los siglos”, para proporcionarles su alegría, su calor, su perdón cada vez que nos acercamos a la Santísima Eucaristía.

…concédenos que iluminados en la tierra por la luz de este misterio…

Todos fueron llamados a ser iluminados por la luz del recién nacido, comenzando por los pastores, gente que era mal vista porque los consideraban ladrones que se aprovechaban de la lana y la leche de sus rebaños en provecho propio y que eran mal vistos porque no asistían a los oficios religiosos en la sinagoga, olvidándose de que para que los devotos pudieran rezar, ellos les cuidaban sus propios rebaños. Dejando Ellos corrieron a postrarse ante aquella criatura prodigiosa que nada podría darles, porque al fin era sólo un recién nacido pero que sin embargo era el que traía la máxima riqueza y la máxima cercanía de todo un Dios de los cielos que se mostraba necesitado del calor y la fraternidad de los hombres. Él es entonces la luz que viene a iluminar este mundo haciéndolo más fraternal, más humano y más cercano al corazón de nuestro Dios.

…También nosotros podamos disfrutar de la gloria de tu Hijo que vive por los siglos…

Los hombres que se imaginan disfrutar de las cosas hechas por sus propias manos o que pretenden disfrutar de los placeres que también ellos se inventan, ahora son llamados a deleitarse con los dones del recién nacido, de su paz, de su perdón y de su gloria, participando de su Eucaristía, donde hoy se vuelve a dar por completo a cada uno de los que lo reciben.

Feliz Navidad, Venturosa y Luminosa Navidad, Salvadora Navidad.

la espera de María y de José

María y José son la primera pequeña Iglesia, que da a luz al primer hijo del Reino de los cielos. Por eso, en este cuarto domingo de Adviento, cuando casi tocamos ya la Navidad, la liturgia hace que volvamos hacia ellos los ojos, para entender su misterio y protagonismo.
María la Virgen, está en la cima de la expectación. Nadie ha vivido un Adviento de nueve meses como ella. Porque era sencilla como la luz, clara como el agua, pura como la nieve y dócil como una esclava, concibió en su seno a la Palabra. Cuando nada parece haber cambiado por las colinas de Galilea, María sabe que ha cambiado todo, que Jesús viene. Es la joven madre que aprende a amar a su hijo sintiéndolo crecer dentro de sí. Lleva a Jesús para darlo al mundo, que lo sigue esperando sin saberlo, porque la mayor parte de los hombres no le conocen todavía. En el amor de la Madre se manifiesta la ternura humana del Hijo. Solamente se puede esperar a Jesús cerca de María. Jesús está ya donde está ella. Para celebrar la Navidad, hay que agruparse alrededor de la Virgen. Ella, que no tenía recovecos ni trasfondos obscuros de pecado, porque era inmaculada, callada y silenciosamente siempre nos entrega al Hijo.
José es el hombre bueno, que se encuentra ante el misterio. No le fue fácil aceptar la Navidad, que ni sospechaba ni entendía en un principio. Como hombre sintió en un primer momento pavor ante las obras maravillosas de Dios, que desconciertan los cálculos y el modo de pensar humano. En su adviento particular tuvo que superar la prueba de la confianza en su esposa, para convertirse en el modelo perfecto de confianza. ¡Qué difícil es aceptar la obra del Espíritu Santo! Solamente desde una fe honda se puede asimilar el desconcierto que muchas veces provoca la acogida de la voluntad de Dios. ¡Cuánta confianza en Dios hay que tener para aceptar al hijo que uno no ha engendrado! Y cuando se acepta, viene la sorpresa de la salvación y "Dios está con nosotros". Estamos llenos de reparos contra todo lo que no está programado o hecho por nosotros, y por eso nos negamos casi radicalmente a confiar en los demás.
Hay que potenciar la confianza, que es siempre esperanza firme en otro y consecuentemente origen de acciones grandiosas. Porque José confió en María, fue padre adoptivo de Jesús. Y sin embargo nosotros nos esterilizamos con nuestras denuncias, aireando los trapos sucios de los demás, fingiendo externamente que somos defensores de la moralidad pública. Y la Navidad no es verdadera porque estamos llenos de recelos, de desconfianzas, porque no nace nada bueno y justo entre nosotros, porque estamos vacíos de esperanza, porque no somos origen de vida.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Un niño que existía antes de todos los siglos

Un niño siempre es un acontecimiento en cualquier reunión que congrega a los adultos. No se puede permanecer indiferente ante la presencia de una criatura que reclama toda la atención para sí. Nadie puede ignorar su presencia, sus gestos, su canto, el agitar de sus manos e indudablemente su llanto que hace que las miradas todas se dirijan hacia él.

Hubo un niño que con su venida hizo que las miradas de todos estuvieran sobre él, y aunque fueron circunstancias, concretamente el censo decretado por Cesar Augusto de Roma, hizo que todos los pobladores de Israel tuvieran que desplazarse hasta sus lugares de origen para empadronarse. Pero en realidad fue un niño el que hizo que todo mundo se moviera de sus lugares, Cristo Jesús, el que nació pobre, pequeño y sencillo, cerca de los pobres, pero que era el mismo tiempo el Hijo de Dios, el que con su muerte y resurrección hizo que los hombres se volvieran unos a otros para intentar amarse como Dios nos ama.

Para percatarnos de la importancia de este niño que nos es dado, nos dejamos guiar este día por la oración de Navidad:

Dios nuestro que haces resplandecer esta noche santísima con el nacimiento de Cristo, verdadera luz del mundo…

Es el Padre el que está en el fondo de este acontecimiento que hace que el cielo se traslade a la tierra y que el Hijo de Dios tome posesión de este desierto para convertirlo en un vergel, y se asiente en este mundo de violencia para convertirlo en un cielo donde todos puedan amarse como hermanos según aquella palabra de Cristo: “Padre, quiero que donde yo esté, estén también los que tú me has dado, para que contemplen mi gloria, la que me has dado desde todos los siglos”, y el Hijo de Dios quiere posesionarse de este mundo en oscuridad y en silencio, para hacerlo testigo de su alegría, de su calor, de su perdón y de esa luz que irradia de sí mismo que se nos sigue dando a raudales cada vez que nosotros nos acercamos a la Santísima Eucaristía.

…concédenos que iluminados en la tierra por la luz de este misterio…

Todos fueron llamados a ser iluminados por la luz del recién nacido, comenzando por los pastores, gente que era mal vista porque los consideraban ladrones que se aprovechaban de la lana y la leche de sus rebaños en provecho propio y que eran mal vistos porque no asistían a los oficios religiosos en la sinagoga, olvidándose de que para que los devotos pudieran rezar, ellos les cuidaban sus propios rebaños. Dejando pues sus escasas pertenencias, corrieron a postrarse ante aquella criatura prodigiosa que nada podría darles, porque al fin era sólo un recién nacido pero que sin embargo era el que traía la máxima riqueza y la máxima cercanía de todo un Dios de los cielos que se mostraba necesitado del calor y la fraternidad de los hombres, a los que consolidaría con la presencia de su Hijo para que pudieran acercarse a él sin ningún temor, pues nadie teme la presencia de un pequeño recién nacido. Él es entonces la luz que viene a iluminar este mundo haciéndolo más fraternal, más humano y más cercano al corazón de nuestro Dios.

…También nosotros podamos disfrutar de la gloria de tu Hijo que vive por los siglos…

Los hombres que se imaginan disfrutar de las cosas hechas por sus propias manos o que pretenden disfrutar de los placeres que también ellos se inventan, ahora son llamados a deleitarse con los dones del recién nacido, de su paz, de su perdón y de su gloria, participando de su Eucaristía, donde hoy se vuelve a dar por completo a cada uno de los que lo reciben.

Feliz Navidad, Venturosa y Luminosa Navidad, Salvadora Navidad.

