lunes, 27 de septiembre de 2010

EL ARTE DE ENSEÑAR LOS LÍMITES A LOS HIJOS


¿Quién es el culpable?

En 2003, en Suecia, una chica de nueve años e hija única, levantó una denuncia legal contra su padre después de una negativa de comprarle una muñeca. La niña puso en práctica lo que había aprendido en la escuela.

Cogió el teléfono y denunció a su padre con la acusación de haber abusado sexualmente de ella. La sentencia del jurado fue a favor de la hija y el padre fue condenado a siete años de prisión. Pocos días después del veredicto la niña sintió remordimiento y recapacitó sobre la gravedad de lo que había hecho.

Quiso levantar la acusación contra su padre, pero la respuesta que recibió fue que el caso ya estaba cerrado. Los responsables del proceso creyeron que el motivo de la retracción de la chica se podía deber al cariño natural que tenía hacia su padre y a la nostalgia de no tenerlo en casa. Tuvo que afrontar las consecuencias de su capricho.

¿Quién fue el culpable en este hecho? ¿Acaso la educación impartida en la escuela, la negación por parte de su padre, la simple extravagancia de la niña, o la falta de unos principios básicos inculcados en el seno de la familia? Ciertamente estos cuatro elementos influyeron de algún modo, pero es necesario identificar lo que está a la raíz del tal acontecimiento. El desacierto de base se debió a que la niña se percató de su error en el momento en que tropezó con los frutos de su acto, cuando ya no había vuelta atrás. No distinguió el límite hasta donde pueden llegar sus gustos. No vio aquella línea intransitable del mero antojo, la frontera entre la arbitrariedad pueril y la decisión responsable.

A los hijos se les debe dar cariño, no se les debe atar a leyes secas y sin motivo, impuestos como fardos pesados que les impidan un sano crecimiento. Se les debe introducir en el arte de la vida infundiéndoles los cánones elementales del arte, para que puedan llegar a ser verdaderos genios artísticos que aporten belleza y novedad a su entorno.

La educación de los hijos, ciertamente, no puede excluir rotundamente reprensiones y prohibiciones. Que éstas no se impongan como cadenas que impidan el vuelo, sino que los frene lo suficiente para fortalecerlos y les permita alcanzar el desarrollo sano de su personalidad. En vez de restringirlos con barreras, hay que ponerles un cauce bien delimitado, flexible, amplio y orientado hacia un fin.

Buscando su mejor bien
La buena regla va acompañada de un estímulo. No se le exige a un hijo el orden para privarlo de espontaneidad, sino para que cuente con un lugar más adecuado. No se le pone un horario por desconfianza, sino para que pueda confiar en sí mismo como persona disciplinada y responsable. Un mandato no lo empequeñece, sino que busca engrandecerlo; no lo debilita, sino que lo robustece; no se le impone una camisa de fuerza, se le ofrece un vestido digno para la vida.

El incidente en Suecia se debió a que la niña carecía de una clara noción de responsabilidad. Si en su casa existían las normas, para ella sólo representaban prohibiciones sin sentido impuestas con el único fin de hacerle más aburrida su vida. Para ella, la muñeca de la tienda le pertenecía simplemente por haberla deseado y su padre sólo podía realizar efectivamente ese hecho consumado sin obstaculizarlo en lo más mínimo. Al oponerse el padre, su hija se creyó con el derecho de acudir al estado y de hacerle ver a su padre los derechos de los que gozaba. En el momento en que descubrió que hay criterios familiares objetivos que sólo buscan su mayor bien, y que el verdadero deseo de su padre era su máximo provecho, se dio cuenta que ya era demasiado tarde.

Si se sabe reprender al hijo de tal modo que reconozca que se hace por amor a él, y si se le enseña a descubrir las implicaciones de sus actos, no sólo se evitarán casos similares, sino que el niño contará con los medios necesarios para valorar y apreciar las indicaciones de sus padres, que se desviven diariamente por él para darle lo mejor.


La pedagogía de la Y

Siempre me ha maravillado la predilección que los humanos tenemos por la letra O. Me refiero, claro está, a la O disyuntiva, que nos obliga siempre a quedarnos con esto O con aquello, a encasillarnos aquí O allá. Tener que elegir entre el fútbol O los toros, sentir predilección por las derechas O por las izquierdas, gozar del verano O del invierno, preferir la carne O el pescado. ¿Y no podría uno elegir como norma de su vida la Y griega y apostar a la vez por el fútbol Y los toros, por el otoño Y la primavera, por un poco de las izquierdas Y otro poco de las derechas o por ninguna de las dos, por un plato de pescado seguido por otro de carne o, tal vez, por un plato con huevos? Parece que no, tenemos que practicar diario el disyuntivismo, el separatismo espiritual, o esa intransigencia, que alguien llegaría a llamar la “santa intransigencia”.
Sucede que a mí –que en este punto debo de ser muy poco patriota- me encanta la Y griega. Y lo más gracioso es que esa predilección me viene de mis estudios de la teología católica, que dicen que es tan dogmatizadora.
Al estudiar Teología, TRATADO de Dios, me llamo la atención la tendencia de nuestros dogmas a salvar muchos dilemas saltando por encima de ellos y montándose en la síntesis. Te preguntaban por ejemplo, si Dios era uno o trino, si Cristo era Dios u hombre, si María fue virgen o madre, si los hombres se salvaban por mérito propio o por pura gracia de Dios, y la lógica te respondía que tenías, en todos esos casos, que elegir una parte de cada uno de esos dilemas, ya que si fuera uno no podría ser trino, siendo virgen no podría ser madre, la naturaleza de Dios era distinta de la del hombre y el merito era diferente de la pura gracia. Pero luego venia la Revelación, que iba más allá que la lógica humana, y te explicaba que no había que elegir entre esos dilemas y que Dios podía ser uno y trino; María, virgen y madre a la vez; Cristo, Dios y hombre, y que la salvación venía del merito y de la gracia a la vez y simultáneamente.
Este modo de plantear y discurrir me gustó. Porque yo había descubierto ya que, si bien hay cosas que son metafísicamente inalcanzables, hay muchas otras que suponemos precipitadamente que son contradictorias, pero que son objetivamente compatibles y combinables.
Tampoco me había convencido nunca ese argumento de que, dos y dos son cuatro y nunca tres y media, es cierto que dos y dos nunca serán tres y media, pero también lo es que cuatro es el resultado de la suma de dos y dos, pero también de la suma de tres y una, de dos y media y una y media, de dos más una y una, y de cien mil operaciones que me demostraban que, aunque la verdad es una, se puede llegar a ella por cientos de caminos diferentes.
Por eso me ha gustado siempre más sumar que dividir, superar que elegir, compartir que encasillar. Cuando alguien me decía que había que trabajar con las manos y no con las rodillas, yo me preguntaba: ¿Y por qué no con las manos y con las rodillas? Cuando me pedían que optara entre el orden y la justicia, yo aseguraba que ni el uno existe sin la otra ni la segunda se consigue y mantiene sin el primero. Cuando me preguntaban si yo prefería ser cristiano o ser moderno, gritaba que ambas tareas me enamoraban y que no estaba dispuesto a renunciar a ninguna de ellas.
Como no recordar a Santa Teresa, que, en un siglo aún mas divisor que el nuestro, supo ser partidaria de la oración y de la acción, de la interioridad y la extraversión, de la ascética y del humanismo, de la libertad y de la obediencia, del amor a Dios y el amor al mundo, de la crítica a los errores eclesiásticos y de la pasión por las cosas de la Iglesia. Sí; los hombres y los santos de la Y siempre me han entusiasmado.

jueves, 23 de septiembre de 2010

el Papa en Escocia

El Papa en Inglaterra

¿Los pobres te tienen sin cuidado? Entonces, ¡Cuidado!

¿No te ha pasado que procupado por tu propio bienestar y por tu futuro, de pronto, en la esquina de tu casa, te encuentras con alguien mal vestido, aunque no te pida nada, no has lanzado la acusación de que quizá es un drogadicto, o alcohólico, o quizá un ladrón, o quizá alguien que está sufriendo una terrible enfermedad que ha sido causada por su estilo de vida, o que ha sido tan flojo que no merece nuestra consideración? En fin, lanzamos la mirada y el juicio, pero no reparamos en su propia mirada en la que nos encontraríamos con una persona que sufre y que se angustia no precisamente por su propia condición, sino por la condición a la que lo ha reducido nuestra sociedad.

Pues si así has pensado, vale la pena detenerte en una parábola mencionada exclusivamente por San Lucas en su cap. 16. Se trata de dos hombres, descritos como sólo Cristo sabe hacerlo, el uno, llamado Lázaro, pobre de remate, “de solemnidad”, como decían antes, hambriento, flaco, llagado y sentado sin ser visto, a la puerta de un rico. El segundo personaje, acomodado, acaudalado, y derrochador que a diferencia de los personajes de este mundo que siempre son noticia, que aparecen en los diarios y en la televisión, ni siquiera tiene nombre. Esa es la primera escena, una descripción de los personajes. La segunda escena, dramática, nos presenta a los mismos personajes en el otro mundo. De Lázaro se dice que fue llevado al seno de Abraham, lo cuál equivale al cielo, y del rico que nombraremos Epulón, banqueteador, simplemente se dice que “fue enterrado” y nada más. Hay un momento en que el rico ya condenado, pidió la intercesión de Lázaro, al que llamó por su nombre, para que fuera y mojara con una sola gota de agua su lengua porque no aguantaba los tormentos y la respuesta fue que definitivamente eso no era posible, porque Lázaro ahora gozaba porque había recibido males, y en cambio él que había recibido bienes, ahora sufría tormentos.

Cuando acabamos de escuchar la parábola, inmediatamente hace uno conclusiones: los que sufren y se angustian, cambiarán su situación y entonces gozarán, en cambio, el que todo lo tiene, después tendrá que sufrir castigo. Pero tenemos que ser muy cautos, y habrá que decir que la parábola no es una descripción de lo que será la otra vida, ni es una promesa a los pobres de un final feliz por lo que sufrieron, y tampoco es una invitación a su resignación en beneficio del status quo de los ricos. Ni podemos pensar que el mensaje de Cristo es un reproche y un cerrar la puerta a los ricos simplemente por tener dinero, sino UNA LLAMADA URGENTE A TODOS ELLOS, pues definitivamente ser rico es ser ciego, no tener la mirada suficiente para darse cuenta de las necesidades de los que viven alrededor, es sencillamente negarse a amar, a considerar a los demás como seres humanos, y finalmente hacerse sordos a la llamada de Dios a la confianza en él y no en los bienes materiales. Hoy es dificilísimo saber hasta dónde una persona es rica o no lo es, y eso no importaría tanto, pues es legítimo poseer, y esto dicho para las nuevas generaciones, para los jóvenes que tratan de abrirse paso en la vida, lo condenable es el desear siempre más y más, lo mejor de lo mejor, y nunca saciarse, hasta caer en la condena de lo que Amós llama la “orgía de los disolutos”, pensar que la vida es una orgía de olores, de sonidos, y sensualidades aunque para conseguirlo tengan que explotar a los demás. La invitación de Cristo es sencillamente al amor y a crear condiciones de vida que permitan que esas situaciones de injusticia que estamos viviendo, den lugar a una situación mejor. Pero a riesgo de traspasar el espacio permitido, podemos escuchar la advertencia de los obispos mexicanos: “una sociedad que está marcada por la desigualdad no puede crecer con armonía. Allí donde imperan la miseria y la desigualdad, crecerá siempre el rencor y la tentación de caminos equivocados para el desarrollo personal y social. Es allí donde el crimen organizado puede encontrar mucho más fácilmente manos desesperadas dispuestas para la violencia. Es allí donde la manipulación política y hasta religiosa pasa por encima de la dignidad de las personas para ganar adeptos. Es allí donde se pueden generar estallidos sociales”. Amar a todos, a los más necesitados, es el grito de Cristo para los cristianos de hoy.

¿Verdadera necesidad o simples caprichos?


Ante la convicción profunda de que la riqueza crea una apropiación excluyente de la abundancia que no hace crecer al hombre , sino que lo destruye y deshumaniza , pues lo va haciendo indiferente, apático, e insolidario ante la desgracia ajena.
Es un verdadero reto a nuestra vocación de solidaridad, el fantasma de la pobreza amenazante de muchos hogares.
Nuestro gran pecado puede ser la apatía social, nos encerramos cada uno en " nuestra vida " y nos quedamos ciegos e insensibles ante la frustración, la humillación, la crisis familiar, la inseguridad y la desesperación de hombres y mujeres.
Ahora mismo hay una necesidad imperante de ayuda, a los que no tienen trabajo, a los que sus ingresos apenas les permiten subsistir. Debemos de atrevernos a contestarnos, ¿necesitamos realmente todo lo que compramos ?, ¿ Cuando termina nuestra necesidad real y cuándo comienzan nuestros caprichos ?.
Por otra parte, Jesucristo hace una declaración precisa sobre el destino final del hombre al morir , clarifica que allí no termina todo, al morir, el alma se separa del cuerpo y el destino es diferente. Jesucristo deja muchas revelaciones ya que afirma que hay vida después de la muerte, señala dos lugares: el cielo y el infierno. Destaca que hay clara conciencia del alma. Hay una barrera imposible de franquear después que hemos muerto, la desición se toma mientras estamos vivos.
Jesús se ofrece como respuesta al dilema de la muerte " Yo soy la resurrección y la vida el que cree en mí aunque este muerto vivira " Juan 11:25.
Alcanzar la meta no es morir, alcanzar la meta es cruzar ese fino velo que separa la vida terrenal de la vida celestial.
Dios no lo olvida; quien no vale nada a los ojos de los hombres, es valioso a los ojos del Señor. La iniquidad terrena es vencida por la justicia divina. Se trata de una situación inapelable y definitiva, por lo cual es necesario arrepentirse durante la vida; hacerlo después de la muerte no sirve para nada.
El Papa Pablo VI en la enciclica Populorum progressio habla de la lucha contra el hambre, escribió: " Se trata de construir un mundo donde todo hombre pueda vivir una vida plenamente humana donde el pobre Lazaro ( Eleazar ) " Dios le ayude " pueda sentarse a la misma mesa que el rico.
Que aprovechemos este tiempo presente para escuchar y poner en práctica esta Palabra de Dios; que estemos más atentos con los hermanos necesitados, para compartir con ellos lo mucho o lo poco que tenemos, y contribuir, comenzando por nosotros mismos, a difundir la lógica y el estilo de la auténtica solidaridad.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Una carta que hece pensar.

He leído su comentario del domingo 25 ordinario, y llama la atención el texto de Helder Cámara, el cardenal rojo, por su teoría, pero no rebelde al magisterio del Vaticano,
personaje que, siendo brasileño, basó los hechos en la tremenda desigualdad de su tierra natal.

De Juan Pablo II, qué decir, un personaje fuera de serie que imprimió su forma personal en la cátedra de Pedro, impulsando la doctrina social
de la Iglesia.

Prosiguiendo la lectura, el párrafo final mueve a reflexión y asalta la duda inmediatamente al recordar la parábola dicha por el Maestro. Quiere decir,
entonces, que si tomamos en cuenta el actuar de los personajes de la política, de la empresa y hasta de los traficantes, el utilizar el dinero y la posición
y actuar con audacia para no cerrarse las puertas de quienes han lastimado, de quienes han pisoteado, de quienes han exprimido, ¿se salvan?

Alabar y reconocer lo anterior, como tántos y tántos políticos lo hacen, cual trapecistas de circo, brincando y columpiándose del presupuesto y del
sueldo pagado por todos, con ese poder económico...¿abren las puertas de todos los sectores?

Políticos, no se diga, empresariales, también, ¿religiosos?...¿también? Esferas de poder en los cuales los Slim se codean con los Rivera, los Harp,
con los Cepeda, los López con los Harp, los Ebrad con los Ruíz, etc., etc.

Y los que no tienen nada...¿con quién? Aquellos que van pasando al día...¿con quién?

Por que los subordinados con los jefes, sobre todo en el sector público, por que algún día les puede "tocar" la grande. Jefe de Departamento, Oficial
Mayor, Sub Secretario y lo mejor Secretario de Estado. O Ediles, Diputados locales, federales, senadores y chance hasta candidatos presidenciales.

Gente que no duda hasta perder dignidad con tal de seguir teniendo "la chamba", que se vuelven serviles y hasta a los cónyuges dan a cambio de favores.

Y los líderes sindicales, y ... Para que seguir con "y" ...

Sin embargo, sé que la justicia divina siempre estará sobre la humana, y al final del camino las cosas claras se verán...pero, ¿no será demasiado tarde?

Un cordial saludo de corazón, pensamiento y palabra.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Yo también quiero ser ogro

La última entrega de Shrek, felices para siempre deja sorpresas muy gratas. Cuando empecé a verla, esperaba las gracias del burro, o las piruetas del gato. Y me encontré un Shrek maduro, problematizado por lo que inquieta a los humanos normales: la familia, la tentación, la redención, el amor. Y una Fiona magnífica contraparte.



Esta vez para Shrek no hay posibilidad de jugar, pues por la tentación en la que cae incitado por Rumpelstistkin, pierde todo lo que quería, todo lo que él sabía que quería, y que, por la rutina, y lo cotidiano, había perdido su brillo. El peso de la rutina se mete de tal manera en el corazón de Shrek que da lo que sea por un día de regreso a lo que él considera su verdadera identidad, la del ogro gamberrete, asustador, travieso. Ahí está la trampa que le pone Rumpelstiltskin. El precio, que a Shrek se le hace bajo, acaba siendo tremendamente alto: Shrek paga con el día de su nacimiento. Así Shrek solo tiene 24 horas de vida, las del día de ogro feliz. El problema no es que no lo reconozcan, ni el burro, ni el gato, ni el muñeco de jengibre, ni la misma Fiona. Si se no rompe el hechizo, desaparecerán él, sus hijos y su relación con Fiona. Lo que había comenzado como un juego de hombre casado que busca ser soltero, acaba con la destrucción de los amores de su vida: Shrek pasa de tener todo a no tener nada.



La solución radica en que se produzca el beso de amor verdadero entre Shrek y Fiona. Pero ella ya no quiere a Shrek. Aun cuando él consigue el beso, a ese beso le falta amor, porque Shrek ya no es nadie para Fiona. Ya no hay redención. Entonces aparece el mejor Shrek, que saca una gran nobleza de su interior: Shrek se olvida de sí mismo y se entrega a las necesidades de los demás.



Tampoco hay que llenar de cualidades morales a nuestro ogro verde, pero es interesante destacar los rasgos con los que enfrenta la parte final de la película. Shrek fracasa, al intentar sacrificarse a sí mismo para el bien de los ogros prisioneros de Rumpelstiltskin, personaje malvado de afilada astucia. Y entonces aparece en toda su grandeza, y Fiona descubre que Shrek merece la pena. La escena del amanecer que implica la muerte de Shrek es majestuosa: ante Fiona que pregunta qué es lo que puede hacer, Shrek responde que ella ya ha hecho todo lo que tenía que hacer. Y así, aunque parece que todo se pierde, Shrek gana todo, porque se ha ganado a sí mismo. Y aunque parece que no hay nada que hacer, Shrek deja una herencia imborrable en el corazón de Fiona. Eso es el amor.



Un diálogo entre Fiona y Shrek cierra la historia: “¿Sabes? –Dice Shrek a Fiona- siempre había creído que yo te había rescatado de la fortaleza del dragón”. “Y así fue” –responde Fiona-. “no, -replica Shrek- fuiste tú la que me rescataste a mí”. Recordar que el amor nos rescata, nos hace felices para siempre, y nos lleva a sacar lo mejor de nosotros, aunque, en el horizonte, la salida del sol parezca la señal de la pérdida de la esperanza.

En definitiva, merece la pena ver Shrek para quienes queremos vivir felices para siempre, para quienes atravesamos momentos complejos en nuestras relaciones más importantes, para quienes olvidamos que cada día hay que luchar por los dones que tenemos, para quienes tenemos necesidad de rescatar nuestro corazón. Merece la pena ver Shrek.

Fracaso de la Conferencia Mundial de la Juventud

Pretendían instalar la agenda del aborto, de la disolución de la familia y de la afirmación de las distintas “orientaciones” e “identidades” sexuales (LGTB: lesbianas, gays, travestis y bisexuales). Organizaron todo para hacerlo. Principalmente eligieron a los “jóvenes” (veremos más adelante quiénes fueron en realidad) que redactarían una democrática declaración para promocionarla con el nombre de “Declaración de Guanajuato” y de la cual dirían que es la libre expresión de los jóvenes de todo el mundo. Habían escogido el lema “Dilo fuerte” con este propósito. Pero este grupo de malos funcionarios de la ONU que habían preparado todo esto durante meses, nunca se imaginaron que un numeroso grupo de jóvenes de más de 50 ciudades de México y varios países se organizarían muy bien bajo el lema alternativo “Dilo Bien”.



Lo que pretendían



En nuestro boletín de la semana pasada explicamos el complejísimo esquema de participación en el evento http://www.lapop.org/content/view/342/22/.



Ahora no tenemos ninguna duda que fue pensado para que nadie pudiera percatarse de la manipulación de la “Declaración de Guanajuato”. La Conferencia Mundial de la Juventud 2010 tenía 3 Foros: de Gobiernos, Legislativo y Social (éste último a su vez dividido en dos, el Foro de ONG´s y el foro interactivo global). Quiénes deberían integrar cada foro y cuál era su participación en la Declaración final son asuntos que continuarán siendo un misterio.



Sin embargo, los que estuvimos esos días en León vimos a un mismo grupo de privilegiados, casi en su totalidad de ONGs abortistas o LGTB, que ejercieron casi todas las instancias significativas. Ellos tuvieron a su cargo el 99% de las conferencias, mesas redondas y talleres, haciendo de moderadores o facilitadores. Y fíjense quiénes eran.



Los participantes que estaban en desacuerdo o tenían una forma distinta de pensar, eran acallados, no tomaban en cuenta su participación y en otros casos les pedían que abandonen la sala. Lo mismo sucedió en el Foro de ONGs. Solamente a los privilegiados que ya hemos descrito, los funcionarios de ONU le concedían la palabra y les recibían sus aportes al documento final.



El resto de los participantes fueron un 90% DE escolares que participaban sin saber cuál era la finalidad del evento ni tener clara su presencia en el mismo. Seguramente, población donde los organizadores sabían que su ideología de género y de eufemismos del aborto podía ser recibida acríticamente.



Con esta “selección” no es de extrañar que en la declaración de la Reunión Global de ONGs incluyeran (el subrayado es nuestro):



Reconocer plenamente los derechos sexuales y reproductivos de las personas jóvenes, particularmente el derecho a decidir, mediante el acceso universal a servicios de salud sexual y reproductiva, que sean confidenciales y propicios para los jóvenes, incluyendo acceso a una educación de la sexualidad integral basada en información científica, en contextos formales y no formales. Implementar intervenciones efectivas clave en la atención a la salud materna, incluyendo acceso a una gama completa de anticonceptivos y aborto seguro.
Que los gobiernos reconozcan a las personas GLBT como parte del espectro de identidades de género y aseguren que se respeten los Derechos Humanos de las personas jóvenes que así se identifiquen, como se establecen en la Declaración de Yogyakarta en referencia al género y la violencia por razones de género,…
Que los gobiernos reenfoquen sus esfuerzos para alcanzar… el acceso universal a la salud reproductiva para asegurar la reducción de muertes relacionada con la mortalidad materna y abortos inseguros.
Que los gobiernos creen y pongan en práctica marcos legales, incluyendo la educación que aborde la violencia de género (incluyendo a quienes son transexuales), y a la violencia por razones de identidad sexual, y brindar servicios jurídicos y sociales para ayudar a los grupos vulnerables cuando sea necesario.


Lo que lograron



Si bien es cierto que lo lograron es una mínima parte de lo que esperaban, la “Declaración de Guanajuato” no deja de tener algunas afirmaciones preocupantes. La edición de Noticias Globales en su edición del 29 de Agosto las resume muy bien.



“Si bien la Declaración incorpora a la familia…, añade, ‘y (que) tomen en cuenta su pluralidad de formas’. Pluralidad de formas de familia es un eufemismo que esconde el reconocimiento de las pseudo familias formadas por homosexuales.



En el texto se decide: ‘Establecer políticas públicas que garanticen el acceso de las personas jóvenes a…servicios de atención a la salud, incluidos aquellos para la sexualidad y salud reproductiva,…’ (n. 14) Es decir, en el lenguaje de la ONU: anticoncepción, aborto, distribución de preservativos.

Se decide también, ‘mejorar la calidad y pertinencia de los planes de estudio en todos los niveles y orientar los programas educativos hacia el desarrollo integral de las personas jóvenes para que incluyan:… educación integral sobre la sexualidad humana, promoción de la equidad de género y el empoderamiento de las mujeres (…)’ (n. 9). Es decir, perspectiva de género, aborto, anticoncepción, y todo esto bajo el paraguas de los Objetivos del Milenio para el Desarrollo”.



En resumen, frases ambiguas que en el futuro tratarán de reinterpretar. Las referencias directas a su agenda de muerte se quedaron en la farsa de su Foro de ONGs.



¿Por qué no pudieron lograr más?



Sin embargo estos “logros” no se pudieron trasladar a la declaración final conocida como Declaración de Guanajuato gracias a la oposición de los participantes del “Dilo Bien”, la marcha a favor de la vida y la cobertura de prensa. ¡¡Felicitaciones a los que fueron a hacer sentir su voz, a los que estuvieron dentro dando la batalla, a los que fueron de otras ciudades y de otros países. En fin, a todos lo que dijeron a la ONU que los jóvenes se preocupan por la vida de niños concebidos y que no comparten la ideología de género, ni quieren ser LGTB o abortistas.



Algunos pesimistas dirán que la arremetida de los abortistas se viene con todo. Los que estuvimos en León, Guanajuato, sabemos que eso no se ajusta a la realidad. Al contrario, cada día somos más los que creemos que los lobbystas de la muerte están mostrando un cansancio producto de 30 años de fracasos. Los valientes jóvenes que se dieron cita en León son una pequeña muestra que las personas de buena voluntad ya se vienen organizando y si persistimos en nuestro empeño, los abortistas y promotores LGTB tienen los días contados.



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una época que todavía no termina, DIFUNDIR LA PELICULA

El juicio de los niños, caperucita roja.

Leí no hace mucho un comentario interesante sobre el cuento de Caperucita Roja. Venía a decir que los niños de ahora reaccionan de forma distinta cuando escuchan la narración de aquel viejo cuento o cuando lo presencian en el guiñol.

Los niños de hoy piensan que la familia de Caperucita Roja no era nada ejemplar. Una madre que tiene a la suya, con tantos años, viviendo a muchas leguas de su casa es, para empezar, una mujer poco cariñosa. Una madre que permite que su hija, en este caso, Caperucita, se adentre sola en el bosque para llevar a la abuelita abandonada una cesta con un surtido de productos caseros es una madre egoísta y poco responsable. De haber tenido algo más de sentido común, habría acompañado a su hija en tan larga y arriesgada travesía. El lobo feroz hace lo que tiene que hacer. Recibe la información, se adelanta a Caperucita, se come a la abuela, que vive sola porque su hija no la quiere tener en casa, se viste con el camisón de la abuela, se ajusta su redecilla en la cabeza y se mete en la cama en espera de esa tontita que le ha dado todas las pistas. Y llega Caperucita y no reconoce a su abuela, y se cree que el lobo es la abuelita, lo que demuestra lo tonta que era la niña y lo poco que visitaba a su abuelita. Y el lobo se la come, porque se lo tiene merecido. Por eso, cuando el lobo se zampa a Caperucita, los niños de hoy aplauden a rabiar, hasta el punto que en los guiñoles suelen eliminar del cuento la figura del cazador que salva a ambas, porque no resultaría nada popular.

Se ve que a los niños de ahora les mueve poco el ternurismo o la moralina, y esperan, sobre todo, coherencia y sensatez. Los niños de hoy no perdonan a la fresca de la madre de Caperucita lo mal que se portaba con la abuela, porque a una madre no se la tiene enferma y sola en el bosque. Y tampoco perdonan el despiste de Caperucita, incapaz de distinguir entre una abuela y un lobo metido en la cama con el camisón y la redecilla de la abuelita.

Juzgarán a sus padres Todo niño es, en principio, un poco psicólogo, que juzga a sus padres, y, en general, a todos los mayores. Los estudia y tantea sin cesar, y pronto determina cuáles son los límites de su poder y su libertad. Usa a este efecto todas sus pequeñas armas, principalmente, las lágrimas o los enfados. Una criatura de seis meses, por ejemplo, sabe ya leer en el rostro de su padre o de su madre para discernir lo que debe hacer o no, su aprobación o su desaprobación. Y, cuanto más se mima al niño, más indefenso se le deja, como hacía aquella mujer que dejaba a su madre en mitad del bosque y enviaba a su hija sola a visitarla.

Con el paso del tiempo, los hijos juzgarán con dureza el abandono que supone haberles mimado. Se dolerán de ese empeño en haberles ahorrado todo sacrificio, de haberles evitado tantas oportunidades de robustecer su voluntad. Por eso es tan importante no confundir lo que es objeto de nuestro cariño con lo que puede ser nuestra perdición. Los padres que, por amor ciego, por comodidad o por ingenuidad, han procurado satisfacer siempre los caprichos de sus hijos, pronto se encuentran con que no pueden con el caballo que no fue domado cuando era potro. Y lo peor es que entonces los hijos tienen ya edad para advertir el daño que les han hecho sus padres con tanta condescendencia.

Por fortuna, también saben valorar que se les haya educado en el esfuerzo y la exigencia personal, y lo agradecen a sus padres como un gran tesoro que les han legado.

¿A poco Cristo nunca tocó una moneda?

“Forzosamente el principio y la raíz de tus riquezas proceden de la injusticia. Porque Dios al principio no hizo a uno rico y a otro pobre, sino que dejó a todos la misma tierra. ¿De dónde, pues, siendo la tierra común, tienes tú tantas hectáreas de tierra y tu vecino ni un palmo de terreno?”S. Juan Crisóstomo. “Abrid de para en par las puertas de vuestro graneros, dad salida a vuestras riquezas en todas las direcciones. Dime, ¿Qué es lo que te pertenece? ¿de dónde trajiste nada a la vida? ¿de quién lo recibiste?...Así son los ricos: se apoderan los primeros de lo que es de todos y se lo apropian, sólo porque se han adelantado a los demás. Si cada uno se contentase con lo indispensable para atender a sus propias necesidades y dejase lo indispensable a los indigentes, no habría ricos ni pobres. Del hambriento es el pan que tú retienes”. San Basilio. “No le das al pobre de lo tuyo, sino que le devuelves lo que es suyo” San Ambrosio. “Cuántas almas asesinadas cuelgan de los collares de las damas enjoyadas. Si vendieras una sola de tus joyas, distribuyendo su precio entre los pobres, conocerías por las necesidades remediadas, cuántos sufrimientos vale tu ornato y tu adorno” San Cirilo de Alejandría. “Esas monedas de metal acuñado, que van y viene todos los días de unas manos a otras, del mercader, del banquero, del avaro, esas asquerosas monedas que el asesino entrega al sicario, el usurero al hambriento el enemigo al traidor, el negociante al concesionario, el lujurioso a la mujer vendida y comprada …convencen al hijo de que mate a su padre, a la esposa de que traicione al esposo, al pobre malvado de que apuñale al rico malvado, al criado a que engañe al amo, al salteador de que despoje al caminante, empuerca las manos inocentes de los hijos, circula sobre la faz de la tierra excitando odios, aguijoneado las apetencias, acelerando la corrupción y la muerte…El dinero es la hostia infame del demonio. quien toca el dinero con voluptuosidad, toca sin saberlo, el excremento del demonio” G. Papini. “El súper confort de los satisfechos se paga con la miseria de las masas, cada vez más numerosas”.Obispo Helder Cámara. “No sería cristiano, ni siquiera humano, que, en tiempos difíciles de crisis económica y de grave desocupación, quienes se encuentran libres de tales problemas mantuvieran un ritmo de vida hecho de ostentación, de lujo y de consumismo, que constituiría una ofensa para tantas familias”. Juan Pablo II.

Toda esa larga serie de textos, desconocidos para muchos de nosotros, grandes personajes, antiguos unos y recientes otros, es para decir que el hombre que no tuvo nunca ninguna moneda en sus manos, el hombre que no tuvo nunca bolsillo dónde guardar su tesoro, Cristo Jesús, nos ha dejado una frase lapidaria:

“No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo, en resumen, que no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”.

Cristo Jesús puso como modelo de astucia, de sagacidad y de ingenio, al mayordomo que para ganarse la confianza de los hombres, en el momento en que se ve despedido, supo hacer las cosas de tal manera que las puertas de los deudores de su amo estuvieran abiertas para él. Cristo no alabó al rufián, al defraudador sino al que supo usar de la treta, de la artimaña y el ardid, para abrirse puertas en la vida. Así desea el Señor que nosotros usemos de los bienes que pasan por nuestras manos. Que sea simplemente eso, un pasar por nosotros y un hacer para que esos bienes, se conviertan en una fuente de trabajo, de manutención y de fraternidad.

Dios está casado por toda la vida con doña Misericordia

En una ocasión, recién llegado a una parroquia, cansado y agobiado quizá por mis propios pecados, corrí de rodillas al Sagrario, buscando una luz, un consuelo, algo. Y mi sorpresa fue mayúscula cuando debajo del altar que tenía frente a mí, estaban inscritas las palabras de Jesús: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”. Fue para mí la luz que yo necesitaba y la fortaleza para seguir intentando ser fiel a mi vocación sacerdotal. ¡Qué consuelo sentí al descubrir a un Dios que no es insensible, sin entrañas, impasible, sino un Dios que tiene a flor de piel el perdón y que perdona infinitamente porque su amor para con nosotros es infinito! ¡Qué alegría plantarse ante un Dios que perdona y perdona de corazón hasta no volver a reconocer ninguna de nuestras faltas, cosa que no puede conseguir ni el mejor terapeuta y que ninguna terapia puede proporcionarte, aunque sea con el mejor psiquiatra! Sólo Dios infinitamente amoroso, puede compadecerse de nuestra situación de pecadores, y levantarnos y hacernos sentir hombres, y hombres amados.

Pero esta misma frase tomada de San Lucas: “Éste recibe a los pecadores y come con ellos”, para unos, los publicanos y los pecadores, fue el descubrimiento de su vida, porque Jesús los atraía, se hacía escuchar de ellos, lo sentían cercano, más cuando participaba en sus fiestas y les hablaba como un padre amoroso puede hablar con los hijos a los que tanto ama, y para otros, los fariseos y los escribas, fue la piedra de escándalo, porque no soportaban que se les hablara de tal manera a los podridos, a los deshechos de la sociedad, a los marginados, los que nada valían para este mundo, y que lo hiciera en nombre del Dios altísimo, que está sobre toda ruindad humana.

Es para éstos, para los que se creían los santos, los elegidos, los únicos que se sentían “merecedores” de salvación, a los que Cristo les dirige tres parábolas, bien puestas, las mejores salidas de los labios de Cristo, que reflejan bien y ponen en alto el designio amoroso del Padre: el perdón, la acogida, la bondad y la misericordia.

Un pastor que tiene noventa y nueve ovejas y va en busca de la que se le perdió hasta que la encuentra lleno de gozo, una mujer que pierde una moneda muy valiosa, porque quizá era una de las arras que su marido le entregó, y enciende la luz y la busca por toda la casa y cuando la encuentra hace fiesta con sus amigas a las que invita a alegrarse con ella, y finalmente la otra parábola, la mejor narrada, que ha sido inspiración para muchos pintores, la parábola de aquél padre anciano, que sale al encuentro del hijo que hacía tiempo se había ido a probar fortuna, pero no con la propia, sino que había gastado la fortuna del padre, y que volvía cansado, derrotado, fracasado, pero con un corazón que por primera vez funcionó al considerar el tremendo dolor que le había causado al padre al alejarse de él que se lo había dado todo. Ésta última parábola tiene todavía una extensión, pues el hermano mayor, el “bueno”, el cumplidor, el que no quiebra un plato, el que no se ha manchado las manos con ninguna ofensa, pero que se sentía incómodo, y con un profundo malestar por el regreso del hermano al que no podía perdonar porque nunca lo había amado.

Esto nos da pie para decir brevísimamente, que nuestra actitud se parece hoy a la de los fariseos, porque vemos que mucha gente se aleja de nuestra Iglesia, y no nos entristece, porque nosotros somos los buenos, pero no salimos corriendo tras la oveja que se ha perdido, y no barremos la casa para atraer al que se había perdido en el mundo de las drogas, o del alcohol, o de la prostitución o de relaciones sospechosas, ni hacemos como el padre de la parábola, que corre al encuentro del hijo, ni siquiera nos alegramos por alguien que decide cambiar de vida y darle un nuevo derrotero a su existencia. Aprendamos del Dios todo bondad y misericordia que te espera también a ti, recordando aquello de “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.



"Queridos amigos, ¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que, aunque seamos pecadores, somos amados por Dios? No se cansa nunca de salir a nuestro paso, de ser el primero en recorrer el camino que nos separa de Él. El libro del Éxodo nos muestra cómo Moisés, con una súplica confiada y audaz, logró, por así decir, cambiar a Dios del trono del juicio al trono de la misericordia (Cf. 32,7-11.13-14). El arrepentimiento es la medida de la fe y gracias a él se regresa a la Verdad. Escribe el apóstol Pablo: "Fui tratado con misericordia, porque cuando no tenía fe, actuaba así por ignorancia" (1 Timoteo 1, 13). Volviendo a la parábola del hijo que regresa "a casa", experimentamos que cuando aparece el hijo mayor indignado por la cogida festiva ofrecida al hermano, el padre también le sale al paso para suplicarle: ""Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo" (Lucas 15, 31). Sólo la fe puede transformar el egoísmo en alegría y volver a entretejer las relaciones adecuadas con el prójimo y con Dios. "Es justo que haya fiesta y alegría --dice el padre--, porque tu hermano [...] estaba perdido y ha sido encontrado" (Lucas 15, 32)". Benedicto XVI

viernes, 3 de septiembre de 2010

El sol de la Vejez



Leí una “Oración de la tercera edad” – firmada por José Laguna Menor – que me parece absolutamente hermosa que quiero transcribirla aquí íntegra para disfrutarla junto con los amigos lectores de estas páginas. Dice así:
“Señor, enséñame a envejecer. Convénceme de que no son injustos conmigo los que me quitan responsabilidad; los que ya no piden mi opinión; los que llaman a otro para que ocupe mi puesto. Quítame el orgullo de mi experiencia pasada y el sentimiento de creerme indispensable. Pero ayúdame, Señor, para que siga siendo útil a los demás, contribuyendo con mi alegría al entusiasmo de los que ahora tienen responsabilidades y aceptando mi salida de los campos de actividad, como acepto con naturalidad sencilla la puesta del sol. Finalmente te doy gracias, pues en esta hora tranquila caigo en cuenta de lo mucho que me has amado. Concédeme que mire con gratitud hacia el destino feliz que me tienes preparado. ¡Señor, ayúdame a envejecer así!”.
¿Hay algo que añadir a esta hermosura de texto? Sí, hay algo: hay que vivirlo. Y ¡qué difícil es envejecer con esa alegre naturalidad! ¡Qué duro para cualquier ser humano reconocer que ha entrado en el atardecer de su vida y aceptar, al mismo tiempo, que aún le queda mucho por hacer, pero que eso que le queda por hacer es algo muy distinto – aunque no menos importante – que lo hecho hasta ahora!
Porque hay dos cosas tristísimas: un viejo que se cree joven, y un viejo que se cree muerto. Y hay una tercera cosa estupenda: un viejo que asume la segunda parte de su vida con tanto coraje e ilusión como la primera.
Para ello tendrá que empezar por aceptar que el sol del atardecer es tan importante como el del amanecer y el del mediodía, aunque su calor sea muy distinto. El sol no se avergüenza de ponerse, no siente nostalgia de su brillo matutino, no piensa que las horas del día le estén “echando” del cielo, no se experimenta menos luminoso ni hermoso por comprobar que el ocaso se aproxima, no cree que su resol sobre los edificios sea menos importante o necesario que el que, hace algunas horas, hacía germinar las semillas en los campos o crecer las frutas en los árboles. Cada hora tiene su gozo. El sol lo sabe y cumple, hora a hora, su tarea.
Claro que tal vez la Naturaleza es más piadosa con las cosas que los hombres con los hombres. Nadie desprecia al sol de la tarde, pero nadie le empuja a jubilarse, nadie le niega el derecho a seguir dando “su” luz, débil, pero luz verdadera, necesaria, a veces, incluso, hasta la más hermosa: ¡Qué bien sabe el enfermo lo dulce de este último rayo de sol que se cuela, por la última esquina de la ventana, sobre su cama! ¡Ah, si todos los ancianos entendieran que su sonrisa sobre los hombres puede ser tan hermosa y fecunda como ese último rayo del sol antes de ponerse! ¡Ah, si supieran que el sol nunca es amargo, aunque sea más débil! ¡Qué orgulloso se siente el sol de ser sol, de haberlo sido, de seguirlo siendo hasta el último segundo de su estancia en el cielo! ¡Señor, Señor, no me dejes marcharme hasta haber repartido el último rayo de mi pobre y querida luz!