martes, 15 de septiembre de 2009

QUINCE CONSEJOS DE UN ADOLESCENTE A SUS PADRES.




Me ha llegado este artículo que me ha parecido interesante y pretendo haberlo enriquecido o explicado con lo que va en “negritas”. La verdad es que cada número requeriría un artículo aparte, y lo haremos en cuanto se pueda.
1. Trátame con la misma cordialidad con la que tratas a tus amigos. Que seamos familia no quiere decir que no podamos ser amigos también. No puedes ser candil de la calle y oscuridad de la casa.
2. No me des siempre órdenes. Si me pidieras las cosas, en vez de ordenármelas, yo las haría antes y de buena gana. Recuerda que somos personas y que como tal, yo merezco el respeto que quieres para ti.
3. No cambies de opinión tan a menudo sobre lo que debo hacer. Mantén tu decisión. Eso nos hace desconfiados o temerosos de equivocar el camino. Aún no está formada plenamente nuestra conciencia.
4. No me des todo lo que te pida. A veces pido para saber hasta dónde puedes llegar. Nos estás desquiciando cuando todo nos concedes, sobre todo cuando nos lo das para librarte de nosotros y dedicarte a tus propias cosas.
5. Cumple las promesas, Si me prometes un permiso, dámelo. Si es un castigo, también. Recuerda que México está sufriendo por que los crímenes quedan sin castigo en el 90 % de los casos, y México ordinariamente no premia a los buenos ciudadanos.
6. No me compares con nadie, especialmente con mis hermanas o hermanos. Si me ensalzas, el otro va a sufrir. Si me haces de menos, quien sufre soy yo. Ciertamente no valdré más por la alabanza, ni valdré menos por el desprecio, pero eso es una de mas injusticias que más nos calan a los jóvenes.
7. No me corrijas en público. No es necesario que todo el mundo se entere. Quizá así quieras mostrar que tú eres poderoso, que tienes dominio, que tú si sabes imponerte, pero no a costa de hacernos sentir pequeños o humillados.
8. No me grites. Te respeto menos cuando lo haces. Se grita a las personas cuando están lejos o no se aman, y tú nos tienes cerca y quisiéramos saber que nos amas y por eso te diriges a nosotros con respeto.
9. Déjame valerme por mí. Si tú lo haces todo, nunca aprenderé. Los hogares que mejor funcionan, según mis amigos, son aquellos en los que cada uno tiene una obligación. Y cuando la mamá lo hace todo, nos desquician y nos vuelven inútiles, mantenidos y haraganes y pensamos que todo se nos debe.
10. No mientas delante de mí. Tampoco pidas que yo mienta por ti, para sacarte de un apuro. La mentira nos denigra y se necesita tener muy buena memoria cuando se es mentiroso, para acordarse de las tarugadas que vamos diciendo.
11. Cuando haga algo malo, no me exijas que te explique por qué lo hice. A veces, ni yo mismo lo sé. Quizá es lo que nos distingue. No sabemos que hacer ni para dónde jalar, pero la verdad es que nosotros mismos quisiéramos saberlo. Eso nos quitaría muchas inquietudes de encima.
12. Cuando estés equivocado en algo, admítelo y crecerá mi estima por ti, y yo aprenderé a admitir mis equivocaciones. De nada sirve que finjas o que pretendas que ya todo se olvidó o que no tiene importancia. Las cosas necesitan ser aclaradas y eso nos hace sentirnos orgullosos de quien sabe reconocer sus errores.
13. No me pidas que haga una cosa que tú no haces. Aprenderé y haré siempre lo que tú hagas, aunque no lo digas. Es lo que más trae problemas en casa, cuando por ejemplo mamá pide que vayamos a Misa los domingos. Tú siempre dices que estás cansado, o que vas a ir al juego o que otro día será. Un día que nunca llega. Y no te olvides que para nosotros, aunque no lo manifestemos así, el papá es lo mejor para nosotros y nuestro papá es el mejor de todos.
14. Cuando te cuento un problema no me digas “ahora no tengo tiempo para tus tonterías” o “eso no tiene importancia”. Trata de comprenderme y ayudarme. Mis problemas, aunque sean pequeños comparados con los tuyos, son mis problemas y yo debo de resolverlos ahora, no cuando sea grande.
15. Quiéreme y dímelo. Me gusta oírtelo decir, aunque tú no lo creas necesario. Me agrada mucho. Es la gran carencia de los adolescentes. Nos hace falta el cariño de los padres. Nos hace falta que nos lo digan. A veces nos mostramos muy machotes, muy insensibles, pero estamos a la caza de un cariño, de una mano sobre el hombro, de una palabra de aliento. Estamos clamando por el cariño de los padres y cuando no lo encontramos en casa, te aseguro que iremos a buscarlo a donde sea, aunque por caminos equivocados.
Diríjannos pero ámennos.
Pbro. Alberto Ramírez Mozqueda

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