jueves, 31 de diciembre de 2009

Por otro camino volvieron a su país




En esta fiesta de la Epifanía la palabra de Dios nos ha puesto delante tres modelos que representan cada uno una elección global de vida; Herodes, los sacerdotes y los Magos. ¿A cuál de ellos queremos asemejarnos?.

Herodes representa a la persona, que ya ha hecho su elección. No ve más que su provecho. Está animado por "el amor de sí mismo, que según la ocasión puede llevar hasta el desprecio de Dios". El mundo esta lleno hoy de "Herodes". Para ellos no hay "epifanía", manifestación de Dios, que baste. Están "cegados"; no ven porque no quieren ver. Sólo un milagro (y por suerte existen) pueden deshacer esta coraza de egoísmo.

Los sacerdotes. Ellos saben dónde ha nacido el Mesías; pero… permanecen cómodamente en sus casas.

Aquí vemos simbolizada una actitud divulgada entre nosotros. Sabemos bien qué comporta seguir a Jesús, "ir detrás de él", lo sabemos explicar también a los demás; pero, nos falta la valentía y la radicalidad. Sabían que Jesús se hallaba en Belén, nosotros sabemos que Jesús se encuentra hoy entre los pobres, los humildes, los que sufren. Finalmente los protagonistas de esa fiesta, los magos. Ellos instruyen no con lo que dicen, sino con lo que hacen. Dios se ha revelado a ellos, utilizando la costumbre de escrutar el cielo. Ellos no han puesto demora, se han puesto en camino.

Hemos visto y venimos. No han interpuesto demora alguna. Si se hubieran bien qué significa "adorar": tributar el honor posible, al máximo, reconocer a uno la soberanía absoluta.

Los Magos no se mueven sólo por curiosidad. No buscan aumentar su conocimiento, sino expresar su devoción y su misión a Dios.

La adoración, es la mejor expresión del "sentimiento de criaturas". Muchos usan esta palabra con demasiada ligereza: "Yo adoro ir a pescar, adoro a mi perro". No digo que se cometa pecado, pero ciertamente no indica una gran sensibilidad religiosa.

Una última indicación preciosa nos viene de los Magos: "Se marcharon a su tierra por otro camino".

Una vez encontrado a Cristo, no se puede ya volver atrás por el mismo camino. Cambia la vía. No podemos nosotros hoy, volver a casa por el camino por el que hemos venido. La palabra de Dios debe haber cambiado algo dentro de nosotros.

También nosotros hemos sido conducidos a adorar a Cristo; también nosotros, reconociendo y alabando a Cristo nuestro Rey, lo hemos honrado con oro, incienso y mirra. Nos falta ahora solamente testimoniarlo, tomando un nuevo camino.

Madre de Dios y Madre nuestra


Cuando Jesús nació y María lo vio durmiendo en el pesebre, ¿Cuáles serían las impresiones de su Corazón de Madre? Aún antes de darle el primer beso, en el cual pondría toda su alma de Virgen y de Madre, pensó, que ese Niño era de Dios, y que si se lo habían dado, era para nosotros… Y comprendió que su Hijo no era de Ella exclusivamente. ¡Con qué generosidad entonces, para unirse a la voluntad de Dios, lo tomó, y elevándolo hacia el cielo, lo ofreció a Dios, lo tomó, para su gloria y para la salvación de sus hijos!

Y recostándolo en el pesebre, lo contempló largo tiempo, como para impregnarse más y más de El. Y cuando el Niño abrió los ojos y mirándola le sonrió… ¡Que impresión en su Corazón de Madre!.
¡Con qué mezcla de amor y de humildad se ofrecía TODA a su servicio, se esforzaba en ser TODA para EL!. En su nombre primero y después en nombre de todos.

Viéndose, tan pequeña para una misión tan grande, rogaba a Dios que le enseñara a ser digna Madre de aquel que, junto con el Padre Celestial, se atrevía a llamar ¡su Hijo!...

María es Madre de Jesús y es nuestra Madre. Lo creemos porque nos lo enseñan la Iglesia, los santos y los teólogos... Así como es una misma cosa ser Madre de Jesús y ser nuestra Madre, así es lo mismo para su corazón maternal amar a Jesús y amarnos a nosotros. El corazón de la Madre de Jesús es el corazón de nuestra Madre.

La Madre de Dios que tambien es nuestra Madre ¡Nos ama con el mismo amor con que ama a Jesús! ¡Su amor para cada uno de nosotros es el amor del Divino primogénito que se desborda sobre los hermanos del Único amado!

Esa seguridad de tener a Jesús por hermano y por Madre a la misma Madre de Jesús, es lo que da su verdadero carácter y su nota fundamental a nuestro amor filial hacia María.

Ahora vislumbramos, pero en el cielo comprenderemos plenamente, cómo nos ama ese Corazón de Madre, por disposición del Padre Celestial, con el mismo amor con que amó a Jesús.

Alegrémonos todos, sabiendo que la Madre de Jesús adopta benignamente por hijos a cuantos queremos serlo.

sábado, 26 de diciembre de 2009

¡CRISTO JESÚS ESCAPÓ DE SUS PROPIOS SECUESTRADORES!




La fiesta de la los santos reyes o de la Epifanía, no es sólo la fiesta de los niños, sino la fiesta de los aventureros, de los que dejan la comodidad y la seguridad, para explorar caminos nuevos. No es la fiesta de los que se quedan en casa, pretendiendo conquistar el mundo con un simple control de TV en la mano, sino de los que salen a conquistar las montañas o bajar hasta las profundidades de la tierra, o los que invierten su vida conquistando la victoria sobre las enfermedades desde un microscopio, para alivio de la humanidad.

Navidad y Epifanía son dos fiestas gemelas, pero ésta última marca el momento en que Jesús dejó de ser patrimonio del pueblo hebreo, para ser el Salvador de todas las gentes, desde el momento en que permite la adoración de gentes extrañas a su propio pueblo.

Pero vayamos por partes, aunque santa claus, con esa figura grotesca, burda y extraña llegara a sustituir del todo a los santos reyes o reyes magos, la figura de éstos siempre será más simpática y significativa que la del viejo barbón y vestido como payaso de circo. Hay que decir en honor a la verdad, que de los reyes magos no tenemos datos ciertos en la Sagrada Escritura. Solo sabemos de su existencia, pero no cuantos eran, ni su profesión ni su nacionalidad, y tampoco sabemos su paradero, aunque su santidad Benedicto XVI, que no deja de ser alemán aunque sea el Santo Padre, haya ido en peregrinación a Colonia, en su patria, al lugar donde están los “restos mortales” de los reyes magos. Si son tres y si tenemos sus nombres y su color, eso lo han inventado los hombres a través del tiempo.

Y ya nos volvimos a desviar. Esos hombres aparecen, pues, al poco tiempo del nacimiento de Cristo. Ellos se habían puesto en camino, y una estrella misteriosa los fue guiando por todo el camino, pero al llegar a Jerusalén, hizo mutis y aquellos hombres quedaron sin saber a dónde voltear. Esa ciudad era comandada por un rey cruel, celoso hasta el extremo de su poder y de su reino, y ellos llegaron preguntando precisamente por el “rey” de los judíos que acaba de nacer. Era para que todos los moradores se murieran de angustia antes de que Herodes decretara la muerte de todos los que dieran pábulo a tal noticia. De cualquier manera se le informó de aquellas gentes extrañas con aquella extraña petición, y cuando investigó con los eclesiásticos sobre el lugar y el nacimiento de aquél “Salvador”, fueron enviados a Belén, distante apenas unos cuántos kilómetros con encargo de regresar a notificarle de tal suceso “para poder ir también él adorarle”. Pero aún a distancia de muchos siglos, nos sigue siento asombroso que ni el Rey Herodes movió un dedo, ni les dichos eclesiásticos se apresuraron a echar siquiera una mirada al personaje que estuvieron esperando ellos mismos por muchos siglos. ¿No ocurrirá cosa semejante el día de hoy? ¿No será que los pobres se dan más prisa para postrarse ante el Divino Salvador? ¿No será que los que aún no pertenecen de lleno a Cristo tienen más interés por él que los que ya estamos en plena comunión con el Jesús el Salvador? ¿Y no será extraño que hoy muchas gentes están interesadas en hacer el bien a los pobres, aquellos con los que Cristo quiso identificarse, en conseguirles cobijas, cobertores, un techo para ellos, una condición más digna de hijos de Dios que nosotros mismos, los eclesiásticos de todas las iglesias establecidas? De cualquier manera, hoy la nueva estrella de los cristianos, será la fe, la fe en el Salvador, que no siempre será fácil seguir, pero que brilla esplendorosa el día de hoy, aunque muchas gentes se esfuercen por opacar su luz y la alegría que irradia, para convertir a nuestro mundo en un mundo de tinieblas. Que todos los cristianos nos pongamos en movimiento, dejando nuestras comodidades, y podamos darnos la mano con todos los hombres de buena voluntad para que abrazados a Cristo el hermano mayor hagamos nuestro mundo más fraternal, más humano, más justo, más pacífico y más alegre.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Navidad y el paso por la vida


La Navidad siempre es una buena oportunidad para enmarcar esa etapa maravillosa de la vida de grandes transiciones de la niñez a la adultez, pues es en ella una gran oportunidad de conocer nuestras fuerzas interiores, que debemos aprovechar al máximo para engrandecernos como seres humanos.
En los cambios fisiológicos y de pensamiento lógico y formal del joven, es el momento de incidir profundamente para que las normas, los valores y el cristianismo sean aprendidos de manera contundente y se mantengan para siempre, o de otra manera se corre el riesgo de hacerse vulnerables al daño, a las adicciones, a la falta de una buena comunicación con su familia y con la sociedad, así como con las diversas autoridades en todos los ámbitos.
Incorporarse al mundo de los adultos, aprender a ver de una manera diferente la vida, encontrar más libertad, más amigos, en donde surgan nuevos horizontes, nuevas ideas, etapa delicada del ser humano porque es la que enmarca prácticamente el futuro de la vida, que la decisiones que se tomen sean las más acertivas, ya que son las que van a acompañar por el resto de la vida.
Que en esta busqueda de una identidad propía se reencuentren con Cristo Jesús a través del diálogo interno para conocerse mejor y exteriorizarlo a sus semejantes.
Que se viva intensamente esta etapa de renacimiento, de amor, de amistad, y sentirse plenos por la llegada de Dios.

lunes, 21 de diciembre de 2009

¿UN JESÚS ADOLESCENTE Y CASCARRABIAS?



A un estudiante de secundaria le preguntaron en una tarea escolar qué es la adolescencia y respondió muy orondo que la adolescencia es esa enfermedad que les entra a los papás cuando los hijos tienen entre 12 y 18 años. Así de fácil. Pues resulta que a María y a José también les resultó la adolescencia y de la forma que menos se lo imaginaban con su Hijo Jesús. Todo iba caminando como sobre rieles, pero un día durante el tiempo de Pascua, y eso es muy importante de señalar, María y José, conforme a sus acendradas tradiciones, subieron a Jerusalén para las actividades propias de esa fiesta. Y llevaron consigo a Jesús que desde entonces, desde los 12 años, dejaba de ser niño para convertirse en un adulto ante la religión de sus padres y de su nación. Ya desde entonces estaría obligado a la peregrinación anual y a todo lo que señalaba la Ley de Moisés para un hebreo. La ciudad hervía de peregrinos, y hubo que aprovechar la venida a la gran ciudad para comprar varios menesteres, un nuevo cedazo y algunas ollas para la cocina de María y un serrucho de medio uso para la carpintería de José. En medio de aquél barullo de gente, María supuso que el joven Jesús estaría con José, y éste se imaginó que su hijo estaría con su madre María. Y así emprendieron el viaje de regreso, pero cuando finalmente pudieron unirse, se dieron cuenta que Jesús no estaba con ellos, y llenos de natural angustia, regresaron en su búsqueda. Hay que decir que Jesús no se escapó ni se les perdió a sus papás, sino que desde ese momento comenzó un crecimiento que lo capacitaba desde su propia familia, para ser servidor de todos los hombres y mirar ya no tanto por su propia familia sino por todas las familias del mundo, por la familia humana. Después de mirar por todas partes, sus padres idearon volver a templo, y ahí lo encontraron en medio de los maestros y doctores de la Ley, escuchándoles y haciéndoles preguntas, de lo cuál todos estaban admirados dada la corta edad de Jesús. Jesús no fue encontrado en las ceremonias propias del templo, sino inquiriendo a ya aquellos hombres a los que tendría que enfrentarse directamente en su edad adulta y que de hecho le causarían su propia muerte. Lucas, el Evangelista no nos proporciona datos anecdóticos de Jesús, sino que va su objetivo, mostrarnos a Cristo comprometido con todos los hombres con su muerte y su resurrección. Es por eso que afirma que sus padres lo encontraron precisamente a los tres días. Y como toda madre lo hubiera hecho, ella inquiere a Jesús sobre su comportamiento: “Hijo mío, ¿porqué te has portado así con nosotros? Tu padre y yo te hemos estado buscando llenos de angustia”. Es María y no José la que toma la iniciativa de interrogar a su hijo. ¿Llevaba ella los pantalones? No nos detengamos en eso sino en la respuesta de Jesús, que los metió en un profundo desconcierto, porque hasta entonces se había manifestado como el mejor de los hijos: “¿Porqué me andaban buscando? ¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?”. Fuera de la profundidad de su respuesta, la actitud de Jesús es la de un verdadero y auténtico adolescente. Está manifestando que por sobre los lazos familiares, muy dignos de estima, de respeto y de cariño, está la voluntad de su Padre que lo envía por el mundo la lograr la liberación de los hombres de todo lo que los ata, sobre todo al pecado. No hay mucho espacio para detenernos, sólo señalar que aunque los padres no entendieron la actitud de Jesús, de todas maneras lo llevaron consigo a Nazaret, para que él siguiera chupando en las raíces de su pueblo y de su familia, la sabia de la fe y del amor, pero ejercitando sus alas para volar hasta las alturas y guiar al pueblo y a la humanidad que se le confiaba en camino a la casa del Buen Padre Dios. Y como se trata de la fiesta de la sagrada Familia, y no de la nuestra, sólo añadiré que si nuestra familia quiere ser hoy una familia cristiana, tendrá que proporcionar a los hijos esa doble necesidad, hondas raíces en la fe para que sus vidas jóvenes tengan un sentido, pero también, ejercitar con profundo respeto sus alas para que puedan volar por los caminos por los que el Señor los quiera llevar cumpliendo así su misión en este mundo.

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lunes, 14 de diciembre de 2009

¿Y SI MARÍA NO HUBIERA ESPERADO LAS 12 O 13 SEMANAS?





Quiero mucho a María y en mi tierra, la Imagen de nuestra Señora de Guanajuato, antiquísima, está adornada con joyas, con mantos preciosos, con muchos recuerdos que constituyen un gran tesoro porque son fruto del amor que los moradores le hemos tenido a María. Y lo mismo podemos decir del amor a María en todos los continentes. Es la Madre y con eso basta. Sin embargo, el hecho de que los hombres hayan revestido sus imágenes con coronas y joyas, con mantos de reina y con vestidos lujosos, y la hayan subido en tronos elevados, contrasta muchísimo con la primera vez que María, ya con su Hijo en su entraña salió de casa. Sus vestiduras, su ajuar, su medio de transporte y su compañía, eran pobres, para recorrer la distancia de 100 kilómetros para ir visitar a su prima Isabel. Era muy poco lo que María cargaba, y sin embargo también cargaba consigo, aunque no en sus brazos sino en su vientre, el más rico tesoro que se le podría haber confiado a una mujer sobre la tierra, al mismísimo Hijo del Altísimo, que a decir verdad no era cargado precisamente en las ricas custodias con las que los hombres acostumbran pasearlo por las iglesias, las calles y las plazas, sino el vientre, el seno acogedor, cálido, sencillo y alegre de su madre.

El porte de María era sencillo, humilde pero rebosaba de alegría, tenía muchos motivos para alegrarse, en primer lugar, tenía unos padres ejemplares, y luego estaba desposaba con un hombre varonil, atractivo que prometía que le cuidaría como un hombre enamorado puede custodiar a la mujer amada. Nunca he entendido porqué a San José nos lo presentan como un anciano. Se me haría un despropósito por no decir otra cosa, casar a la más joven y a la más bella de las mujeres con un anciano. Repugna. Quizá es lo que el Papa Benedicto XVI ha querido decirle a los niños de Roma que se han reunido el domingo pasado para bendecir las imágenes del Niño Dios que llevaban en sus manos: “La Virgen y San José no parecen una familia muy afortunada. Tendrían a su primer hijo en medio de grandes dificultades, sin embargo están llenos de una alegría profunda, porque se aman y sobre todo están seguros de que en su historia está la obra de Dios, quien se ha hecho presente en el pequeño Jesús”. Qué bueno que el Papa Benedicto XVI nos haya recordado el cariño que unía entrañablemente a los esposos José y María. Enhorabuena.

Me he detenido tanto en la persona de María, que me he olvidado precisamente de su viajey de su misión. Ella vivía en las montañas de Galilea, donde a los hombres y más a las mujeres se les consideraba al borde del paganismo. Ella subía a otras montañas más elevadas, a Judea, cerca de la capital de todas las tribus a visitar a otra mujer que también estaba esperando un hijo. E iba con tres intenciones: ayudar, porque aquella mujer requería de ayuda, a felicitar, porque Isabel también había aceptado la maternidad siendo ya grande y también para compartir, porque todo fue que estuvieran una frente a la otra para que todo estallara en alegría, en regocijo, y en alabanza al Dios de los cielos. La criatura misma de Isabel en la entraña de su madre, percibió la grandeza del Hijo de María, dando saltos de gozo en su refugio. La que prorrumpe en alabanza al Creador es Isabel y se alegra con María por la criatura que ya lleva en su seno, pero sobre todo, porque ella le creyó al Señor que le aseguraba que tendría un Hijo que sería fruto del Espíritu Santo. Ella reconoce que María ha logrado conjuntar la virginidad, la fecundidad y la humildad, todo como fruto del amor de Dios a los hombres.

Cuando todo tiende a encerrarnos en nuestras propias casas, esta próxima Navidad, copados por nuestras propias luces, regalos, cenas y bebidas, cuando tendemos a cerrar las puertas a los que no son de la familia, del clan o de los nuestros, el ejemplo de María tendría que animarnos a salir al encuentro del necesitado, del que sufre y del que no ha alcanzado la misma condición que nosotros, a aquellos por los que el Divino niño ha venido, por los pobres, los marginados e incultos entre los que estaba precisamente su Madre, la Virgen María.

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Educación principesca Carácter y acierto en el vivir

Cualquier padre sensato quiere siempre la mejor educación para sus hijos. Lo malo es que algunos convierten ese legítimo deseo en una especie de obsesión perniciosa. Sobre todo porque confunden la verdadera educación con una instrucción principesca por la que están dispuestos a sacrificarlo casi todo.

Quisieran que sus hijos fueran los mejores en el deporte, en los estudios, en los idiomas, en la música, en el vestido, en todo. "Una buena preparación –suelen decir– para que pueda luego ganarse bien la vida y disfrutar de ella y hacer lo que le dé la gana. Que nunca puedan reprocharnos que no les dimos todas las oportunidades para abrirse un camino en la vida."

El problema es que ese interés por las notas, el inglés, el piano y el karate, a veces no se ve acompañado de una preocupación seria por educar a los hijos en los valores más básicos, y se transforma en un afán egoísta, en el que hay mucho de vanidad, de ganas de aparentar, de deseo de ostentación de hijos modélicos en todo.

— Y además, luego es muy corriente que se vean defraudados...

Los que ignoran todos esos valores y actúan como si educar fuera cuestión casi sólo de masters, academias y gimnasios, al pasar los años se encuentran con que los chicos apenas tienen resortes que les permitan soportar todo el ambicioso proyecto que sus padres les habían preparado.

Amigo mío, –habría que decirles– te has ocupado siempre de su cuerpo y de sus conocimientos, pero ¿has educado de verdad su inteligencia, su voluntad y sus sentimientos?

Su valor como persona Quizá habéis dedicado lo mejor de vuestra vida a darles lo que era menos importante.

Quizá habéis pensado mucho en la carrera que "haría", pero no en el tipo de persona que "sería".

Quizá no le habéis transmitido ideales nobles por los que luchar, y ahora surgen los problemas.

— Pero no hay por qué contraponer toda esa educación en los valores con una buena preparación profesional.

Por supuesto que no. Pero tampoco se puede sacrificar todo por esa preparación.

Y es algo que sucede, por ejemplo, cuando no se da la debida importancia a que el colegio eduque según nuestros valores y creencias, o al ambiente moral del lugar adonde va a hacer un campamento o un curso de verano en el extranjero.

— A veces es cuestión de dinero, porque quizá ese colegio que le conviene resulta más caro.

De acuerdo, pero quizá lo puedes ahorrar de otras cosas menos necesarias. Porque formar a un chico o una chica es un trabajo de artesanía, arduo y difícil, y que muchas veces es precisamente el dinero mal empleado lo que lo estropea.

Talentos y virtudes Toth decía que son muchos los talentos que perecen en la miseria; pero aún es mayor el número de los que se pierden en la blanda comodidad de la abundancia. Y algunos incluso, de tanto hacer cuentas y trabajar hasta la extenuación y reducir el número de hijos para poder así gastar más y más en ellos, acaban por estropearlos.

Repasa tus criterios. ¿Qué buscas en la educación? A veces falla por no tener claro este punto. Te cuento lo que sobre esto pensaba un amigo mío. Me decía que cuando unos padres le hablaban de su hijo y se deshacían en elogios sobre el gran talento que tenía su criatura, sobre su inteligencia, su memoria u otras cualidades, pero nunca decían nada de su calidad como persona, entonces, pensaba que ese matrimonio no tenía en su cabeza una escala de valores válida.

No es buena señal –continuaba– que se alaben más los talentos que las virtudes: "Es listísimo, tiene una memoria fenomenal y un oído prodigioso..."; bien, pero es mejor cuando se oye: "Es una chica o un chico muy trabajador, noble, gran amigo de sus amigos, que siempre dice la verdad, que te ayuda siempre que puede..."; porque revela que está educado en una serie de valores que le serán más útiles en la vida que todas esas otras cualidades que a algunos tanto deslumbran.


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lunes, 7 de diciembre de 2009

Una labor de artesanía - La educación de los hijos

No caer en extremos
La educación no es empeñarse en que nuestros hijos sean como Einstein, o como ese genio de las finanzas, o como aquella princesa que sale en las revistas.

Tampoco es el destino de los chicos llegar a ser lo que nosotros fuimos incapaces de alcanzar, ni hacer esa espléndida carrera que tanto nos gusta..., a nosotros. No. Son ellos mismos.

Tener un proyecto educativo no significa meter a los hijos en un molde a presión. La verdadera labor del educador es mucho más creativa. Es como descubrir una fina escultura dentro de un bloque de mármol, quitando lo que sobra, limando asperezas y mejorando detalles.

Se trata de ir ayudándole a quitar sus defectos para desvelar la riqueza de su forma de ser y de entender las cosas.

Hay que buscar para los hijos ideales de equilibrio, de nobleza, de responsabilidad. No de destacar en todo, porque eso acaba por crear absurdos estados de decepción y angustia. Lo que importa es proponerse unos puntos de mejora que le ayuden a ser él mismo, pero cada día un poco mejor, y que además le hagan conocer la satisfacción de fijarse unas metas y cumplirlas.

La tarea de educar en la libertad es tan delicada y difícil como importante, porque hay padres que, por afanes de libertad mal entendida, no educan; y otros que, por afanes pedagógicos desmedidos, no respetan la libertad.

Y no sabría decir qué extremo es más negativo

¿Crisis en el bolsillo... o en el corazón?

“Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor” respondemos hoy en el Salmo. Sería suficiente con agradecerle el regalo de la vida, pero aun así, nos quedaríamos cortos. Podemos agradecerle la oportunidad que nos da de amar y ser amados, el regalo de sentir, incluso el dolor, ya que nos habla de que estamos vivos. Agradecer que hayamos tenido no dificultades, sino retos, y que éstos nos han fortalecido.

Lo que podemos agradecer en especial de este tiempo, es otro regalo que nuestro Padre nos ha hecho, el más grande regalo de todos los tiempos: DIOS NOS REGALA A SU HIJO. El Hijo de Dios se hizo hombre hace más de dos mil años, y nació en un establo porque no hubo lugar para ellos en la posada.

Esta Navidad el Hijo de Dios vuelve a pedir posada, pero esta vez no la busca en los mesones, sino en los corazones, en el tuyo y el mío. Busca un corazón roto, para volverlo a unir, un corazón lastimado, para sanarlo; un corazón solo, para acompañarlo; un corazón duro, para suavizarlo; un corazón triste, para alegrarlo; un corazón pobre, para enriquecerlo. Si la actual crisis ha empobrecido no sólo nuestros bolsillos sino nuestro corazón, entonces ésta es una verdadera crisis.

Hay personas que piensan que la Navidad no sería tal si no compran regalos para todos, o preparan una cena suculenta, o hacen una pachanga a la que atrevidamente le llaman "posada". Hemos de despertar del sueño de las apariencias y poner los pies en la tierra, pero la mirada en Jesús, regalo de Dios.
Esta Navidad regala algo que no cueste dinero, pero que vale mucho más que cualquier cosa que pudieras comprar: obsequia a tus clientes canastas llenas de buen servicio y disponibilidad; al jefe un estuche de loción con aroma de trabajo bien hecho, en una caja de alegría; para los parientes y amigos, coloca bajo el pino regalos de cariño envueltos con papel de sonrisas y moños de perdón.

Estos regalos, valen mucho más de lo que te imaginas, y de alguna manera estarías correspondiendo a ese Dios que es tu padre, que ha hecho grandes cosas por ti, y que te ha regalado lo que más amaba. A su Hijo Jesús.

En efecto: "Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor", y la más grande, enseñarnos a ser generosos. Que Dios nuestro Padre nos conceda celebrar una Navidad como la primera: DANDO.

viernes, 4 de diciembre de 2009

¿PORQUÉ BUSCAN FUERA UNA FELICIDAD QUE ESTÁ EN EL CORAZÓN?




Para situar la figura de Jesús en el tiempo y en el espacio, el evangelista San Lucas, comienza por enumerar los poderes civiles y religiosos de su tiempo, comenzando por Tiberio que reinaba en Roma, siguiendo por Poncio Pilato procurador de Judea, y después de otros personajes secundarios, remata con las autoridades religiosas de su pueblo: Anás y Caifás. Eso era el intento del evangelista, pero es increíble, que ya desde el primer momento, con esto, enumera también a los dos poderes que condenaron a Jesús, ni más ni menos, enviándolo a la cruz. Pues a partir de ese hecho, San Lucas se dedica a presentar la figura de Juan el Bautista: “Vino la palabra de Dios en el desierto sobre Juan, hijo de Zacarías”, y es interesante que después de los personajes rimbombantes que hemos enumerado, lo presenta alejado de los poderes de Roma y de Jerusalén, precisamente en el desierto, que para los judíos era muy significativo, pues a través de él, fueron conociendo los judíos lo que era la marcha hacia la libertad y lo que valía el ser amigos y aliados del verdadero Dios de los cielos. Y en el desierto, pues, Juan Bautista comenzará a preparar el camino del Señor, a presentarlo ante el pueblo como el nuevo libertador, y quizá venciendo la repugnancia motivada por su sencillez y su humildad, bautizarlo delante de todos para propiciar que el Padre y el Espíritu Santo lo presentaran como el enviado divino a salvar a todos los hombres.

El mensaje del Bautista, con todo y ser el que cierra el ciclo de los profetas del Antiguo Testamento no es menos importante para todos e incluso para nosotros el día de hoy: “El predicaba un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados... preparen el camino del Señor, hagan rectos sus senderos. Todo valle serán rellenado, toda montaña y colina, rebajado, lo tortuoso se hará derecho, los caminos ásperos serán allanados y todos los hombres verán la salvación de Dios”.

La palabra del Bautista que nosotros rescatamos hoy es única: Preparar el camino del Señor, del que viene. Antes de citar al Profeta Baruc que nos da la pauta de esa preparación, quisiera contarles de una señora que una vez perdió una aguja, y como era una de sus poquísimas pertenencias, comenzó a buscarla con la luz del día. Los vecinos, apenados por ella, le ayudaron a buscarla, pero cuando llegó la tarde y no la encontraron, le preguntaron que dónde exactamente había perdido su aguja, y les confesó que la había perdido dentro de su casa, pero como fuera de ella había más luz, le pareció oportuno buscarla ahí. Le dijeron que eso era absurdo y que los había hecho que perdieran su valioso tiempo. Cuando hubieron hablado ella nos recombino por andar buscando la felicidad fuera, cuando la verdadera felicidad está dentro del corazón. ¡Qué verdad es esto para nosotros! Nos hemos preocupado por arreglar nuestras casas, nuestras calles y nuestros comercios, para Navidad, tratamos de llenar de regalos a aquellos con los que queremos quedar bien, sentamos a santa claus en el mejor lugar, y a Cristo lo dejamos sin regalo y sin un asiento en nuestra mesa precisamente en el día de su cumpleaños y él tiene que contentarse con que lo dejen estar en un destartalado nacimiento en nuestras iglesias.

Aquí viene, pues, el profeta Baruch para iluminar la preparación que nosotros debemos hacer para la venida del Salvador: “Despójate de tus vestidos de luto y aflicción, y vístete para siempre con el esplendor de la gloria que Dios te da; envuélvete en el manto de la justicia de Dios y adorna tu cabeza con la diadema de la gloria del Eterno…ponte de pie, sube a la altura, levanta los ojos…camina seguro bajo la gloria de Dios”. y nos convendría escuchar a San Pablo: “El que comenzó en ustedes ésta obra, la irá perfeccionando siempre hasta el día de la venida de Cristo Jesús…Que su amor siga creciendo más y más y se traduzca en un mayor conocimiento y sensibilidad espiritual…llenos de los frutos de la justicia, que nos viene de Cristo Jesús”. Justicia, pues, verdad y amor, mucho amor es lo que necesitamos en esta Navidad, y que S.S. Benedicto XVI ha resumido en su último documento a todo el mundo: Caridad en la Verdad.

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lunes, 30 de noviembre de 2009

OTRO DIALOGO SORPRENDENTE


Tomás Alvira reproduce en uno de sus últimos libros el siguiente diálogo, contado por el Dr. Melcior:
— Qué te gustaría ser, Luis.
— Mayor.
— Y ¿por qué?
— Para poder mandar y tener siempre razón.
— ¿Tú crees que los mayores nunca se equivocan?
— Se equivocan muchas veces, pero siempre tienen razón.
Y así concluyó aquella conversación, tan reveladora sobre la percepción que aquel chico tenía –tal vez con bastante fundamento– sobre los adultos con que trataba.
— Pues a mi no me resulta muy lejana esa actitud. A veces pienso que no entiendo a mis hijos, y que ellos tampoco me entienden a mí. Parece que lo que decimos los padres siempre es a sus ojos algo caduco...
Es natural que los jóvenes y los mayores vean las cosas de distinto modo. Lo que sería extraño es que un adolescente y una persona madura pensaran de idéntica manera.
A todos, a esas edades, cuando comenzábamos a formar con autonomía nuestro criterio, nos sucedía algo así, en mayor o menor medida. Luego, con el paso de los años, hemos comprendido que nuestros padres tenían razón en muchas cosas –y en otras no–, y que lo que nos decían era fruto de su experiencia y del cariño que nos tenían.
Rememorando aquellos años de su juventud, un padre o una madre sensatos pueden imaginarse con bastante precisión qué sucede en las mentes de sus hijos. Si no lo recuerdan bien –e incluso si creen que lo recuerdan, como recomienda James B. Stenson– puede ser útil, y seguro que divertido, preguntar a los propios padres.
No dramatices asuntos triviales. Haz memoria y esfuérzate por adaptarte a los cambios de la sociedad, que no tienen por qué ser malos siempre.
No digas que la música moderna es intragable, o que visten con mal gusto, o que los modales de la juventud son un desastre, porque así te marginas tontamente. Y aunque es verdad que el vestido refleja mucho la personalidad de cada uno, no se puede desairar a un chico o una chica joven porque no nos entusiasmen sus modales, sus gustos, o su forma de vestir. Preocúpate sobre todo de lo que tienen dentro de la cabeza, que lo otro después se resolverá solo.
A lo mejor a tus hijos les pareces carca o anticuado simplemente por tu modo de expresarte. Actualiza tus modos de decir, no te distancies tontamente, habla de modo que te entiendan bien.
— Pero a veces parece que creen que con poner la música a todo volumen y vestir de modo estrafalario ya son muy originales y tienen mucha personalidad.
No te pongas así. Los padres han de procurar –como recomendaba J. Escrivá de Balaguer–"mantener el corazón joven, para que les sea más fácil recibir con simpatía las aspiraciones nobles e incluso las extravagancias de los chicos. La vida cambia, y hay muchas cosas nuevas que quizá no nos gusten –hasta es posible que no sean objetivamente mejores que otras de antes–, pero que no son malas: son simplemente otros modos de vivir, sin más trascendencia. En no pocas ocasiones, los conflictos aparecen porque se da importancia a pequeñeces, que se superan con un poco de perspectiva y de sentido del humor".

sábado, 28 de noviembre de 2009

SOBRE LAS NUBES SIEMPRE, SIEMPRE BRILLA EL SOL


“Nos desgarra la sangre derramada: la de los niños abortados, la de las mujeres asesinadas, las víctimas de secuestros y asaltos y extorsiones, los que han caído en la confrontación entre las bandas, los que han muerto en la lucha contra el crimen organizado y los que han sido ejecutados con crueldad y con una frialdad inhumana. Nos interpela el dolor y la angustia, la incertidumbre y el miedo de tantas personas que lloran la pérdida de seres queridos. Nos cuestiona más que de la indignación y el coraje natural, lo que empieza a brotar en el corazón de muchos mexicanos: la rabia, el odio, el rencor, el deseo de venganza y de justicia por propia mano”.

Del mensaje de los obispos mexicanos al pueblo de México este mismo mes, es el texto que cito expresamente, porque refleja muy bien la situación difícil que estamos pasando en nuestra patria y en general en muchas partes del mundo. Si tenemos fe, entonces tenemos que acercarnos al Evangelio, buscando luz para nuestro caminar. Lucas en su mensaje evangélico, después de describirnos según el lenguaje apocalíptico lo que serán los días postreros nos hace concebir grandes esperanzas con dos frases textuales: “Entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y majestad…Cuando estas cosas comiencen a suceder, pongan atención y levanten la cabeza, porque se acerca la hora de su liberación”. Cristo el Señor triunfará, y no solo sobre esta crisis mundial que estamos pasando, sino sobre todas las crisis que pudieran sobrevenir, Cristo brillará como el sol en el universo y los que perseveren con él verán su luz esplendente. Esto mismo lo afirman nuestros obispos: “Nos acercamos a esta realidad a la luz de la fe, con una mirada crítica y realista, pero también esperanzadora porque estamos convencidos de que, por encima del mal que oprime al ser humano, está la acción redentora y salvífica de Dios realizada en Jesucristo. Nuestro quehacer eclesial nos compromete profundamente a trabajar por la humanización y restauración del tejido social de nuestra Patria, convencidos del valor de toda vida humana llamada a participar de la plenitud de la vida divina, porque Dios «no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan y tengan vida.» (2 Pe 3,9).

¡A levantar nuestras cabezas!, ya Cristo aparece en el horizonte, y entre sus dos venidas, una en la carne, en la sencillez, en la humildad y en la cruz y la otra con gran poder y majestad, su gracia, su bendición y su compañía van haciendo soportable la carga de cada día, precisamente ahora que tanto lo necesitamos.

Sin embargo, la solución de Cristo no se podrá realizar sin la cooperación de todos los que pertenecemos a su Reino y tendremos que luchar esa lucha interior que se realiza en nosotros mismos, para estar preparados, tal como lo pide expresamente Cristo el Señor: “Estén alerta, para que los vicios y el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de esta vida no entorpezcan su mente y aquél día los sorprenda desprevenidos…velen, pues y hagan oración continuamente…” Esto mismo lo están señalando claramente los obispos mexicanos: “Ofrecemos en esta situación al servicio de nuestra Patria, lo que la Iglesia tiene como propio, una visión global y trascendente del hombre y de la humanidad. En Cristo, Dios nuestro Padre nos llama a formar una humanidad nueva, animada por su Espíritu. Sólo si hay mujeres y hombres nuevos habrá también un mundo nuevo, un mundo renovado y mejor. Por eso consideramos que lo primero que hay que hacer para superar la crisis de inseguridad y violencia es la renovación de los corazones. Vivir el Evangelio nos hace ser hermanos y constructores de Paz, pues “nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos…” (1Jn. 3,14).
Bienvenido el Adviento que trae vientos nuevos y una renovada presencia de Cristo Jesús.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

viernes, 20 de noviembre de 2009

FAMILIA Y ADOLESCENTES - VIDA DE FAMILIA


Escuchar y comprender
La adolescencia es una época singular que muchas veces es criticada por muchos y otras veces esperada con susto por parte de los padres. Es normal, quien la vive está sometido a cambios físicos y psíquicos y necesita ir encontrando el equilibrio durante un tiempo. Es como una enfermedad, pero con la seguridad de que quien la sufre se curará. Es un bache, que requiere un apropiado salto para sortearse.

Es, también, un trayecto que necesita de la ayuda, la compañía y el apoyo de los padres y de la madurez de los abuelos, sin olvidar tres características de la etapa adolescente: la inseguridad, la necesidad de afecto y el idealismo.

Pensando en la inseguridad, (que, por cierto, desde mi sencilla opinión creo que ante cualquier situación nueva muchos la tenemos), debemos ayudarle a interiorizar su buena imagen. Los abuelos le vemos todas las gracias y, en esta denominada crisis, tomar la actitud de valorar lo que hace bien, alegrarse de su crecimiento físico, o bien motivarlo e involucrarlo para que nos ayude en cualquier tipo de tarea y agradecérselo, son detalles que le ayudaran a aumentar su autoestima. Detalles de aliento que dan más seguridad que el tiempo empleado en mirarse en el espejo.

Con respecto a la necesidad de afecto al adolescente no hay nada mejor que escucharlo, comprender y respetar sus maneras de pensar, que seguramente serán poco coincidentes con las de los mayores, padres y demás familia. Escucharle buscando momentos de tranquilidad y tiempo para que exteriorice lo que siente sin poner caras de extrañeza, ni interrumpirlo. Ya es un privilegio para los padres encontrar un espacio para el diálogo, cuando demasiados veces se encierra en su habitación con sus deberes o con el grupo de Internet.

Para fomentar su idealismo no hay nada mejor que mostrarle con el testimonio que en su entorno familiar se vive lo que se predica. Vale más el ejemplo que mil normas escritas en una pizarra. Son las vivencias de los padres y de los abuelos las que irán haciendo mella en su corazón para animarse a dar su juventud en acciones solidarias si lo ha visto hecho vida en el comportamiento de sus mayores. El adolescente se rebela –y con toda la razón– contra aquellas personas que dicen una cosa y hacen la contraria.

Confiemos pues en nuestros adolescentes, démosles cariño, seamos dialogantes con ellos y tengamos paciencia, recordando esta frase de Séneca: "Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías, breve y eficaz por medio de ejemplos".

Adolescencia de los hijos... ¿o de los padres?


Lo normal a esa edad
Un desenfadado estudiante rellenaba en cierta ocasión, sin mucho entusiasmo, el cuestionario de un test de personalidad que les hacían en su colegio.

Una de las preguntas le interrogaba sobre qué entendía que les estaba sucediendo a los jóvenes que, como él, atravesaban esa tormentosa etapa de su vida que es la adolescencia.

No sé qué sucedería en su familia ni qué entendía exactamente él sobre la pubertad, pero la respuesta fue de antología: "La pubertad es una enfermedad que pasan los padres cuando sus hijos llegan a los catorce o quince años."

Cuando me lo contaron me hizo gracia y pensé si esa afirmación no tendría efectivamente una buena dosis de sentido común.

Es cierto que cuando los hijos llegan a esa edad se produce en ellos una profunda transformación. Y es verdad que empiezan a ser más rebeldes, que adoptan quizá un ingenuo aire de suficiencia. Y también que no cuentan casi nada, que dan respuestas cortantes, muchas veces parcos monosílabos.

Todo esto es algo natural, y lo extraño sería, en todo caso, que esta etapa no se presentara.

Precisamente por eso, hay que aceptar como natural que un adolescente se sienta un poco tiranizado por sus padres y por todo el mundo.

En nada sorprenderá a una madre prevenida o a un padre sensato, que comprenderán que los años pasan y los hijos crecen, y que esto es lo normal. Ya volverán las aguas a su cauce.

Pero unos padres ingenuos y asustadizos –como quizá debieran ser los del alumno protagonista de esa anécdota–, probablemente se empeñen entonces en imponer su autoridad a ultranza, o enfadarse, o incluso dar gritos, y acaben por desesperarse al ver que a su hijo apenas le conmueven; o que incluso se afinca aún más en su beligerancia y en su actitud contestataria.

Cuando los padres apenas han hablado con ellos en los años anteriores a la adolescencia, ante esta situación pretenderán introducirse en la vida de su hijo, precisamente ahora que él trata de cerrarse.

Entonces es más difícil — Es lo de siempre, procurar hablar más con ellos...

Sí, pero esos padres tienen que comprender que a esas alturas les llevará mucho más trabajo franquear la barrera de su intimidad, porque entre los sentimientos nuevos que experimentan los adolescentes está el de no querer dejar entrar a nadie fácilmente en ella.

— Entonces, si me he descuidado en los años anteriores y, por lo que sea, tengo poca confianza con mis hijos, ¿dices que ya no tiene remedio?

Tiene remedio, como casi todo en la vida, pero es más difícil. No puede decirse que no pasa nada por haber perdido las buenas oportunidades que brinda la infancia para preparar a los hijos a hacer frente a la adolescencia.

Es una etapa muy delicada. Hay quien dice que existen dos edades en los hijos en las que se produce un gran desvalimiento: los primeros meses y la adolescencia. Mientras son bebés, las razones son evidentes. Y cuando a los varones les apunta el bigote y se les rompe la voz con los primeros gallos, y las niñas se desarrollan, y afloran todos esos problemas de la pubertad; entonces quizá están más desvalidos todavía.

Hay que darse cuenta Es probable que aquel chico dijera que la adolescencia era más bien cosa de los padres porque muchos padres no se hacen cargo de que su hijo o su hija han crecido, y tienen por tanto que tratarles ya de distinta manera, y no pretender que sigan obrando como en la infancia.

No se dan cuenta, por ejemplo, de que no pueden estar encima de sus hijos todo el día porque, si lo hacen, o los chicos se rebelan y rompen, o se infantilizan y no aprenden a decidir.

No comprenden, al menos en la práctica, que es mejor darles responsabilidad y luego pedirles cuentas, porque, de lo contrario, lo que consiguen es problematizar la adolescencia de los hijos.

Y me explico entonces perfectamente que ese chico pensara que la pubertad es una enfermedad que pasan los padres cuando sus hijas llegan a los doce o trece años, o sus hijos a los catorce o quince.

jueves, 19 de noviembre de 2009

APRENDER A CONOCER EL TIEMPO.




El tema sobre el fin de este mundo suele ser un tópico que a más de uno de los que estamos en este espacio y ejercicio de reflexión nos provoca respeto y temor cristiano, mientras que en una gran cantidad de personas llega hasta a generarles angustia e incertidumbre.

¿Cuándo se va a acabar este mundo? La narración del Evangelio de este día nos presenta una descripción del final de los tiempos que está haciendo alusión a factores definitivos, como lo es el regreso escatológico del Señor, y no a esos acontecimientos históricos que han existido, que existen y que existirán siempre, como son los cataclismos, terremotos y otras catástrofes.

En realidad, el Señor nos está invitando para que vivamos comprometidos con nuestra propia historia y para que no nos pasemos nuestra existencia sobreviviendo en la más vergonzosa de las mediocridades.

Se nos invita para que seamos conscientes de que la vida eterna no le pertenece a nadie más que a aquellos que han sido capaces de vivir profundamente el presente.

Y entonces, ¿por qué hay personas que tocan nuestra puerta y que nos atemorizan y nos aplican violencia psicológica utilizando el texto que hemos escuchado?

llegan y nos dicen: fijate hermano que hoy se están cumpliendo todas esas imágenes de destrucción, eclipses, meteoritos, cambios climaticos, guerras, levantones, violencia en las calles, narconegocios, delincuencia organizada... ¡Conviértete y vente con nosotros para que no te condenes!"
¿Cómo puede ser posible, que tan fácilmente cambiemos la casa de la familia por el inquilinato?

Nos falta mucha formación... Lo sé y si algún sentido tiene el presente esfuerzo de reflexión dominical; es el de poder ofrecer un factor adicional para que profundicemos en la autenticidad de una vida cristiana.

¡No te dejes amedrentar! Mejor te propongo que te acerques a Dios, que platiques con tu párroco, que vayas a tu parroquia, que ingreses a un grupo apostólico, que vayas a un retiro, a un cursillo, a una dinámica, a un encuentro... ¡Acércate a Dios! y deja a esos falsos profetas de las calamidades sumergirse en sus propias fatalidades.
"Tú que lloras, ven a este Dios que llora, Tú sufres, ven a este Dios que sana, Tú que tiemblas, ven a este Dios que sonríe, Tú que pasas, ven a este Dios que permanece." ¡Acércate a Cristo! Sólo en Él está la respuesta a cualquier interrogante de la vida.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿UNA CARTA SOCIAL DEL PAPA AUNQUE EL REINO DE CRISTO NO SEA DE ESTE MUNDO?





La Escritura Santa, en este día en que terminamos un año en la Iglesia, nos presenta a Cristo como Rey, rey del universo, pero precisamente en el momento en que ya estaba prisionero y esclavizado. Despectivamente, Pilato, romano y procurador en Judea desde la poderosa Roma, interroga al reo, un hombre que pasó su vida haciendo el bien, cercano a los más pobres, a los más desprotegidos y a los más mal vistos entre los hombres, pero sin ganas de escuchar su testimonio y sin deseos de inmiscuirse en asuntos legales y religiosos del revoltoso pueblo hebreo y menos con sus corruptos dirigentes religiosos y sociales: “¿Con que tú eres el rey de los judíos?”. La respuesta de Cristo fue desconcertante para Pilatos, para los dirigentes religiosos y para todo mundo: “Mi reino no es de este mundo, no es de aquí, y si mi Reino fuera de este mundo, mis servidores habían luchado para que no cayera yo en manos de los judíos”. Y a continuación agregó tajantemente: “Soy rey. Yo nací y vive al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz”.

Tendremos que intentar entender el sentido de cada una de las palabras de Cristo para saber qué está exigiendo hoy de nosotros los creyentes. El hecho de que Cristo afirme que su reino no es de este mundo, no nos autoriza desde luego a vivir desentendidos de los problemas que aquejan a nuestro mundo, alejados y sin compromiso con problemas sociales y políticos, mirándolos como cosa manchada y sucia, para refugiarnos en cantos religiosos y en celebraciones con mucho incienso y con mucha pompa, pero también alejadas de la tremenda realidad que los hombres están sufriendo el día de hoy. Su vida misma es una invitación a meternos hasta el cuello buscando pistas de solución para los problemas de nuestro mundo, pero no por los caminos de los hombres, de los poderosos y de las naciones, donde priva la violencia, la coacción y la mentira. Los caminos por los que lograremos un avance de nuestro mundo será definitivamente el amor, que triunfará sobre la maldad, el egoísmo y la fuerza.

Hablar hoy del reinado de Cristo será aceptar la invitación para comprometernos con todas nuestras fuerzas a liberarnos del afán consumista que nos ha atado a las cosas y nos imposibilita para mirar con confianza el futuro; a liberarnos de las estructuras de pecado y de violencia que encadenan a los más débiles a su ignorancia, a su pobreza y su insalubridad; a quitar todos los prejuicios que nos separan de los demás, sea por razón de color, de raza, de sexo o de distinta economía, sin distinguirlos por su indumentaria o costumbres; a liberarnos del flagelo de la violencia que está sembrando y tiñendo de sangre a muchas naciones, a muchas familias y a muchos individuos, rompiendo esa espiral de la violencia que se vuelve tirana y nos degrada; Cristo nos quiere liberar del miedo a Dios porque es nuestro Padre, pero también del miedo a los hombres, porque todos somos hermanos, y también de la muerte misma, porque Cristo ha triunfado sobre ella. En una palabra, Cristo quiere liberarnos de toda esclavitud del mal, del sufrimiento y del futuro, Si Cristo no escatimó esfuerzo ni siquiera la propia vida, para darnos libertad, nosotros no podemos contentarnos con tratar de vivir un reinado “Light”, traicionando el Reinado de Cristo hermano de los hombres. Con esto estaremos dando testimonio de la verdad, como lo afirma el mismo Papa Benedicto XVI: “Jesucristo purifica y libera de nuestras limitaciones humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos desvela plenamente la iniciativa de amor y el proyecto de vida verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En Efecto, Él mismo es la Verdad.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

sábado, 14 de noviembre de 2009

ABIERTOS A LA PALABRA DE DIOS, LUZ DE LOS CORAZONES


Sin lugar a duda, el abrirnos a la intimidad con Dios para obtener la reconciliación y el estimular un desarrollo de conciencia que nos haga preservar las buenas obras hacia el projímo, como si fuera el mismisimo Creador , el entender que no hay que vivir para sí mismo, sino para todos, enalteciendo el sentido que Cristo le da a nuestras vidas, al amarnos a todos por igual, así como desarrollar más el anímo de convivencia con los demás y claro por supuesto con Dios, manteniendo una relación más cordial con nuestros semejantes.
Así como también el mantener una constante aportación al orden y ayudar con todas nuestras posibilidades a construir una vida más plena.
Tener bien claro el concepto del amor al permitir el total desarrollo del individuo hacia su conversión hacia a Dios y hacia el bien.
Hay que trabajar intenso y constante en la toma de desiciones autenticas y profundas para lograr la conversión.
Hay que concebir la necesidad de la preparación permanente y con la luz encendida hablar y proceder de acuerdo a los preceptos de nuestro Padre Dios.

QUE ESTA APERTURA NOS DE EL VERDADERO SENTIDO DE LA PALABRA DE DIOS

jueves, 12 de noviembre de 2009

¿QUÉ ESTÁ LLAMADO A HACER EL CRISTIANO EN UN MUNDO DE CONTRASTES?


Siempre he pensado que así como unos luchan y se empecinan en propagar el mal, nosotros los católicos debemos redoblar esfuerzos para propagar el bien, en la medida que se conoce a Dios se va transformado el corazón, los sentimientos cambian y existe una intención constante por la conversión del hombre viejo, en transformarse en un hombre nuevo, que sea ejemplo de un ser feliz, por haber encontrado el camino correcto, el camino que conduce a la santidad , en esta medida se es capaz de propagar con nuestras acciones por mínimas que estas sean, el irradiar en nuestros hermanos, el alejarlos del sufrimiento, de la desdicha, apartarlos de la violencia, de las malas intenciones, de lo que no es edificante; es más bien un intento de sacarlos de la autodestrucción y apartarlos o alejarlos de la destrucción del prójimo ; cuantas veces el género humano se siente dueño del propio ser humano, es decir de nuestra esposa o esposo, de nuestros hijos, de nuestros vecinos, en pocas palabras queremos ejercer una autoridad sobre su cuerpo, que siente, que es lastimado, en pocas palabras se atenta constantemente contra el Espíritu , un Espíritu que le pertenece a Dios ; es inconcebible que mientras en un hospital esta un grupo de médicos luchando por salvar una vida, en otra parte de nuestro planeta tierra, esta otro grupo de personas tratando de construir un artefacto que sea capaz de acabar con el mayor número de vidas; como si todos no tuviéramos el mismo derecho a la vida, como si Dios hubiera creado al hombre para el sufrimiento y la destrucción. Por eso Dios nos creo a imagen y semejanza suya, con voluntad, libertad y una gran capacidad de amar, que se ve desfigurada con el correr del tiempo en nuestras vidas, agobiados por el mundo actual que nos libera pero mismo tiempo nos amarra al consumismo, a la infelicidad , a la falta de religiosidad, es el momento de frenar el descontrol masivo a la destrucción del hombre por el hombre; llevemos a nuestros hermanos ese mensaje de Amor que Dios con su infinita misericordia ha dejando en nosotros desde el vientre de nuestra madre y ha sido reafirmado en el bautismo como huella indeleble de su amor.

FALTAN MUCHOS MUROS DE BERLÍN POR CAER


Esta semana se conmemoraron los veinte años de la caída del muro de Berlín, que desde el 61 hasta el 89 mantuvo divididas a familias enteras. Un día sorpresivamente, en pleno Berlín, la ciudad se vio dividida en dos, por un muro que separó a los hijos de sus padres, a los niños de sus escuelas, a los jóvenes de sus universidades, a los enfermos de sus hospitales, a muchos hombres de sus trabajos y a los enamorados los dejó sin pareja. Muchos hombres murieron en el vano intento de pasar al lado de la libertad queriendo vencer sobre las alambradas, los guardias y los perros. Hoy ese muro ya no existe, pero en el mundo hay muchas otros muros que están tan sólidamente construidos, que sólo el poder de Dios sería capaz de derrumbarlos. El muro de la pobreza intenta con esclavizar a más y más hombres en todo el mundo. La violencia y la maldad enseñorean en todos los ambientes, la vida se ve maltrecha y el hombre se siente con arrestos como para legalizar y sentenciar a muerte a los inocentes que no tuvieron otra culpa que hacerse presentes en el seno de una mujer. Es el hombre guerreando contra sí mismo en un intento de acabar con el género humano. Nuevos regímenes políticos y militares tratan de imponerse por la fuerza, por la violencia y por la muerte, personificados en labios de Cristo anunciando que esos muros caerán de una vez para siempre, trayendo la paz y el sosiego a los corazones: “Cuando lleguen aquellos días, después de la gran tribulación, la luz del sol se apagará, no brillará la luna, caerán del cielo las estrellas y el universo entero se bamboleará”. En tiempos de persecución, los primeros cristianos así llamaban a los que ostentaban el poder por la fuerza, los soles y las lunas y las estrellas del mal, anunciando la victoria definitiva de Cristo sobre ellos, auxiliado por los cristianos que le han sido fieles en todas las épocas de la historia: “Entonces verán venir al Hijo del hombre con gran poder y majestad”. Pero la verdad es que Cristo ya está aquí, y sus planes son de amor y de reconciliación y aunque algunos textos de la Sagrada Escritura nos inclinarían a pensar que el fin del mundo terminará violentamente en desgracia y en desilusión, las palabras de Cristo nos indican lo contrario, que Dios no cambiará sus planes de amor, y que el amor decidirá las cosas y no la violencia ni la fuerza. El fin del mundo será el triunfo del amor y el triunfo del Crucificado que mostrará su grandeza cuando perdone e introduzca a su Padre a todos los que fueron hallados dignos: “Y él enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos carnales y desde lo mas profundo de la tierra a lo más alto del cielo”.
Y cabe mencionar que los cristianos tendríamos que tomarnos muy en serio la idea que tenemos del cielo, una participación de la vida de Dios, de su bondad, de su peculiar modo de entender los acontecimientos, de ver a los hombres, de tratarlos, de amarlos; participaremos de su felicidad, una felicidad que consiste en darse sin límites, como Cristo lo hizo con nosotros. Por eso si somos congruentes con lo que Cristo pide, lo tenemos que ir realizando ya, ahora. entre nosotros, y tratar de anticipar esa situación idílica puesta en práctica entre nosotros. No por vivir preocupados por llegar a la meta, nos olvidemos de que Cristo ya ha venido a los suyos y quiere hacerse presente entre los más pobres y más necesitados, pero hay que decirlo también, el ocuparnos de las cosas de este mundo, no tendrá que oscurecer el fin al que somos llamados.
Al final casi del año litúrgico, tendremos que estar muy preparados, dispuestos a conseguir aquí esa primavera de paz y de consuelo entre los hombres, sin amilanarnos ante los regímenes de mentira, de violencia y de maldad, porque Cristo ya ha vencido al mundo: “Entiendan esto con el ejemplo de la higuera. Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las hojas, ustedes saben que el verano está cerca…” entiendan que la era de paz, de concordia y de servicio mutuo tiene que enseñorease entre nosotros, para gloria de Dios y del Crucificado.

P. Marcelo Rossi (São Paolo, Brasil) un Padre muy musical


Cuando conocí al P. Marcelo Rossi, tenía muchos prejuicios sobre su persona: pensaba que su sacerdocio no era tan convincente y que su figura mostraba más bien un artista que se había subido al “estrado” de la Iglesia católica.

Pero en una ocasión acudí a una misa celebrada por él y me dejó impresionado la multitud de gente, en donde los más, eran jóvenes. Y ahí, el respeto y la atención que revelaban los gestos de esos rostros cambiaron mi impresión rápidamente: había un profundo fervor en medio de saltos, palmas y agitación de manos.

Por fin, la misa terminó. No había sido breve; para nada. Tuve la oportunidad de acercarme al mismo P. Rossi. Su rostro se veía cansado, bañado en sudor por la fuerte actividad física que desenvuelve a un lado del altar. Me bastó advertir su mirada y su sonrisa para llegar a la conclusión de que se trataba de un sacerdote de verdad.

Pasó el tiempo y seguí escuchando su música, admirando también todo lo que Dios realizaba a través de él. Y, por fin, saltó la noticia: el P. Marcelo se convirtió en el primer icono de la música católica en recibir un premio, ni más ni menos que un Grammy Latino. El sacerdote brasileño que yo había conocido muy de cerca, fue condecorado en el Teatro Kodak de Hollywood, tal vez uno de los escenarios mundialmente más representativos en el ámbito de la música.

Esta noticia me entusiasma por el esfuerzo de grandes y pequeños evangelizadores que se dedican a misionar a través del no fácil mundo de la música. De este esfuerzo han brotado frutos en ambientes en donde cada vez los jóvenes se descubren más vacíos, donde la música sólo es pasajera, sensual, carente de un mensaje de amor auténtico.

Me imagino la cara de asombro de muchísimos artistas que desearían, también ellos, verse galardonados con un Grammy Latino. Pero su música no “llena el interior”. Al contrario, quita, vacía a multitudes con modelos y slogans contrarios a lo bello y hermoso del amor y de la música. Se quedan en la novedad electrizante de los estrenos pero al final se desvanece.

Me he preguntado cuál es la llave del éxito del P. Marcelo y tengo para mí que esconde un secreto: ora y escucha la voz del Espíritu Santo. Sus fatigas de evangelización desvelan sinceridad, producen abundantes frutos de santidad en medio de lugares donde la fe aparenta superficialidad.

Y a quienes puedan objetar que tal vez la mayoría de los “fans” del P. Marcelo, no tengan una profunda formación religiosa (cosa que, por lo demás, no es del todo acertada), es importante descubrir en este arte un primer escalón en donde ellos llenan su espíritu. Tarea de los catequistas será tomar este acercamiento para después educar y lanzarlos al compromiso.

Mientras tanto, el P. Marcelo sigue lanzando las redes con un arte llamado música cristiana, en donde los grandes jurados, como los de los Grammy Latinos, han comenzado a aplaudirle.

martes, 10 de noviembre de 2009

LA ESCALERA AL CIELO DEL PADRE PÍO

Sin obediencia no hay virtud;
sin virtud no hay bien.
Sin bien no hay amor.
Sin amor no hay Dios.
Y sin Dios no hay Paraíso.

Esto forma como una escalera, si falta un peldaño uno se cae.

Dirección Espiritual

jueves, 5 de noviembre de 2009

¿PORQUÉ LOS RICOS CAMBIARON ESTREPITOSAMENTE?





“¿El donativo que usted me pide es deducible de impuestos? ¿No? ¡Entonces consiga una autorización en Hacienda y luego viene con su respectivo documento para poder atenderlo!”. Esto es ahora algo que ocurre cuando los hombres de Iglesia solicitamos un donativo para las muchas y necesarias obras de la comunidad. ¡Cuánto ha cambiado la mentalidad de los hombres y de los ricos desde el tiempo de Cristo Jesús!

Un día Jesús después de una jornada fatigosa, después de atender a los enfermos, de bendecir a los niños y de batallar con sus enemigos, se sentó a descansar en un rincón del templo de Jerusalén. Fue llevado ahí por la multitud que ese día, cuando muchos hombres y mujeres, que llegaban al templo venidos de todos los rincones de Israel, para llevar sus ofrendas, obligatorias y unas y voluntarias otras, para el culto que en ese templo era fastuoso, y para los holocaustos de animales que tendrían que ser ofrecidos por los pecados del pueblo. Ahí se sentó Jesús, precisamente frente a la alcancía principal del templo, y cansado y distraído, no podía apartar su mirada de lo que pasaba a su alredor. Veía cómo llegaban ostentosamente los ricos, vestidos como para la mejor ocasión, a depositar su ofrenda económica a veces en especie, en joyas o en piedras preciosas. Era un buen negocio. Con ello pretendían comprar el favor de Dios, además de que en muchas ocasiones, podían unir su riqueza a la riqueza del templo, que se convertía así en una especie de banco religioso, proporcionando de paso una manera de vivir también ostentosa a los sumos sacerdotes y a los escribas del templo. Cristo no se dejó convencer por aquel teatro que se realizaba precisamente en el templo de su Buen Padre Dios que había ideado el templo para derrochar ahí su amor y su misericordia, enseñando a los hombres a ser misericordiosos y a vivir en el amor el camino hacia él. Había que caminar en la libertad, pero el templo se había convertido en todo lo contrario, una esclavitud para mucha gente y un gran negocio para los que regenteaban el templo.

Nuevamente me pregunto porqué esa situación y porqué no el día de hoy. ¿Porqué los ricos ya no se acercan ni al templo, ni a la Iglesia ni a Dios? Ha habido un desfasamiento. Aquellos hombres querían comprar la salvación. Los ricos de hoy tienen su propio “dios” y han impreso su nombre precisamente en los billetes. En los dólares, que por mucho tiempo ha sido la moneda universal han impreso: IN GOD WE THUST o sea “confiamos en Dios”, pero en éste, que tiene color verde como todos esos billetes, con los cuales pueden comprar ahora a los hombres y a las naciones a los que se esclaviza escandalosamente.

Pero creo que me he desviado en mi intención, porque ese día, Cristo contempló algo que lo dejó maravillado y así se los hizo notar a sus apóstoles. Entre todos los peregrinos, llegó una mujer de edad, una viejita, delgada y macilenta, puros huesitos, que con su mano flaca, tímidamente dejó caer unas dos moneditas que era todo lo que tenía para vivir. A ella no le importaba lo que hicieran con los dineros del templo ni le preocupaba que fuera para enriquecer a los sumos sacerdotes, ella confiaba plenamente en su Dios, del que estaba segura, tendría que ver por su futuro. Cristo mismo hizo el comentario: “Esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba: pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”. No creo que haga falta más comentario, porque cada quién tendrá en este momento que pensar en cómo retribuirle a Dios lo que con tanta bondad nos da a cada uno, para que con el mismo amor con que nos trata, tratemos nosotros de mirar por el bien de nuestros prójimos. Y darles no las sobras, eso sería una ofensa, sino darle de lo que a ti te duele y te ha costado tu trabajo, tu esfuerzo y tu cansancio.

lunes, 26 de octubre de 2009

¿CABEN LOS SANTOS EN LA ERA DE LA GLOBALIZACIÓN?

La fiesta de todos los santos, que comienza a celebrarse hacia el año 800 de nuestra era, nació en ambientes rurales, cuando los agricultores celebraban la fiesta de la recolección de los frutos que marcaba el final de las actividades, ya en las proximidades del invierno que obligaba a cesar toda actividad. La Iglesia celebra de la misma manera a tantas y tantas gentes que de una manera callada, silenciosa, pero no menos alegre, va viviendo el misterio pascual de Cristo que pide renuncia y seguimiento pero que da la paz y la dicha a raudales. Diríamos que la fiesta de hoy es la globalización de la santidad, a la manera que los pueblos son hoy envueltos en una globalización de la economía, de la cultura, de los bienes y sobre todo de los placeres, de la moda, de los espectáculos y de los últimos adelantos en medios de comunicación y de esparcimiento.

Hay alguien que ha descrito esto de una manera que no puedo privar a mis lectores de conocerle: “¡Cuánto amor, cuánto sacrifico, cuánta constancia, cuánta fe! Mi oficio pastoral me depara múltiples ocasiones, dones de Dios para mí, de visitar a familias en estos trances. Me encuentro dos veces con Cristo en la misa casa: crucificado en el enfermo, samaritano en quien lo cuida. No se trata, repito, lo mismo en los padres que en los hijos, de ejemplos sueltos de bondad. Son virtudes heroicas, que hacen más buenos a quienes las practican y a quienes se benefician de ella. Suelen estar, lo certifico, empapados de confianza en el Padre Dios, movido por la fuerza del Espíritu, sostenidos por la cruz del Señor. Son los justos de nuestra sociedad. Busquen, busquen ustedes otros modelos de santos de hoy: familias con desocupados, con alcohólicos, con drogaditos. Voluntarios sacrificados, en todos los frentes de la marginación visitadores de enfermos, catequistas incansables, trabajadores honrados, madres maravillosa, ¿quién podría contarlos? “(Antonio Montero).

Esto nos va acercando a decir que la santidad no se compra, ni se vende, es obra de Cristo que invita a considerar atentamente sus palabras: “Sean perfectos como mi Padre Celestial es perfecto”. Esto tienen que conocerlo los jóvenes a los que les gustan los grandes retos, las competencias reñidas, las olimpiadas donde pueden regresar cargados de medallas, los que gustan de subir a las elevadas montañas y los que prefieren sumergirse en las grandes cavernas interiores de la tierra. Para ellos es la santidad anunciada por Cristo y que la Iglesia quiere hoy hacer llegar a todos, porque el llamado es para todos. Ese fue el grito del Concilio Vaticano II y que todavía no acaba de oírse, quizá porque todavía estamos acostumbrados a otra santidad que llamaríamos oficialista. Es muy común que muchas comunidades religiosas tengan a su fundador o fundadora en alto concepto de santidad, pero cuando se les pregunta porqué no se ha introducido su causa de santificación, normalmente la respuesta es: “No tenemos dinero”, y es que en ese sentido, la santidad cuesta, primero, dinero, luego papeleo sin cuento, después la declaración de un milagro, y finalmente una ceremonia más o menos fastuosa en Roma, para declarar que tal persona ha alcanzado la santidad de los altares. Pocas veces se daba, pero Juan Pablo II simplificó admirablemente los procesos, de manera que más y más cada día escucharemos declaraciones de gente cada vez más cercana a nosotros. Nos acostumbraremos a santos que se parezcan a nosotros, quizá cada vez menos santos con sotana o hábito religioso, y más gentes con overol, con traje o damas con color en sus mejillas, sacadas de las oficinas, de los medios de comunicación, del mundo del espectáculo y las diversiones, hombres y mujeres de la calle, que sin hacer ruido, van sembrando amor, van con los brazos extendidos, que no responden a la agresión con otra agresión y que no van cargando odios y rencores sobre sus espaldas sino perdón, acogida y reconciliación. ¿Cuándo emprendes tú tu propio camino de santidad?

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

Apéndice 1
Un día una pequeña que acaba de dar una vuelta por todo el templo me preguntó: “Padre, ¿porqué todos los santos tienen el pescuezo torcido? (hay que decir que los animales tienen pescuezo, nosotros tenemos cuello) La pregunta me tomó de sorpresa, y le pedí a la pequeña que me acompañara a dar otra vuelta por la iglesia. Y era verdad, todos los santos que encontramos al paso, tenían sotana, o hábito religioso, cofia o tocado para las damas y bonete o mitra para los hombres, en una posición que pretendía denotar humildad o sencillez, pero que bien podría sugerir desconsuelo, o tristeza o desaliento. Luego, no se veía ninguna sonrisa en ninguna de las imágenes y finalmente con el paso del tiempo o quizá por designio del artista, los santos tenían un tinte descolorido o amarillento como de enfermedad que invitaban a retirarse lo más que se pudiera. De niño me impresionaba un cuadro de algún santo que fue martirizado, con las “tripas” de fuera, sostenidas con sus propias manos, y otro santo que aparó en una charola su cabeza cuando le fue cortada en su martirio.

Y esto me llevó a considerar que los cristianos acercan a los santos no para imitarlos en sus virtudes, en su heroicidad, porque eso son, héroes de la santidad, sino seres para ser saqueados con tantas peticiones, e incluso poniéndoles etiqueta como podrían encontrarse en un estante de supermercado: abogados, como San Blas, para los males de garganta, San Cristóbal, para los conductores, S. Isidro para los agricultores, S. Antonio para los animales y Santa Teresita para los misioneros. En algún lugar del mundo de cuyo nombre no quiero acordarme, las gentes le llevaban recuerdos al perro de la imagen de San Rafael, y algunos hombres con debilidad sexual decreciente también llevaban recuerdos a los genitales del caballo de Apóstol Santiago.

sábado, 24 de octubre de 2009

"VER DESDE LA FE"


Padre Benito Ramírez Márquez


El Evangelio de hoy nos relata el paso de Jesús por la ciudad de Jericó y la curación de un ciego, Bartimeo, que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Es entonces cuando a Bartimeo le llega el ruido de la pequeña caravana que acompañaba al Señor. Y al oír que era Jesús comenzó a gritar y decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.

Aquel hombre que vive en la oscuridad, pero que siente ansias de luz, de claridad, de curación, comprendió que aquella era su oportunidad; Jesús estaba muy cerca de su vida ¡Cuántos días había esperado aquel momento! ¡El Maestro está ahora al alcance de su voz! Por eso, aunque muchos le reprendían para que callase, él no les hace el menor caso y gritaba mucho más fuerte. No puede perder aquella ocasión. ¡Qué ejemplo para nuestra vida! Porque Cristo, siempre al alcance de nuestra voz, de nuestra oración, pasa a veces más cerca; para que nos atrevamos a llamarle con más fuerza.

A Jesús hemos (con respeto) de gritarle muchas veces, hemos de gritarle con la oración y con buenas obras, especialmente la caridad, el trabajo bien hecho, la limpieza del alma en una confesión contrita de nuestros pecados.

El ciego, después de vencer el obstáculo de los que le rodeaban, consiguió lo que tanto deseaba. Se detuvo Jesús y dijo: Llámenlo.

El Señor le había oído la primera vez, pero quiso que Bartimeo nos diera un ejemplo de insistencia en la oración. Ahora ya está delante de El. ¿Qué quieres que te conceda? Maestro, que vea ¡Qué cosa más lógica! Y tú, ¿vez? ¿No te ha sucedido, en alguna ocasión lo mismo? No puedo dejar de recordar que, al meditar este pasaje Jesús esperaba algo de mi -¡algo que yo no sabía qué era! Ahora es a tí, a quien habla Cristo. Te dice: ¿Qué quieres de Mí?.... ¡Que vea, Señor, que vea!

¿Tú has conocido lo que el Señor te proponía? ¿Y has decidido acompañarle en el camino?