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Las tribulaciones de María y de José por la venida de su Hijo

Este domingo María y José comparten la estelaridad y el protagonismo, en la espera de Cristo Jesús el Salvador. Y es emocionante lo que Dios tuvo que hacer, inaudito, increíble, de enviarnos como mensajero y heraldo nada menos que a su Hijo, concebido por obra de su Espíritu Santo y nacido de una mujer, a la que le fue propuesta, no impuesta, la maternidad. El Padre Creador de cuanto existe, tuvo la delicadeza de proponerle la maternidad de su Hijo a una criatura, a una mujer. Mayor delicadeza no podía tener el Padre para los humanos.

La maternidad se le confió a María, muchachita sencilla, pequeña, rancherita, pero de ninguna manera ingenua. El Hijo de Dios quedó como en el mejor hospedaje, en su propio seno. Y eso sugiere muchas preguntas. Lo supo María, pero ¿Sus padres? ¿Cuándo se los dijo? Y su esposo, ¿cómo se enteró de que su mujer, con la que ya estaba desposado estaba esperando un Hijo? No había trato entre los esposos, que aún no cohabitaban. Me imagino a José, un hombre fuerte, robusto, varonil, atractivo, apostado bajo una palmera para ver pasar orgulloso a su mujer camino a la fuente del pueblo. Sólo eran miradas. Ese día cuando el vientecillo soplaba con más insistencia, el vientre de María dejó ver la bendita redondez de la maternidad. La reacción de José fue la de cualquier hombre en esas circunstancias. Pero la Escritura dice que José era un hombre justo y bueno. Los ojos de María reflejaban tanta ternura y tanta limpieza que ni por un momento dudaría que algo extraño había ocurrido a su mujer. Quizá ella misma descorrió el velo del misterio, revelándole que su maternidad había sido pedida por Dios y que llevaba en su seno a una criatura misteriosa que estaba llamada a grandes cosas entre los hombres.

José entró en un profundo trance. No porque dudara en ningún momento de su mujer, imposible en ella, pero había cosas que él no podía responderse: ¿cuál sería su papel desde entonces? ¿cómo debería ser desde entonces el trato con su mujer? Precisamente porque era un hombre justo, se sintió pecador, indigno y su primera reacción fue retirarse. No tiene derecho a retener a María, su mujer porque Dios ha tomado posesión de ella. No puede figurar como padre de la criatura que es sólo de Dios. Ya que Dios ha hecho a su mujer objeto de su predilección, de su presencia y de su bendición, él ya no tendría nada que hacer y lo mejor sería retirarse en secreto. Y manos a la obra, toma un poco de ropa para el camino, alguno que otro instrumento de trabajo, los mete en un costal, y recargado en él, decide a descansar mientras se llega la aurora para marcharse. Pero en sueños, el ángel del Señor, confirma lo que él seguramente ya sabía, que la criatura que su esposa llevaba en su seno, era Hijo de Dios y había sido concebido por obra del Espíritu Santo. Y su papel sería entonces muy señalado, porque siendo de la estirpe de David, el Rey amado de su pueblo, él lo introduciría en ese linaje, y sería él precisamente el que pondría nombre a la criatura, llamándola Jesús, “Dios salva”, porque él salvaría a su pueblo de sus pecados. ¡Qué descanso fue para José tal revelación! ¡María, su esposa amada seguiría siendo su esposa, y él figuraría como el padre legítimo de aquella criatura, y se dispondría a darle todo su cariño y todo su amor, como si hubiera sido fruto de su propia entraña! Y apenas se levantó, José se dispuso a realizar lo prescrito en las bodas de su pueblo, a avisar a sus padres, a sus parientes, conseguir la música y con grandes muestras de alegría, hacer el traslado de su encantadora esposa hasta su propia casa. Así quedo resuelto el último escollo, y el Hijo de Dios apareció desde entonces pequeño, sencillo, naciendo entre los pobres, para ser patrimonio de todos los hombres, porque a todos ellos había sido enviado. Dios es grande en sus misterios, pero más cuando baja de los cielos, para hacer de nuestra tierra su morada, para que no lo busquemos más en el cielo, porque él ha ya tomado posesión de nuestra tierra, de nuestro mundo, de nuestro universo y quiere acercarse y ser el salvador de todos.

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viernes, 10 de diciembre de 2010

Diciembre necesita de una mujer

¿Habrá acaso alguien sobre la tierra que sea capaz de no guardar un recuerdo lleno de ternura, gratitud y respeto para aquella, por la cual, Dios nos entregó la vida?
Y, sin embargo, parece ser que sólo hay una persona en esta historia que no merece una celebración, un recuerdo, una manifestación de ternura, de gratitud y de respeto: La Virgen María.
Hay personas que creen en Jesucristo y que quisieran olvidar que Jesús tuvo una Madre.
Los católicos, recordamos con ternura, gratitud y respeto a la Madre de Jesucristo y creemos que esto, muy lejos de molestarle a Cristo, le agrada, puesto que Él ama con un corazón más puro que el de cualquiera de nosotros.
¿Acaso el cuarto mandamiento excluiría a la Madre de Cristo? ¿Tú crees que Jesús hubiese olvidado este mandamiento?
Nuestra vida cristiana experimenta un gozo especial en este mes de diciembre. Distintas fiestas con diferentes horizontes, en las que veneramos a la Madre de Cristo que nos conducirán a la Fiesta de la Humanidad en un lugar sencillo, aparentemente ubicado en el sótano del mundo, que transformará la casa del hombre en santuario de la divinidad.
La primera fiesta tiene alcance universal: La Inmaculada Concepción. Es la Virgen María que se ha conservado llena de virtud. Es esto lo que reconoce el mismo Arcángel Gabriel cuando la saluda: “Dios te salve María llena eres de gracia, el Señor está contigo”. (Lc. 1,28).
¿Sabes lo que significa estar llena de gracia y que el Ángel diga: el Señor está contigo?
Y apenas pasamos la alegría de esta fiesta universal, y nos llenamos de gozo al celebrar a Santa María de Guadalupe después de que ella hubo recorrido las montañas para llegar a un lugar distante, para así atender a quien necesitaba escuchar que ella nos ha ubicado en su regazo.
Y así de la mano de una mujer; el mundo, nuestra nación, nuestra ciudad y así nuestros hogares se irán preparando a la Fiesta que ha de convertir al mundo en una casa y al hogar en un universo.
Allá en Belén nacerá de la Madre sin padre quien nació del Padre sin madre, será en el pesebre en donde habrá de nacer como hombre de la Madre quien como Dios nació del Padre, llegarán los pastores y los magos a adorar a quien en el nacimiento del Padre es principio de la vida y en el nacimiento de la Madre es el fin de la muerte.
¿Crees tú que pueda ser santa aquella que tuvo en su seno al Santo de los Santos? Hay quien lo llega a negar. ! Hay cosas que yo no alcanzo a comprender!
! Que la Madre de Jesucristo cuide maternalmente de todos en estos tiempos tan difíciles, incluyendo a aquellos que la quieren separar del misterio que nos preparamos a celebrar en este mes de bendiciones.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

¿La Virgen de Guadalupe con ojos azules y pelo rubio?

Le toco a Juan Diego el ser el receptor de ese mensaje de la Madre de Jesus, el cual quedo de manifiesto en su tilma, cuan grande es Dios que nos regala el aire que respiramos , la luz del sol, la lluvia para que nuestra tierra produzca alimento, nos da el recogimiento al entrar a una casa de oración, nos da el privilegio de ver crecer a nuestros hijos a sentir el amor de una madre o de un padre, nos da tanto y mucha s veces no alcanzamos a percibir que todo es algo que Dios nos proporciona gratuitamente, cuál sería su amor que nos trajo a su Madre y paso a ser parte del pueblo mexicano, es decir mexicana, ella no trajo los ojos azules, ni su pelo rubio, ni su faz blanca, sino más bien se quedo de manifiesto que ella es mexicana, de la raza de bronce, de la raza guerrera que defiende a los suyos, que privilegio tan grande para nosotros tener en nuestra casa en nuestro territorio la madre del salvador, la madre que está cerca de sus hijos para ser el consuelo de la gente que sufre, los más desprotegidos, los que ponen su esperanza en ella para que se acabe la violencia, para que no se siga profanando el templo sagrado de Dios, es decir el de las personas inocentes que lo que único que hacen es luchar por medio de su trabajo para sacar adelante a sus hijos y a la clase trabajadora, aquí está el despertar de las conciencias, que tanto estoy haciendo por los míos y por los demás, o me conformo nada mas llevar agua para mi molino , mientras a los demás no les permito ni siquiera ver el agua…, es una realidad dura, pero esa es, esta libertad que nos da Dios no justifica que se haya llegado a utilizar al hombre como moneda de cambio, se está atentando contra lo más hermoso de la creación que es el hombre. Tal vez si el hombre no hubiera sido tocado de esta forma nuestros pueblos no estaríamos en oración por una misma causa… por la salvación de todos, sobre todo los que no han tenido la oportunidad de conocer a Dios y sobre todo los que nunca tuvieron el amor de una madre como la virgen María y de un padre como San José.

Jesucristo y su Madre la Virgen de Guadalupe, nos invitan a orar juntos y a que el pueblo mexicano incluyendo la misma virgen entonemos este canto: “juntos como hermanos, miembros de una iglesia ,vamos caminando al encuentro del señor….donde reinara la paz donde reinara el amor.” Mantengámonos orantes para que Dios que nos da la libertad nos permita hacerlo con responsabilidad…

lunes, 6 de diciembre de 2010

Un Bautista atribulado que mereció la alabanza de Cristo.

Tres personajes nos toman de la mano para dejarnos delante de Cristo en esta Navidad: Isaías, Juan el Bautista y María, la Madre del Señor. Todos ellos van in crescendo dejándonos más cerca del Salvador.

Juan Bautista fue un hombre rudo, vigoroso, varonil, chapado a la antigua podríamos decir, era partidario de la mano dura frente a la salvación, hablando del hacha que ya está puesta para talar el árbol que no da fruto, y del agricultor que cuando ha cosechado, reúne su trigo y quema la paja, y habla acremente de los hombres que obran la injusticia y mantienen en el silencio, en la pobreza y en la ignorancia al grueso de la población. No dejaba títere con cabeza. Pero las gentes lo seguían, porque veían en él sinceridad, humildad, concordancia entre sus palabras y sus obras. Fue un hombre hecho y derecho, al grado que por su sinceridad y su entrega, encontró la muerte a manos del cruel rey Herodes confabulado con su amante, a los que el bautista había recriminado por la falsedad de su vida.

Estando el la cárcel, en espera de su muerte, el Bautista se consume en preguntas sobre la vida, la misión y la realidad de Cristo el Mesías a quien él había presentado a las gentes. Él esperaba un Mesías libertador, con poder y quizá con violencia, al grado que de él mismo esperaba su liberación de la prisión, pero no veía ninguna de esas características en el Jesús Cristo que deambulaba por los caminos de Galilea y de Judea. Como no podía responderse él solo esas cuestiones, decidió enviar como mensajeros a sus propios discípulos con una sola pregunta: ¿Eres tú el que tenía que venir o esperamos a otro?

Cristo recibió a los embajadores, pero no les dio una lección de mesianismo, no los remitió a la Escritura Santa y a los profetas, simplemente les pidió que lo acompañaran por un tiempo para que vieran lo que él estaba realizando. Y lo que enviados vieron, fue todo amor, entrega, donación y compasión para todas las gentes. Vieron aquello que ya estaba anunciado ciertamente: “Los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena nueva”. No veían ninguna hacha para arrancar a los hombres de la tierra, no veían ninguna tea incendiaria contra los malos y no vieron amenazas de muerte y chicotes y rigores contra los que obran la injusticia, aunque ciertamente quedaban advertidos de que Dios tiene sus predilectos que son los oprimidos, los pobres, los pecadores y que tarde o temprano se decidirá ciertamente la balanza sobre unos y otros y entonces se verá la bondad o la maldad de cada quién y triunfará la justicia de Dios juntamente con su misericordia.

Cristo se desprendió en muchas cosas de la predicación de Juan el Bautista, pero en lo que sí coincidió plenamente es en lo que el Bautista predicaba cuando estaba libre: “Conviertanse porque ya está cerca el reino de los cielos”.

Para nuestra vida, podemos tomar a San Juan Bautista como patrono en los momentos de incertidumbre, porque muchas veces no vemos que Dios se decida por nosotros y por nuestros problemas, por nuestra pobreza, por las injusticias que nos hieren y por la separación de unos y otros, y más bien nos exige que nos comprometamos en la lucha contra la pobreza, la injusticia y la maldad humanas, sabiendo que el Señor vendrá y triunfará con su amor y su cruz. El Bautista tuvo que asistir con dolor pero con entereza a su propia muerte, y el cristiano tendrá que hacer otro tanto, entregar su vida en bien de los demás, sabiendo que el Señor no se queda callado y sabrá decidirse por los suyos, por los que se le han entregado.

Nace una nueva raza, un nuevo pueblo, el de los guadalupanos.



Año de júbilo y de duelo, año de conmemoraciones y de angustia, año de recuerdos y de vivencias, eso ha sido el año 2010 en nuestra Patria. Año del Bicentenario de la independencia, que nos hace ir más atrás, hasta los inicios de la fe en la patria mexicana. Otros años difíciles, dramáticos, también, años de encuentro de dos pueblos, de dos razas, de dos culturas y también de dos religiones fuertemente arraigadas en cada uno de los pueblos. Una fusión de dos pueblos irrealizable. Pero aparecen los misioneros hablando de un Dios de bondad y de amor, de un Dios que entrega a su Hijo Jesucristo para reconciliación de todos los pueblos y para salvación de todos los hombres. Sin embargo, su labor era doblemente difícil, porque además de la lengua, las costumbres, la religión politeísta de los pueblos mexicanos, tenían el contra testimonio de los españoles presa de una gran avaricia y un deseo de poseer afanosamente cuanto de riqueza podían encontrar a su paso. La labor de los misioneros se realizó con ingenio, con astucia, con sagacidad, y siempre contando con la gracia de Dios, con el testimonio de pobreza, de entrega y de generosidad que eran la admiración de los indígenas. Pero con todo y todo, su labor nunca hubiera dado fruto del todo, de no ser por la intervención milagrosa de la mano suave y vigorosa de María, la Madre del Señor, la Virgen de Guadalupe.

“Y fue el Acontecimiento Guadalupano, el encuentro y diálogo de Santa María con el indígena Juan Diego, el que obtuvo un eco profundo en el alma del pueblo naciente, cualitativamente nuevo, fruto de la gracia que asume, purifica y plenifica el devenir de la historia. El lenguaje utilizado en el encuentro del Tepeyac, como vehículo de inculturación del Evangelio, constituyó un itinerario espiritual, al conjugar palabras y gestos, acción y contemplación, imágenes y símbolos”.

Cuando María de Guadalupe aparece, los indígenas sintieron su imagen no precisamente como una imagen más de las que ya comenzaban a circular en ese tiempo, sino un verdadero códice, un documento antiguo e histórico, donde veían reflejadas sus tradiciones, su cultura, y sus esperanzas, al grado de que todo en la figura de María les hablaba a sus ojos, a sus sentidos y a su fe de, de manera que su presencia cundió de una manera milagrosa entre todos ellos y también entre los españoles. Para hacer sentir su presencia, María escoge a un indígena y lo hace ascender hasta el mismo obispo, y a los españoles los hace bajar hasta los caminos de los indígenas, logrando así el nacimiento de una nueva raza, la nuestra, la mexicana, la americana.

“Esta nueva fraternidad propició un crecimiento en humanidad, de manera que este germen, sembrado por Santa María de Guadalupe en el alma del pueblo creyente, se ha ido desarrollando poco a poco, haciéndose presente especialmente en los momentos más significativos y dramáticos de nuestra historia es un acontecimiento fundante de nuestra identidad nacional”.

Nuestra Patria hoy, está sufriendo por la violencia, por la sangre derramada y por la pobreza de la mitad de los mexicanos, sin embargo, no todo debe ser en nosotros lamentos, sino la búsqueda de la reconciliación entre todos, tal como proponen los obispos mexicanos: “Debemos promover la reconciliación al interior de las familias mediante el respeto y el perdón y la valoración de los demás; difundir la reconciliación como una virtud de la experiencia comunitaria en nuestras parroquias y demás centros y organizaciones de nuestra actividad eclesial. La reconciliación debe ser un servicio de la Iglesia en medio de nuestra sociedad”. Que nuestra mirada se dirija hoy y siempre a María de Guadalupe, la Madre de nuestro Dios y Madre nuestra.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

¿Porqué Juan Bautista no fue sacerdote…del Templo de Jerusalén?

Juan, que nosotros conocemos como el Bautista provenía de muy buena cuna, su padre era uno de los grandes sacerdotes del Templo de Jerusalén, y por lo tanto con una posición envidiable, desde la cuál le era perfectamente posible colocar al pequeño Juan como un miembro más de la casta sacerdotal, en la que ya no tendría que preocuparse de su situación social, política, religiosa y sobre todo económica. Podría ocuparse de los menesteres espirituales del templo, que para la situación que el guardaba, no le implicaría un gran esfuerzo, y sí una posición envidiable y una admiración absoluta de los sencillos y menesterosos. El templo de Jerusalén era la capital no sólo de la fe y la religión de Israel, sino la gran capital, el asiento de los poderes sociales y económicos de todo Israel.

Con una posición envidiable, se nos hace extraño encontrarnos con el Bautista en pleno desierto de Judea, vestido estrafalariamente, como un hippy de hoy, alimentándose de manera extraña y hablando de un Dios irritable, casi despiadado, con amenazas y más amenazas al que no escuchara su llamado. Y lo más interesante, en contraste, en pleno desierto, dejando la ciudad y el Templo de Jerusalén, dándoles la espalda, las gentes sencillas escuchaban fascinadas al Bautista, y conforme la costumbre, se dejaban bautizar por él y confesaban humildemente los pecados.

Pero los importantes de la nación y del Templo, los fariseos y los saduceos, no veían con buenos ojos una predicación de aquél novel profeta que se expresaba tan mal de lo que ellos pensaban era sus cimientos y su sustento. Fueron a verle, a ser bautizados también como el resto de las gentes, pero sin tener ganas de cambiar ni un ápice su vida y sus costumbres. ¡No lo hubieran hecho! Porque el Bautista les echó en cara su hipocresía, y de paso les dijo que no por pertenecer a una familia, a una raza e incluso a una fe ya con eso la tenían hecha, se necesitaba algo más, algo mucho más importante, la conversión de toda la persona, una vuelta en redondo a los planes de salvación del Señor, y luego, efectivamente cambiar lo que hubiera que cambiar ajustando no a Dios a sus propios planes, sino ajustando la propia manera de ser a los planes salvadores del Señor: “Raza de víboras, ¿quién les ha dicho que podrán escapar al castigo que les aguarda? Hagan ver con obras su conversión y no se hagan ilusiones pensando que tienen por padre a Abraham, porque yo les aseguro que hasta de estas piedras puede Dios sacar hijos de Abraham. Ya el hacha está puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no de fruto será cortado y arrojado al fuego”. ¡Qué mal les fue!

Para nosotros, aunque el mensaje del Bautista tenía muchas coincidencias con lo que Cristo presentaría en su oportunidad, no es precisamente lo que nosotros queremos escuchar del Dios en el que creemos, un Dios que tenía más visos de padrastro que de Padre. Sin embargo, lo que el Bautista nos recomienda hoy, si se parece por los cuatro costados al mensaje de Cristo Salvador: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. Es el mensaje del Bautista, pero es también el mensaje de Cristo e indudablemente es el mensaje de la Iglesia que también está necesitada de conversión, y que también necesita desprenderse de sus lastres, de sus atavismos y de sus miserias, para parecerse a Cristo su Señor, su Maestro y su Esposo. Como miembros de nuestra Iglesia, cada uno de nosotros, quedará invitado en este Adviento a volverse a Dios, a sus planes salvadores, a su amor, a su justicia, para poder hacer nosotros otro tanto, mostrándonos llenos de Justicia, la Justicia de Dios, pero llenos de su Amor, y poder presentarnos ante los hombres de buena voluntad, como hombres justos y que saben amar con el mismo amor de nuestro Padre Dios.

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lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Qué espera el cristiano de la vida y del futuro?


“Cristo, el Verbo Encarnado, mediante su Misterio Pascual, ha sido constituido Señor absoluto de la historia humana. Todo cuando sucede, sin excepción alguna, se encuentra orientado hacia su acción salvífica, pues “la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro”. Él tiene y Él pronunciará la última palabra de la historia en el juicio universal. Palabra salvífica, no catastrófica, que manifestará todo su esplendor en la Jerusalén Celeste. Se trata de la victoria final del amor redentor. Aunque todavía no cumplida en su totalidad, la historia humana necesita recorrer el mismo camino que su Señor, el camino de la cruz: por eso todavía no aparece en su total esplendor. Hemos sido salvados en la esperanza y el Espíritu de Dios que está presente en todos los acontecimientos la llevará a su cumplimiento, no sin nosotros. Como lo señaló San Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

Los obispos mexicanos, en el Documento que hicieron público para preparar a la celebración de las festividades Patrias, al presentar la visión de la Iglesia sobre la historia, nos han regalado este magnífico párrafo que nos queda como anillo al dedo ahora que estamos celebrando el primer domingo de Adviento. El Señor nos llama a estar vigilantes, porque el Señor vendrá, no con tintes catastróficos, de destrucción, muerte y condenación, sino para mostrar su amor entre los suyos y llevarlos a esa vida nueva que será realmente distinta de ésta en la que los planes salvadores del Señor encuentran muchos opositores, pero que al final serán vencidos porque el Señor de la historia tomará el lugar que le corresponde al frente del Universo mismo.

Tenemos que vivir en la espera. Pero habrá que preguntarnos qué clase de espera es la que debe ocuparnos, pues hay una diferencia enorme entre la espera inútil de los pacientes en la sala del médico, donde no pueden hacer nada más que entretenerse en una conversación sin interés con otros pacientes u hojear revistas médicas especializadas que no se entienden, de la espera del agricultor que ha sembrado su semilla. Éste no puede sentarse tranquilamente mientras las plantas crecen. Hay que abonarlas, regarlas, protegerlas de las inclemencias del tiempo y de los pajarracos. De la misma manera, el cristiano tiene que esperar, pero en la lucha diaria, y en la lucha por hacer que el Reino de Dios se implante en el mundo en el que nos ha tocado vivir. Precisamente los obispos, en el documento señalado, señalan tres prioridades del trabajo que a la Iglesia, a los cristianos y a las gentes de buena voluntad les corresponde:

1º. “Queremos un México en el que todos sus habitantes tengan acceso equitativo a los bienes de la tierra. Un México en el que se promueva la superación y crecimiento de todos en la justicia y la solidaridad: por lo que necesitamos entrar decididamente en un combate frontal a la pobreza”.

2º. “Queremos un México que crezca en su cultura y preparación con una mayor conciencia de su dignidad y mejores elementos para su desarrollo, con una educación integral de calidad para todos”.

3º. “queremos un México que viva reconciliado, alcanzando una mayor armonía e integración en sus distintos componentes sociales y con sus diferentes orientaciones políticas, pero unificado en el bien común y en el respeto de unos y otros”.

Si nos decidimos a aceptar el reto con nuestros obispos, no sólo tendremos un buen Adviento, sino una venturosa Navidad, y daremos los pasos necesarios para unirnos a Cristo en su Pasión, disponiéndonos así a contemplar la luz de la Resurrección.



¿Un reinado de pacotilla para el Rey del Universo?


