viernes, 25 de febrero de 2011

Confiar siempre en Dios

Octavo Domingo Ordinario Ciclo A
En el Evangelio de este domingo pasa como en las elecciones políticas. La gente sale al recibimiento de cada candidato porque le interesa oír sus planeamientos. Pero en el día de las elecciones tiene que definirse por uno solamente. No puede votar por todos.
Las riquezas llegaron a ocupar desde tiempos muy antiguos un sitio tan importante que se les llegó a considerar como un nuevo dios. Ocuparon un puesto que no les pertenecía por derecho. Y esto es un gravísimo error del cual Cristo en su evangelio nos quiere liberar.
Nos dice en que por concederle demasiada importancia a las riquezas nos exponemos a dejar de ser servidores de Cristo: si a las riquezas les damos el sitio que se merecen, que es el de un puesto secundario, después de lo espiritual, entonces podremos aumentar y conservar nuestra amistad con Jesús.
Jesús: primero nos previene de los males que nos van a venir si nos hacemos esclavos de las riquezas: el peligro es que lo abandonaremos; y segundo nos avisa de las ventajas al liberarnos de la esclavitud de las riquezas: conservaremos la amistad con El.
No hagas componendas entre estos dos señores. Uno te manda apoderarte de lo ajeno y el otro desprenderte de lo que tienes, uno te aconseja ser casto, dominar tus apetitos y colocar en sitio secundario lo material. El otro te incita a ser vicioso, y apegarte a lo pasajero y presente. Uno te invita a coleccionar virtudes y obras buenas para la eternidad. Otro te empuja a llenarte de comodidades.
Lo que Jesús desea que evitemos es el andar pensando en los males y necesidades que nos van a llegar en el futuro… Las preocupaciones envejecen a la persona antes de tiempo y son causa de úlceras estomacales, de jaquecas y de derrames cerebrales… nos quedan dos caminos: confiar en el poder y amor de Dios, o dedicarse a preocuparse y llenarse de enfermedades nerviosas”. ¡Qué gran verdad!
Dios no hace fácil la vida a ninguna de sus creaturas, pues la facilidad degenera y quita vitalidad y vuelve monótona la vida. Es que no es nuestra inquietud la que arreglará el futuro sino el poder y la bondad de Dios.
Qué hermosamente habla Jesús de las flores y de las aves. Los seres humanos valemos miles de veces más que las flores y las aves a quienes alimenta y de quienes cuida.
Por eso hay que hacer esfuerzo por nuestra fe; ser gente de fe es una condición principal para pertenecer al Reino de Dios, pero ésta es una virtud vivida muy poco intensamente por nosotros. Está como en un rinconcito del cerebro, durmiendo. Las ideologías modernas la han venido apagando. Creemos más en los autores de moda que en la Palabra de Dios. Queremos dar a las verdades de la fe explicaciones que las hagan tan pequeñitas que quepan en nuestro cerebro.
Puede ser que haya pecados peores que el andar afanándose. Pero ningún otro defecto contribuye tanto a dañar la salud de nuestro cuerpo y a acabar con la paz de nuestra alma. Por eso Jesús insiste en este tema: no afanarse. No angustiarse por el día de mañana.
Si nos dedicamos a buscar el Reino de Dios, de todo lo demás se encargará la Divina Providencia.. Los cristianos debemos buscar la santidad y el Reino de Dios, y no únicamente… las añadiduras… “NO DARLE IMPORTANCIA A LO PASADO NI A LO FUTURO SINO A LO PRESENTE”. Llevar hoy la carga del mañana es dañarse inútilmente la columna vertebral. “Si quieres vivir alegre no vivas afanándote por los sufrimientos del futuro, que lo más probable es que quizás ni siquiera te van a llegar”

lunes, 21 de febrero de 2011

Y sin embargo, nadie se mueve

Estaba en una posición estratégica desde la que lograba tener a la vista a la asamblea entera... Desgraciadamente todos estaban tranquilos durante la predicación. Ningún movimiento sospechosos, ni un asomo de que alguien quisiese escapar, o al menos que dejara entrever malestar o impaciencia, nada... caras imperturbables, gente de bien, arreglados como para un premio.
Las amenazas eran exageradamente claras y de tal categoría que empujaban a una huida general. Sin embargo, cada uno de nosotros resistía intrépidamente en su sitio. El cura lanzaba una inequívoca señal de alarma: “si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene queja contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliar... y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
Conociendo ciertas situaciones, me hubiera esperado que la Iglesia quedara, durante algún tiempo casi vacía . Incluso el cura debió sentir la necesidad de volverse pronto a la sacristía. Hubiera sido una señal que habría animado a muchos... Pero no paso nada. El “vete primero a reconciliar ” no se refería a nosotros.
Y después vendría aquel abanico mortal de “pero yo os digo” una granizada impresionante de golpes... Cada sector de la vida era puesto radicalmente en discusión.
Y, sin embargo, parecía que aquellas piedras caían en el vacío. Rebotaban sobre las cabezas, sin dejar señal alguna, e iban a parar quién sabe dónde. Pareciera que cada uno llevarán encima un blindaje a prueba del Evangelio. El sacerdote las vestiduras sagradas, y los fieles un chaleco protector, antibalas.
Es increíble como conseguimos salir airosos de ciertos bombardeos. Aquí todo esta en regla. Solamente es una página mas del Evangelio, pero ya nos hemos acostumbrado, hemos aprendido a defendernos de ella.
Los cristianos poseemos un metabolismo particular por el que, además de las piedras somos capaces de asimilar, de digerir, con la máxima naturalidad, cargas de explosivos. Después de terremotos tan violentos, no pasa nada, no nos sentimos mal en absoluto. Nos quedamos allí, en nuestro sito, imperturbables, impasibles, abriendo el paraguas, extendiendo sobre la cabeza el impermeab
Estamos con el agua al cuello, pero nos mantenemos secos. Al menos los judíos, aquella vez viendo el peligro, tuvieron el coraje de echarse para atrás... nosotros hemos aprendido buenos modales.
Me pregunto si el “no irse” es prueba de fidelidad, o más bien signo de resistencia a la conversión.
Se los confieso, yo mismo he salido de la iglesia solamente hasta el final... a pesar de que el Evangelio nos advirtió de los peligros que corremos cuando vamos a la Iglesia y no nos sentimos en peligro.

