jueves, 28 de junio de 2012

¿Qué buscaba Cristo en Nazaret?





Domingo 14 ordinario 2012





Un día Cristo se fue de casa. La despedida entre Cristo y María fue sencilla, aunque eso alteraba por completo la vida de aquellos dos seres que tanto se quisieron. Cristo ya no tenía nada que hacer en Nazaret. Ya había aprendido todo lo que necesitaba para el camino. Había tenido unos  padres excelentes que le habían descubierto la riqueza de la familia, la cultura de su pueblo y la riqueza de su fe y de su religión y estaba preparado para el camino. Buscó y buscó  entre las primeras personas, un grupo de amigos en quien confiar y los caminos y las veredas fueron insuficientes para llevar a todo mundo la buena nueva de la salvación. Las gentes lo buscaban, y pronto él y sus amigos ya no tenía tiempo ni para comer. Su mensaje era itinerante. No se buscó un auditorio para hacerse oír. Cualquier paraje, cualquier montaña y cualquier valle eran lo único que Cristo necesitaba para llevarles a las gentes el mensaje salvador. Pero a Cristo le hacia falta otra cosa. En Nazaret había  dejado amigos, los niños de sus vecinos, los compañeros de su edad que ya estaban casados y comenzaban a tener sus primeros hijos, las gentes buenas y los ancianos que él conocía de nombre y también de mañas. Si otras gentes habían escuchado su mensaje salvador, aquellas gentes que él tan bien conocía y a los que tanto amaba, a ellos quería llevarles el mensaje salvador.

Sin duda alguna que se hospedó en la misma casa con su madre, así se lo recomendaba a sus apóstoles, que no anduvieran de comadreros de casa en casa y el sábado, respetuoso de sus costumbres, se dirigió a la sinagoga del lugar, donde encontraría reunidas a todas esas buenas gentes. El encargado leería el texto correspondiente de la Palabra de Dios, habría salmos de respuesta, y en seguida se aprestaron a los comentarios. Fue el momento que Cristo aprovechó para darles su mensaje. Como el evangelista no se detiene a considerar qué les dijo Jesús a las gentes, tampoco nosotros lo haremos pero habrá que decir que las gentes estaban gratamente sorprendidas del mensaje tan claro y con tanta autoridad que Cristo les presentó. Realmente sintieron algo especial ese día. Pero uno de los más grandes de la comunidad, que por cierto estaba medio sordo, con esa manera tan especial de hablar de los sordos, habló de tal manera que todos se enteraron: “¿dónde aprendería este hombre tantas cosas? ¿De dónde le vendrá esa sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros sus hermanos?”. Por las palabras del anciano, se veía la necesidad de ofender de plano a Cristo, desconociendo a su padre en la tierra, como se hacia cuando se quería ofender a alguien y notando de paso que si algo había recibido, pues no tenía porqué venir a presumirle a los suyos dándose ínfulas de que él sí sabía. Y tanto fue el impacto de las palabras de aquel hombre, que Cristo tuvo que salir decepcionado, sintiendo que en su propia tierra no había podido hacer mucho por aquella gente, que se había cerrado a la salvación, porque les llegaba a través de un hombre, de uno más de entre ellos y no tanto  un ángel el que les anunciaba el amor de Dios presente entre ellos. Hicieron honor, malamente.  a aquella verdad de que el profeta es honrado en todas partes, menos entre sus parientes y entre los de su casa. Fue grande la decepción de Cristo y desde ese día, parece que dejó de buscar las sinagogas, para utilizar los caminos, las veredas, las casas y sobre todo las fiestas, para decirles a las gentes cuánto nos ama el Señor. También desde entonces, Cristo comenzó a dar más importancia a sus discípulos para multiplicar su influencia entre los hombres y porque después de su partida de este mundo, ellos tendrían que continuar su misión.

