viernes, 25 de marzo de 2011
Los espacios verdes del alma
A un mes de las bajas temperaturas registradas en nuestro estado y de las consecuencias que nos han dejado se habla y me parece estupendo de ecología, quisiera yo decir algo del ecologismo espiritual, del que me parece, no suele hablarse tanto. Y que es más importante que el material. Porque es bueno que los hombres sobre todo los jóvenes estén recuperando el valor de la Naturaleza, que les preocupe la contaminación del medio ambiente, que luchen por los espacios verdes en estas asfixiantes ciudades que hemos construido. Pero creo que habría que pensar que nuestras almas padecen parecidas o más graves agresiones. Hay en el mundo de pronto una contaminación de nervios, de tensiones, de gritos que hace tan irrespirable la existencia como el aire. La gente vive devorada por la prisa; nadie sabe conversar sin discutir; nos atenazan los gases de la angustia y la incertidumbre; la gente necesita pastillas para dormir; a diario periódicos, radios, anuncios, televisores y computadoras talan despreocupadamente los árboles de los antiguos valores. Habría que explicarle a la gente que el alma necesita como las grandes ciudades de los parques y jardines, de los espacios verdes del espíritu. Y señalar que es necesario impedir que la especulación del suelo del alma termine por convertirla en inhabitable. Tendríamos, por ello, que ir descubriendo, señalando, algunos espacios verdes que urge respetar.
El primero aunque parezca ridículo es EL SUEÑO. La vida humana, con su alternancia de sueño y de vigilia está muy bien construida. Pero cuando se le desnivela con ingenuos trasnoches, pronto queda también mutilada la vigilia. Para estar bien despiertos, hace falta estar bien dormidos, Y se diría que muchos hombres pasan sus días sumergidos en una soñarrera por la simple razón de que no han dormido. Quien lo probó lo sabe: he vivido años con la obsesión de que robándole horas a la noche produciría más. Ahora sé que esas horas robadas se pagan al día siguiente, con el cansancio y la mediocridad.
El segundo gran espacio verde es EL OCIO. Yo odio la vagancia en la misma medida en que estimo el ocio creador. Y estoy convencido de que un mundo mejor no es aquel en el que consigamos más horas de trabajo, sino aquel en el que con menos horas de trabajo puedan conseguir todos mayor número de horas entregadas ha hacer por gusto y devoción aquello que, porque lo aman, les llena y les descansa a la vez.
Uno de los fallos más grandes de nuestra civilización es que sólo hemos enseñado dos cosas a los hombres: a trabajar y a perder el tiempo. ¿Y todo el infinito campo que queda entre las dos? ¿Y ese trabajo que no lo es del todo porque se hace por placer? ¿Y todas esas maneras de divertirse que nos enriquecen?
El hombre de hoy parece no conocer otros caminos que el de trabajar como un burro, aburrirse como un gato o saltar de tontería en tontería como un mosquito. Por eso aterra a tantos la jubilación: porque no saben hacer más que lo que siempre han hecho. ¡Con la infinidad de espacios verdes que quedan para el alma! Pienso ahora en las artes relajantes. Me refiero a todas esas otras formas de enriquecer el alma: el placer de oír música seria dejándola crecer dentro de nosotros en el silencio; el gusto por pintar; la maravilla de sentarse al aire libre, quizá bajo un árbol, a leer lentamente.
El tercer y quizá más hermoso espacio verde es LA AMISTAD. ¡Ningún tiempo más ganado que el que se pierde con un verdadero amigo! La charla sin prisa tal vez mientras delante se enfría un café, los viejos recuerdos que provocan la risa o quizá la sonrisa, el encuentro de dos almas ¡qué mayor enriquecimiento! Son sedantes que no tienen precio. Sí, esas visitas que siempre dejamos “para cuando tengamos tiempo” serian el mejor modo de aprovechar el que tenemos ¡Qué hermoso mundo en el que nadie mirara su reloj cuando se reúne con sus amigos! ¡Qué maravilla el día en que alguien venga a vernos y no sea para pedirnos algo, sino para estar con nosotros!
Y no quiero olvidarme de un magnífico espacio verde del alma que es LA ORACIÓN ¿Puedo hablar de ello? Pienso que tal vez algunos no creen o creen muy a medias. Pero aun a ellos yo me atrevería a pedirles ¡Cuánto más si son creyentes! Que experimenten por si mismos aunque sólo sea una vez lo que es la contemplación. “pero ¡eso es muy difícil! ¡Eso es para místicos” busquen algunos minutos al día de pausa cordial y mental para el encuentro con Dios “ si son creyentes o con las fuerzas positivas de su alma si creen que no los son. Allí, en el pozo del alma, alejándose de los ruidos del mundo, dejando por un rato de lado las preocupaciones que les agobian, intenten buscar su propia verdad. Que se pregunten quiénes son los que aman. Que se dejen amar. Que tomen por ejemplo, el Evangelio y esto tanto si son creyentes como si no lo son, que lean una frase, unas pocas líneas y las dejan calar dentro de sí, como la lluvia cae sobre la tierra. Que las repitan muchas veces hasta que las entiendan. Que permanezcan luego en silencio, dejándolas crecer dentro, chupando de ellas como si fueran una planta que necesitan desarrollarse. Así, sólo unos pocos minutos. Pero todos los días. Y Un día se encuentren milagrosamente florecidos.
Si, amigos, déjenme que se los repita… nuestra alma merece ser tan cuidada como el mundo…
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