la sexualidad, don maravilloso de Dios -parte I

Observamos en nuestro entorno social un borbardeo a cargo de los medios de comunicación masivos en el aspecto sexual, destacando la " urgente necesidad " de iniciar una vida sexualmente activa, para quien todavía no la practica, y continuar con esta actividad, para quien ya participa de ella. Aquí no se considera en lo más mínimo si existe matrimonio o no lo existe, el caso es promover una situación que se quiera o no , predispone a buscar satisfacción, a entregarse a placeres puramente carnales . Y es que, por ejemplo, toda película actual " debe ", como por obligación, para atraer un mayor número de espectadores , incluir por lo menos una escena con desnudos y/o con la expresión del acto sexual entre hombre-mujer, y aún entre hombre-hombre y mujer-mujer, pretendiéndose ver todo esto con una nombrada naturalidad que disfraza el descaro, la desvergüenza , el cinismo.

Esta publicidad atenta gravemente contra las más elementales normas de pudor, moralidad y valores, dando lugar a la ejecución de delitos como secuestro, acoso sexual, violación, estupro, crimen, etc.

La sexualidad es un don maravilloso de Dios y no tiene porque convertirse en algo sucio y bajo.

La vida actual esta saturada de sexualidad, es sumamente difícil vivir una vida de pureza, cuando se encuentra bombardeada de todo tipo de tentaciones que en el pasado resultaban inimaginables. Las cosas se complican al romperse limites que pretendían un mejor comportamiento en los jóvenes; hasta hace poco tiempo los hijos no debían llegar tarde a casa, dejándoseles ahora libertad para que ellos elijan a qué hora llegar ante la complacencia de los padres en una gran cantidad de hogares. El peligro aumenta al convivirse con muchachos que manifiestan profundos conocimientos y experiencias sexuales.

Pretextando respeto a las libertades se tolera un creciente desenfreno en la actividad sexual. En lugar de evitar las relaciones íntimas se promueve la prevención de embarazos no deseados y de enfermedades de transmisión sexual; un alto porcentaje de jóvenes considera que no es inmoral la sexualidad antes del matrimonio; algunos padres de familia lo ven como algo normal. Las enfermedades venéreas se esparcen con gran rapidez, el respeto, la tolerancia e igualdad de derechos da cabida a un descarado libertinaje con afirmaciones como la siguiente: según un trabajo que ha publicado el Medical Journal, el riesgo de mortalidad puede reducirse en un 50% entre aquellos varones que disfruten de una vida sexual activa; cuando más alta sea la frecuencia orgásmica, más probabilidades se tienen de estar sanos y vivos; se aconseja considerar el valor terapéutico de la actividad sexual, tolerando la sexualidad entre personas que no estén casadas.

Todo esto demuestra una insaciable demanda de más desnudez, de más sexualidad, de más perversión, de más degradación. Las revistas y películas que hace algunos años eran para adultos ahora se proyectan en la televisión, pues las escenas que las hacían prohibidas son cosa de juego comparadas con las que actualmente se producen a causa de que nuestros niveles morales siguen en franca decadencia.

En nuestros días se pretende ver a la sexualidad como si fuera un mal necesario. Las ideas sobre la pureza sexual se ven ridiculizadas y por el contrario, el acostarse con cualquiera se acepta como si se tratara de una obligación, admitiéndose como algo bueno y correcto, por lo que la virginidad parece ser cosa del pasado.

La fornicación, el adulterio, la promiscuidad alcanzan graves niveles que jamás se habían considerado en la historia de la humanidad, constituyéndose en una descarada rebeldía contra la Palabra de Dios. Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagaís los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiéreis. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el Reino de Dios. Gálatas 5:16,17,19,20,21.

La Sagrada Escritura delimitan el sexo al matrimonio para una procreación responsable, para la protección de la pureza conyugal y para el deleite mutuo de los esposos. Solamente la Biblia puede guiarnos a lograr el reordenamiento que necesita nuestra sociedad.

la sexualidad, don maravilloso de Dios - parte II

Muchos problemas surgidos en el área de la sexualidad se superarían si se llega a comprender plenamente que el sexo es algo más que una necesidad física, ya que, por la manera que Dios lo creó involucra todo nuestro ser.

Si Dios no permite el adulterio ni la fornicación, es porque quiere protegernos y evitar que perdamos el verdadero placer cuando en el futuro se contraiga matrimonio como parte de su plan para cada uno de nosotros. Verdaderamente esto nos evitará mucho dolor espiritual y emocional. Personas que han vivido estas experiencia manifiestan un profundo arrepentimiento y no encuentran la forma de borrar y de limpiar ese amargo pasado.

Vale la pena hacer las siguientes consideraciones:

- La educación sexual es una educación para la vida.
- Debe hablarse en familia sobre el funcionamiento del cuerpo y las consecuencias de actuar mal.
- Se debe mantener una excelente comunicación con los hijos.
- Deben encauzarse las actitudes negativas hacia el Supremo Creador.
- Se deben evitar abusos y desviaciones , logrando identidad personal y estima en las relaciones de pareja.
- Debe haber igualdad entre hombres y mujeres, evitando el machismo.