Nos sorprende la actitud de aquellas gentes, pero cuando repaso mi vida, veo que más de alguna ocasión, yo hombre, cristiano y sacerdote, no he sido ni un ejemplo de seguimiento del Señor, ni él ha recibido de parte  mía una respuesta clara, tajante, comprometida y alegre, de manera que ahora tenemos la oportunidad nosotros, de escuchar a Cristo, recordando al profeta Ezequiel: “A ellos te envío para que les comuniques mis palabras. Y ellos te escuchen o no, porque ellos son una raza rebelde, sabrán que hay un profeta en medio de ellos”.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx


lunes, 18 de junio de 2012


Es el diablo predicador que dice, has lo que te digo  y no lo que yo hago

Domingo 4º. Pascua 012

La Pascua siempre cada año nos trae un domingo muy sugerente, el del Buen Pastor, inspirados siempre en el  capítulo décimo de San Juan. Estoy seguro que ninguno de mis lectores es pastor, y quizá muchos de ellos nunca han tenido ningún cordero en sus manos, de manera que nunca llegarían a comprender la estrecha relación que se establece entre las ovejas y el pastor, el cual,  siendo auténtico, llegaría incluso hasta dar la vida por salvar la de sus ovejas. Sin embargo la figura sigue siendo sugerente en cualquier época y en cualquier lugar del mundo. Cristo da tres señales  para conocer a un buen pastor de otro que no lo sea. En primer lugar Cristo dice que el buen pastor de la vida por sus ovejas, y no por otra cosa sino movido por el amor que en Cristo nos habla del grande, grandísimo amor del Padre que nos confió a su Hijo Único aunque sabía calaña que hemos sido los hombres. Pero mayor amor no podemos pensar en otro que el del Padre que nos envía a su Hijo Jesucristo para inaugurar el camino y la búsqueda del hombre al cuál se acerca para salvarnos. A veces pensamos que nuestra fe es una búsqueda de Cristo y de las cosas del cielo, pero tiene que ser al revés si hemos de creerle a Cristo que viene como salvador de todas las gentes.

Esta es la  segunda señal de  Cristo Jesús que encomienda la salvación de todos los hombres precisamente a esta Iglesia fundada por él y le confía la salvación a hombres, normalmente presbíteros y religiosos que “se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas del Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos evangélicos” (Benedicto XVI). Cristo continúa siendo el modelo de Pastores en la Iglesia y a ellos les confía el cuidado de ir hasta los confines de la tierra buscando a todos los hombres para ofrecerles la Salvación, porque Cristo dio la vida por todos los hombres sin excluir a nadie. Cristo quiere un solo rebaño y un solo pastor.  

Y la tercera señal es tan importante como las otras dos: “Yo conozco a mis ovejas y las ovejas me conocen a mí”. Sería temerario pensar que no es verdad la primera parte de la frase de Cristo porque precisamente su amor le lleva a conocer y por su nombre y con sus cualidades e incluso con sus defectos a todos y cada uno de nosotros, al grado de pensar que si solo cada uno de nosotros existiera por cada uno de nosotros se hubiera encarnado Jesús y  habría dado su vida por nosotros. Pero hasta donde es verdad la segunda parte de la frase: “¿y las ovejas me conocen a mí?” Tampoco en este caso podemos dudar de las palabras de Cristo, sin embargo tenemos que afirmar la dificultad que eso supone. Tendríamos que invocar el testimonio de San Agustín, que sin ser propiamente un hombre perverso, pasó muchos años de su vida buscando la verdad, que encontró precisamente en el Señor Dios.: “En una célebre página de las Confesiones, san Agustín expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor, un Dios que había estado siempre cerca de él, y al que al final le abrió la mente y el corazón para ser transformado: «¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti» (X, 27,38). Con estas imágenes, el Santo obispo intentaba describir el misterio inefable del encuentro con Dios, con su amor que transforma toda la existencia”. Así nos ha presentado Benedicto XVI la dificultad de San Agustín para encontrar al Dios que es todo bondad y todo amor, que en mucho se parece a la búsqueda de muchos hombres que buscan la verdad y que la llegan a encontrar en cuanto no se opongan a que Cristo mismo nos busque a nosotros.  Y cuando él se ha hecho el encontradizo con nosotros, entonces lo podemos considerar como el Buen Pastor de nuestras vidas. Hoy pedimos que en la Iglesia siempre existan buenos, santos y abundantes Pastores que sepan a imitación de Cristo, dar su vida día a día por todos aquellos que el Padre les confía y que puedan serlo a imitación de Jesús.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx





Dispensen la tardanza, por exceso de paso no tuve teléfono ni internet, pero aquí estamos ya a sus ordenes.

