lunes, 28 de noviembre de 2011

Las amenazas del Bautista vs. el amor y la entrega de Cristo Jesús.




2º.Domingo Adviento 011


Marcos, el Evangelista que este año nos tomará de la mano para ir conociendo y viviendo el Evangelio, la Buena Nueva de salvación, comienza este día su mensaje, poniéndonos al frente de una manera directa y precisa, a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios como la Buena noticia de liberación. La Buena nueva consiste precisamente en que Jesús de Nazaret, engendrado en el tiempo en un oscuro pueblecito en las inmediaciones de la gran Jerusalén es precisamente el Cristo, el Mesías, el ungido, el que traería consigo la salvación y la paz para todos los hombres: “Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo, como pastor apacentará su rebaño: llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres”. Pero si eso fuera todo, eso no sería noticia, pues Cristo murió en la cruz, víctima de un juicio injusto y lleno de maldad. Lo bueno viene cuando se asegura que Cristo es el Hijo de Dios y que por lo tanto y por su entrega, por su amor y su sacrificio por todos los hombres, el Padre lo resucita y lo hace sentar a su derecha. Es el Señor de todos los tiempos, de todos los continentes y de toda la historia. El profeta Isaías instaba entonces a preparar el camino al Señor que llega: “Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión, alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá: “Aquí está su Dios”.

Éste es entonces el personaje que anunciaba San Juan el Bautista, aquél ante quien se sentía pequeño pues él era sólo un enviado, un precursor, que tenía que anunciar precisamente la llegada del verdadero Enviado, el Mesías, el Salvador. Él consiguió entonces el primer milagro de la Salvación que el Señor traería a la tierra: alejar a los hombres de su vida rutinaria, en medio de una sociedad que no funcionaba como tal, un mundo de pecado y de maldad, en la capital Jerusalén y sus alrededores. El Papa Benedicto XVI lo decía la semana pasada al describir el panorama de las ciudades postmodernas: “Las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre. Y a veces, en este mundo que parece casi perfecto, suceden cosas chocantes, o en la naturaleza, o en la sociedad, por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos”.

Pero la verdad es que Dios no abandona a su pueblo, sino que envía precisamente a su Hijo pero no para visitarnos, sino para quedarse con nosotros, haciéndose uno más entre nosotros, formando parte de nuestra vida y de nuestro entorno.

El Bautista hizo el milagro de convertir a las gentes, de bautizarlos con un bautismo de penitencia, de agua, en el Jordán, presagiando el bautismo en fuego, en el Espíritu Santo de Dios. Y pudo hacerlo porque el Bautista encarnaba en su propia vida lo que pedía a gritos a los demás. Les hablaba a las gentes con crudeza, con mucho realismo y cuando no conseguía mover a los hombres, no se detenía en la amenaza de castigos terribles para los morosos ante la salvación. Cristo, aunque se dejó bautizar por el Bautista, teniendo que hacer cola para acercarse a él, no estuvo de acuerdo con la técnica usada por el Bautista para convertir a los hombres a la salvación de Dios. Cristo no amenazó a nadie, sino que se convirtió en alguien que simplemente amaba y quería la salvación para todos. Y si la salvación ya está aquí, si Cristo ya ha llegado, ¿por qué no salir a su encuentro en cada uno de los que él vino a salvar, a los desprotegidos, los pobres y los que son tratados injustamente?

sábado, 26 de noviembre de 2011

FELIZ AÑO LITURGICO



Hoy comienza el nuevo Año litúrgico, el conjunto de las celebraciones con las cuales la Iglesia conmemora anualmente el misterio de Cristo. Adelantadamente si se compara con la medida del ciclo solar que propicia el año natural, la Iglesia empieza hoy a girar de nuevo en torno al sol sin ocaso, que es Cristo Jesús. Por esta razón este primer día del año litúrgico no debe pasar inadvertido para el creyente. Hay base para exteriorizar y compartir los deseos de felicidad que nacen de la fe, la esperanza y el amor cristiano.
El tiempo litúrgico se apoya en la ciclicidad del tiempo cósmico, pero la supera porque no asume los ritmos marcados por la naturaleza, los astros o la vegetación. Es una síntesis entre el movimiento circular del tiempo sagrado natural y el avance lineal de la historia actualizada de la salvación. La verdad y autenticidad del tiempo litúrgico descansa en el equilibrio entre la dimensión humana y visible y la dimensión divina y mistérica.
El tiempo litúrgico se repite, como una espiral progresiva que va hacia la meta definitiva del encuentro con el Señor. Así también nosotros debemos recorrer en un plan cada vez más elevado el mismo camino, hasta que alcancemos la cumbre. Cristo, nuestra meta. Este repetirse de las celebraciones año tras año, ofrece a la Iglesia la oportunidad de un continuo e ininterrumpido contacto con los misterios del Señor.
Los acontecimientos de la vida histórica de Cristo, conmemorados por el año litúrgico, no son propuestos simplemente a la meditación de los fieles como ejemplos que hay que imitar, sino como signos eficaces de salvación realizados por el Cristo histórico y hechos ahora presentes en el "hoy" de la celebración litúrgica, no en su materialidad histórica que pertenece a un pasado irrepetible, sino en su perenne eficacia salvífica
El año litúrgico es, pues, una epifanía de la bondad de Dios, una evocación eficaz de cuanto ha realizado Jesucristo para salvar al hombre, partiendo de su muerte redentora y de su resurrección, que es el sacrificio pascual de los cristianos. El año litúrgico no es por lo tanto, una secuencia de misterios aislados, una presencia estática del misterio de Cristo, sino una vertiente existencial que se convierte en dinámica de comunión-comunicación; es decir: en vida de la Iglesia.

jueves, 24 de noviembre de 2011

LA PREPARACIÓN ES EL SECRETO DEL ÉXITO


Un hombre sensato estaría preparado para lo inesperado. Se protegería con un seguro para proteger su propiedad, ahorraría su dinero para un día de infortunio, anticiparía cualquier momento de desgracia y por lo menos se prepararía mentalmente para superar cualquier situación o sufrimiento.
Por otro lado, el hombre necio nunca planea su futuro, nunca anticipa las calamidades, se confia más de la cuenta. Cuando cae el mal sobre él, se encuentra sin ninguna preparación.

Vivimos en tiempos de grandes calamidades ¿ Creen acaso que están seguros ? ¿ Creen que están en mejores condiciones que los demás y que pueden escapar la tribulación que ha sido predicha para cada uno ?.

Antes de irte de viaje, te preparas de muchas maneras. Preparas tu equipaje, haces arreglos de viaje, preparas tu cámara, consigues moneda extranjera, obtienes pasaporte y visas para los lugares que vas a visitar, en otras palabras no se te escapa ningún esfuerzo para asegurarte un viaje seguro y feliz.

La preparación es el secreto, no solo en las actividades terrenales, pero aun más importante en tu vida espiritual. Tal como tu anticipas el clima por los movimientos de las nubes y los vientos, así también puedes entender que estás viviendo en tiempos muy peligrosos cuando las cosas pueden cambiar de un momento al siguiente.

Estamos hablando de tu viaje de esta vida hacia la eternidad. Toda una vida se te da para que puedas parar frecuentemente y meditar sobre esto. Es muy importante que seas constante y perseveres en tu vida espiritual, de otra manera cuando arribe el momento final te cogerá de sorpresa.

Nunca es tarde para parar y reflexionar sobre estas realidades espirituales que desafortunadamente se obscurecen con todas las ocupaciones mundanas.
Una vez más arrepientete, enmienda tu vida, date cuenta de tu realidad como un ser espiritual.

martes, 22 de noviembre de 2011

Champán o gasolina







- Trato hecho. Me llevaré el Golf, en color azul.