Debe tenerse presente que la mayoría de los medios de comunicación se encuentran contaminados al promover en su programación la libre actividad sexual sin el compromiso del matrimonio, destacando las formas de vida de actores y cantantes, a quienes se tiene como modelos ejemplares, dignos de ser imitados, dispuestos a todo, a posar desnudos o llevando a cabo el acto sexual, por dinero simplemente. Se quiere poner en relieve que el sexo es todo y todo es el sexo.

La sexualidad no debe ser un tema prohibido al igual que muchos otros que tienen lugar en diversos lugares como lo son la familia, la escuela, etc; donde queda prohibido reír, prohibido jugar, prohibido enamorarse, prohibido divertirse, prohibido sentir.

Es muy sano aceptar que con frecuencia se pasa por tentaciones y presiones en el aspecto sexual, ya que, a ello estamos expuestos, sin embargo contamos con un ejemplo valiosísimo en Jesús de quien dicen las Escrituras: Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15.
Cristo vivió en la tierra como un ser humano que atravesó por tentaciones en las que el Padre Celestial lo fortaleció para salir avante, victorioso y vencer al pecado. Cuando sintamos que flaqueamos pongámonos a orar, a leer la Biblia que en Hebreos 4: 16 nos reconforta: Acerquémonos , pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Dios no quiere que caigamos en pecado, sino que nos levantemos siendo más que vencedores con Cristo Jesús su hijo amado.

El tema sexual debe ser abordado con honestidad y presentado como algo que Dios ha creado y que constituye un don justo y hermoso. La sexualidad de acuerdo a los propósitos de Dios, y para ello la ha creado, es la unión de dos seres ( hombre y mujer ) que comparten sus vidas en una maravillosa e íntima relación: pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne; así que no son ya dos, sino uno. Por lo tanto, lo que Dios unio, que no lo separe el hombre. Marcos 10: 6-9.

Los pecadores no son los únicos que saben hacer el amor. Quien cree en Dios puede disfrutar de la función sexual tanto como cualuier otro. En la íntimidad del matrimonio la relación sexual entre los esposos es algo realmente hermoso; no hay nada en esa relación que sea desagradable u ofensivo. Lo que degrada la hermosura de este don de Dios son las revistas y películas pornográficas al presentar la sexualidad como algo repugnante y vil, así como la actividad sexual fuera del matrimonio.

El que cree en Dios comprende lo que Pablo escribió a la iglesia de Corinto para enseñanza nuestra: Los alimentos son para el estómago y el estómago para los alimentos; así es, y Dios los destruirá a ambos. Pero el cuerpo no es para la inmoralidad sexual sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿ Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios ? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren con su cuerpo a Dios. (1a. Corintios 6: 13, 18, 19, 20 ).

la sexualidad, don maravilloso de Dios - parte III

Desde el punto de vista espiritual, que se le ha tomado muy poco en cuenta, las conductas mal asumidas tienen origen en ataduras y raíces de pecado que es necesario quebrantar, pues ligan o enlazan a comportamientos pecaminosos al no poder dejar adicciones de tipo sexual, en este caso, en las propias fuerzas. Se pueden mencionar las siguientes:

1.- Tocamientos insanos ( se pasa de la exploración a tocar conscientemente su cuerpo para lograr placer ).
2.- Abuso sexual ( ser tocado contra su voluntad muchas veces con amenazas ).
3.- Violación ( forzar a tener relaciones sexuales ).
4.- La masturbación ( tocarse los órganos genitales hasta obtener placer ).
5.- Pornografía ( tiene su origen en el nombre de un demonio pornelos ).
6.- Fornicación ( relaciones sexuales antes del matrimonio ).
7.- Adulterio ( lo comete quien estando casado tiene otra u otras parejas sexuales ).
8.- Sueños incubos ( se sueña que se tienen relaciones sexuales y se alcanza placer ).
9.- Orgías ( se tienen relaciones sexuales delante de otras personas incitando a que hagan lo mismo ).

Todas las ataduras mencionadas tienen repercuciones en el alma, cuerpo y espíritu de quienes las practican o de quienes han sido victimas de algún ataque de este tipo.

Para romper estas ataduras debe someterse uno a Dios y alcanzar una liberación, una libertad plena. Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él. Si vosotros permanecieréis en mi palabra , seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8:31-32.

Si queremos vernos libres de toda atadura es indispensable que nos entreguemos en manos de Dios y que Él tome nuestra vida, pero es necesario que lo reconozcamos y aceptemos como nuestro Señor y Salvador. Pues si nos confiamos a nuestras capacidades se va a estar cayendo en circulos viciosos.

¡La poesía en labios de Cristo no lo apartaba de la realidad!

Aún no hemos dejado atrás el mensaje de Jesús en la montaña, las Bienaventuranzas, pues Jesús va explicitando su mensaje, sobre todo la primera: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos”. Hay que decir de principio que los oyentes de Cristo en esta ocasión eran los pobres, gentes desocupadas o a quienes se les negaba una buena retribución a pesar de su duro trabajo, la agricultura, la pesca o trabajos artesanales en los que Cristo invirtió gran parte de su vida. Son ellos mismos los que ahora con sorpresa oyen de labios de Cristo aquello de: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. ¿Cómo se sentirían aquellas gentes que apenas tenían lo necesario para vivir y mal comer? ¿Y qué quiso decirnos a nosotros hombres del siglo XXI?
¿Será que Cristo quiere que los bienes y las riquezas vayan a dar al fondo del mar? ¿Cristo desearía que los suyos sean unos desarrapados e inadaptados, renunciando a su capacidad de progreso, renunciando a los avances de la ciencia y a los descubrimientos científicos que están haciendo más llevadera la existencia humana? ¿No será más bien que Cristo quiere que la riqueza sea repartida entre todos los hombres y que todos lleguen a ser hermanos, hijos de un solo Padre, el Buen Padre Dios?
Para ilustrar lo que Cristo quiere decir, me gustaría relatar la conversación entre unos turistas y un monje de clausura en su convento. Por concesión especial se les permitió visitar la celda personal del monje. Y se sorprendieron grandemente de la pobreza del mobiliario, una mesa, una silla, un buró, unos cuantos libros y un rosario: “¿Pero dónde están sus muebles?” le preguntaron. A lo que el monje respondió preguntando a su vez: “¿Y dónde están los suyos? “. Ah, respondieron: “¡nosotros no necesitamos muebles, porque somos turistas!”. “Pues yo también soy turista en este mundo”, dijo el monje por toda respuesta.
Para el cristiano, el trabajo y la actividad, deben ocupar una parte considerable de su tiempo, para abrirse paso y para tener lo necesario, una condición digna de hijos de Dios, pero alejados de toda preocupación, como el monje, pues estamos en las manos de Dios. Dicho de otra forma el creyente tiene que trabajar con todas sus fuerzas y todo su ingenio como si Dios y su providencia no existieran, pero a la vez, el cristiano tiene que confiar en su Padre Dios y en su cuidado como si todo dependiera totalmente de él. Esa es la Providencia de Dios. Una mirada del Padre de la creación y de los hombres, pero un trabajo leal y tranquilo de parte de sus colaboradores. Eso alejará a los suyos de esa gran preocupación de los hombres que no confían precisamente en Dios sino en su afán de riqueza, que les hace idolatrar a esa criatura, el dinero que puede proporcionar placeres, comodidades, una buena casa, coche a la puerta, ropa de marca, celular y blackberry en la bolsa, y visitas periódicas a los nuevos templos y santuarios de la riqueza: los bancos.
En cambio, Cristo propone dos situaciones que no por poéticas dejan de ser prácticas y realistas: las aves del cielo, que revolotean por todos los rincones del planeta, a las que Dios alimenta, aunque no las libra de buscar su propio alimento, pues pasan la mayor parte de su tiempo ocupadas en buscar su alimento y lo hacen sin preocupación, pues van piando entre grano y grano de alimento. No hay preocupación en ellas.
Y a continuación, Cristo también se fija en la belleza de las flores, que nos extasían con su encanto, con su colorido y con sus perfumes, con tanta belleza que ni los mismos reyes pueden tener vestiduras tan bellas y tan armónicas como una sola flor que nos habla de la belleza del creador. Sin preocupación alguna, las flores nos extasían y hace agradable y bello nuestro entorno.
Comencemos, pues, a buscar ese Reino que Cristo nos señala, un reino de amor, un reino en donde veamos a los hombres como los hermanos del camino, que hará que todos ellos tengan esa condición digna que les permita el vestido, la vivienda, la bebida y sobre todo el pan de cada día. Entre todos lo lograremos y haremos que nuestro Buen Padre Dios sea conocido y alabado entre todos los hombres.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

sábado, 12 de febrero de 2011

¿Cuándo superaremos el “ojo por ojo y diente por diente”?



La venganza anidada en el corazón del hombre, cuando no se le pone límite es capaz de acabar con los individuos en conflicto e incluso con naciones enteras, provocando guerras, hambre, sangre inocente derramada y enemistades que pueden durar siglos enteros. Por eso, aunque nos parezca una ley de gente bárbara, en uno de los códigos más antiguos, grabado en piedra, en el Código de Hammurabi, se intenta legislar para que los hombres no tengan que pagar más allá de sus propias faltas y nunca de una manera desproporcionada. Aunque tiene sus diferencias, con ese códice, el Antiguo Testamento habla ya de la ley del Talión, que se expresa de esta manera: “Cada quién pagara vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe” (Ex 21, 23-25) y que venía ya a ser una norma moral, un avance en la convivencia no ciertamente fácil entre los hombres, intimando a dejar los deseos de venganza desmedida, para contentarse con un daño proporcionado al daño recibido.
Cristo conoció esta ley, reconociendo su legitimidad y su efectividad para su tiempo, pero entre aquellas frases que nos ha dejado: “han oído que se dijo… pero yo os digo”, hoy después de habernos hablado de sus bienaventuranzas, luego de que nos ha pedido convertirnos en sal y en luz para las gentes que nos rodean, y después de habernos indicado que él no venía a abolir los dichos de sus antiguos sino que venía a darles plenitud, hasta hacernos llegar hasta las grandes alturas de la santidad y del heroísmo, Cristo deja caer sobre nuestros ánimos algo que si no lo vemos como un consejo de abuelita, tendría que cambiar radicalmente nuestras vidas: Cristo fue muy preciso y muy claro y muy tajante sobre lo que él quiere de los que se han convertido en sus seguidores: “Han oído que se dijo: ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Yo en cambio, les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian y rueguen por los que los persiguen y calumnian, para que sean hijos de su Padre celestial, que hace salir su sol sobre los buenos y los manos y manda su lluvia sobre los justos y los injustos”. ¡Menudo lío en el que nos mete Jesús! Si no tuviéramos fe, ¿cómo podríamos amar al que te ha dejado sin casa y sin familia porque su voracidad ha sido grande y sin medida? Quién que no tenga fe ¿podría siquiera pensar en hacer el bien a los que saben que te odian, que te ven como objeto inservible, para quienes sólo eres útil mientras pueden servirse de ti, pero al que han tirado cuando ya te han sacado todo el jugo? Y ¿Quién se atrevería a rogar por los que te persiguen y te ha calumniado hasta dejarte en la lona?
Sin embargo, no nos movamos a engaño. El hecho de Cristo te pida que dejes de usar la violencia, la venganza y el odio como el móvil de tu vida, eso no quiere decir que debamos de quedarnos callados y con los brazos cruzados ante la injusticia y la maldad. Cristo mismo no procedió así. Él nunca se doblegó ante la injusticia del Imperio romano; a Herodes lollamó “don nadie”, zorro; a los ricos a les señaló su gran dificultad para llegar al Reino de los cielos; a los fariseos los denunció por manipular las conciencias de los pobres y a los sumos sacerdotes por haber convertido las cosas de Dios en un negocio.
Y si no nos acabamos de reponer de la sorpresa que nos han causado las palabras de Cristo, todavía podemos sorprendernos un poco más, cuando el profeta Isaías nos llama a la santidad, porque nos hemos acercado Dios que es tres veces santo, y todavía más, el mismo Cristo, en el colmo del heroísmo y la santidad, nos pide escuetamente: “Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”. Ya tenemos trabajo para rato, ¿Tú ya comenzaste?
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Un engaño para elefantes Cómo acertar con mi vida



Contaba uno que de pequeño iba al circo y que lo que más le gustaba era el número del elefante. El elefante es un animal que despliega un enorme peso y una fuerza brutal; pero a él le asombraba ver que, después de su actuación y hasta un rato antes de volver a la pista, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de las patas a una pequeña estaca. La estaca era un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado en el suelo. Parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo podía arrancar esa estaquita sin el menor esfuerzo. Nuestro amigo, curioso, indagó y preguntó la razón de ese proceder tan extraño y tan poco seguro para los que estaban cerca del elefante, hasta que alguien le explicó que el elefante no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño. Este animal gigantesco y poderosísimo no intenta arrancar la estaca porque cree que no puede, porque desde pequeño aceptó su incapacidad y tiene el registro de su impotencia bien guardado en la memoria (memoria de elefante, precisamente).

A veces puede sucedernos algo así: vivimos atados a estacas pequeñas, insignificantes, pero que nos restan libertad y audacia para acometer grandes empresas. Vivimos creyendo que no somos capaces de hacer un montón de cosas simplemente porque alguna vez probamos y no pudimos. Guardamos en nuestro recuerdo: "no pude... y nunca podré", perdiendo así una de las mayores bendiciones con que puede contar un ser humano: la fe, la confianza en que con la gracia de Dios se puede todo. La única manera de luchar para vencer es no dejarnos atenazar por la experiencia negativa de nuestras derrotas pasadas, poner en el intento todo el corazón y todo el esfuerzo, como si sólo dependiera de nosotros, pero al mismo tiempo, confiando totalmente en Dios, como si todo dependiera de Él.

Eliminar de verdad los defectos –los malos hábitos– que tenemos arraigados no es tarea de un día, y esas inclinaciones hacen que sea más fácil caer en lo que no querríamos. Por eso quien lucha a veces gana, y a veces puede perder. Pero quien prefiere no luchar, no plantearse nada que pueda superar sus fuerzas, para evitar la posible humillación de la derrota, ya está derrotado de antemano. Hay que contar con la victoria, pero también con la posibilidad de la derrota y con nuestra decisión de no darnos por vencidos, de volver a la lucha una y otra vez. Así, incluso las derrotas se acaban convirtiendo en victoria: nos hacen más humildes, nos llevan a conocernos mejor y a fiarnos más de Dios y menos de nosotros mismos. Con esa actitud, Dios puede actuar en nuestra vida y hacernos llegar mucho más lejos de lo que podríamos soñar.

Es cierto que debemos hacer esfuerzos, pero es la gracia de Dios quien nos mueve a hacerlos, los acompaña y los corona con la victoria. Comprender esta doctrina es uno de los mayores beneficios que podemos recibir de la generosidad divina. Conocer nuestra pequeñez y la grandeza de Dios es uno de los mayores dones del Señor, pues cuando estemos convencidos nos volveremos hacia Dios en la certidumbre de nuestra impotencia y nos abandonaremos a su acción todopoderosa; seguros de no ser nada, subiremos como las águilas sostenidos por la certeza de que Él lo es todo.


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viernes, 11 de febrero de 2011

¿Cómo perfeccionó Cristo las tradiciones y las leyes de sus padres?




Cristo acaba de hablar a los cuatro vientos de sus bienaventuranzas como la única forma de manifestarse como discípulo suyo y seguidor de su nuevo mandato, el del amor.
Y para que no quede duda, ha pedido a los suyos que procedan con amor, manifestándose como sal de la tierra y luz del mundo, de manera que sus acciones sean ya un motivo para alabar al Dios que se acercó a los hombres con una nueva manera de ser: el amor.
Pero a continuación, Cristo quiere aclarar que su mensaje no es una enmienda o una serie de parches a la Antigua Alianza, manifestada en la Ley y los Profetas, dejando a un lado el “cumplimiento” frío de una ley impuesta hasta llegar a una aceptación interna, gozosa, y alegre de la voluntad del Señor resumida en un solo mandato: el amor a Dios y el amor al prójimo.
Y por eso, a manera de ejemplo, pues lo que Cristo nos afirma hoy no es la totalidad de su mensaje, él puntualiza cuatro de sus enseñanzas que para nosotros serán entonces el camino de luz y de verdad, y para quienes lo sigan, está la palabra de San Pablo: “Lo que Dios ha preparado para los que lo aman, ni el ojo ha visto ni el oído ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haber imaginado”.
Cristo comienza así aquellos famosos: “Se dijo a los antiguos… pero yo les digo a ustedes”, y comienza hablando de la vida y del respeto del hermano. “No matarás”, pero hay que entender que esa acción es ya lo exterior de una actitud interior que ha llevado al hombre a atentar contra la vida de su hermano. Ahora Cristo nos pide no pisotear ni ignorar ni despreciar al hermano y a aceptar que todo hombre tiene una dignidad que no le dan sus actos, sino que le viene de lo alto por ser hijo de Dios y miembro de una comunidad que Dios quiere fundar en el amor. Por eso Cristo pretende que cuando se haga ofrenda frente al altar, primero se sienta reconciliado con su hermano.
A continuación, Cristo repara en aquél mandato “no cometerás adulterio”, que dio pie para que los hombres consideraran a la mujer como un simple objeto a su servicio, algo de su propiedad, quedando reducida a muy poca cosa en el mundo. Cristo quiere devolverle a la mujer su dignidad como mujer, como compañera del hombre. Por eso cuando Cristo habla de arrancar el ojo o la mano que nos es ocasión de pecado, Cristo está pidiendo una purificación del corazón porque el Reino ha llegado a nosotros y desde entonces la relación del hombre y la mujer estará fincada en algo más que una simple relación sexual.
En tercer lugar Cristo se fija en la cuestión del divorcio, y pone las cosas en su lugar considerando a la mujer con la dignidad que tuvo desde el principio de la creación, con la altísima mirada sobre la pareja humana llamada a perpetuar la especie humana y llamada también a ser ayuda y sostén sólido y estable en el mundo, fundados en el amor de Cristo a la humanidad.
Y finalmente Cristo pretende que las relaciones entre los hombres, concretamente entre los cristianos sean de tal manera veraces, que no haya necesidad de recurrir al juramento ni menos por el Dios de los cielos. La palabra del cristiano, en un mundo donde todo debe constar por escrito tendría que ser simplemente sí o simplemente no. Es toda una nueva manera de pensar y de actuar la que Cristo nos señala y que él mismo llevó a cabo, entregando su vida en la cruz para ser glorificado junto con todos los que se le entreguen.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

Y sin embargo, nadie se mueve


Estaba en una posición estratégica desde la que lograba tener a la vista a la asamblea entera... Desgraciadamente todos estaban tranquilos durante la predicación. Ningún movimiento sospechosos, ni un asomo de que alguien quisiese escapar, o al menos que dejara entrever malestar o impaciencia, nada... caras imperturbables, gente de bien, arreglados como para un premio.
Las amenazas eran exageradamente claras y de tal categoría que empujaban a una huida general. Sin embargo, cada uno de nosotros resistía intrépidamente en su sitio. El cura lanzaba una inequívoca señal de alarma: “si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene queja contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliar... y entonces vuelve a presentar tu ofrenda”.
Conociendo ciertas situaciones, me hubiera esperado que la Iglesia quedara, durante algún tiempo casi vacía . Incluso el cura debió sentir la necesidad de volverse pronto a la sacristía. Hubiera sido una señal que habría animado a muchos... Pero no paso nada. El “vete primero a reconciliar ” no se refería a nosotros.
Y después vendría aquel abanico mortal de “pero yo os digo” una granizada impresionante de golpes... Cada sector de la vida era puesto radicalmente en discusión.
Y, sin embargo, parecía que aquellas piedras caían en el vacío. Rebotaban sobre las cabezas, sin dejar señal alguna, e iban a parar quién sabe dónde. Pareciera que cada uno llevarán encima un blindaje a prueba del Evangelio. El sacerdote las vestiduras sagradas, y los fieles un chaleco protector, antibalas.
Es increíble como conseguimos salir airosos de ciertos bombardeos. Aquí todo esta en regla. Solamente es una página mas del Evangelio, pero ya nos hemos acostumbrado, hemos aprendido a defendernos de ella.
Los cristianos poseemos un metabolismo particular por el que, además de las piedras somos capaces de asimilar, de digerir, con la máxima naturalidad, cargas de explosivos. Después de terremotos tan violentos, no pasa nada, no nos sentimos mal en absoluto. Nos quedamos allí, en nuestro sito, imperturbables, impasibles, abriendo el paraguas, extendiendo sobre la cabeza el impermeab
Estamos con el agua al cuello, pero nos mantenemos secos. Al menos los judíos, aquella vez viendo el peligro, tuvieron el coraje de echarse para atrás... nosotros hemos aprendido buenos modales.
Me pregunto si el “no irse” es prueba de fidelidad, o más bien signo de resistencia a la conversión.
Se los confieso, yo mismo he salido de la iglesia solamente hasta el final... a pesar de que el Evangelio nos advirtió de los peligros que corremos cuando vamos a la Iglesia y no nos sentimos en peligro.

Padre Benito R. Márquez.

jueves, 3 de febrero de 2011

¿Hay que poner reglas en la familia?




Los padres sienten una responsabilidad especial respecto de sus hijos, no sólo cuando son pequeños o adolescentes, sino también cuando, ya como jóvenes mayores de edad, siguen en casa.

No siempre es fácil establecer reglas adecuadas para los hijos, por ejemplo sobre la hora de llegada, sobre los momentos para comer o cenar juntos, sobre el modo de vestir, sobre el volumen de la música que se escucha en la propia habitación, etc.

A la hora de adoptar esas reglas, existe el peligro de caer en extremos dañinos. Uno consistiría en un autoritarismo rígido, que asfixia a los hijos y los somete a una disciplina inhumana. En la parte opuesta se sitúan aquellos padres que lo permiten todo y que un día lloran al ver a sus hijos ahogados en el mundo de los vicios y del fracaso.

Entre los dos extremos se dan muchas variantes. Quizá en el esfuerzo familiar para establecer una normativa justa y equilibrada, vale la pena preguntarnos: ¿desde dónde y para qué existe reglas en familia?

Una primera respuesta es algo pragmática e insuficiente, pero tiene elementos interesantes: hay reglas porque para vivir juntos hace falta aceptar criterios comunes. Las reglas en familia ayudan, por ejemplo, a evitar conflictos cuando hay que escoger un menú, o permiten que los demás puedan pasar una noche tranquila. Las reglas, sin embargo, apuntan a algo más profundo y educativo.

Por eso hemos de completar la respuesta anterior: las reglas ayudan a todos (también a los mismos padres) a fomentar vidas sanas y actitudes buenas ante la vida, no sólo en el mismo hogar, sino fuera del mismo.

Esta segunda respuesta encuentra ante sí un mundo complejo, en el que a veces los mismos padres no saben lo que sea bueno para sus hijos. Los problemas aumentan si el padre dice una cosa y la madre otra. Las divisiones entre los esposos se convierten muchas veces en motivo para la deformación de los hijos, pues con un poco de habilidad sabrán apoyarse en uno o en otro según les convenga.

Otras veces el ambiente en el que vive la familia crea roces con los amigos y conocidos: padres que establecen reglas educativas claras descubren que otros padres tienen reglas muy diferentes, y los hijos muchas veces se quejan: “¿por qué mi primo puede llegar a las 4 de la madrugada y a mí me pides que regrese de las fiestas mucho antes?”

Lo difícil de la situación no borra la verdad sobre las reglas: si son buenas, tendrán normalmente un efecto educativo.

Por eso, los católicos piden luz al Espíritu Santo para identificar esas buenas reglas, fuerza para vivirlas, prudencia para mejorarlas (sin rigideces pero sin laxismo), cariño profundo para que las reglas no se conviertan en un fin, sino en un medio que sirva para unir a la familia y para fomentar las virtudes cristianas. Además, piden ayuda al párroco y a otros católicos, para que la experiencia de quienes han logrado armonía familiar y educación verdadera con reglas bien escogidas pueda servir como pauta para el propio hogar.

Necesitamos ir todavía un poco más a fondo para descubrir una tercera respuesta: planear y exigir buenas reglas de conducta para los hijos (y para los mismos padres) nace desde una actitud de amor sincero que busca para los miembros de la familia lo mejor.

No es verdaderamente buen padre quien, por una mal entendida “paz” y por un equivocado respeto a la libertad de los hijos, permite todo, a costa de ver cómo un hijo o una hija poco a poco deja de estudiar, no cumple sus buenos compromisos con los demás, se sumerge en actitudes peligrosas o claramente malas (es decir, en vicios y pecados).

Los buenos padres, porque aman a los hijos, piensan y deciden a qué hora hay que regresar a casa, qué vestidos son más adecuados (no sólo para conservar la salud, que es algo importante, sino sobre todo para evitar ocasiones de pecado), a qué fiestas se puede ir, cómo usar bien el dinero (especialmente para “invertirlo” en algo tan cristiano como la caridad). Y si aman a los hijos, sabrán comunicar ese amor y mostrar que las reglas no son un simple capricho o una imposición desde visiones anticuadas. No hay mejor método para introducir la disciplina en la familia que el cariño.

Valen aquí unas famosas palabras de san Agustín sobre el amor que está a la base de los silencios y de las correcciones. Al toca este punto, el santo usaba aquella fórmula tan famosa del “ama y haz lo que quieras”, que explicaba de esta manera: “si guardas silencio, hazlo por amor; si gritas, hazlo por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor; si la raíz es el amor profundo, de tal raíz no se pueden conseguir sino cosas buenas”.

A la enumeración de san Agustín podríamos añadir esta sencilla frase: “si pones reglas, ponlas por amor”.

Intentemos bajar a un punto muy concreto. ¿A qué hora los hijos deben regresar a casa después de una fiesta? Establecer una hora supone, por una parte, reconocer los motivos por los que llegar muy tarde es peligroso (accidentes, comportamientos equivocados, amenazas por parte de otras personas). Por otra, evidenciar que tener un horario ayuda a la disciplina de los hijos para que la fiesta no sea una especie de excusa para vivir sin reglas (lo cual es una situación sumamente peligrosa para uno mismo y para otros), y para que el día siguiente pueda iniciar a una hora sana (porque ha habido antes el tiempo suficiente para dormir).

Indicar horas concretas no es fácil porque depende de país a país, y también de la edad de los chicos. Para algunos decir a los hijos que regresen antes de las 12 de la noche puede parecer demasiado riguroso, mientras que para otros decirles que tienen permiso hasta las 3 de la madrugada sería un permisivismo perjudicial.

Toca a cada familia, y donde sea necesario a otros grupos sociales, pensar el “horario” que pueda ser mejor para las características propias de una familia según el ambiente cultural en el que vive: con mayores o menores peligros de alcohol, de drogas, de violencia callejera, etc.

Podemos responder, entonces, a la pregunta: ¿hay que poner reglas en familia? Sí, porque el amor lleva a exigencias que son buenas cuando fomentan el bien y las virtudes de quienes viven unidos como parte de una misma familia

¿Un salario sin mucha sal, y unos cristianos sin mucha influencia en el mundo?



Como todos los mortales, Cristo fue fruto de un ambiente, de unas costumbres y de un folclore propio de su tiempo, de su raza y de su gente. Muchas de las palabras de Cristo tuvieron su origen en la casita, la agradable casita de Nazaret. Ahí conoció Cristo dos elementos importantes en la vida de su pequeña familia, la sal y la luz. Sobre la sal, Jesús veía como su madre mezclaba unos cuantos granitos de sal en la comida, y ¡Qué sabrosa sabía! Era comida de pobres, pero servida con amor, servía no sólo para ellos, sino para cuanta persona tocara a su puerta. Pero la sal además de su uso alimenticio, para la gente de ese tiempo, tenía otras propiedades, servía para desinfectar las heridas, para cauterizarlas. A los recién nacidos se les salaba. En el terreno social, era muy importante, pues en las alianzas, se hacía un banquete y se hacía notar, que como la sal, ellos deberían preservar la paz. E incluso en el terreno religioso también era importante, pues a las víctimas para el sacrificio se les salaba previamente. Y todavía hoy, abundando en la cuestión de la sal, al sueldo de los obreros lo llamamos salario, pues en Roma, la Vía Salaria, era una vía importante por la que se transportaba y llegaba a Roma la sal necesaria para los usos descritos y a los soldados encargados de preservar la seguridad en aquella importante Vía, se les pagaba con pequeñas bolsitas de sal llamadas Salarium Argentum. En Roma la sal se recibía del puerto de Ostia y en Israel era transportada del Mar Muerto y por supuesto que tenía aparejada cierta impureza. De la luz, Cristo se encontraba cada tarde con su madre para asistir a un pequeño ritual, tomar un poco de aceite de la garrafa, para ponerlo en la lámpara de barro, colgarla en el techo y a la luz de aquella lámpara, comentar los sucesos del día, tomar los alimentos de la noche, y orar al Buen Padre Dios. Ya no nos iluminamos con aceite ni con velas pero la luz seguirá siendo siempre símbolo de alegría, de vida, de energía y de contento. Un espacio iluminado es siempre un espacio buscado para estar, para trabajar, para divertirse y para amar.
Por eso Cristo, ya crecido, llegará a decir a sus discípulos y a sus seguidores: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida….” Y además: “Ustedes son la luz del mundo. Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre que está en los cielos”. En un afán de respuesta generosa, hubiéramos querido que Cristo nos pidiera algo más concreto, quizá más difícil, pero tras de esos dos elementos tan sencillos en los que quizá no reparamos, se encierran grandes requerimientos. Los cristianos en el mundo, no quieren protagonismo en su ambiente, como la sal, que no puede comerse a puños pero que hace saborear la comida más sencilla. Así tienen que ser los cristianos, no exigen primeros lugares y si acaso lo hacen es para servir, pero no para ser notados. El Profeta Isaías, varios siglos antes de Cristo, hablaba a su pueblo en el que algunos se habían enriquecido a costa de los demás, y parece que hace el mejor comentario a las palabras de Cristo. Díganme si no: “comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano. Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas…cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres de ti el gesto amenazador y la palabra ofensiva, brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía”.

NUESTRO PASO POR LA TIERRA,SER LUZ Y SER SAL

Hablar de nuestra responsabilidad ante el mundo, hacer lo que nos corresponde a cada uno de nosotros, a todos los que estamos dispuestos a ser la sal de la tierra, la luz del mundo.
Es necesario tener una vida más participativa donde luchemos contra la ola de corrupción que irrumpe contra la familia, las instituciones, solamente porque hemos dejado de ser la sal de la tierra y permitimos por nuestra tibieza, que se propaguen todo tipo de herejías y barbariedades. Cuando el amor se enfría y la fe se adormece, la sal se desvirtúa y ya no sirve para nada.
La responsabilidad ante el mundo nos obliga a una reflexión sobre el sentido de la vida humana y sobre la tarea que nos corresponde desempeñar. El deseo natural del hombre de entender, al menos confusamente, el sentido de su vida, de su acción, y de su muerte se ha agudizado por la amenaza de una derrota total de la " civilización ".
Se trata de un momento historico en el que el mundo espera de los cristianos una respuesta, una indicación , un testimonio que de esperanza y razones para esta vida. Nosotros tenemos el maravilloso y exigente cometido de ser un destello, un reflejo de la Luz de Cristo. Esta es una tarea que nos hace temblar si nos fijamos en la debilidad que tan a menudo nos vuelve opacos y llenos de sombras. Pero es una Gran tarea sí, expuestos a la Luz de Cristo , sabemos abrirnos a su gracia.
Ser luz es hacerse don para los demás. Hay personas que por su caridad sin limites cautivan nuestro aprecio y estima que viven en una actitud de servicio desinteresado a los demás. Son personas que encontramos en los hospitales, en los hogares, en las escuelas, en el trabajo. Su caridad a pesar de sus fallos personales no tiene limites. Por una parte debemos abrir nuestros ojos a esta realidad y descubrir lo bello y bueno que hay en el mundo. Pero por otra parte, conscientes del mal y del pecado que acechan el corazón humano.
Debemos esforzarnos a redoblar el trabajo. El gran peligro que nos acecha está dentro de nosotros y tiene un nombre egoísmo . Entonces hay que redoblar la misión y esa misión es el amor, en mi familia y en la construcción de una mejor sociedad. Cada acto de amor y caridad que yo haga hará grande al mundo. El mundo grita por la Luz, la luz de la justicia, de la verdad y de la paz.