Fuiste creado para amar, con amor del bueno

Domingo 06 de Pascua 2012



México vive una intensa campaña cívica porque pronto elegirá a sus gobernantes. Y los candidatos desfilan haciendo presentes los grandes temas, erradicación de la pobreza, abolición la inseguridad para los hombres y para los pueblos, educación para todo hijo nacido de mujer, implantación de la justicia que sea por igual para pobres y para ricos, para letrados y para incultos, seguridad social aún para los que no tienen trabajo estable, casa para toda familia, iguales oportunidades para hombres y mujeres, erradicación de diferencias por razones de lengua, cultura, raza o religión. Ellos prometen infinitamente más de lo que la Santísima Trinidad en su Divina Providencia tiene destinado en su amor para todos los hombres.

Yo me pregunto, si ellos son los abanderados y los libertadores que resolverán todos los problemas, aun los que humanamente no tienen solución, ¿Qué haremos entonces los cristianos? ¿Rezar? ¿Sólo eso estamos llamados a hacer? ¿Hacer ceremonias y ritos muy bonitos? ¿Peregrinaciones cada vez más numerosas a las grandes basílicas marianas? ¿Sólo eso? ¿Qué no son  esos los enunciados por los que Cristo dio su propia vida y nos mando luchar? ¿Tendrían que ser otros los que ayuden a erradicar la pobreza que a lo mejor nosotros mismos causamos con nuestras injusticias? ¿Otros tendrían que ser los que abolieran el terrorismo, y la violencia causada por el afán de dinero fácil cuando en nuestros hogares se vive situaciones de verdadera injusticia que propician la salida fácil de la droga o el alcohol o el robo? Honradamente siento que somos nosotros, los cristianos los que tendremos que ser los abanderados que claman y trabajan y luchan por la justicia y por el derecho de todos a una condición digna de hijos de Dios en este mundo. Seremos los cristianos y no otros los que contribuyan para que todos tengan esa seguridad que todos deseamos, haciendo lo propio desde la propia familia. Si no, es que no hemos escuchado a Cristo en aquél momento de suprema intimidad, en la última cena cuando declara el grande amor que el Padre nos tiene, y su mismo amor, tan grande como el que le tiene a su Padre al que no le puede negar nada.  Dos grandes amores fundidos en uno sólo, el amor a los hombres.  Pero luego vinieron las consecuencias: “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los de destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca...Esto es lo que yo les mando: que se amen los unos a los otros”.  Esa fue la conclusión de Cristo: no el amor a Dios, sino el amor a los hombres, en lo cuál conoceremos que verdaderamente amamos a Dios. El mismo Cristo afirmaba: “Éste es mi mandamiento, que se amen unos a otros, como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”. De manera que Cristo pide amor, entrega, generosidad, y un amor efectivo, que se vea, que se sienta, que se palpe, que forme comunidad, que forme familia, que forme intimidad, pero que no se quede en la orilla, en la periferia, que llegue a calar,  hasta da la propia vida si eso fuera necesario para lograr esa fraternidad y esa comunidad mundial a la que tenemos que llegar. Ese amor a los demás tendrá que ser no de cualquier manera, a tontas y a locas, hasta que a nosotros se nos ocurra o hasta que pretendamos que ya estamos cansados, que ya hemos hecho nuestra parte, sino hasta dar la propia vida como Cristo lo hizo con cada uno de nosotros. Por eso afirmo que en  esos grandes problemas que nuestro mundo y nuestro México tienen planteados, no podrán ser resueltos sino hasta el momento en que cada cristiano se decida a amar, al lado de todos los cristianos, y de todos los hombres,  para mostrarle al mundo que él amor sí salva, sí redime, sí acerca los unos a los otros, para hacer nuestro mundo más fraternal y humano: “Les he dicho esto para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea plena… Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecen en mi amor: lo mismo que yo cumplo los mandamiento de mi Padre y permanezco en su amor”.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx