lunes, 29 de noviembre de 2010

¿Qué espera el cristiano de la vida y del futuro?


“Cristo, el Verbo Encarnado, mediante su Misterio Pascual, ha sido constituido Señor absoluto de la historia humana. Todo cuando sucede, sin excepción alguna, se encuentra orientado hacia su acción salvífica, pues “la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro”. Él tiene y Él pronunciará la última palabra de la historia en el juicio universal. Palabra salvífica, no catastrófica, que manifestará todo su esplendor en la Jerusalén Celeste. Se trata de la victoria final del amor redentor. Aunque todavía no cumplida en su totalidad, la historia humana necesita recorrer el mismo camino que su Señor, el camino de la cruz: por eso todavía no aparece en su total esplendor. Hemos sido salvados en la esperanza y el Espíritu de Dios que está presente en todos los acontecimientos la llevará a su cumplimiento, no sin nosotros. Como lo señaló San Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

Los obispos mexicanos, en el Documento que hicieron público para preparar a la celebración de las festividades Patrias, al presentar la visión de la Iglesia sobre la historia, nos han regalado este magnífico párrafo que nos queda como anillo al dedo ahora que estamos celebrando el primer domingo de Adviento. El Señor nos llama a estar vigilantes, porque el Señor vendrá, no con tintes catastróficos, de destrucción, muerte y condenación, sino para mostrar su amor entre los suyos y llevarlos a esa vida nueva que será realmente distinta de ésta en la que los planes salvadores del Señor encuentran muchos opositores, pero que al final serán vencidos porque el Señor de la historia tomará el lugar que le corresponde al frente del Universo mismo.

Tenemos que vivir en la espera. Pero habrá que preguntarnos qué clase de espera es la que debe ocuparnos, pues hay una diferencia enorme entre la espera inútil de los pacientes en la sala del médico, donde no pueden hacer nada más que entretenerse en una conversación sin interés con otros pacientes u hojear revistas médicas especializadas que no se entienden, de la espera del agricultor que ha sembrado su semilla. Éste no puede sentarse tranquilamente mientras las plantas crecen. Hay que abonarlas, regarlas, protegerlas de las inclemencias del tiempo y de los pajarracos. De la misma manera, el cristiano tiene que esperar, pero en la lucha diaria, y en la lucha por hacer que el Reino de Dios se implante en el mundo en el que nos ha tocado vivir. Precisamente los obispos, en el documento señalado, señalan tres prioridades del trabajo que a la Iglesia, a los cristianos y a las gentes de buena voluntad les corresponde:

1º. “Queremos un México en el que todos sus habitantes tengan acceso equitativo a los bienes de la tierra. Un México en el que se promueva la superación y crecimiento de todos en la justicia y la solidaridad: por lo que necesitamos entrar decididamente en un combate frontal a la pobreza”.

2º. “Queremos un México que crezca en su cultura y preparación con una mayor conciencia de su dignidad y mejores elementos para su desarrollo, con una educación integral de calidad para todos”.

3º. “queremos un México que viva reconciliado, alcanzando una mayor armonía e integración en sus distintos componentes sociales y con sus diferentes orientaciones políticas, pero unificado en el bien común y en el respeto de unos y otros”.

Si nos decidimos a aceptar el reto con nuestros obispos, no sólo tendremos un buen Adviento, sino una venturosa Navidad, y daremos los pasos necesarios para unirnos a Cristo en su Pasión, disponiéndonos así a contemplar la luz de la Resurrección.



¿Un reinado de pacotilla para el Rey del Universo?


La Fiesta de Cristo Rey es una de las más recientes en el calendario de la Iglesia. Nace apenas en el 1925 en una época en que los reyes y los príncipes comenzaban a formar colección entre las cosas de la historia y para los cuentos de los niños, junto con las Hadas y los duendes, pero ha llegado a colocarse en un lugar principal, pues con ella se cierra un ciclo más de vida en la Iglesia. Debemos decir que definitivamente contrasta la imagen de Cristo crucificado, Rey, del que todos se burlan, el pueblo, las autoridades judías, los soldados romanos e incluso los que estaban crucificados juntamente con él, con las imágenes variopintas que nos hemos formado de Cristo Rey, quizá añorando los días de gloria de los reyes coronados con corona de oro, los palacios deslumbrantes y las vestiduras de rojo y escarlata. Cristo tronó siempre contra las autoridades que se servían de su autoridad para encumbrarse sobre los mortales, a costa de los vasallos o ciudadanos sencillos, por eso rehusó bajarse de la cruz, como se lo pedían, para dar una prueba de que en verdad era rey e Hijo de Dios. No lo quiso hacer. Sin embargo, ante la petición de uno de los malhechores crucificados con él, le promete que ese mismo día estaría con él en su Reino.

Hoy es día entonces, de acción de gracias, porque Cristo desde lo alto de la cruz, pero desde su propia resurrección se coloca como el Rey y como el Señor de toda la Creación. Es el que con su muerte hace que nosotros también tengamos la esperanza de resucitar. Me llama poderosamente la atención que los hombres, cuando fueron a solicitarle a David, que se convirtiera en el rey de todas las tribus de Israel, le recordaron: “Somos de tu misma sangre”. Si ellos pudieron decirlo de David porque ya Dios se los había comunicado así, con mayor nosotros podemos sentir que somos de la realeza de Cristo porque llevamos su misma Sangre, la que él derramó en lo alto de la cruz y que ha nosotros nos ha hecho sus hermanos.

Y si en verdad queremos alegrarnos con Cristo Rey del Universo, entonces tendremos que comenzar por alabarlo por la obra admirable de la redención, pues él entregando su vida entera en lo alto de la cruz dispuso todas las cosas para que fuéramos trasladados al reino de la luz, y en una humanidad dividida por las enemistades y las discordias, él tendría que dirigir las voluntades de todos los hombres para que se dispusieran a la reconciliación. “Tu espíritu mueve los corazones para que los enemigos vuelvan a la amistad, los adversarios se den la mano y los pueblos busquen la unión”, declara el Prefacio de la Reconciliación y es en verdad el deseo de todos los hombres de buena voluntad y a lo que debemos consagrar todo nuestro empeño y nuestra voluntad, para lograr que esta loca humanidad pueda lograr la unión, la paz y la reconciliación entre todos los hombres.

“Con su acción eficaz Cristo conseguirá que las luchas se apacigüen, y crezca el deseo de la paz: que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza” ese tiene que ser el programa de los que seguimos a Cristo, lograr el perdón de los enemigos y la unidad de todos para que los que hoy sufren hambre, injusticia, migración forzada y falta de educación adecuada y oportunidades iguales para todos los hombres y las naciones.

“Que podamos vernos todos los hombres en el Reinado de Cristo, todos los hombres de cualquier clase y condición, de toda raza y lengua, en el banquete de la unidad eterna, en un mundo nuevo donde brille la plenitud de tu paz”. Pero que no dejemos para muy lejos ese momento y ese banquete. Que podamos convertirlo en una realidad hoy y entre nosotros.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

lunes, 15 de noviembre de 2010

El aburrimiento de los hijos

El aburrimiento es un estado de ánimo producido por la falta de estímulos, diversiones o distracciones. El aburrimiento, junto a la soledad y la pereza, es una de las plagas de la sociedad actual, lo mismo en los jóvenes que en las personas mayores. Situación que la mayoría de las veces es originada por una mala educación de los padres o una falta de dedicación hacia los hijos, al dejarles que sean educados por la televisión, las pantallas electrónicas o los amigos. Después de mayores, ese hábito de aburrirse tiene muy pocas posibilidades de corregirse pues se convierte en un círculo vicioso a través de la gran tristeza y posible depresión.

El aburrimiento puede producirse, por una soledad mal administrada o mal entendida, pues la soledad no tiene que producir aburrimiento. Al contrario, esa soledad en vez de aburrir puede ser un periodo de descanso que sirva para meditar y poner las cosas en orden.

Hay muchas personas, principalmente los niños y los jóvenes, que cuando están solos se aburren durante sus tiempos de ocio debido a que no tienen ni el hábito, ni los estímulos para distraerse o divertirse. Les han acostumbrado a que sus tiempos de ocio sea dirigido por sus juguetes, padres obsesivos o por la industria de entretenimiento a través de las pantallas electrónicas, con todos los inconvenientes que tienen esas situaciones. Muy pocos padres dan a los hijos las herramientas necesarias, para que se acostumbren a no aburrirse. Esas herramientas tienen que estar en relación con la edad física y mental de cada niño.

Lo mismo pasa con los adultos si se han acostumbrado a que sus tiempos de ocio estén dirigidos desde pequeños, con juguetes que juegan ellos para el niño, no el niño con el juguete. No hay interactividad entre los juguetes y el niño. Además que si se aburren de los juguetes, inmediatamente los padres les compran otros nuevos, en lugar de sacar los que estaban guardados, porque en su día les aburrieron.

Esos niños, de mayores, será mucho más fácil que caigan en las manos y la mente perversa de la industria del entretenimiento, que trata de hacerles adictos al consumo de sus productos o servicios. Así, mientras están consumiendo entretenimiento, no piensas en su crecimiento personal, social, ni religioso, lo que produce generaciones de personas acostumbradas a que otros, les distraigan para que no se aburran.

Algunos hijos se aburren de todo porque ya tienen de todo. Para no aburrirse necesitan experiencias nuevas, que muchas veces les resultan perniciosas. El aburrimiento es una de las grandes puertas de entrada hacia el consumo de drogas, sexo, pandillas y otros vicios. El aburrimiento es una de las cosas que les produce las ganas de explorar nuevas avenidas, para ver si por ellas encuentran la forma de distraerse y divertirse. Avenidas que la mayoría de las veces, terminan de forma violentamente grave, porque para pagar su diversión que les saque del aburrimiento y obtener beneficios económicos, inducen a otros adolescentes al consumo de drogas o alcohol. Ahí suelen reclutar a los camellos de las drogas, en el narco menudeo, con los jóvenes aburridos.

Las principales características del aburrimiento se centran en conductas pasivas ante los hechos, aunque les atañan o no. Demostrando baja autoestima, insatisfacción personal, falta de expresión de lo que piensan o sienten, inseguridad personal, evasión en la necesaria toma de decisiones o en asumir responsabilidades, etc. Se aburren porque les falta motivación para hacer las cosas. Esa motivación debe llegar en primer lugar a través de sus padres. Al no tener algo que les apasione, al no apreciar el trabajo o el estudio, nace otro círculo vicioso: se tiene pereza porque no se hace nada y si no se hace nada, llega la pereza.

Otras características de los jóvenes que se aburren son la pereza, la vagancia, la indolencia, la ambigüedad, la indecisión, la apatía, la negligencia y la ociosidad. Las que origina que se les atrofien sus sentidos, los cuales están diseñados para tenerlos continuamente en activo. Con los sentidos atrofiados o dormidos, la sociedad les presionará más y mejor hasta adormecerles la moral y la mente, para poderlos manejar a su antojo. De esta forma conseguirán que no piensen en nada y se pasen mucho tiempo aburridos y medio aletargados, frente a las pantallas electrónicas, sometidas a los dictados de algunos perversos medios de comunicación.

Muchas veces se aburren los niños y los jóvenes porque sus padres o educadores, no les prestan la debida atención y sienten que están solos o abandonados. En determinadas edades, todavía no tienen la capacidad de entretenerse ellos solos y piden a gritos que se ocupen de ellos. Es muy fácil distraerles, dándoles un pequeño gesto de atención y un poco de dedicación, entonces se terminan esos signos externos que caracterizan su aburrimiento. Las madres de hijos pequeños, saben distinguir perfectamente el tipo de lloros que corresponden al aburrimiento o a las señales de cubrir sus primarias necesidades de alimentación, limpieza o sueño.

Los padres de hijos jóvenes prefieren un hijo vivo aunque esté aburrido, a un hijo que para salir del aburrimiento y divertirse, tome riegos irreversibles con el alcohol, las drogas, el sexo, las pandillas, la velocidad de los automóviles o motocicletas y termine en el hospital, la cárcel o el cementerio. Esa es la moderna ruleta rusa del aburrimiento. Si tuvieran muchas actividades lúdicas, divertidas y enriquecedoras. No tendrían tiempo para aburrirse.

Algunos padres no saben, no quieren o no pueden enseñar a sus hijos, a no aburrirse o no les dan las herramientas necesarias, para que ellos mismos hagan lo conveniente para no aburrirse. Por eso aceptan que la industria del entretenimiento, el gobierno o terceras personas, solucionen el aburrimiento de sus hijos. Algunas de esas personas u organizaciones, se aprovechan del aburrimiento de los adolescentes para conseguir unos fines, que no siempre son en beneficios de los jóvenes, por eso los padres tienen que estar muy vigilantes con los sitios donde van sus hijos y las personas con las que se relacionan.

Los padres tampoco pueden estar toda la vida haciendo cosas, para que los hijos no se aburran. Ni deben quedarse al margen de la situación de sus hijos, de forma impotente, ignorante o cómoda, mirando para el otro lado. Lo principal es que asuman su irrenunciable responsabilidad y privilegio como educadores, y les den su propio buen ejemplo, practicando las virtudes y valores humanos e inculcándoselos, para que les sirvan como prevención, ya que los hijos bien formados, nunca llegarán a aburrirse.

Si los padres estuvieran alertas a las banderas rojas que muestran sus hijos antes de aburrirse, esa situación sería mucho más fácil corregirla. Los hijos que se aburren. La mayoría de las veces se enrocan como en el ajedrez o se aíslan del mundo y terminan cayendo en malas manos, todo por no pedir ayuda o no dejarse ayudar, para que les enseñen a no aburrirse. La autoridad real y llena de amor de los padres, junto a la justa ambición de que los hijos sean lo mejor posible, obliga a enseñarles a no aburrirse, dándoles las herramientas necesarias para vivan alegres, ocupados, entretenidos y divertidos.

El aburrimiento de los jóvenes está íntimamente relacionado con el miedo a las consecuencias de su falta de actividad, la inhibición a su alrededor, la indiferencia hacia los premios o castigos, a la risa y al llanto, a la impunidad de sus hechos, etc. Por lo tanto, una de las primeras cosas que se le ocurre a un joven aburrido, es el atractivo de la emoción de lo prohibido. Faltar a las clases en la escuela, para no seguir aburriéndose y juntarse con otros jóvenes de sus mismas características. Trasgrediendo las normas que le obligan sus padres, demuestra su sentimiento de rebeldía hacia una de las cosas que más le aburren, recibir la enseñanza de los maestros, que le exigen a poner atención, puntualidad, responsabilidad, disciplina, orden, etc.

Cuando esas ausencias a la escuela se convierten en rutina y los padres y los profesores, no se percatan de que han ocurrido o no se quieren dar por enterados, se abre la posibilidad de que se cree un hábito muy peligroso, por los riesgos presentes y futuros que conlleva. Deja de ser una falta motivada por el aburrimiento, para convertirse en un modelo pernicioso de juventud. Los padres tienen que atajar con firmeza las faltas a clase, aunque sean esporádicas.

Los padres, ante un hijo aburrido, nunca deben sentirse cómodos callando, disimulando, olvidando o ignorando. Tienen que tomar el riesgo de hablarles muy claro, aunque sea desagradable hacerlo. Para ello deben prepararse y aconsejarse muy bien, pues el aburrimiento puede ser el principio de un problema, mucho más grande. Siempre deberán escucharles todas las excusas, mentiras y verdades sobre su aburrimiento. No es una solución aceptable el no hablarles claramente, cayendo en un paternalismo mal entendido, al evitarles todas las contrariedades a los hijos, ignorando que lo que necesitan y esperan, es conocer la autoridad paternal.

De 3 a 6 de la tarde es uno de los momentos más importantes en la educación de los hijos. Su actitud y actividades en ese periodo les marcarán el futuro. En esa franja horaria es cuando muchos hijos salen de la escuela y esperan en la casa a que lleguen sus padres, pudiendo hacer lo que quieren, pues no tienen supervisión.

La gran mayoría de los jóvenes que se aburren en clase, tienen la autoestima totalmente por los suelos, siempre se autojustifican para defender su actitud y están sensiblemente, por debajo de la media de aprovechamiento de sus compañeros.

17 frases de los jóvenes que se aburren en la escuela

1. Cuando me aburro y me inhibo del ambiente, me pongo agresivo, explosivo e impredecible. No acepto que me lo recuerden, ni el profesor, ni mis padres, ni mis amigos.
2. El estudio me aburre, no me gusta estudiar.
3. El profesor me margina, porque no voy bien y al ritmo de los demás.
4. El profesor siempre me está gritando y reprochando mi ignorancia.
5. Los compañeros y el profesor se burlan de mí y dicen que soy torpe.
6. Me aburre asumir las responsabilidades del estudio y de las tareas, prefiero no hacer nada.
7. Me aburre la clase y me da pereza empezar a estudiar.
8. Me aburro mucho, porque no se concentrarme en lo que tengo que hacer.
9. Me aburro porque he faltado tantas veces, que no cojo el ritmo.
10. Me esfuerce o no, siempre saco malas notas y nunca buenas.
11. Me interesa el Internet, la música y los amigos, no me interesa lo que dicen en la clase.
12. No entiendo nada de lo que dicen.
13. No se estudiar y cada vez, estoy más lejos de lo que saben los compañeros.
14. No se me queda nada de lo que explica el profesor.
15. No tengo ningún motivo para sentir que estudiar sirve para algo.
16. No valgo para estudiar, soy un inepto.
17. Para justificar mi aburrimiento, no me importa mentir continuamente.

Se aburren los cónyuges porque su amor ha disminuido y no han puesto los medios para remediarlo.

Se aburren los padres de repetir una y mil veces los mismos consejos, órdenes, castigos, etc. Cuando no obtienen los resultados que desean.

Se aburren los trabajadores y los empresarios de hacer siempre lo mismo y por lo tanto obtener siempre los mismos resultados. Por falta de innovación, de reinventarse, de intentar nuevas metas, es decir porque siguen en la trampa de la rata, dando vueltas continuamente sin ningún norte.

Se aburren los maestros de intentar educar, a los alumnos que no quieren aprender. De ser ignorados o vilipendiados por los clásicos alumnos de siempre, que alteran el orden sin que nadie pueda decirles, ni hacerles nada. De que esos alumnos sean intocables en sus acciones, que perjudican a todo el grupo, por cuatro maleducados.

No se aburren los niños, jóvenes o mayores que tienen un proyecto de vida, basado en la práctica continua de las virtudes y valores humanos, con objetivos claros y concretos y con los medios para comprobar lo que están haciendo bien en la vida y observar, las desviaciones realizadas sobre sus objetivos.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Un Papa con delantal

No deja de sorprenderme que un anciano de 83 años emplee sus energías en un viaje agotador a España, en 48 horas llenas de ceremonias interminables, que otros podrían llevar a cabo en su lugar. No sé si podría seguirle el trote. ¿Por qué lo hace? He concluido que pretende sembrar desde abajo.

Me explico: si el Papa en persona, viejo y gastado, se pone la capa de peregrino, ¿qué excusa tenemos para no hacerlo nosotros? Benedicto XVI educa con el ejemplo, como un padre sabio. No se salta el protocolo, no llena el espacio con los gestos grandiosos de un Juan Pablo II, es persona recogida, modesta, contenida.

Los periodistas tienen problemas para relatar anécdotas excepcionales, o subrayar gestos emocionantes en sus Viajes y, sin embargo, Visita tras Visita, se repite el mismo fenómeno: la prensa lo destroza antes de llegar, la gente lo acoge con cariño emocionante y, finalmente, la opinión se rinde ante su elemental grandeza. El mensaje final es claro: si él puede, nosotros podemos.

Con naturalidad y energía, se ató el gremial –el delantal litúrgico– y derramó aceite sobre el altar mayor de la Sagrada Familia de Barcelona para consagrarlo, de la misma manera que cualquier ama de casa amasa, retuerce, bate y prepara. Creo que estaba conmovido y concentrado. Gaudí trabajó 43 años en la Sagrada Familia y, en los últimos años, vivía en un local del templo. Dormía en una sencilla yacija y, la verdad, vestía como un mendigo porque lo devoraba la pasión por lo que hacía. El templo expiatorio nació y creció de los donativos y presentaba enormes dificultades económicas. Cuando los amigos y colaboradores del arquitecto se desesperaban, éste se encomendaba sencillamente a su patrón: San losé lo terminará, decía. Al final, un Papa ha inaugurado la obra...y resulta que ese Papa se llama José...Joseph.

Lo que el hombre necesita Benedicto XVI ha relatado su conmoción por la coincidencia e, insisto, creo que era consciente de cumplir una misteriosa pero sencilla misión. Dejo para otros las rotundas consideraciones que ha hecho Su Santidad de la Historia de España y de Europa, de la familia, del valor de la vida. Yo me quedo con su frase en Barcelona: "La belleza es la gran necesidad del hombre".

Ante los gigantescos troncos de piedra elegidos como columnas por Gaudí, o ante las pinturas del Pórtico de la Gloria de Compostela, la frase no necesitaba explicaciones. Como no las necesita cuando una madre ve a su hijo.

El Papa es culto e inteligente, ha hablado de los mártires de los años 30 y de los aspectos positivos de la Ilustración y su búsqueda de la razón, pero me quedo con el hombre sensible y bueno, fascinado por la hermosura, fregando el altar. Hombres y mujeres así reconstruyeron Europa tras la caída de Roma. Hombres y mujeres así son el futuro y la esperanza.


Enviar amigo

viernes, 12 de noviembre de 2010

El 33 un domingo agriculce

El Evangelio de este domingo nos deja una sensación agridulce, con un cierto desconcierto. Las diversas respuestas de Jesús, indicaban a sus oyentes que todo estaba inacabado, inseguro. Hasta la belleza del Templo era frágil y su solidez amenazada: "no quedará piedra sobre piedra". Surgirán profetas falsos una vez más, llegarán guerras, catástrofes, espantos. Y a los discípulos les dirá: os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante gobernadores por causa de mi nombre. Hasta los más cercanos como padres, hermanos, parientes y amigos, los odiarán, los traicionarán e incluso los matarán por causa de su nombre.

Muchas veces ha surgido la tentación de hacer del Cristianismo una especie de vergel, de tranquilo paraíso donde evadirse de un mundo corrupto y caduco que se empeña en no vivir "como Dios manda". Pero el Cristianismo no ha sido regalado por Dios como una "burbuja de paz". De hecho, los mejores hijos de la Iglesia han tenido que sufrir persecución, incomprensión y martirio de tantos modos, como la prolongación en la historia de aquél por mi nombre del que nos habla hoy el Evangelio. Vivir en su Nombre, diciendo su Nombre, siendo su Nombre.

Jesús y el Cristianismo no son un sedante para nuestras molestias sociales, ni un barbitúrico para perpetuar privilegios. No provocan alucinaciones sino compromisos. Los cristianos somos llamados a pertenecer a la historia de Aquel que fue anunciado como "signo de contradicción", y que vino a traer el fuego y la espada, es decir portador de la Luz y portavoz de la Verdad en un mundo que con demasiada frecuencia pacta con la oscuridad y la mentira.

Pero este Evangelio, aunque duro, no es desesperanzador. Nos dice Jesús: "no les tengáis miedo". Ha prometido darnos palabras y sabiduría para hacer frente a cualquier adversario. Lo que importa es que esa Presencia y esa Palabra por Él prometidas, resuenen y se reflejen en la vida de la comunidad cristiana y en la de cada cristiano particular.

El Cristianismo no es una aventura para fugarse del mundo, sino una urgencia para transformarlo según el proyecto de Dios, en el Nombre del Señor. Los cristianos no son los del eterno poderío o los de la eterna oposición, sino los eternos discípulos del único Maestro. Poniendo lo mejor de nosotros mismos para que en cada rincón de la historia pueda seguir escuchándose la Buena Noticia de Jesús y haciéndose realidad el don inmerecido de su Reino que la Iglesia en cada época no deja de anunciar.

martes, 9 de noviembre de 2010

¿Una religión que separa y divide a los hombres?




¡Qué duras deben haber caído en la conciencia de las gentes la predicción de Cristo en los últimos días de su vida mortal, de la destrucción del Templo de Jerusalén! Para aquellas gentes que habían vivido arrogantemente en la injusticia, en la ceguera del poder y la corrupción, sentían las palabras de Cristo como si fuera el final del universo. De tal manera se sentían ligados al templo, a su majestuosidad, a la munificencia de las limosnas de las que ellos podían disponer a su antojo, que pensar siquiera en la destrucción y en la desaparición del templo, era caer en la ruina total.

Desde entonces, según las palabras y el espíritu de Cristo, la ruina del templo sería definitiva, no habría restauración posible, y el tiempo le dio la razón. Desde entonces, la relación de los hombres con Dios ya no estaría limitada por un solo lugar, ni por las paredes de un templo, ni por unas leyes, que no eran precisamente leyes divinas, sino parapetos en los que se amparaban los poderososos para medrar con el pueblo, ni por determinadas prácticas religiosas, por muy santas que parecieran, como los interminables lavados de pies y manos, ni por la pertenencia a una raza o a una nación, así fuera su propio pueblo y su propia nación. También pasarían con el templo jerosolimitano, una religión hecha de ritos y de leyes, donde el corazón de los hombres estaba muy lejos de las ofrendas y de las víctimas; de miedos y de prohibiciones, de los que Cristo se mofaba, como las muchas ocasiones en que con gozo y con verdadera alegría se dedicaba a curar a las gentes en el “sagrado día de sábado”, una religión que olvidaba que Dios no necesita muestras de alabanzas si el corazón está manchado y ocultaba que Dios quiere que tomemos conciencia de que nos necesitamos unos a otros a los que debemos amar casi antes que a Dios mismo, pues a él lo encontraremos en los desarrapados, en los pobres, en los miserables, en los “deshechos de la humanidad”. Desde entonces se acababa ya en el mundo toda religión que separa a los hombres en lugar de unirlos, que asuste en vez de ofrecer caminos para la alegría y la esperanza, una religión convertida en un negocio, en explotación, usando el miedo a la condena y a la desesperanza, convirtiendo el templo en una cueva de bandidos.

El templo de Jerusalén en cuestión, quedó irremediablemente destruido, y nadie, respetuosamente se ha atrevido a reconstruír, pero muchos de los elementos señalados por Cristo tendremos que retomarlos para nuestra propia vida, convirtiendo nuestras vidas en templos vivos de la Trinidad misma de Dios, dando un sentido nuevo a nuestro cuerpo, cuando hoy vemos que en nuestra pobre nación mexicana son sepultados por montones en fosas clandestinas los cadáveres de hombres y mujeres inocentes sin saber el porqué de sus muertes, amén de otros muchos desaparecidos de los que no llegaremos a saber su paradero. Y tendremos que considerar al Cuerpo de Cristo y su Sangre, como el único Templo querido y deseado por el Buen Padre Dios para recibir la alabanza de los hombres.

Y el mensaje de hoy domingo, inmediatamente anterior al culmen de un año litúrgico más que concluye con la fiesta de Cristo Rey, será profundamente esperanzador en labios de Cristo frente a tantos profetas de desventuras, a tantos agoreros de la desilusión que se imaginan que ante las graves situaciones que ciertamente estamos pasando, cataclismos naturales, inundaciones, terremotos y otros provocados por los hombres, como secuestros, levantotes, masacres en la ciudad y en el campo, estas serían señales inequívocas del fin del mundo. No. Definitivamente no. Malaquías ya lo había anunciado: “Para ustedes, los que temen al Señor, brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”, y Cristo con una claridad meridiana lo afirma rotundamente: “Si ustedes se mantienen firmes, conseguirán la vida”.

sábado, 6 de noviembre de 2010

La devoción a los difuntos en el cristianismo primitivo


Catacumbas de San Calisto

"Estos que visten estolas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido…? Éstos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus estolas y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, y le adoran día y noche en su templo."
(Apocalipsis 7,13-15)


HONOR Y RESPETO A LOS DIFUNTOS

La Iglesia Católica, ya desde la época de los primeros cristianos, siempre ha rodeado a los muertos de una atmósfera de respeto sagrado. Esto y las honras fúnebres que siempre les ha tributado permiten hablar de un cierto culto a los difuntos: culto no en el sentido teológico estricto, sino entendido como un amplio honor y respeto sagrados hacia los difuntos por parte de quienes tienen fe en la resurrección de la carne y en la vida futura.

El cristianismo en sus primeros siglos no rechazó el culto para con los difuntos de las antiguas civilizaciones, sino que lo consolidó, previa purificación, dándole su verdadero sentido trascendente, a la luz del conocimiento de la inmortalidad del alma y del dogma de la resurrección; puesto que el cuerpo -que durante la vida es "templo del Espíritu Santo" y "miembro de Cristo" (1 Cor 6,15-9) y cuyo destino definitivo es la transformación espiritual en la resurrección- siempre ha sido, a los ojos de los cristianos, tan digno de respeto y veneración como las cosas más santas.

Este respeto se ha manifestado, en primer lugar, en el modo mismo de enterrar los cadáveres. Vemos, en efecto, que a imitación de lo que hicieron con el Señor José de Arimatea, Nicodemo y las piadosas mujeres, los cadáveres eran con frecuencia lavados, ungidos, envueltos en vendas impregnadas en aromas, y así colocados cuidadosamente en el sepulcro.

En las actas del martirio de San Pancracio se dice que el santo mártir fue enterrado "después de ser ungido con perfumes y envuelto en riquísimos lienzos"; y el cuerpo de Santa Cecilia apareció en 1599, al ser abierta el arca de ciprés que lo encerraba, vestido con riquísimas ropas.

Pero no sólo esta esmerada preparación del cadáver es un signo de la piedad y culto profesados por los cristianos a los difuntos, también la sepultura material es una expresión elocuente de estos mismos sentimientos. Esto se ve claro especialmente en la veneración que desde la época de los primeros cristianos se profesó hacia los sepulcros: se esparcían flores sobre ellos y se hacían libaciones de perfumes sobre las tumbas de los seres queridos.

LAS CATACUMBAS

En la primera mitad del siglo segundo, después de tener algunas concesiones y donaciones,los cristianos empezaron a enterrar a sus muertos bajo tierra. Y así comenzaron las catacumbas. Muchas de ellas se excavaron y se ampliaron alrededor de los sepulcros de familias cuyos propietarios, recién convertidos, no los reservaron sólo para los suyos, sino que los abrieron a sus hermanos en la fe.

Andando el tiempo, las áreas funerarias se ensancharon, a veces por iniciativa de la misma Iglesia. Es típico el caso de las catacumbas de San Calixto: la Iglesia asumió directamente su administración y organización, con carácter comunitario.

Con el edicto de Milán, promulgado por los emperadores Constantino y Licinio en febrero del año 313, los cristianos dejaron de sufrir persecución. Podían profesar su fe libremente, construir lugares de culto e iglesias dentro y fuera de las murallas de la ciudad y comprar lotes de tierra sin peligro de que se les confiscasen.
Sin embargo, las catacumbas siguieron funcionando como cementerios regulares hasta el principio del siglo V, cuando la Iglesia volvió a enterrar exclusivamente en la superficie y en las basílicas dedicadas a mártires importantes.

Pero la veneración de los fieles se centró de modo particular en las tumbas de los mártires; en realidad fue en torno a ellas donde nació el culto a los santos. Sin embargo, este culto especialísimo a los mártires no suprimió la veneración profesada a los muertos en general. Más bien podría decirse que, de alguna manera, quedó realzada.

En efecto: en la mente de los primeros cristianos, el mártir, víctima de su fidelidad inquebrantable a Cristo, formaba parte de las filas de los amigos de Dios, de cuya visión beatifica gozaba desde el momento mismo de su muerte: ¿qué mejores protectores que estos amigos de Dios? Los fieles así lo entendieron y tuvieron siempre como un altísimo honor el reposar después de su muerte cerca del cuerpo de algunos de estos mártires, hecho que recibió el nombre de sepultura ad sanctos. Por su parte, los vivos estaban también convencidos de que ningún homenaje hacia sus difuntos podía equipararse al de enterrarlos al abrigo de la protección de los mártires.

Consideraban que con ello quedaba asegurada no sólo la inviolabilidad del sepulcro y la garantía del reposo del difunto, sino también una mayor y más eficaz intercesión y ayuda del santo. Así fue como las basílicas e iglesias, en general, llegaron a constituirse en verdaderos cementerios, lo que pronto obligó a las autoridades eclesiásticas a poner un límite a las sepulturas en las mismas.

FUNERALES Y SEPULTURA

Pero esto en nada afectó al sentimiento de profundo respeto y veneración que la Iglesia profesaba y siguió profesando a sus hijos difuntos. De ahí que a pesar de las prohibiciones a que se vio obligada para evitar abusos, permaneció firme en su voluntad de honrarlos. Y así se estableció que, antes de ser enterrado, el cadáver fuese llevado a la Iglesia y, colocado delante del altar, fuese celebrada la Santa Misa en sufragio suyo.

Esta práctica, ya casi común hacia finales del s. IV y de la que San Agustín nos da un testimonio claro al relatar los funerales de su madre Santa Mónica en sus Confesiones, se ha mantenido hasta nuestros días.
San Agustín también explicaba a los cristianos de sus días cómo los honores externos no reportarían ningún beneficio ni honra a los muertos si no iban acompañados de los honores espirituales de la oración: "Sin estas oraciones, inspiradas en la fe y la piedad hacia los difuntos, creo que de nada serviría a sus almas el que sus cuerpos privados de vida fuesen depositados en un lugar santo. Siendo así, convenzámonos de que sólo podemos favorecer a los difuntos si ofrecemos por ellos el sacrificio del altar, de la plegaria o de la limosna" (De cura pro mortuis gerenda, 3 y 4).

Comprendiéndolo así, la Iglesia, que siempre tuvo la preocupación de dar digna sepultura a los cadáveres de sus hijos, brindó para honrarlos lo mejor de sus depósitos espirituales. Depositaria de los méritos redentores de Cristo, quiso aplicárselos a sus difuntos, tomando por práctica ofrecer en determinados días sobre sus tumbas lo que tan hermosamente llamó San Agustín sacrificium pretii nostri, el sacrifico de nuestro rescate.

Ya en tiempos de San Ignacio de Antioquia y de San Policarpo se habla de esto como de algo fundado en la tradición. Pero también aquí el uso degeneró en abuso, y la autoridad eclesiástica hubo de intervenir para atajarlo y reducirlo. Así se determinó que la Misa sólo se celebrase sobre los sepulcros de los mártires.

LOS DIFUNTOS EN LA LITURGIA

Por otra parte, ya desde el s. III es cosa común a todas las liturgias la memoria de los difuntos.
Es decir, que además de algunas Misas especiales que se ofrecían por ellos junto a las tumbas, en todas las demás sinaxis eucarísticas se hacía, como se sigue haciendo todavía, memoria -memento- de los difuntos. Este mismo espíritu de afecto y ternura alienta a todas las oraciones y ceremonias del maravilloso rito de las exequias.

La Iglesia hoy en día recuerda de manera especial a sus hijos difuntos durante el mes de noviembre, en el que destacan la "Conmemoración de todos los Fieles Difuntos", el día 2 de noviembre, especialmente dedicada a su recuerdo y el sufragio por sus almas; y la "Festividad de todos los Santos", el día 1 de ese mes, en que se celebra la llegada al cielo de todos aquellos santos que, sin haber adquirido fama por su santidad en esta vida, alcanzaron el premio eterno, entre los que se encuentran la inmensa mayoría de los primeros cristianos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La muerte,camino hacia el Dios de la vida


¡Morir! Y luego ¿qué? El más allá abre un panorama que el más acá, con frecuencia, esconde. Este va a ser el tono, tema y sugerencia que la palabra de Dios nos propone para nuestra reflexión en este Domingo.
La lectura ofrece el primer testimonio bíblico sobre la resurrección de los justos. Antes de morir, una madre motiva a sus hijos a ver con fe más allá de la vida terrena: Dios nos espera al otro lado, ya que la vida presente sólo se explica desde allá y para ir allá.
Jesús instruye a los piadosos, pero incrédulos, sobre el más allá. Ese estado no debe compararse con la finitud humana; no es perfeccionamiento de la vida terrena o su continuación. Es, en cambio, vida con Dios, que el texto llama resurrección.
En realidad, los saduceos no eran tan banales cuando preguntaban a Jesús cuál era el marido verdadero de la mujer que había tenido siete. Su inquietud era más decisiva: ¿qué vale esta vida si se vive solo para morir? ¿Habrá otra… después de ésta?
El problema del más allá aflige hoy a muchas personas y las coloca entre no creer en nada posterior a la muerte y gozar de esta vida como lo único válido y evidente. Por otra parte, al cristiano poco le ha de importar lanzar hipótesis sobre cómo se vive después de esta vida, imaginar lo que va a tener entre manos cada difunto en cuanto muera o averiguar sus dimensiones (peso, forma y medida); lo importante para él ha de ser la confianza en el "Dios de la vida", que debe ir acompañada de obras y actitudes congruentes.
La liturgia responde así: creer en Dios es ir más allá de esta vida y buscar la plenitud de vida con él. Pero esta aspiración y esta búsqueda no ocurren al margen de esta vida ni llevan a refugiarse en un futuro incierto que evite el presente. Al contrario, mientras el cristiano viva en la tierra, debe moldear su presente con opciones definitivas para ese más allá que lo espera.
_será celeste cuando haya aprendido a ser terrestre;
_llegará a ser plenamente hijo de Dios, si vive como auténtico hijo de hombre;
_ y se le permitirá "ir al otro lado" cuando haya terminado su compromiso en éste.
Algunos seres humanos han tratado de disuadir a otros sobre el tema de la resurrección juzgándola motivo de evasión, mito para los desorientados, sueño que los aleja de su compromiso terreno y utopía que lo saca de sus ocupaciones de esta vida, pero en función de la otra.
A quienes sólo piensan de quien será esposa, según la ley, la mujer que lo fue de siete en la tierra, Jesús les ofrece una respuesta radical: el más allá no es la segunda edición de la vida en la tierra, pues se reducirá a evitar los malos ratos de acá y prolongar los buenos. Jesús además agrega una novedad: ser llamados o considerados dignos de participar en la resurrección equivale a volverse como ángeles, ser hijos de Dios en plenitud y vivir por siempre a su lado? ¿Habrá quien quiera algo más?

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Maderas hay para santos y otras para hacer carbón.

La vida transcurre plácidamente y se nos acaba el año de los bicentenarios y los centenarios. Pronto habremos transpuesto los umbrales de un año más, dejando atrás la violencia, las muertes inocentes y las levantadas. Y como el año, así se nos va la vida, para unos la única que existe, porque les va bien, maravillosamente bien, de manera que pensar en otra, no tiene caso, si aquí se la están pasando de maravilla, y para otros, porque no tienen tiempo de pensar, asediados por el hambre, la sed, la desnutrición y la falta de cobijo y cariño, qué van a pensar en otra vida si aquí les va de la patada.

Pero el término de un año definitivamente nos hace pensar y tomar posición ante esa nueva vida que nos espera más allá de las dimensiones de nuestro mundo, pues muchas gentes, aunque no lo puedan definir con sus palabras sí se preguntan y se inquietan porque piensan que lo de este mundo no es definitivo ni puede ser lo único que existe. No es posible que todo sea sinsabores, desdichas y desprecios para la mayoría de los mortales. Ni es posible que con la muerte todo quede zanjado y todo termine en una tumba fría o en un horno crematorio. Muchos nos preguntamos por lo que ocurrirá el final del túnel de la vida.

Cristo sí lo sabía y habló de la resurrección de los muertos no como un paso atrás, no como un simple volver a la vida con todos sus avatares y sus congojas sino como la vida nueva, como el banquete eterno, con los que fueron llamados, como el gozo de los que se encontrarán de tú a tú con el Padre que los llamó a la vida.

Por eso sorprende la pregunta que le lanzaron a Cristo para hacerlo quedar en ridículo delante de las gentes ante las que proclamaba no la inmortalidad sino la resurrección de los muertos. Y fueron precisamente los saduceos, de los que no se nos habla mucho en el Nuevo Testamento. Ellos pertenecían a las altas clases sacerdotales en Jerusalén, vivían a cuerpo de rey, tenían todas las comodidades del mundo, eran los más influyentes del mundo y tenían a sus órdenes las arcas del templo que era visitado anualmente por todas tribus, pobres tribus de Israel. Por cierto, ellos los más conservadores, pues tenían muchas cosas que conservar, sólo aceptaban los cinco primeros libros de la Escritura, el Pentateuco, donde aparentemente no se habla para nada de la resurrección, y como no había nada escrito, se daban el lujo de rechazar la resurrección de los muertos, por supuesto rechazando la palabra de los Profetas, que era verdadera Palabra de Dios, los que tenían palabras que levantaban ámpulas contra los ricos, sus riquezas, su despilfarro y su injusticia. Consideraban la palabra de los profetas como revolucionaria y definitivamente contra sus intereses y su altísima condición social frente a los pobres que sin proponérselo, con sus limosnas sostenían los privilegios de los potentados religiosos.

La pregunta, ingeniosa, tenía que ver con la condición de los hebreos que consideraban la peor afrenta y el peor castigo no tener hijos. Una mujer tuvo que pasar legalmente por siete hermanos, ninguno de los cuáles pudo darle un hijo. Y la gran pregunta, según los saduceos, era de quién sería mujer en la otra vida si había sido esposa de los siete hermanos. Cristo desató inmediatamente el acertijo, haciendo notar que la procreación ya no tendrá razón de ser, pues si todos están vivos y si ya han llegado los que habían sido congregados, eso carece totalmente de importancia, y de paso, con el mismo texto de la Escritura en la mano, les hizo ver que Dios es Dios de vivos y no de muertos, pues llama Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, para quien todos están vivos.

Lo importante para nosotros será vivir ahora como que realmente confiamos en vivir para siempre cerca de los que ama el Señor, ocupados mientras tanto en hacer más llevadera la vida de los que nada tienen y nada poseen, en espera de que el Señor nos de a manos llenas en la otra vida, sin inquietarnos ni preguntarnos sobre el cómo será la otra vida, pues Cristo quiso dejar el asunto en la penumbra, asegurándonos sólo que él estará con nosotros siempre, siempre.


UN SER HUMANO CON UNA COMPRENSIÓN UN TANTO LIMITADA


Para entender la muerte, tenemos que ir más allá de la letra. La ley no es sólo un conjunto de normas, sino el fruto de una comprensión más comprometida con la realidad. Un pacto entre Dios y el hombre, donde Dios se compromete a caminar con el hombre y el hombre a vivir según la voluntad de Dios que camina con él. Así los que esten convencidos que el Dios en el que creen es el Dios de la vida que no puede ser vencido por la muerte que provocan los hombres. De esta manera no se muere por una ley, sino por la esperanza en una vida más plena como fruto de su fidelidad a la Alianza con Dios: " Tu seras mi pueblo, y yo seré tu Dios ".
Parece ser que el tema de la resurreción es el tema que inquieta. Pues es el hecho más importante de la historia de la salvación. Es, por eso, el hecho central, el acontecimiento decisivo en la existencia de Jesús; y en la vida y en la fe de los cristianos. Tan decisivo, que sin resurreción, ni la existencia de Jesús tendría sentido, ni la fe de los cristianos su más elemental consistencia. LA VICTORIA SOBRE LA MUERTE.
Las actitudes fundamentales de Jesús: creer en la resurreción no como idea o concepto, sino como una realidad que nos transforma al aceptar la presencia viva de Dios en la historia del hombre. El testimonio sublime de estas palabras que Jesús nos dice, hoy lo veremos en la cruz: es desde su enfrentamiento con la muerte que Jesús nos grita, " Dios es un Dios de vivos y no de muertos, aunque ustedes me maten, yo viviré para siempre con él.
Muchas veces pensamos en la resurrección como algo que nos sucederá muchísimo tiempo después de que fallezcamos. Como si la resurrección fuera sólo un momento en nuestras vidas el cual tenemos que esperar pasivamente a que nos suceda. Sin embargo, hoy vemos que creer en la resurrección no es sólo una cuestión académica. Creer en ella, significa transformar nuestras vidas en testimonio del Dios de la vida en el que creemos.
Hoy en día pensamos casi siempre desde el placer y lo inmediato. No existe para nosotros un Dios de nuestros padres, sino que queremos un Dios que nos resuelva nuestros problemas hoy y en este momento. Se nos olvida que la vida que Dios nos ha dado es una vida eterna. Una vida que va mucho más allá que los pocos años que viviremos aquí en la tierra. Esto provoca en nosotros que no tengamos la perspectiva de la resurrección en nuestras vidas. Perdemos toda esperanza y vivimos como si no creyeramos en el Dios de la vida que nos ha revelado Jesús.
Hay que vivir una mayor apertura en nuestras vidas. Nunca hay que olvidar nuestros problemas, pues no se resolverán solos; pero sí los podemos asumir con la confianza de que existe un Dios de la vida que habla por encima de todos ellos como habló por encima de la Cruz de su Hijo.
La respuesta de Jesús afirma que la resurrección no es una simple continuación de la vida, sino una vida nueva y distinta, una vida de plenitud que dificilmente podemos comprender desde nuestras realidades cotidianas. El poder de Dios, que llama a los hombres de la muerte a la vida, transforma y asume la totalidad del ser humano. El es el que asegura la continuidad entre nuestras vidas terrenas y la futura resurrección. Por eso nuestra capacidad de comprensión de este misterio es limitada.
Creemos en un Dios de vivos que es Trinidad, que es familia, unidad y que por tanto no admite división, que es esperanza y que no admite desilusión, que es gozo y no tristeza, que es alivio y no dolor. Creemos en un Dios que es vida porque grabada está en su mente la belleza de la creación, que es victoria porque a su ser no corresponde la derrota, creemos en un Dios amigo que perdona nuestras ofensas, que es Padre, que es protección y ayuda para su pueblo, un Dios que como dice el salmo presta oído a nuestras súplicas y por tanto nos responde, creemos en un Dios que conforta los corazones destrozados y venda sus heridas, es un Dios que nos libra de la maldad, en aquel que fue y es revelado por Jesucristo nuestro redentor.
CREEMOS EN UN DIOS DE VIVOS Y NO DE MUERTOS, QUE NOS HA PROMETIDO EL CIELO, LA RESURRECCIÓN Y LAVIDA ETERNA.
porque creemos, porque ESTAMOS CONVENCIDOS DE NUESTRA FE, una fe que no es un simple sentimiento sino adhesión a Jesucristo, desde la convicción total de nuestros padres y através de las enseñanzas de la Iglesia.
Creemos porque no podemos pensar nuestra vida sin Dios, sin su ayuda, porque hemos tomado conciencia progresivamente de los grandes milagros y beneficios que hemos recibido de Él.
Ese Dios vivo y no de muertos es a quien en este tiempo nosotros hemos de amar y adorar. Es el mismo que resucito a Jesucristo, es el mismo que nos está esperando en el cielo.

martes, 2 de noviembre de 2010

Cómo daña la pornografía a un adolescente


¿Te has preguntado alguna vez qué hacen tus hijos en Internet? ¿Sabes si están conectados con amigos o con desconocidos? ¿Conoces cuáles son las web que frecuentan o si los juegos que más utilizan son adecuados para su edad?

Con la llegada de la adolescencia la curiosidad de nuestros hijos sobre temas sexuales es muy grande. Si previamente no hemos sembrado confianza en casa para hablar sobre estos temas o si no nos hemos adelantado, lo más probable es que resuelvan sus dudas directamente con sus amigos o a través de la red.



Esta situación la aprovechan con frecuencia otras personas para hacer negocio con la pornografía, a costa de una etapa tan inestable como la adolescencia.

Usuarios expertos, pero inmaduros

Los niños y adolescentes son especialmente vulnerables a la hora de abusar de las nuevas tecnologías; corren el riesgo añadido de acceder a contenidos inapropiados o contactar con desconocidos a través de Internet y las redes sociales. Los padres debemos seguir unas pautas que regulen su uso.

Pero no se trata de prohibiciones que con toda seguridad se saltarán cuando no estemos presentes, más bien debemos ayudarles a saber utilizar de forma responsable "los medios". Poco a poco ellos son los que deben ejercer ese autocontrol, tanto con el uso y el tiempo en internet, como en muchas otras facetas de su vida.

La psicóloga Alicia López de Fez considera que los adolescentes constituyen un grupo de riesgo, porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que durante más tiempo se conectan a Internet, además de estar muy familiarizados con las nuevas tecnologías. Son usuarios expertos, pero inmaduros.

Ésta es una de las razones por las que se desaconseja que nuestros hijos tengan un ordenador o una videoconsola en el dormitorio, pues nos resultará más difícil controlar su uso. Por tanto, debemos colocarlos en un espacio común de la casa, donde "no tengan intimidad" para conectarse con quienes quieran y a cualquier hora del día.

La experta recomienda que se pacte el tiempo, los días de juego y de navegación por Internet, siempre desde el diálogo y con sentido común. Así, es mejor una hora durante siete días a la semana, que siete horas seguidas un solo día.

Además, no es aconsejable que puedan navegar a su aire ni jugar a cualquier juego. Los padres debemos supervisar los contenidos a los que éstos tienen acceso. No está de más emplear programas que bloqueen el acceso a ciertos contenidos o que dejen el historial de las páginas visitadas.

Adictos a las nuevas tecnologías

En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que al menos el 25 por ciento de la población sufre un problema relacionado con el abuso de las nuevas tecnologías. Las adicciones a éstas son un problema grave que puede repercutir de manera negativa al descuidar sus obligaciones o relaciones sociales, según explica Fernando Díez, psicólogo experto en adicciones de Amalajer (Asociación Malagueña de Jugadores en Rehabilitación).

Un adicto a las nuevas tecnologías puede entrar en una espiral de aislamiento, gasto incontrolado, depresión y ansiedad. Estas adicciones reciben el nombre de "no tóxicas", "sin sustancia" o "no químicas" y algunos expertos prefieren denominarlas como "problemas de abuso, mal uso o dependencia".

De éstas, las más adictivas son el móvil, las videoconsolas e Internet; y como parte de este último, la dependencia a las redes sociales, al correo electrónico, a chatear, a la compra online, etcétera. Pero además, algunas están asociadas con otro tipo de patología: el uso abusivo de webs de pornografía.

Ver pornografía distorsiona su visión de la realidad

Patrick F. Fagan, director del Family Research Council, ha analizado los efectos sociales y psicológicos de la pornografía en su estudio "The Effects of Pornography on Individuals, Marriage, Family and Community".

En éste explica cómo los adolescentes que ven pornografía se desorientan durante la fase de desarrollo en la que están aprendiendo a afrontar su sexualidad, justo cuando son más vulnerables a la incertidumbre sobre sus creencias sexuales y sus valores morales.

Contrario al argumento de que la pornografía es un placer inofensivo, Fagan hace referencia a evidencias clínicas que muestran que ésta distorsiona de modo significativo las actitudes y percepciones sobre la naturaleza de la sexualidad.

Si son consumidores habituales de pornografía, los hombres tenderán a poseer una tolerancia mayor hacia los comportamientos sexuales anormales, además de ser un hábito muy adictivo, debido a la producción de hormonas que estimulan los centros de placer del cerebro. Poner límites a la actividad sexual ayuda a los adolescentes mientras maduran a orientar de forma correcta su sexualidad.

"Desgraciadamente el desarrollo de los modernos medios ha derribado estas barreras y ha incrementado la forma en que los creadores de pornografía pueden introducirse en la vida familiar", comenta Fagan.

Puede desembocar en enfermedad mental

De hecho, la pornografía lleva a percepciones distorsionadas de la realidad social: una percepción exagerada del nivel de actividad sexual de la población general y una estimación que infla la probabilidad de actividad sexual premarital y extramarital. También lleva a una sobreestimación del predominio de perversiones como el sexo en grupo, la bestialidad y la actividad sadomasoquista.

"De este modo las creencias que se forman en la mente del espectador de pornografía están bastante lejos de la realidad. Un ejemplo es que la visión repetida de pornografía induce a enfermedad mental en materia sexual", afirma Fagan.

Entre las distorsiones creadas por la pornografía están tres creencias: las relaciones sexuales en la naturaleza son algo recreacional, los hombres son en general sexualmente dominantes y las mujeres son objetos o mercancías sexuales.

En consecuencia, Fagan describe cómo la pornografía fomenta la idea de que la degradación de las mujeres es algo aceptable. Además, puesto que los chicos utilizan la pornografía con mucha más frecuencia que las chicas, su predominio conduce a la idea de que las mujeres son objetos para el sexo o mercancías sexuales.

¿Por qué empiezan?

Aunque nos sorprenda, la edad media de exposición a la primera imagen pornográfica son los 11 años. Si preguntamos a un adolescente cuándo o por qué empezó a ver pornografía, con seguridad que muchos de ellos nos dirán que fue de manera accidental cuando buscaban información por internet, bajaron una película que resultó ser una versión porno de la original, con un videojuego que le compartieron o animado por sus amigos.

Dependiendo de cada uno la reacción a la pornografía será muy diferente, pero todos se ven en mayor o menor medida afectados por ella. Por esta razón es importante hablar a menudo con nuestros hijos y resolver falsas imágenes que puedan haberse creado.

Podemos estar atentos a algunas señales de alarma: descuido en los deberes, falta de motivación para estudiar, inicio de la masturbación compulsiva, dificultades para relacionarse con el sexo opuesto o tendencia a formar dependencias difíciles de cambiar; todo ello como consecuencia de estar expuestos a material pornográfico, creándoles sentimientos de culpa, baja autoestima y retraimiento social.

Además, entre las razones más frecuentes del inicio de los adolescentes en el consumo de pornografía se encuentra el deseo de experimentación, la búsqueda de identidad, la presión de los amigos, los mitos y una educación sexual deficitaria desde casa. Así la pornografía les "educa" con una visión distorsionada y carente de valores, origen en ocasiones de los conflictos de sexo, de pareja y de familia.

Cuatro etapas del consumidor de pornografía

El doctor Víctor Cline, de la Universidad de Utah, identifica cuatro etapas de quien consume pornografía:

• Adicción: el deseo y la necesidad de mirar imágenes pornográficas.
• Escalada: la necesidad de imágenes más explícitas y fuertes para conseguir el mismo efecto.
• Desensibilización: el material que al comienzo era sorprendente y tabú se considera como normal.
• Actuar: tendencia a imitar los comportamientos vistos. Aunque no todos son igual de vulnerables, el doctor Cline concluye que para algunas personas, la pornografía "es la droga que inicia el camino hacia la adicción sexual".

Consecuencias de cara al comportamiento futuro

Jill. C. Manning, en su libro "¿Cuál es el gran negocio de la pornografía? Una guía para la generación de Internet", habla sobre los daños que la pornografía produce.

1. Se trata de algo potencialmente adictivo. Como tal puede obstaculizar la capacidad de una persona para tomar decisiones claras.

2. Puede distorsionar poderosamente la visión de una persona sobre cuerpos, relaciones y sexualidad.

3. Lleva a la gente a cosificar a los demás, viéndolos como juguetes sexuales que existen sólo para su propia satisfacción.

4. Debido a su influencia distorsionadora mina las oportunidades de los jóvenes de tener seguridad en sí mismos, ser felices y crear relaciones duraderas en el futuro.

5. Afecta, por tanto, su capacidad de ver la vida de forma verdadera, provechosa y sana.

6. Disminuye la sensibilidad hacia las mujeres, mostrando más agresiones, rudeza y falta de respeto.

7. Disminuye el deseo de tener hijos y formar una familia.

8. Aumenta el riesgo de tener dificultades en las relaciones íntimas.

9. Aumenta el riesgo de abusar sexualmente de los demás.

10. Aumenta el riesgo de recibir información incorrecta sobre la sexualidad humana.

11. Aumenta el riesgo de insatisfacción sexual con el/la futuro/a esposo/a.

12.Aumenta el riesgo de divorcio una vez casado.

cortesía SonTusHijos.org

lunes, 1 de noviembre de 2010

LOS MILAGROS DESCONOCIDOS DEL PADRE PÍO

Habla el autor del nuevo libro, José María Zavala.
Los milagros inéditos del Padre Pío, el santo de los estigmas
Se publica en España "Padre Pío. Los milagros desconocidos del santo de los estigmas" (LibrosLibres), en el que el autor, José María Zavala, ha recopilado testimonios de conversiones y curaciones experimentados por su intercesión.


"Nunca había sentido tantos deseos de compartir una experiencia que me ha marcado de por vida", reconoce el autor en esta entrevista concedida a ZENIT, recordando que la canonización de Pío de Pietrelcina (1887-1968), en 2002, batió todos los records de fieles en la historia.

¿Cómo se le recuerda al Padre Pío en el convento de San Giovanni Rotondo, donde pasó casi toda su vida?

Con inmenso cariño. Hay fieles que siguen percibiendo el intenso perfume de sus estigmas como la mejor señal de que nunca les abandona, esa misma fragancia que dejó helado a más de un incrédulo.

¿Quedan muchas personas que le trataron íntimamente?

Pocas, pero he tenido la gran fortuna de entrevistarlas. Como sor Consolata, una monja de clausura de 95 años que me recibió en el convento para relatarme episodios tan inolvidables como desconocidos. Nunca se lo agradeceré lo suficiente. Igual que a Pierino Galeone, sacerdote octogenario con fama de santo, a quien el Padre Pío curó milagrosamente tras la Segunda Guerra Mundial. Lo mismo que a Paolo Covino, el capuchino que administró la Extremaunción al Padre Pío. Todos ellos rompen por primera vez su silencio para hablar del Padre Pío en este libro.

¿Expresan alguna idea común?

Todos coinciden en que él hizo lo mismo que Jesús en la tierra: convirtió a los pecadores, sanó a los enfermos, consoló a los afligidos... Cargó con la Cruz durante toda su vida para redimir a los hombres del pecado. El Padre Pío sabía muy bien que sin sacrificio personal era imposible ganar almas para el Señor.

¿Quién fue el Padre Pío?

Un regalazo que Dios hizo a los hombres en pleno siglo XX para que sigan creyendo en Él. Es imposible acercarse con sencillez y sin prejuicios a su figura y permanecer insensible. Conozco a mucha gente cuya fe estaba muerta por falta de obras y que por intercesión suya está ahora muy cerca del Señor, reza y es feliz haciendo felices a los demás.

¿Hay una relación entre sus horas de confesionario y los estigmas?

"Todo es un juego de amor", decía él. De Amor, con mayúscula, por el prójimo; él sabía muy bien que lo mejor se compra siempre al precio de un gran sacrificio. El Padre Pío vivió "crucificado" durante cincuenta años con estigmas en manos, pies y costado que sangraban a diario. Semejante sufrimiento moral y físico era un medio infalible para liberar a muchas almas de los lazos de Satanás. Por eso mismo se pasaba a veces dieciocho horas seguidas en el confesionario.

Como un nuevo cura de Ars...

Ahí radica la grandeza de este hombre de Dios. San Giovanni Rotondo, donde vivió y murió, sigue siendo hoy un auténtico camino de Damasco por el que millares de pecadores retornan al Señor. Es el primer sacerdote estigmatizado en la Historia de la Iglesia, y con unos carismas que le hacen muy especial, desde la bilocación hasta el escrutinio de corazones que le permitía leer el alma de los penitentes.

"Haré más ruido muerto que vivo", comentó un día. ¿Qué quiso decir?

Habría que preguntárselo a los centenares de personas en todo el mundo que por su intercesión siguen hoy convirtiéndose y/o curándose milagrosamente de una enfermedad mortal. Muchos de ellos aportan sus impactantes testimonios en este libro. Podemos afirmar que el Padre Pío sigue obrando hoy desde Arriba más prodigios que cuando estuvo en la tierra.

Usted recoge algunas conversiones impactantes...

Gianna Vinci me relató en Roma uno de esos milagros que le dejan a uno boquiabierto. En cierta ocasión, una mujer enferma de cáncer rogó a su marido, agnóstico, que la llevase a San Giovanni Rotondo, pues había oído que el Padre Pío obraba milagros. El hombre puso una condición: esperaría fuera de la iglesia. Así que entró sola la madre con su hijo de diez años. Gianna Vinci estaba allí y lo vio todo. La mujer se arrodilló en el confesionario del Padre Pío mientras éste indicaba al niño que avisase a su padre. El chiquillo obedeció: "¡Papá, te llama el Padre Pío!", le dijo en la puerta. Pero aquel rapaz... ¡era sordomudo! Emocionado, el padre acabó confesándose y su esposa quedó curada del cáncer al instante.

¿Cuál es el secreto de la popularidad de este santo?

El Amor por los demás, insisto. El Padre Pío sigue recogiendo hoy los frutos de su siembra desde el Cielo. En Italia pude sentir el gran cariño que la gente profesa a este pedazo de santo. Al regresar a Madrid, mientras facturaba las maletas en el aeropuerto, un policía empezó a poner pegas. Pero en cuanto vio el retrato del Padre Pío que llevaba para un amigo, me dejó pasar con una sonrisa. "¡Menudo salvoconducto!", pensé.

¿Va siendo conocido fuera de Italia?

Espero que este libro sirva para darle a conocer más en España, donde ya ha hecho unos cuantos milagros. En Argentina, México, Chile o Filipinas cuenta cada vez con más devotos.

¿Qué significa este libro en el conjunto de su bibliografía?

Es sin duda mi obra más importante. Nunca había sentido tantos deseos de compartir con los lectores una experiencia que me ha marcado de por vida. Dicen que cuando el Padre Pío levanta un alma ya no la deja caer más. Pues eso mismo he comprobado yo en mi propia carne. Invito a todo el que quiera, por muy escéptico que sea, a conocer a este hombre de Dios. Le aseguro que no quedará indiferente.