La Fiesta de Cristo Rey es una de las más recientes en el calendario de la Iglesia. Nace apenas en el 1925 en una época en que los reyes y los príncipes comenzaban a formar colección entre las cosas de la historia y para los cuentos de los niños, junto con las Hadas y los duendes, pero ha llegado a colocarse en un lugar principal, pues con ella se cierra un ciclo más de vida en la Iglesia. Debemos decir que definitivamente contrasta la imagen de Cristo crucificado, Rey, del que todos se burlan, el pueblo, las autoridades judías, los soldados romanos e incluso los que estaban crucificados juntamente con él, con las imágenes variopintas que nos hemos formado de Cristo Rey, quizá añorando los días de gloria de los reyes coronados con corona de oro, los palacios deslumbrantes y las vestiduras de rojo y escarlata. Cristo tronó siempre contra las autoridades que se servían de su autoridad para encumbrarse sobre los mortales, a costa de los vasallos o ciudadanos sencillos, por eso rehusó bajarse de la cruz, como se lo pedían, para dar una prueba de que en verdad era rey e Hijo de Dios. No lo quiso hacer. Sin embargo, ante la petición de uno de los malhechores crucificados con él, le promete que ese mismo día estaría con él en su Reino.

Hoy es día entonces, de acción de gracias, porque Cristo desde lo alto de la cruz, pero desde su propia resurrección se coloca como el Rey y como el Señor de toda la Creación. Es el que con su muerte hace que nosotros también tengamos la esperanza de resucitar. Me llama poderosamente la atención que los hombres, cuando fueron a solicitarle a David, que se convirtiera en el rey de todas las tribus de Israel, le recordaron: “Somos de tu misma sangre”. Si ellos pudieron decirlo de David porque ya Dios se los había comunicado así, con mayor nosotros podemos sentir que somos de la realeza de Cristo porque llevamos su misma Sangre, la que él derramó en lo alto de la cruz y que ha nosotros nos ha hecho sus hermanos.

Y si en verdad queremos alegrarnos con Cristo Rey del Universo, entonces tendremos que comenzar por alabarlo por la obra admirable de la redención, pues él entregando su vida entera en lo alto de la cruz dispuso todas las cosas para que fuéramos trasladados al reino de la luz, y en una humanidad dividida por las enemistades y las discordias, él tendría que dirigir las voluntades de todos los hombres para que se dispusieran a la reconciliación. “Tu espíritu mueve los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión”, declara el Prefacio de la Reconciliación y es en verdad el deseo de todos los hombres de buena voluntad y a lo que debemos consagrar todo nuestro empeño y nuestra voluntad, para lograr que esta loca humanidad pueda lograr la unión, la paz y la reconciliación entre todos los hombres.

“Con su acción eficaz Cristo conseguirá que las luchas se apacigüen, y crezca el deseo de la paz: que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza” ese tiene que ser el programa de los que seguimos a Cristo, lograr el perdón de los enemigos y la unidad de todos para que los que hoy sufren hambre, injusticia, migración forzada y falta de educación adecuada y oportunidades iguales para todos los hombres y las naciones.

“Que podamos vernos todos los hombres en el Reinado de Cristo, todos los hombres de cualquier clase y condición, de toda raza y lengua, en el banquete de la unidad eterna, en un mundo nuevo donde brille la plenitud de tu paz”. Pero que no dejemos para muy lejos ese momento y ese banquete. Que podamos convertirlo en una realidad hoy y entre nosotros.

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lunes, 15 de noviembre de 2010

El aburrimiento de los hijos

El aburrimiento es un estado de ánimo producido por la falta de estímulos, diversiones o distracciones. El aburrimiento, junto a la soledad y la pereza, es una de las plagas de la sociedad actual, lo mismo en los jóvenes que en las personas mayores. Situación que la mayoría de las veces es originada por una mala educación de los padres o una falta de dedicación hacia los hijos, al dejarles que sean educados por la televisión, las pantallas electrónicas o los amigos. Después de mayores, ese hábito de aburrirse tiene muy pocas posibilidades de corregirse pues se convierte en un círculo vicioso a través de la gran tristeza y posible depresión.

El aburrimiento puede producirse, por una soledad mal administrada o mal entendida, pues la soledad no tiene que producir aburrimiento. Al contrario, esa soledad en vez de aburrir puede ser un periodo de descanso que sirva para meditar y poner las cosas en orden.

Hay muchas personas, principalmente los niños y los jóvenes, que cuando están solos se aburren durante sus tiempos de ocio debido a que no tienen ni el hábito, ni los estímulos para distraerse o divertirse. Les han acostumbrado a que sus tiempos de ocio sea dirigido por sus juguetes, padres obsesivos o por la industria de entretenimiento a través de las pantallas electrónicas, con todos los inconvenientes que tienen esas situaciones. Muy pocos padres dan a los hijos las herramientas necesarias, para que se acostumbren a no aburrirse. Esas herramientas tienen que estar en relación con la edad física y mental de cada niño.

Lo mismo pasa con los adultos si se han acostumbrado a que sus tiempos de ocio estén dirigidos desde pequeños, con juguetes que juegan ellos para el niño, no el niño con el juguete. No hay interactividad entre los juguetes y el niño. Además que si se aburren de los juguetes, inmediatamente los padres les compran otros nuevos, en lugar de sacar los que estaban guardados, porque en su día les aburrieron.

Esos niños, de mayores, será mucho más fácil que caigan en las manos y la mente perversa de la industria del entretenimiento, que trata de hacerles adictos al consumo de sus productos o servicios. Así, mientras están consumiendo entretenimiento, no piensas en su crecimiento personal, social, ni religioso, lo que produce generaciones de personas acostumbradas a que otros, les distraigan para que no se aburran.

Algunos hijos se aburren de todo porque ya tienen de todo. Para no aburrirse necesitan experiencias nuevas, que muchas veces les resultan perniciosas. El aburrimiento es una de las grandes puertas de entrada hacia el consumo de drogas, sexo, pandillas y otros vicios. El aburrimiento es una de las cosas que les produce las ganas de explorar nuevas avenidas, para ver si por ellas encuentran la forma de distraerse y divertirse. Avenidas que la mayoría de las veces, terminan de forma violentamente grave, porque para pagar su diversión que les saque del aburrimiento y obtener beneficios económicos, inducen a otros adolescentes al consumo de drogas o alcohol. Ahí suelen reclutar a los camellos de las drogas, en el narco menudeo, con los jóvenes aburridos.

Las principales características del aburrimiento se centran en conductas pasivas ante los hechos, aunque les atañan o no. Demostrando baja autoestima, insatisfacción personal, falta de expresión de lo que piensan o sienten, inseguridad personal, evasión en la necesaria toma de decisiones o en asumir responsabilidades, etc. Se aburren porque les falta motivación para hacer las cosas. Esa motivación debe llegar en primer lugar a través de sus padres. Al no tener algo que les apasione, al no apreciar el trabajo o el estudio, nace otro círculo vicioso: se tiene pereza porque no se hace nada y si no se hace nada, llega la pereza.

Otras características de los jóvenes que se aburren son la pereza, la vagancia, la indolencia, la ambigüedad, la indecisión, la apatía, la negligencia y la ociosidad. Las que origina que se les atrofien sus sentidos, los cuales están diseñados para tenerlos continuamente en activo. Con los sentidos atrofiados o dormidos, la sociedad les presionará más y mejor hasta adormecerles la moral y la mente, para poderlos manejar a su antojo. De esta forma conseguirán que no piensen en nada y se pasen mucho tiempo aburridos y medio aletargados, frente a las pantallas electrónicas, sometidas a los dictados de algunos perversos medios de comunicación.

Muchas veces se aburren los niños y los jóvenes porque sus padres o educadores, no les prestan la debida atención y sienten que están solos o abandonados. En determinadas edades, todavía no tienen la capacidad de entretenerse ellos solos y piden a gritos que se ocupen de ellos. Es muy fácil distraerles, dándoles un pequeño gesto de atención y un poco de dedicación, entonces se terminan esos signos externos que caracterizan su aburrimiento. Las madres de hijos pequeños, saben distinguir perfectamente el tipo de lloros que corresponden al aburrimiento o a las señales de cubrir sus primarias necesidades de alimentación, limpieza o sueño.

Los padres de hijos jóvenes prefieren un hijo vivo aunque esté aburrido, a un hijo que para salir del aburrimiento y divertirse, tome riegos irreversibles con el alcohol, las drogas, el sexo, las pandillas, la velocidad de los automóviles o motocicletas y termine en el hospital, la cárcel o el cementerio. Esa es la moderna ruleta rusa del aburrimiento. Si tuvieran muchas actividades lúdicas, divertidas y enriquecedoras. No tendrían tiempo para aburrirse.

Algunos padres no saben, no quieren o no pueden enseñar a sus hijos, a no aburrirse o no les dan las herramientas necesarias, para que ellos mismos hagan lo conveniente para no aburrirse. Por eso aceptan que la industria del entretenimiento, el gobierno o terceras personas, solucionen el aburrimiento de sus hijos. Algunas de esas personas u organizaciones, se aprovechan del aburrimiento de los adolescentes para conseguir unos fines, que no siempre son en beneficios de los jóvenes, por eso los padres tienen que estar muy vigilantes con los sitios donde van sus hijos y las personas con las que se relacionan.

Los padres tampoco pueden estar toda la vida haciendo cosas, para que los hijos no se aburran. Ni deben quedarse al margen de la situación de sus hijos, de forma impotente, ignorante o cómoda, mirando para el otro lado. Lo principal es que asuman su irrenunciable responsabilidad y privilegio como educadores, y les den su propio buen ejemplo, practicando las virtudes y valores humanos e inculcándoselos, para que les sirvan como prevención, ya que los hijos bien formados, nunca llegarán a aburrirse.

Si los padres estuvieran alertas a las banderas rojas que muestran sus hijos antes de aburrirse, esa situación sería mucho más fácil corregirla. Los hijos que se aburren. La mayoría de las veces se enrocan como en el ajedrez o se aíslan del mundo y terminan cayendo en malas manos, todo por no pedir ayuda o no dejarse ayudar, para que les enseñen a no aburrirse. La autoridad real y llena de amor de los padres, junto a la justa ambición de que los hijos sean lo mejor posible, obliga a enseñarles a no aburrirse, dándoles las herramientas necesarias para vivan alegres, ocupados, entretenidos y divertidos.

El aburrimiento de los jóvenes está íntimamente relacionado con el miedo a las consecuencias de su falta de actividad, la inhibición a su alrededor, la indiferencia hacia los premios o castigos, a la risa y al llanto, a la impunidad de sus hechos, etc. Por lo tanto, una de las primeras cosas que se le ocurre a un joven aburrido, es el atractivo de la emoción de lo prohibido. Faltar a las clases en la escuela, para no seguir aburriéndose y juntarse con otros jóvenes de sus mismas características. Trasgrediendo las normas que le obligan sus padres, demuestra su sentimiento de rebeldía hacia una de las cosas que más le aburren, recibir la enseñanza de los maestros, que le exigen a poner atención, puntualidad, responsabilidad, disciplina, orden, etc.

Cuando esas ausencias a la escuela se convierten en rutina y los padres y los profesores, no se percatan de que han ocurrido o no se quieren dar por enterados, se abre la posibilidad de que se cree un hábito muy peligroso, por los riesgos presentes y futuros que conlleva. Deja de ser una falta motivada por el aburrimiento, para convertirse en un modelo pernicioso de juventud. Los padres tienen que atajar con firmeza las faltas a clase, aunque sean esporádicas.

Los padres, ante un hijo aburrido, nunca deben sentirse cómodos callando, disimulando, olvidando o ignorando. Tienen que tomar el riesgo de hablarles muy claro, aunque sea desagradable hacerlo. Para ello deben prepararse y aconsejarse muy bien, pues el aburrimiento puede ser el principio de un problema, mucho más grande. Siempre deberán escucharles todas las excusas, mentiras y verdades sobre su aburrimiento. No es una solución aceptable el no hablarles claramente, cayendo en un paternalismo mal entendido, al evitarles todas las contrariedades a los hijos, ignorando que lo que necesitan y esperan, es conocer la autoridad paternal.

De 3 a 6 de la tarde es uno de los momentos más importantes en la educación de los hijos. Su actitud y actividades en ese periodo les marcarán el futuro. En esa franja horaria es cuando muchos hijos salen de la escuela y esperan en la casa a que lleguen sus padres, pudiendo hacer lo que quieren, pues no tienen supervisión.

La gran mayoría de los jóvenes que se aburren en clase, tienen la autoestima totalmente por los suelos, siempre se autojustifican para defender su actitud y están sensiblemente, por debajo de la media de aprovechamiento de sus compañeros.

17 frases de los jóvenes que se aburren en la escuela

1. Cuando me aburro y me inhibo del ambiente, me pongo agresivo, explosivo e impredecible. No acepto que me lo recuerden, ni el profesor, ni mis padres, ni mis amigos.
2. El estudio me aburre, no me gusta estudiar.
3. El profesor me margina, porque no voy bien y al ritmo de los demás.
4. El profesor siempre me está gritando y reprochando mi ignorancia.
5. Los compañeros y el profesor se burlan de mí y dicen que soy torpe.
6. Me aburre asumir las responsabilidades del estudio y de las tareas, prefiero no hacer nada.
7. Me aburre la clase y me da pereza empezar a estudiar.
8. Me aburro mucho, porque no se concentrarme en lo que tengo que hacer.
9. Me aburro porque he faltado tantas veces, que no cojo el ritmo.
10. Me esfuerce o no, siempre saco malas notas y nunca buenas.
11. Me interesa el Internet, la música y los amigos, no me interesa lo que dicen en la clase.
12. No entiendo nada de lo que dicen.
13. No se estudiar y cada vez, estoy más lejos de lo que saben los compañeros.
14. No se me queda nada de lo que explica el profesor.
15. No tengo ningún motivo para sentir que estudiar sirve para algo.
16. No valgo para estudiar, soy un inepto.
17. Para justificar mi aburrimiento, no me importa mentir continuamente.

Se aburren los cónyuges porque su amor ha disminuido y no han puesto los medios para remediarlo.

Se aburren los padres de repetir una y mil veces los mismos consejos, órdenes, castigos, etc. Cuando no obtienen los resultados que desean.

Se aburren los trabajadores y los empresarios de hacer siempre lo mismo y por lo tanto obtener siempre los mismos resultados. Por falta de innovación, de reinventarse, de intentar nuevas metas, es decir porque siguen en la trampa de la rata, dando vueltas continuamente sin ningún norte.

Se aburren los maestros de intentar educar, a los alumnos que no quieren aprender. De ser ignorados o vilipendiados por los clásicos alumnos de siempre, que alteran el orden sin que nadie pueda decirles, ni hacerles nada. De que esos alumnos sean intocables en sus acciones, que perjudican a todo el grupo, por cuatro maleducados.

No se aburren los niños, jóvenes o mayores que tienen un proyecto de vida, basado en la práctica continua de las virtudes y valores humanos, con objetivos claros y concretos y con los medios para comprobar lo que están haciendo bien en la vida y observar, las desviaciones realizadas sobre sus objetivos.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Un Papa con delantal

No deja de sorprenderme que un anciano de 83 años emplee sus energías en un viaje agotador a España, en 48 horas llenas de ceremonias interminables, que otros podrían llevar a cabo en su lugar. No sé si podría seguirle el trote. ¿Por qué lo hace? He concluido que pretende sembrar desde abajo.

Me explico: si el Papa en persona, viejo y gastado, se pone la capa de peregrino, ¿qué excusa tenemos para no hacerlo nosotros? Benedicto XVI educa con el ejemplo, como un padre sabio. No se salta el protocolo, no llena el espacio con los gestos grandiosos de un Juan Pablo II, es persona recogida, modesta, contenida.

Los periodistas tienen problemas para relatar anécdotas excepcionales, o subrayar gestos emocionantes en sus Viajes y, sin embargo, Visita tras Visita, se repite el mismo fenómeno: la prensa lo destroza antes de llegar, la gente lo acoge con cariño emocionante y, finalmente, la opinión se rinde ante su elemental grandeza. El mensaje final es claro: si él puede, nosotros podemos.

Con naturalidad y energía, se ató el gremial –el delantal litúrgico– y derramó aceite sobre el altar mayor de la Sagrada Familia de Barcelona para consagrarlo, de la misma manera que cualquier ama de casa amasa, retuerce, bate y prepara. Creo que estaba conmovido y concentrado. Gaudí trabajó 43 años en la Sagrada Familia y, en los últimos años, vivía en un local del templo. Dormía en una sencilla yacija y, la verdad, vestía como un mendigo porque lo devoraba la pasión por lo que hacía. El templo expiatorio nació y creció de los donativos y presentaba enormes dificultades económicas. Cuando los amigos y colaboradores del arquitecto se desesperaban, éste se encomendaba sencillamente a su patrón: San losé lo terminará, decía. Al final, un Papa ha inaugurado la obra...y resulta que ese Papa se llama José...Joseph.

Lo que el hombre necesita Benedicto XVI ha relatado su conmoción por la coincidencia e, insisto, creo que era consciente de cumplir una misteriosa pero sencilla misión. Dejo para otros las rotundas consideraciones que ha hecho Su Santidad de la Historia de España y de Europa, de la familia, del valor de la vida. Yo me quedo con su frase en Barcelona: "La belleza es la gran necesidad del hombre".

Ante los gigantescos troncos de piedra elegidos como columnas por Gaudí, o ante las pinturas del Pórtico de la Gloria de Compostela, la frase no necesitaba explicaciones. Como no las necesita cuando una madre ve a su hijo.

El Papa es culto e inteligente, ha hablado de los mártires de los años 30 y de los aspectos positivos de la Ilustración y su búsqueda de la razón, pero me quedo con el hombre sensible y bueno, fascinado por la hermosura, fregando el altar. Hombres y mujeres así reconstruyeron Europa tras la caída de Roma. Hombres y mujeres así son el futuro y la esperanza.


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viernes, 12 de noviembre de 2010

El 33 un domingo agriculce

El Evangelio de este domingo nos deja una sensación agridulce, con un cierto desconcierto. Las diversas respuestas de Jesús, indicaban a sus oyentes que todo estaba inacabado, inseguro. Hasta la belleza del Templo era frágil y su solidez amenazada: "no quedará piedra sobre piedra". Surgirán profetas falsos una vez más, llegarán guerras, catástrofes, espantos. Y a los discípulos les dirá: os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante gobernadores por causa de mi nombre. Hasta los más cercanos como padres, hermanos, parientes y amigos, los odiarán, los traicionarán e incluso los matarán por causa de su nombre.

Muchas veces ha surgido la tentación de hacer del Cristianismo una especie de vergel, de tranquilo paraíso donde evadirse de un mundo corrupto y caduco que se empeña en no vivir "como Dios manda". Pero el Cristianismo no ha sido regalado por Dios como una "burbuja de paz". De hecho, los mejores hijos de la Iglesia han tenido que sufrir persecución, incomprensión y martirio de tantos modos, como la prolongación en la historia de aquél por mi nombre del que nos habla hoy el Evangelio. Vivir en su Nombre, diciendo su Nombre, siendo su Nombre.

Jesús y el Cristianismo no son un sedante para nuestras molestias sociales, ni un barbitúrico para perpetuar privilegios. No provocan alucinaciones sino compromisos. Los cristianos somos llamados a pertenecer a la historia de Aquel que fue anunciado como "signo de contradicción", y que vino a traer el fuego y la espada, es decir portador de la Luz y portavoz de la Verdad en un mundo que con demasiada frecuencia pacta con la oscuridad y la mentira.

Pero este Evangelio, aunque duro, no es desesperanzador. Nos dice Jesús: "no les tengáis miedo". Ha prometido darnos palabras y sabiduría para hacer frente a cualquier adversario. Lo que importa es que esa Presencia y esa Palabra por Él prometidas, resuenen y se reflejen en la vida de la comunidad cristiana y en la de cada cristiano particular.

El Cristianismo no es una aventura para fugarse del mundo, sino una urgencia para transformarlo según el proyecto de Dios, en el Nombre del Señor. Los cristianos no son los del eterno poderío o los de la eterna oposición, sino los eternos discípulos del único Maestro. Poniendo lo mejor de nosotros mismos para que en cada rincón de la historia pueda seguir escuchándose la Buena Noticia de Jesús y haciéndose realidad el don inmerecido de su Reino que la Iglesia en cada época no deja de anunciar.

martes, 9 de noviembre de 2010

¿Una religión que separa y divide a los hombres?




¡Qué duras deben haber caído en la conciencia de las gentes la predicción de Cristo en los últimos días de su vida mortal, de la destrucción del Templo de Jerusalén! Para aquellas gentes que habían vivido arrogantemente en la injusticia, en la ceguera del poder y la corrupción, sentían las palabras de Cristo como si fuera el final del universo. De tal manera se sentían ligados al templo, a su majestuosidad, a la munificencia de las limosnas de las que ellos podían disponer a su antojo, que pensar siquiera en la destrucción y en la desaparición del templo, era caer en la ruina total.

Desde entonces, según las palabras y el espíritu de Cristo, la ruina del templo sería definitiva, no habría restauración posible, y el tiempo le dio la razón. Desde entonces, la relación de los hombres con Dios ya no estaría limitada por un solo lugar, ni por las paredes de un templo, ni por unas leyes, que no eran precisamente leyes divinas, sino parapetos en los que se amparaban los poderososos para medrar con el pueblo, ni por determinadas prácticas religiosas, por muy santas que parecieran, como los interminables lavados de pies y manos, ni por la pertenencia a una raza o a una nación, así fuera su propio pueblo y su propia nación. También pasarían con el templo jerosolimitano, una religión hecha de ritos y de leyes, donde el corazón de los hombres estaba muy lejos de las ofrendas y de las víctimas; de miedos y de prohibiciones, de los que Cristo se mofaba, como las muchas ocasiones en que con gozo y con verdadera alegría se dedicaba a curar a las gentes en el “sagrado día de sábado”, una religión que olvidaba que Dios no necesita muestras de alabanzas si el corazón está manchado y ocultaba que Dios quiere que tomemos conciencia de que nos necesitamos unos a otros a los que debemos amar casi antes que a Dios mismo, pues a él lo encontraremos en los desarrapados, en los pobres, en los miserables, en los “deshechos de la humanidad”. Desde entonces se acababa ya en el mundo toda religión que separa a los hombres en lugar de unirlos, que asuste en vez de ofrecer caminos para la alegría y la esperanza, una religión convertida en un negocio, en explotación, usando el miedo a la condena y a la desesperanza, convirtiendo el templo en una cueva de bandidos.

El templo de Jerusalén en cuestión, quedó irremediablemente destruido, y nadie, respetuosamente se ha atrevido a reconstruír, pero muchos de los elementos señalados por Cristo tendremos que retomarlos para nuestra propia vida, convirtiendo nuestras vidas en templos vivos de la Trinidad misma de Dios, dando un sentido nuevo a nuestro cuerpo, cuando hoy vemos que en nuestra pobre nación mexicana son sepultados por montones en fosas clandestinas los cadáveres de hombres y mujeres inocentes sin saber el porqué de sus muertes, amén de otros muchos desaparecidos de los que no llegaremos a saber su paradero. Y tendremos que considerar al Cuerpo de Cristo y su Sangre, como el único Templo querido y deseado por el Buen Padre Dios para recibir la alabanza de los hombres.

Y el mensaje de hoy domingo, inmediatamente anterior al culmen de un año litúrgico más que concluye con la fiesta de Cristo Rey, será profundamente esperanzador en labios de Cristo frente a tantos profetas de desventuras, a tantos agoreros de la desilusión que se imaginan que ante las graves situaciones que ciertamente estamos pasando, cataclismos naturales, inundaciones, terremotos y otros provocados por los hombres, como secuestros, levantotes, masacres en la ciudad y en el campo, estas serían señales inequívocas del fin del mundo. No. Definitivamente no. Malaquías ya lo había anunciado: “Para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”, y Cristo con una claridad meridiana lo afirma rotundamente: “Si ustedes se mantienen firmes, conseguirán la vida”.

sábado, 6 de noviembre de 2010

La devoción a los difuntos en el cristianismo primitivo


Catacumbas de San Calisto

"Estos que visten estolas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido…? Éstos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus estolas y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, y le adoran día y noche en su templo."
(Apocalipsis 7,13-15)


HONOR Y RESPETO A LOS DIFUNTOS

La Iglesia Católica, ya desde la época de los primeros cristianos, siempre ha rodeado a los muertos de una atmósfera de respeto sagrado. Esto y las honras fúnebres que siempre les ha tributado permiten hablar de un cierto culto a los difuntos: culto no en el sentido teológico estricto, sino entendido como un amplio honor y respeto sagrados hacia los difuntos por parte de quienes tienen fe en la resurrección de la carne y en la vida futura.

El cristianismo en sus primeros siglos no rechazó el culto para con los difuntos de las antiguas civilizaciones, sino que lo consolidó, previa purificación, dándole su verdadero sentido trascendente, a la luz del conocimiento de la inmortalidad del alma y del dogma de la resurrección; puesto que el cuerpo -que durante la vida es "templo del Espíritu Santo" y "miembro de Cristo" (1 Cor 6,15-9) y cuyo destino definitivo es la transformación espiritual en la resurrección- siempre ha sido, a los ojos de los cristianos, tan digno de respeto y veneración como las cosas más santas.

Este respeto se ha manifestado, en primer lugar, en el modo mismo de enterrar los cadáveres. Vemos, en efecto, que a imitación de lo que hicieron con el Señor José de Arimatea, Nicodemo y las piadosas mujeres, los cadáveres eran con frecuencia lavados, ungidos, envueltos en vendas impregnadas en aromas, y así colocados cuidadosamente en el sepulcro.

En las actas del martirio de San Pancracio se dice que el santo mártir fue enterrado "después de ser ungido con perfumes y envuelto en riquísimos lienzos"; y el cuerpo de Santa Cecilia apareció en 1599, al ser abierta el arca de ciprés que lo encerraba, vestido con riquísimas ropas.

Pero no sólo esta esmerada preparación del cadáver es un signo de la piedad y culto profesados por los cristianos a los difuntos, también la sepultura material es una expresión elocuente de estos mismos sentimientos. Esto se ve claro especialmente en la veneración que desde la época de los primeros cristianos se profesó hacia los sepulcros: se esparcían flores sobre ellos y se hacían libaciones de perfumes sobre las tumbas de los seres queridos.

LAS CATACUMBAS

En la primera mitad del siglo segundo, después de tener algunas concesiones y donaciones,los cristianos empezaron a enterrar a sus muertos bajo tierra. Y así comenzaron las catacumbas. Muchas de ellas se excavaron y se ampliaron alrededor de los sepulcros de familias cuyos propietarios, recién convertidos, no los reservaron sólo para los suyos, sino que los abrieron a sus hermanos en la fe.

Andando el tiempo, las áreas funerarias se ensancharon, a veces por iniciativa de la misma Iglesia. Es típico el caso de las catacumbas de San Calixto: la Iglesia asumió directamente su administración y organización, con carácter comunitario.

Con el edicto de Milán, promulgado por los emperadores Constantino y Licinio en febrero del año 313, los cristianos dejaron de sufrir persecución. Podían profesar su fe libremente, construir lugares de culto e iglesias dentro y fuera de las murallas de la ciudad y comprar lotes de tierra sin peligro de que se les confiscasen.
Sin embargo, las catacumbas siguieron funcionando como cementerios regulares hasta el principio del siglo V, cuando la Iglesia volvió a enterrar exclusivamente en la superficie y en las basílicas dedicadas a mártires importantes.

Pero la veneración de los fieles se centró de modo particular en las tumbas de los mártires; en realidad fue en torno a ellas donde nació el culto a los santos. Sin embargo, este culto especialísimo a los mártires no suprimió la veneración profesada a los muertos en general. Más bien podría decirse que, de alguna manera, quedó realzada.

En efecto: en la mente de los primeros cristianos, el mártir, víctima de su fidelidad inquebrantable a Cristo, formaba parte de las filas de los amigos de Dios, de cuya visión beatifica gozaba desde el momento mismo de su muerte: ¿qué mejores protectores que estos amigos de Dios? Los fieles así lo entendieron y tuvieron siempre como un altísimo honor el reposar después de su muerte cerca del cuerpo de algunos de estos mártires, hecho que recibió el nombre de sepultura ad sanctos. Por su parte, los vivos estaban también convencidos de que ningún homenaje hacia sus difuntos podía equipararse al de enterrarlos al abrigo de la protección de los mártires.

Consideraban que con ello quedaba asegurada no sólo la inviolabilidad del sepulcro y la garantía del reposo del difunto, sino también una mayor y más eficaz intercesión y ayuda del santo. Así fue como las basílicas e iglesias, en general, llegaron a constituirse en verdaderos cementerios, lo que pronto obligó a las autoridades eclesiásticas a poner un límite a las sepulturas en las mismas.

FUNERALES Y SEPULTURA

Pero esto en nada afectó al sentimiento de profundo respeto y veneración que la Iglesia profesaba y siguió profesando a sus hijos difuntos. De ahí que a pesar de las prohibiciones a que se vio obligada para evitar abusos, permaneció firme en su voluntad de honrarlos. Y así se estableció que, antes de ser enterrado, el cadáver fuese llevado a la Iglesia y, colocado delante del altar, fuese celebrada la Santa Misa en sufragio suyo.

Esta práctica, ya casi común hacia finales del s. IV y de la que San Agustín nos da un testimonio claro al relatar los funerales de su madre Santa Mónica en sus Confesiones, se ha mantenido hasta nuestros días.
San Agustín también explicaba a los cristianos de sus días cómo los honores externos no reportarían ningún beneficio ni honra a los muertos si no iban acompañados de los honores espirituales de la oración: "Sin estas oraciones, inspiradas en la fe y la piedad hacia los difuntos, creo que de nada serviría a sus almas el que sus cuerpos privados de vida fuesen depositados en un lugar santo. Siendo así, convenzámonos de que sólo podemos favorecer a los difuntos si ofrecemos por ellos el sacrificio del altar, de la plegaria o de la limosna" (De cura pro mortuis gerenda, 3 y 4).

Comprendiéndolo así, la Iglesia, que siempre tuvo la preocupación de dar digna sepultura a los cadáveres de sus hijos, brindó para honrarlos lo mejor de sus depósitos espirituales. Depositaria de los méritos redentores de Cristo, quiso aplicárselos a sus difuntos, tomando por práctica ofrecer en determinados días sobre sus tumbas lo que tan hermosamente llamó San Agustín sacrificium pretii nostri, el sacrifico de nuestro rescate.

Ya en tiempos de San Ignacio de Antioquia y de San Policarpo se habla de esto como de algo fundado en la tradición. Pero también aquí el uso degeneró en abuso, y la autoridad eclesiástica hubo de intervenir para atajarlo y reducirlo. Así se determinó que la Misa sólo se celebrase sobre los sepulcros de los mártires.

LOS DIFUNTOS EN LA LITURGIA

Por otra parte, ya desde el s. III es cosa común a todas las liturgias la memoria de los difuntos.
Es decir, que además de algunas Misas especiales que se ofrecían por ellos junto a las tumbas, en todas las demás sinaxis eucarísticas se hacía, como se sigue haciendo todavía, memoria -memento- de los difuntos. Este mismo espíritu de afecto y ternura alienta a todas las oraciones y ceremonias del maravilloso rito de las exequias.

La Iglesia hoy en día recuerda de manera especial a sus hijos difuntos durante el mes de noviembre, en el que destacan la "Conmemoración de todos los Fieles Difuntos", el día 2 de noviembre, especialmente dedicada a su recuerdo y el sufragio por sus almas; y la "Festividad de todos los Santos", el día 1 de ese mes, en que se celebra la llegada al cielo de todos aquellos santos que, sin haber adquirido fama por su santidad en esta vida, alcanzaron el premio eterno, entre los que se encuentran la inmensa mayoría de los primeros cristianos.