- Muy bien. Recuerde que este coche debe usar gasolina sin plomo y aceite super oil.

- No estoy de acuerdo. ¿Por qué debo usar esa gasolina y ese aceite?

- Bueno, eso es si usted desea obtener el mayor rendimiento de su nuevo coche. Verá cómo se alargará considerablemente la vida del motor. Y hará menos visitas a su mecánico.

- No me convence.

- Tenga en cuenta que este aceite es el propio de motores de gasolina y cualquier otro aceite no surtirá el mismo efecto.

- ¡No, no y no!

- Como usted lo vea señor.
- ¡Claro que como yo lo vea! Si a mí me gusta el champán francés, ¿quién me va a impedir que en el tanque de mi coche ponga yo champán francés?

- ¿Cham...pán...?

- Sí. Y en vez de aceite, yo le meteré mermelada de durazno, que es deliciosa. A mí siempre me ha gustado.

- No sé señor, así quizá su coche no le llevará muy lejos.

- ¡Usted se calla! Que el que ha comprado el coche soy yo. Y yo haré lo que crea más conveniente. Así que entrégueme ya las llaves, que me muero por llevarme mi Golf y estrenarlo.
...
Esta historia, con mejores palabras, fue contada hace años por un Papa: Juan Pablo I, el Papa de los treinta y tres días, el Papa de la sonrisa. Lo hizo en una de sus pocas audiencias de los miércoles ante miles de fieles. Les decía que el hombre vive su vida con plenitud sólo cuando acoge gustoso las instrucciones del Creador de la vida.



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Educar la sensibilidad: afán de aprender



Alfonso Aguiló
www.interrogantes.net

Carácter y acierto en el vivir:100 relatos y reflexiones sobre la mejora personal
Alfonso Aguiló


Como ha escrito José Antonio Marina, nunca podemos estar seguros de lo que otra persona ve. Aunque sigamos con atención su mirada, no podemos adivinar el paisaje que está viendo. Ambos podemos estar viendo aparentemente lo mismo, pero ignoramos el nivel donde está instalada la percepción del otro.

Un paisaje no es el mismo, por ejemplo, para la mirada de un pintor que para la de una persona que va de caza. Cada uno recibe percepciones distintas. No es sólo que vean las mismas cosas y luego las interpreten de modo diferente, sino que la percepción de cada uno es filtrada por el valor y el significado que aquello tiene para él.

Un ejemplo claro es el lenguaje escrito: nos cuesta mucho mirar un texto sin leerlo; si entendemos esa lengua, no vemos unos extraños garabatos, sino que la mirada inteligente se resiste a detenerse en esos signos, y va más allá: no sólo ve, sino que lee, recibe inevitablemente una percepción elaborada, y su atención se desplaza según el significado de lo que va leyendo.

Los hombres, en la vida diaria, sometemos la realidad a un interrogatorio continuo, y de la sagacidad de nuestras preguntas dependerá el interés de sus respuestas y nuestra posibilidad de enriquecernos con ellas.

Al hombre con afán de aprender le sucede lo mismo que al niño, que cada vez es más exigente a la hora de aceptar una respuesta. El niño repite una y otra vez las mismas preguntas: ¿qué es esto?, ¿por qué esto es así?, ¿qué hace?, ¿por qué hace eso?, pero no siempre le valen las mismas respuestas. Según unos estudios publicados por Branderburg y Boyd en Estados Unidos, los niños entre cuatro y ocho años formulan en un diálogo normal un promedio de 33 preguntas por hora (sin duda un gran estímulo para la paciencia familiar). Al principio, la pregunta ¿qué es esto? queda contestada con el nombre de la cosa; más adelante, sin embargo, habrá que añadir otras explicaciones, porque el niño espera más, necesita más; y volverá quizá a hacer las mismas preguntas, pero entonces el interrogante que ha de ser satisfecho será más profundo.

El hombre, a través de su observación, su reflexión y sus preguntas, aprende desde muy niño a mirar y a entender el mundo que le rodea. Desde los primeros momentos de la vida hay un claro interés por aprender, por preguntar, por apropiarse del mundo de los otros.

Uno de los más eficaces empeños educativos ha de ser enseñar a preguntar.

La insensibilidad, la incapacidad de relacionarse con lo que es complejo o profundo, es una de las más amargas fuentes de infelicidad, porque niega a las personas acceder a su propia singularidad, porque dilapida toda una fortuna de posibilidades que se nos presentan de continuo a cada uno. Las personas insensibles afirman quizá que todo eso les da igual, que están bien como están, pero cuando un día despierten y vean lo que han perdido, se lamentarán con verdadero pesar.

Sería una pena que el transcurso de los años acabara por marchitar ese natural y espontáneo deseo infantil de aprender. Un deseo que nos aleja del peligro de volvernos conformistas e insensibles, que nos impulsa a profundizar en las cosas, a mejorar nuestra sensibilidad, nuestra capacidad de discernimiento, a descubrir esa parábola que late bajo cada situación y cada eventualidad, cuando se contemplan con atención.

A lo mejor pensamos que, por la razón que sea, esa capacidad ya poco puede crecer en nosotros, pero probablemente no sea así. Podemos aprender a discernir mejor. Podemos enriquecernos aún mucho con las aportaciones de los demás. Podemos –y debemos– ganar en sensibilidad.

El ser humano no sólo sabe lo que sabe, sino que también sabe que ignora muchas otras cosas.

Como apuntó Jerome Bruner, si no hay constatación de la ignorancia, no habrá tampoco esfuerzo por aprender ni por enseñar.

Quien no tenga ese afán de indagar, detectar y subsanar la ignorancia propia y ajena, difícilmente podrá educar bien.

La capacidad de aprender está hecha de muchas preguntas y de algunas respuestas; de una continua búsqueda nunca totalmente satisfecha; de un sano sentido crítico; de una sana y activa receptividad hacia la gente que nos merece autoridad moral. Por eso, como tantas veces se ha dicho, lo importante es enseñar a aprender. Formar cabezas que no sean simples almacenes de conocimientos, sino personas capaces de pensar por sí mismas, capaces de buscar y encontrar la información relevante y fiable que necesitan, y capaces luego de tomar decisiones.

Una buena educación debe potenciar la capacidad de preguntar y de preguntarse.

Una sana inquietud sin la cual difícilmente se llega a saber sobre las cosas, aunque se puedan repetir de carrerilla.

Es una cuestión ardua y difícil. Una prueba de que las cosas deben mejorar aún bastante es que en la educación primaria e infantil los profesores se ven agobiados por lo mucho que preguntan los niños, mientras que en la universidad se quejan de que los alumnos apenas preguntan en clase. ¿Qué ocurre en esos años que separan la escuela de las facultades para que se les pasen las ganas de preguntar?

lunes, 21 de noviembre de 2011

los valores tradicionales de la familia en E: U.




¡Buenas tardes, a todos! Quiero agradecer a los organizadores de este Foro por darnos la oportunidad de reunirnos y discutir el futuro. Creo que es importante y me siento muy emocionada de estar aquí.
El tema sobre el que me voy a referir trata de “Los Valores Tradicionales de la Familia”. Ahora, debo reconocer que tuve algunos inconvenientes para escribir este discurso. Los valores se “aprenden no se enseñan”, como decimos en Estados Unidos. Por lo tanto, es difícil convertir estos valores en palabras. ¡Pero lo intentaré!
Estoy segura que la mayoría ha visto recientemente alguna película de Hollywood, y probablemente, creerán que los norteamericanos no tienen “valores tradicionales de familia”. Piensan que el compromiso en Estados Unidos es en la segunda cita. Que las parejas viven juntas. Que aquellos pocos que se casan, rápidamente se divorcian. Que la mayoría de los hijos estadounidenses nacen en hogares disfuncionales. Podrían creer que la mayoría de jóvenes están muy ocupados manifestándose contra Wall Street, y muy poco preocupados por su educación o por trabajar?
Estas pueden ser escenas propias de una película de Hollywood, pero no es Estados Unidos. No es aquel país que yo conozco, y decenas de millones de gente también. En este otro Estados Unidos, aquel del cual no escuchan mucho, los padres si les enseñan a sus hijos los valores tradicionales de familia. Tal cual me lo inculcaron mis padres.
Entonces ¿cómo se educa en una familia norteamericana tradicional? ¿Qué valores familiares trataron de inculcar mis padres en mí? Déjenme contarles parte de mi historia personal.
Todos comenzamos como un pensamiento de Dios y le estoy muy agradecida a él por formar parte de mi familia. Una familia en la que mi padre y mi madre están totalmente comprometidos el uno con el otro de por vida, en una relación basada en el amor. Nunca ha pasado por mi mente alguna duda sobre esto, nunca se me ha cruzado por la mente que mis padres pudieran separarse, nunca se ha mencionado la palabra “divorcio”. Siempre ha sido una relación marcada por el “hasta que la muerte nos separe”.
Nací en lo que se llama una “familia normal”, con un padre y una madre y sus hijos. Gracias a ellos he “aprendido” a valorar la institución del matrimonio. Quiero este valor de familia para mí y mis hijos. Debido a que mis padres están abiertos a la Vida, entendí intuitivamente, la santidad de la vida, la necesidad de proteger al más débil entre nosotros –los hijos por nacer, los infantes, los niños y los ancianos– y ponerlos a salvo del peligro del aborto, del abuso y de la eutanasia respectivamente.
En nuestros primeros años, mi hermano y yo fuimos educados en casa. Sé que puede sonar raro para algunos de ustedes, pero en los Estados Unidos, es muy común. Según la Asociación de Defensa de la Educación en el Hogar (“Home School Defense Association”), siete millones de niños son educados en el hogar y más de diez millones van a colegios privados, cristianos o católicos en los Estados Unidos. El estado no monopoliza la educación de los jóvenes. Los padres son los primeros y mejores educadores de sus hijos, no obstante fuera del hogar, muchos optan por los colegios públicos.
Cada familia tradicional es una escuela de amor, vida y virtud. Al crecer, mis padres insistieron en que se mantenga una rutina diaria regular. Levantarse, asistir al colegio, obtener buenas calificaciones, llegar a casa y realizar los quehaceres, terminar las tareas, reunirse con la familia a la hora de la comida y ayudar a lavar y ordenar. Sólo después de cumplir con nuestras obligaciones podíamos relajarnos y disfrutar de nuestro tiempo libre. Es a partir de esas buenas prácticas que se forman los buenos hábitos y sobre estos se forja el buen carácter.
Sobre éste punto me quiero referir nuestra ética laboral. Debido a que mis padres querían vivir en el campo, compraron una pequeña granja en Virginia del Norte, donde vivimos hasta el día de hoy. Durante mi infancia tuve la oportunidad de realizar diferentes labores domésticas: césped que podar, vacas que alimentar, cercas que reparar, basura que botar, y así sucesivamente. Lo más probable es que me haya quejado de estas tareas cuando era más joven, de hecho, estoy segura que lo hice, sin embargo estoy muy agradecida. De ellas he aprendido una ética laboral que me ayudará a tener éxito en todo lo que intente en la vida. Los valores tradicionales de la familia exigen el respeto hacia los demás, especialmente para los mayores que son los depositarios en vida de valores aprendidos. Me enseñaron a respetar no sólo a mis padres y abuelos, sino a todos los mayores. Por supuesto, que en su momento cuestioné la actitud de mis padres y discutí con ellos.
Obedecer las enseñanzas de mis padres sobre no mentir, no engañar, no robar o no herir a otros, en general, se hicieron más fáciles cuando fui creciendo, pero honrar a mis padres obedeciéndolos fue más difícil. Cuando era una niña, no me gustaba dar marcha atrás, era testaruda y muy obstinada. Entonces, cuando entré a la adolescencia, empecé a ver muchas series en la T.V. Los adolescentes en esos espectáculos eran siempre rebeldes, irrespetuosos y groseros con sus padres, y estuve tentada a hacer lo mismo utilizando los medios de comunicación para justificar mis acciones. Pero, con el tiempo, aprendí a mostrar más respeto y debido a la constancia fui asimilando estos valores de manera natural.
El perdón fue otro valor clave que mis padres nos enseñaron a mis hermanos y a mí. Con ocho hijos en la misma casa, en ocasiones nos peleábamos. Normalmente yo estaba en el centro de estos conflictos. Durante estas rencillas, mis padres nos corregían, amonestándonos por pelear y pidiendo que nos disculpáramos: “Estaba equivocado”. “Lo siento”, “Por favor, perdóname”, fueron las frases más empleadas.
Cuando me negaba a disculparme, como solía hacer cuando todavía estaba con la bronca encima, me enviaban a mi cuarto hasta que me calmara. “Sal sólo cuando estés lista para disculparte”, me decía mi papá. Recuerdo estar parada frente a él de manera desafiante, con los brazos cruzados y la mandíbula bien apretada, debo haber tenido alrededor de diez años.
Mis padres lucharon día tras día contra mi terquedad. Mi padre parecía tener una cantidad infinita de paciencia. Sin embargo, finalmente lo conseguí. El foco se encendió. Empecé a pedir disculpas a mis hermanos y a aceptar sus disculpas sin la intervención de mis padres. Aprendí de mis más importantes profesores, mi padre y mi madre, en la escuela de los valores tradicionales de familia, a controlar mi temperamento y a evitar las peleas.
Con otros valores tradicionales tuve menos problemas, como la necesidad de decir siempre la verdad y el respeto a la propiedad ajena. Me dijeron que nunca mintiera y robara. Casi nunca lo hice, ya que la verdad de estos valores me parecía ser evidente. Lo veo claro hoy como lo veía cuando era más pequeña que robar y mentir simplemente es un error. Creo que estos y otros valores tradicionales están escritos en el corazón humano. Sin duda, ellos fueron inscritos en mi corazón.
Había otros valores tradicionales de la familia que me enseñaron mis padres. De mi madre aprendí el amor, la empatía y la amabilidad hacia los demás. De mi padre he aprendido la humildad, la abnegación y el dominio propio.
Para terminar, me gustaría dirigirme a aquellos que no han crecido dentro de una familia tradicional.
Quizás has aprendido la importancia de los valores tradicionales de la familia de una manera difícil, por la adversidad o por una equivocación. Quizás aprendiste de la importancia del matrimonio cuando tus padres se divorciaron. O del valor inapreciable de la Vida porque alguien cercano a ti murió o tuvo un aborto. O tal vez, en esta época de matrimonios rotos o disminución de las tasas de natalidad, no tienes un padre, una madre o hermanos y hermanas.
Al mismo tiempo, comprendes que tales valores son importantes para una buena vida y deben ser parte integral de nuestro carácter, sin importar la manera cómo haya llegado este mensaje a tu vida. Creo que se debe a que existen algunos valores, principalmente aquellos que están establecidos en los Diez Mandamientos, que también están escritos en el corazón humano.
Si te estás sintiendo excluido, recuerda esto: Cada persona tiene múltiples oportunidades para ser parte de una familia tradicional. Puede ser la familia donde naciste, la familia que formarás después de casarte o las familias que tus hijos tendrán cuando se casen.
Incluso si no naciste dentro de una familia tradicional, tienes la oportunidad de formar una en el futuro y difundir estos valores tradicionales. Espero que tengas esa posibilidad. He sido bendecida por nacer en una familia tradicional abierta a la vida. Me encantaría que experimentes las bendiciones de pertenecer a esta clase de familia también, y de los valores tradicionales que encarnan.
Sin importar como recibas los valores tradicionales de familia, es importante difundirlos, a los amigos, a los miembros de la familia y a tus futuros hijos. Aquellos que practicamos estos valores y los transmitimos a otros estamos formando generaciones futuras con las herramientas dadas por Dios, necesarias para construir un futuro mejor

¿Por qué se le siguen durmiendo a Cristo sus discípulos y seguidores?




Como humano, Jesús fue adquiriendo asimilando la experiencia, los conocimientos y el folclore de su pueblo que se ven reflejadas en su palabra, pero la experiencia con sus propios apóstoles le hizo que sus palabras fueran de prevención para sus seguidores, pues si bien lo vemos, de entre sus apóstoles, uno lo negó en el momento más importante de su vida, otro lo traicionó hasta enviarlo a lo alto de la cruz, y el día de su transfiguración, cuando el Padre lo presentaba como su predilecto, los tres apóstoles que llevaba como testigos, se le durmieron y sólo como entre sueños lo vieron acompañado de Moisés y Elías conversando sobre su muerte y resurrección, y en el momento crucial de su existencia, cuando oraba intensamente en el huerto de los olivos pidiendo fortaleza porque la carga que veía que se venía encima estaba sobre su capacidad y sobre sus hombros, todos sus apóstoles estaban a unos cuántos pasos de él, dormidos, adormilados, quizá después de las emociones de la última cena.
Por eso ahora que comenzamos el tiempo de Adviento, Cristo se levanta, a decir del Evangelista Marcos, con un fuerte llamado a la vigilancia. Hasta por cuatro veces en unos cuántos renglones Cristo nos previene: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”. Cristo está hablando de su retorno, de su venida final, al fin de los tiempos, para dar a cada uno según sus obras. Lo hemos oído hasta el cansancio el domingo pasado, fiesta de Cristo Rey.
Y estaríamos tentados a pensar que Cristo nos quiere meter miedo con lo que ocurrirá al final de los tiempos. Lo que tiene que ocurrir ocurrirá sin remedio. Pero definitivamente Cristo no nos está incitando “al bien morir” sino “al bien vivir”, cuando nos habla de un hombre que se va de viaje y encarga a los suyos, a sus sirvientes lo que deben hacer mientras él regresa, con un regreso del que nadie sabe el día ni la hora. A cada uno de nosotros nos ha dejado una tarea en la marcha de este mundo, y nos da los medios, las herramientas para que cada uno pueda emplear al tope, al máximo, los talentos que a cada uno ha puesto en nuestras manos. Nadie puede permanecer ocioso, nadie tiene derecho a la flojera y todos debemos estar vigilantes, siendo guardianes de nuestros hermanos los hombres. Eso se refleja en el inicio de la Exhortación Apostólica del Papa Benedicto XVI Africae munus, lanzada en aquél lejano continente apenas la semana Pasada, entregada precisamente en ese continente que es como un pulmón de fe y de esperanza, abierto e importante para todos los continentes: “El compromiso de África con el Señor Jesús es un tesoro precioso que confío en este comienzo del tercer milenio a los Obispos, a los sacerdotes, a los diáconos permanentes, a las personas consagradas, a los catequistas y a los laicos de ese querido continente y de las islas vecinas. Esa misión comporta que África ahonde en la vocación cristiana. Invita a vivir, en nombre de Jesús, la reconciliación entre las personas y las comunidades, y a promover para todos la paz y la justicia en la verdad”. Esa es desde ahora nuestra misión hasta que Cristo vuelva:
Esa es entonces nuestra misión hasta que él vuelva, ahondar en nuestra vocación cristiana, conocer los fundamentos de nuestra fe, acoger al Cristo muerto y resucitado que tiene que hacerse hombre entre los hombres, y luego, comenzar a vivir en la alegría nuestro encuentro con el Cristo vivo en los más pobres y los tratados con injusticia, para lograr entre todos la paz y la justicia precisamente en la verdad.

viernes, 18 de noviembre de 2011

EL REY NO QUIERE QUE NADIE SE PIERDA


EL

" Jesús se dio cuenta de que pretendían proclamarlo rey". ¿ Por qué hacerle rey ? ¿ No era rey ? Sí, era rey: Pero no un rey como lo hacen los hombres. Es un rey que da poder a los hombres para reinar. Jesús suele convertir sus acciones en enseñanzas... En efecto el momento de su reino es cuando nosotros invocamos al decir " que venga a nosotros tu reino ". Como Hijo de Dios, como Verbo de Dios, el Verbo por quien todo fue hecho, reina siempre con el Padre. Hay pues un reino de cristianos, el reino que está establecido actualmente, que ha sido comprado con la sangre de Cristo. El reino de Dios significa Cristo en persona, al cual llamamos con nuestras voces todos los días.

" ¡ Curemonos, hermanos, corrijámonos ! " , es el mejor tiempo, retornemos al amor, a la paz, a la justicia. El mundo envejece, vuelve hacia la decrepitud. Y nosotros, ¿ nos volvemos jovenes ? ¿ Que esperamos, entonces ?.
Nos parecen tiempos difíciles de pasar, pero no es así porque Cristo viene en nuestra ayuda y nos conforta.

Dios ciertamente es amor. Nos ha creado por amor y para el amor. Por el inmenso amor que le tiene a la criatura humana, no quiere que nadie se pierda y tanto nos quiere que Él mismo se ha hecho uno como nosotros. Y nos invita constantemente a participar de ese amor.
No excluyamos a Dios de nuestras vidas para seguir el propio camino, lejos de Dios, sin Dios y muchas veces en contra de Dios.
A pesar del rechazo, Dios nos sigue amando eternamente.

La fiesta de Cristo Rey


Para nosotros, los nacidos en América, no existe una experiencia de los que es la realeza y su reino. Más de una vez asociamos la palabra reino a las fábulas, personajes novelescos o a los cuentos de hadas, donde aparecen castillos reyes y princesas. Manifestamos nuestras ilusiones de un reino en fiestas elegimos a la reina del club deportivo, la reina del barrio, la reina de las fiestas, etcétera.
La mejor de las veces, la palabra “reino” la asociamos a la descripción de algún libro o a las imágenes de alguna película. Para Cristo, el reino no es así.
El autentico reino está formado por un pueblo que es convocado por Dios y que voluntariamente acepta ese llamado. Un pueblo que acepta los preceptos puestos por Cristo y que se esfuerza por vivir el verdadero espíritu evangélico. El reino de Cristo no habla de castillos e historias románticas. El renio de Cristo no es por un rato, como si fuera la reina de una fiesta. El pertenecer al reino es pertenecer al grupo de personas que luchan todos los días por vivir conforme a la voluntad de Cristo. Los que pertenecen al reino no son los que viven en tal o cual lugar (reino), sino los que unidos por el Espíritu Santo obran según los preceptos del amor; según la fuerza del mismo espíritu. El reino está en donde está el Espíritu de Cristo y se refleja en las obras de sus ciudadanos.
El evangelio de hoy es claro, el juicio de Dios será sobre nuestro comportamiento ¿Hice o no hice el bien? Esta es una pregunta muy amplia y fácilmente nos podemos excusar por tener un concepto equivocado “de hacer el bien”. Por ello, el Evangelio pone ejemplos muy claros de las principales obras que serán juzgadas.
El reino de Dios es muy diferente a lo que hoy propone la moda, el mundo, la economía o la globalización. El reino no es el reino del tener; sino del ser. El más importante es el servidor de todos. No es el que está a la mesa sino el que sirve la mesa.
Más de una persona entre nosotros podemos excusarnos de no haber realizado alguna de las obras mencionadas por qué no sabíamos cómo. Sin embargo en el Evangelio no aparecen excusas, Cristo sólo juzga los hechos, sólo exige que demos frutos con los talentos que recibimos desde nuestro bautismo, con los dones que nos da cotidianamente. Cristo sólo pide que seamos fieles en las cosas de menor importancia, que tomemos conciencia de que somos administradores, no dueños, de la creación y de su gracia. Que tomemos conciencia de que Dios nos creó a todos hermanos y que la creación es para todos.

Es más complicado hacer el mal que obrar bien. El que obra mal no sólo hace daño a los demás, sino que se hace daño a sí mismo. Cuando obramos mal tenemos que ocultar nuestros hechos y vivir temerosos de que nos descubran, de que nos quiten lo que tenemos, de perder la libertad, nuestra vida. Aunque tengamos muchas cosas o poder no puede ser plena, pues vivimos evadiendo la verdad y el castigo de nuestras obras malas.
¿En qué grupo deseamos estar en el momento del juicio?
Si obramos bien haremos felices a las personas que nos rodean y seremos profundamente felices. Actuemos hoy conforme a la voluntad de Cristo Que nuestras obras sean ciudadanos del reino de los cielos.

jueves, 17 de noviembre de 2011

"Vengan, benditos de mi Padre"



Llama la atención el tipo de necesidades humanas que se menciona: tener hambre, estar sediento, ser forastero, estar desnudo, estar enfermo, ser encarcelado; todas ellas representan los espacios que, reflejan cuándo alguien es verdaderamente justo.

Sorprende además que casi todas las necesidades las puede solucionar el hombre justo: sacia el hambre y la sed, acoge y viste; sin embargo en el caso de los enfermos se habla de preocupación, de cuidado; en el de los encarcelados, de cercanía, de hacer presencia eficaz. Hay necesidades que se deben solucionar pero, aún en las que rebasan la capacidad humana, la solidaridad efectiva no debe estar ausente.

Es de gran importancia la identificación que hace el Hijo del Hombre de sí mismo con quienes padecen estas necesidades. Él mismo se atribuye las necesidades y ante la pregunta de unos y otros confirma tajantemente esta identificación: "cuanto le hicieron a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicieron". Los "más pequeños" no son únicamente los buenos. Los pequeños pueden ser los más débiles y sencillos, pero también son los extraviados, los que fallan.

El olvido de los más pequeños es tan grave que quien no les dé importancia sería mejor que se muriera pues Dios no quiere que se pierdan. La ceranía o la indiferencia con estos más pequeños, es cercanía o indiferencia con Jesús.

Es posible que haya serios problemas para convencerse de esta identificación; ambos, los justos y los injustos,se sorprenden que lo que hicieron o dejaron de hacer a aquellos más pequeños haya sido el mismo Jesucristo.

El relato de la venida del Hijo del Hombre relaciona la bondad o la maldad de los servidores con la capacidad de descubrir y tratar a las personas, sobre todo a los más necesitados, como presencia real de Jesucristo. En este sentido, el servidor fiel y prudente sería también el que es capaz de comportarse con justicia.

Quien quiera ser un servidor fiable y competente debe convercerse que las demás personas, sobre todo los que más sufren, son Jesucristo. En nuestro caminar por la vida no vamos encontrando gente extraña, sino hermanos, no trabajamos con números de la estadística sino con personas; cualquier descuido en la atención y el compromiso con los más necesitados pone en riesgo nuestra fidelidad a Dios y a la vida que dura para siempre, la vida eterna.

¿Realmente vemos a Jesucristo en los más necesitados ?

Pidámosle a Dios la claridad de pensamiento necesaria para reflexionar en nuestra familia, grupos parroquiales, comunidad, sociedad ... sobre este punto fundamental en nuestra vida: la presencia real de Jesús en los más pequeños y la responsabilidad que tenemos ante cada uno de ellos.

Rogémosle que nos conceda la valentía suficiente para tomar las decisiones necesarias e ir siendo más coherentes con este mensaje.

Alabemos a Dios por que se nos ha manifestado en su Hijo Jesucristo y porque Él ha querido estar presente en los más pequeños, en los sencillos.

martes, 15 de noviembre de 2011

¿Soñaría Cristo alguna vez con llegar a ser rey?




Cristo nació en condiciones muy desfavorables, en medio de una gran pobreza y, tuvo que huir con sus padres a establecerse en tierra extraña, en Egipto, para escapar con vida, se desarrolló en los montes de Galilea, entre las ovejas y un taller de carpintería, de manera que ni en sueños llegó Jesús a pretender ser Rey. Luego, en su vida pública conoció el despotismo, la injusticia y la maldad con la que proceden los reyes de la tierra, de manera que aunque quisieron proclamarlo rey, siempre se negó a tal condición. Y sin proponérselo, un día se vio con una corona de espinas sobre su cabeza, y quien lo proclamó rey en lo alto de la cruz, fue precisamente el poder despótico de una nación extranjera. Quedó convertido en un rey de pacotilla. ¿Por qué entonces la pretensión de llamarlo Rey? La fiesta de hoy, nació en un momento difícil para la Iglesia en Europa, en 1925, y sin embargo, no cabe duda de que Cristo es Rey precisamente por su entrega en la cruz, y por la gloria que su Padre de dio por su generosidad y su entrega al bien de los pobres, de los necesitados y de los que padecen la injusticia y la maldad de los hombres. Los profetas del Antiguo Testamento lo contemplaban con la realeza y la bondad sobre sus hombros. Nunca quiso Cristo la realeza sobre la tierra, pero todas sus acciones estuvieron encaminadas a fincar el Reino de verdad, de justicia, de paz, de amor y de perdón, a total diferencia de los reíros de la tierra.
Y dado que San Pablo contempla a Cristo como el Resucitado, el primero entre todos los hombres, San Mateo nos presenta a Cristo con gran majestad, pero sin hacerlo llamar Rey, simplemente como Cristo solía hablar de sí mismo, como el Hijo del hombre, que juzgará públicamente a todos los hombres sobre una sola realidad: el amor a los pobres, a los desamparados y a los que fueron tratados con injusticia. No preguntará Jesús a qué religión se perteneció, cuáles fueron sus rezos o sus ritos, simplemente qué hicieron con los más pobres del Reino de su Padre. Ya me imagino a las viejitas de todas los días en las bancas de nuestros templos: “Mira a fulanita, tan buena que parecía, mira a dónde va” y otra dirá: “Y ahí va don fulano, que yo creía que era tan malo, mira, mira ahora cómo es tratado”. Pero eso no ocurrirá, nadie tendrá tiempo para juzgar, sólo Cristo que hará sentar a los que alcanzaron gracia, cerca de él, a la derecha del Padre, sin que esto tenga ninguna connotación política, simplemente en el lugar principal en el Reino de los cielos. Es momento de aprender la lección, de darnos cuenta que ya nos han comunicado de qué nos examinarán.
Los reyes no abren la puerta a los que les visitan, para eso tienen empleados, y quieras o no, los que abrirán las puertas, por voluntad de Cristo serán precisamente los pobres, los desarrapados, los que estuvieron desnudos o hambrientos, los que fueron privados de su libertad y hechos prisioneros porque para ellos no hubo justica, los que lloraron por la maldad de otros, los que cargaron con la cruz de la opresión y la miseria. Ellos serán los porteros de Cristo y del Reino, de manera que lo mejor será comenzar a ganarnos ese lugar, cuidándonos de no despreciar ni pisotear a los más desprotegidos del Reino, y nuestro pase será una realidad, pues el Espíritu Santo de Cristo estará presente, impulsándonos como impulsó a Cristo Jesús ya desde el seno de su madre, sin desprenderse nunca más de él, acompañándolo en lo alto de la cruz y asistiendo al momento de su suprema exaltación como el Resucitado que espera la presencia de todos aquellos por los que él dio su propia vida para hacerlos vivir para siempre en su Reino.

domingo, 13 de noviembre de 2011

El peligro de la fecundación in vitro



A pesar de que cada vez más mujeres utilizan los tratamientos de fecundación in vitro, aumentan las evidencias que confirman las desventajas de su uso.

El médico canadiense John Barrett describía lo que denominaba una "epidemia de nacimientos múltiples, debidos en gran parte a la fecundación in vitro", informaba el periódico National Post el 22 de septiembre.

"Lo que está haciendo la industria de la fecundación in vitro es crear una población de bebés enfermos... que está afectando a toda la sociedad", afirmaba.

Según el artículo que citaba datos de Statistics Canada, el número de nacimientos múltiples en Canadá ha aumenta en un 45% hasta casi 12.000 al año en el periodo 1991 a 2008.

En otro artículo sobre la fecundación in vitro el 26 de septiembre, el National Post informaba de que se la ha vinculado a raros trastornos genéticos.

En una conferencia sobre fertilidad, la doctora Rosanna Weksberg decía que los bebés nacidos por fecundación in vitro tienen 10 veces más probabilidades de sufrir problemas genéticos. Aunque declaraba su apoyo a la utilización de la fecundación in vitro, Weksberg también decía que está viendo a muchos niños nacidos gracias a ella que sufren de raras enfermedades.

Añadía que hay evidencias de que los bebés nacidos por fecundación in vitro son más propensos a nacer con bajo peso.

La causa de este aumento del riesgo de problemas genéticos es desconocida, pero según Weksberg podría ser una combinación de los problemas de fertilidad de los padres y de los tratamientos de fertilidad mismos.

En los casos en los que se involucra a donantes externos, para los niños puede haber otros problemas debido a la falta de conocimiento de los problemas médicos de su padre biológico.

Enfermedad

En Australia, un canal de televisión hacía pública hace poco la historia de una mujer concebida con el semen de un donante, que ahora tiene cáncer de colon hereditario, algo que no viene de su madre.

Según un reportaje publicado el 5 de septiembre por el servicio British BioNews, la mujer no puede obtener información alguna sobre su padre, ni puede contactar con sus otros ocho medio hermanos, por el hecho de que en el momento de su concepción la identidad de los donantes se mantenía en secreto.

Algunos estados australianos han cambiado la ley que exige a los donantes que consientan que se divulgue información sobre ellos, pero el cambio no tiene carácter retroactivo.

El 21 de julio la norteamericana ABC News informaba de un problema parecido. Rebecca Blackwell y su hijo de 15 años, Tyler, estaban intentando localizar al padre donante de semen y, aunque no ha respondido a sus solicitudes de información, la hermana de este hombre les comunicó que su hermano tenía una enfermedad hereditaria de la arteria aorta del corazón.

Descubrieron que Tyler había heredado esto, lo que podría matarlo sin previo aviso. Más tarde se sometió a una operación, pero será necesario que se someta a una vigilancia continua el resto de su vida.

El padre de Tyler donó su semen a tres clínicas, siendo padre de al menos 24 niños. No contó a ninguno de ellos sus problemas de salud, que también incluyen el síndrome de Marfan, una enfermedad de los tejidos.

Cuando el semen de un donante se utiliza con mucha frecuencia se presentan otras consecuencias negativas. La preocupación es que alguno de los niños, al ignorar quién es su padre, puedan mantener una relación incestuosa.

El Sunday Times de 18 de septiembre informaba de que un donante de semen británico engendró hijos para 17 familias.

Las directrices oficiales ponen un límite de 10, pero la Human Fertility and Embryology Authority (HFEA) ha admitido que se ha sobrepasado en ocasiones. Además, tampoco saben cuántas veces se han roto las reglas.

"Existe el peligro real, en un país pequeño como el Reino Unido, de que los niños concebidos por un donante se encuentren sin saber que son medio hermanos", afirmaba Josephine Quintavalle, de la organización Comment on Reproductive Ethics.

En Estados Unidos, que es mucho más grande que Inglaterra, es significativo el problema de los múltiples descendientes de un mismo donante.

Un caso llamativo era el publicado el 5 de septiembre por el New York Times, que contaba que un hombre había sido padre de hasta 150 hijos. Aunque este es un caso extremo, el artículo decía que hay muchos otros casos de donantes que han sido padres de 50 o más hijos.

"Tenemos más normas que entran en juego al comprar un coche usado que al comprar semen", decía Debora L. Spar, autora de The Baby Business: How Money, Science and Politics Drive the Commerce of Conception (El negocio de los bebés: cómo el dinero, la ciencia y la política dirigen el negocio de la concepción).

Según el New York Times, no hay datos ciertos sobre cuántos niños han nacido utilizando semen de donantes. Se han hecho varias estimaciones que van desde los 30.000 a los 60.000.

Complicaciones

No sólo los bebés corren riesgo. Un análisis de los estudios existentes mostraba que las mujeres que se someten a fecundación in vitro tienen un riesgo mayor, en algunos casos de hasta un 40% más, de complicaciones graves durante el embarazo, informaba el 20 de octubre el periódico Telegraph de Londres.

Se cree que el proceso de desarrollo inicial del embrión fuera del cuerpo de la madre lleva posteriormente a un mal desarrollo de la placenta. Otra causa es que la mujer tiende a ser más mayor y a tener problemas de salud.

Algunos tratamientos de fecundación in vitro implican la donación de óvulos de otra mujer. El Sunday Times informaba el 23 de octubre de que se ha suscitado preocupación por el gran número de óvulos que se toman de algunas donantes, lo que las pone en peligro.

Además de problemas como cambios de humor, dolores de cabeza y cansancio, las hormonas inyectadas en las donantes pueden llevarles a una situación conocida como síndrome de hiperestimulación ovárica, que causa coágulos de sangre y daño renal e incluso en algunos casos la muerte.

Los datos del HFEA muestran que en un caso se tomaron hasta 85 óvulos de una sola donante. A otras se les había retirado de 50 a 70.

Esto se ha conocido en un momento en el que las autoridades de fertilidad han aumentado --de 250 libras a 750 libras (de 400 dólares a 1.200 dólares)- la cantidad que se puede pagar a una donante de óvulos, informaba el 20 de octubre el periódico Independent.

La medida se ha adoptado porque las clínicas sufren escasez de donantes. Esto se debe en parte al haber sido suprimido en 2005 el anonimato de la donante.

"Esta es una decisión desgraciada que pone en peligro la salud de mujeres jóvenes", declaraba David King, director de la organización Human Genetics Alert. El pago de 750 libras es un gran incentivo para las estudiantes universitarias, que luchan por pagar sus estudios, decía.

Aparte de los riesgos para la salud, las clínicas a veces cometen errores, algo que, según un artículo del Daily Mail de 13 de agosto, va en aumento en Gran Bretaña.

Las cifras de la HFEA revelan que en 2010 hubo 564 errores graves o cuasi accidentes en la clínicas de Gran Bretaña. Es una cifra tres veces superior a la de 2007.

Los errores incluyen inyectar espermatozoides incorrectos en un óvulo, destruir embriones por accidente, e implantar en mujeres embriones incorrectos.

Sólo ha habido un ligero aumento en el número de tratamientos de fecundación in vitro en los últimos años, por lo que el notable aumento de errores no se debe a que haya habido un mayor número de casos.

Antes, en un artículo de 22 de julio, el Daily Mail informaba de que las clínicas desechan cientos de miles de embriones.

Según las cifras publicadas por el Departamento de Sanidad, por cada nacimiento con éxito por fecundación in vitro, se crean más de 30 embriones humanos.

La información revelaba que, desde 1991, para las técnicas de fecundación in vitro se han creado más de 3 millones de embriones, con menos de 100.000 nacimientos resultantes.

Según el Daily Mail cerca de 1,5 millones han sido desechados en el curso de los tratamientos y más de 100.000 fueron entregados para investigación en experimentos destructivos.

La oposición de la Iglesia católica a la utilización de la fecundación in vitro es bien conocida, pero no es necesario ser católico para abrigar preocupación por el inmenso coste humano que implican estos procedimientos

Rusia, dos pasitos en favor de la vida


Vladimir Putin, presidente ruso, ha promovido leyes en favor de la vida, para contrarrestar la crisis demográfica que vive su nación. No se permitirá abortar después de la semana doce de embarazo, dictaminó el parlamento ruso este 21 de octubre de 2011.

Después de noventa años, Rusia, se dio cuenta del mal cometido. En 1920, Rusia, Vladimir Lenin se vanagloriaba de dirigir la primera nación que legalizaba el aborto a nivel mundial. Para 1960, las leyes abortivas se hicieron aún más libertarias. Pero no fue hasta el 21 de octubre de 2011 que una sociedad rusa diezmada por el flagelo del aborto reconoce su error. Un promedio actual de 1,4 hijos por familia que ni siquiera garantiza el reemplazo generacional, pero sí el envejecimiento constante de un pueblo.

En Rusia, los abortos superan a los nacimientos. En 2004, 1,6 millones de mujeres abortaban contra 1,5 millones que daban a luz. Ante esta alarma demográfica, el gobierno de Vladimir Putin ha tomado cartas sobre el asunto. El objetivo: elevar la tasa de natalidad al menos un 30% en los próximos tres años. Todo esto respaldado con una fuerte inversión de 1,5 billones de rublos.

La ley da dos pasos –milimétricos- en favor de la causa pro-vida, pero avances al fin: se restringe el plazo para abortar legalmente de la semana 12 a la 22, y se estipula un período de dos a siete días -"la semana de silencio"- para reconsiderar la decisión de interrumpir el embarazo.

Además de restringir el aborto, Rusia también ha creado un “capital materno”. Las madres recibirán cerca de diez mil dólares americanos por hijo, una estrategia para incentivar los nacimientos.

En el parlamento ruso, se gestiona un proyecto de ley para descalificar publicitariamente al aborto, promoviendo una campaña pro-vida. Por su parte, los miembros de la Iglesia Ortodoxa exigen el consentimiento del esposo o de los padres de una menor de edad que desea abortar y promueven la objeción de conciencia de los médicos. Ambas iniciativas eclesiales no han sido aprobadas por el parlamento ruso.

De acuerdo con las estadísticas oficiales, las mujeres rusas se someten a una media de dos abortos en su vida. Un 20 por ciento de las parejas son incapaces de tener hijos debido a abortos mal practicados. No obstante, el número de abortos se ha reducido en los últimos años, ya que en 2005, era de 104,6 abortos por cada cien nacimientos, y en 2010, fue de 58,7 por cada centenar de partos.

La realidad rusa contrasta con los países en subdesarrollo, donde las compañías abortivas promueven sus campañas bajo la bandera de la sobrepoblación mundial.

¿Queremos repetir la historia de un pueblo herido por el suicidio social del aborto? ¿O lo único que interesa es el dinero que produce ese “negocio” tan lucrativo? Los hechos golpean, pero a veces lo único que verdaderamente enseña es la propia experiencia.

MIEDO AL RIESGO



La parábola de los talentos es muy conocida entre los cristianos. Según el relato, antes de salir de viaje, un señor confía la gestión de sus bienes a tres empleados. A uno le deja cinco talentos, a otro dos y a un tercero un talento: «a cada cual según su capacidad». De todos espera una respuesta digna.
Los dos primeros se ponen «enseguida» a negociar con sus talentos. Se les ve trabajar con decisión, identificados con el proyecto de su señor. No temen correr riesgos. Cuando llega el señor le entregan con orgullo los frutos: han logrado duplicar los talentos recibidos.
La reacción del tercer empleado es extraña. Lo único que se le ocurre es «esconder bajo tierra» el talento recibido para conservarlo seguro. Cuando vuelve su señor, se justifica con estas palabras: «Señor, sabía que eras exigente y siegas donde no siembras... Por eso, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo». El señor lo condena como empleado «negligente».
En realidad, la raíz de su comportamiento es más profunda. Este empleado tiene una imagen falsa del señor. Lo imagina egoísta, injusto y arbitrario. Es exigente y no admite errores. No se puede uno fiar. Lo mejor es defenderse de él.
Esta idea mezquina de su señor lo paraliza. No se atreve a correr riesgo alguno. El miedo lo tiene bloqueado. No es libre para responder de manera creativa a la responsabilidad que se le ha confiado. Lo más seguro es «conservar» el talento. Con eso basta.
Probablemente, los cristianos de las primeras generaciones captaban mejor que nosotros la fuerza interpeladora de la parábola. Jesús ha dejado en nuestras manos el Proyecto del Padre de hacer un mundo más justo y humano. Nos ha dejado en herencia el mandato del amor. Nos ha confiado la gran Noticia de un Dios amigo del ser humano. ¿Cómo estamos respondiendo hoy los seguidores de Jesús?
Cuando no se vive la fe cristiana desde la confianza sino desde el miedo, todo se desvirtúa. La fe se conserva pero no se contagia. La religión se convierte en deber. El evangelio es sustituido por la observancia. La celebración queda dominada por la preocupación ritual.
Sería un error presentarnos un día ante el Señor con la actitud del tercer empleado: "Aquí tienes lo tuyo. Aquí está tu Evangelio, aquí está el proyecto de tu reino y tu mensaje de amor a los que sufren. Lo hemos conservado fielmente. Lo hemos predicado correctamente. No ha servido mucho para transformar nuestra vida. Tampoco para abrir caminos de justicia a tu reino. Pero aquí lo tienes intacto".

martes, 8 de noviembre de 2011

FRUCTIFICAR LOS TALENTOS DADOS POR DIOS



La capacidad de estar a la altura de las circunstancias de lo que se ha encomendado es hacerse merecedor de mayor confianza y de participar de la vida, del gozo, de la alegría de la casa del Señor.
El acierto esta en saberse administrar, y como contraparte se presenta el mal servidor que se olvida de lo elemental de lo relevante. El servidor malo es el que por comodidad o resentimientos no sólo no produce con el talento que le fue confiado sino que, además, es un siervo inútil que no proporciona provecho alguno, es improductivo, sin mérito.
El ser humano tiene el riesgo, ante la incapacidad de dar frutos, de buscar pretextos o excusas que a fuerza de enfatizarlas quiere convertirlas en razones.
El optimismo y el buen sabor de boca que nos deja la constatación de que hay gente que, al sentirse responsable, hace producir lo que El Señor le ha confiado. Esto NO debe provocar que seamos ingenuos:
Existe el peligro real de no ser productivos y, más aún, de buscar culpables incluso usando imágenes deterministas de Dios. Quienes queramos ser servidores fieles y prudentes debemos estar a la altura de las circunstancias conscientes de que El Señor ha puesto su confianza en nosotros y que debemos producir y no cualquier fruto, sino lo que pida nuestra realidad y la fidelidad a la Palabra del Señor.
Debemos buscar, reconocer y superar los defectos que nos hacen que nos vaya mal y asumir con madurez y responsabilidad nuestro actuar para ser dignos de la confianza del Señor.
Roguemosle al Señor que ilumine nuestra mente y toque nuestro corazón para que podamos dicernir en lo realmente nos pide para dar excelentes frutos.

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Quién ocupa el centro de tu vida?


En esta ocasion Cristo hace un llamado para no ser Cristianos Dormilones, La Fe es un don de Dios Padre y nos es entegada en Nuestro Bautismo, pero en nuestros primeros años depende de nuestros padres el ir cultivando y descubriendo la existencia de Dios, la procedencia de nuestro ser, y la maravilla de habernos, creado Dios a su imagen y semejanza, desgraciadamente creo que ahì es donde empieza nuestro problema, ya que si desde el seno familiar, no se enseña a buscar a Dios todos los dìas y a ponernos en sus mano, caemos en lo que el mundo actualmehte ha caido, Que es creer que gracias a su inteligencia, proporcionada por cierto tambièn por Dios, cree que no necesita de DIOS y se empeña y se afana por los bienes solo terrenos, como si esta fuera a ser duradera, sin hacer conciencia de que es solo pasajera.

El tamaño de nuestra Fe, es por tanto una conquista personal que a decir verdad, necesitamos cultivarla dìa a dìa, y ser asiduos, en emplear todos los recursos posibles para lograrlo, entre los principales se encuentra la lectura de la palabra de Dios, el ser constante en la recepcion de los Sacramentos, abrir nuestro corazon y ser humildes, leer la vida de algun santo, el periodico Gaudium , otras libros religiosos, para dejar que Cristo entre en nuestro ser y solo de esta manera actuara en nosotros y podremos, logarar ese crecimiento de nuestra Fe la cuàl se ve amenazada ademàs por las acciones del malignos que trabaja continuamente, nos conoce perfectamente en el mas leve descuido nos hace caer.

Algo muy importante que aprendì en un retiro es el dejar de Ser uno mismo Centro de su vida, para hacer que sea Cristo quien reine en nuestro ser, solo de esa manera nuestra vida tendra un verdadero sentido, para buscar al Santidad que es tener en nuestro ser la presencia de Dios pero ya desde esta vida. Ya que Cristo , lo dijo muy claro, quien me ame, cumplira mis mandamientos, y solo de esta manera , Cristo vive en nosotros.

Una nueva imagen de cristiano para el siglo XXI!


Se nos acaba el año litúrgico y los textos de la Escritura nos invitan a una seria reflexión para situarnos en nuestra verdadera posición de hombres limitados en el tiempo y en el espacio. La vida se nos acaba, se nos termina. Pero estaríamos muy fuera de la verdad al juzgar que la Iglesia nos invita “al bien morir” cuando lo que desea es precisamente que nosotros nos acostumbremos “al bien vivir” pues a eso nos invita Cristo. Ya los primeros cristianos vivían preocupados, mejor aún muy preocupados por la segunda venida al fin de los tiempos, pero San Pablo sale el encuentro de la dificultad, y los invitaba con fuertes palabras a dejar ya de ser los cristianos sumidos ciertamente en la esperanza pero al mismo tiempo en la inactividad: “A ustedes hermanos, ese día (el día de la aparición gloriosa de Cristo) no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y de las tinieblas. Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos, antes bien, completamente despiertos y vivamos sobriamente”. Esa recomendación nos cabe como anillo al dedo a nosotros hombres del flamante siglo XXI para dejar de ser los cristianos “domingueros” que en su misa dominical parecen angelitos de la gloria, con sus sus bracitos cruzados, sus ojitos hacia arriba, que dan profundos suspiros, que a veces abren su boquita para la comunión, pero que al final se despabilan, casi se sacuden el polvo y la oscuridad de la Iglesia, y se dedican a darle vuelo a la hilacha, despreocupados de su destino final, y ocupados profundamente en los asuntos de este mundo, en sacarle el mayor jugo a la diversión y no demasiado ocupados en el trabajo, que se considera como un mal necesario. Hoy tendríamos que escuchar la voz del Papa Benedicto XVI en la convocación para el Año de la fe: “Habrá que intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo. Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo”.
Esa es entonces la ilusión, que los cristianos de hoy, vivamos en profundidad nuestra fe, pero no en la penumbra de nuestros templos sino iluminando este mundo en el que nos desarrollamos y en el que nos ha tocado vivir para que la luz de Cristo resplandezca verdaderamente haciéndolo brillar en su Resurrección, después de haber pasado nosotros mismos por el camino de la cruz, de la entrega y de la fidelidad. Esto es precisamente lo que Cristo nos anuncia con la parábola del amo que al irse de viaje a un país lejano, quiso dejar a sus tres servidores una fortuna para que la trabajaran hasta su regreso. Dos de ellos, según su capacidad, doblaron la cantidad, pero un tercero, temeroso, tímido quizá o a lo mejor hasta flojo, fue y escondió el dinero bajo tierra, hasta que volviera el patrón. Y su castigo fue ejemplar, pues no fue capaz ni siquiera de meter el dinero al banco para que hubiera producido sus intereses. No escatimemos pues nuestro esfuerzo para que nuestra fe ilumine los hogares con un amor que se vea y se sienta entre dos esposos que se aman, en el trabajo con un trato de persona a persona donde cada uno mire con responsabilidad por la empresa de la que todos comen, y en nuestra relación con los demás, como una comunidad de hermanos que caminan no hacia el final de esta vida, sino al encuentro con la paz, la alegría y el verdadero descanso eterno.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

jueves, 3 de noviembre de 2011

SIEMPRE ESTAMOS ELIGIENDO




Vivir la vida es algo muy sencillo pero nosotros la hemos hecho muy complicada. Como seres creados por Dios con múltiples capacidades nos cuesta madurar, relacionarnos y lo que más nos cuesta es poder elegir. Tú puedes observar los animales y el resto de la creación, y ninguno se complica, no se preocupan por su pasado ni se afanan por el mañana. Sólo nosotros somos capaces de convertir un si hasta que la muerte nos separe en un me quiero divorciar, no aguanto más. Igual pasa en las relaciones, en los negocios, en el trabajo y en el ministerio. Nuestra tendencia es a complicar las cosas en vez de buscar soluciones. Si nos equivocamos fue por nuestra elección, Dios te dio esa capacidad de elegir y siempre nos lleva a elegir. La vida es una constante elección y mi elección es la que me hace libre o esclavo.
Tú ya no puedes cambiar tu pasado, pero si puedes cambiar tu futuro a partir de hoy con tan solamente elegir bien. Si tú eliges bien te ira bien en la vida. Siempre estamos eligiendo.
" Hoy de doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal. " Deuteronomio 30:15.
¿ Cuál va a ser tu elección hoy ? ¿ Te vas a dejar llevar por tus emociones o sentimientos ? ¿ Vas a seguir buscando culpables en el pasado de tu situación ? ¿ Vas a seguir excusándote en tus debilidades para no cambiar ? ¿ Vas a seguir pensando que algún día todo cambiará ? ¿ Vas a seguir siendo víctima o te convertirás en el protagonista de tu vida ?.
Elegir bien es ser libre, es ser consciente de mis elecciones. Si no estás consciente de tus decisiones pierdes la libertad. Y sin libertad olvidas tu verdadera identidad como hijo de Dios y te pierdes del maravilloso destino de la vida.
Si aún te equivocaste en tus decisiones, si la elección que hiciste un día consideras que fue la peor porque no estas disfrutando nada, hoy es el mejor día para cambiar tu realidad, todo tiene solución en Dios, comienza a elegir bien, entrégale tu corazón y deja que Dios guíe tu vida.