En el Evangelio de hoy... primer domingo de Cuaresma se nos recuerda que Jesús siendo de condición divina ha querido hacerse perfecto hombre y enseñarnos cómo resistir a las tentaciones y sobreponernos a las diferentes pruebas de la vida.
Ha enfrentado, como cada uno de nosotros, verdaderas tentaciones… y aunque el tentador era pecaminoso, el tentado era inocente y su inocencia nos ha dado ejemplo de virtud a los hombres.
Hablemos de nuestras tentaciones, pero antes, marquemos las diferencias entre las tentaciones y las pruebas. Se parecen tanto pero son tan distintas.
La prueba te hace crecer y la tentación busca destruirte, la prueba se presenta como algo sumamente difícil, la tentación suele presentarse como algo muy atractivo; la prueba busca mantenerte en el camino aun cuando ocasional o permanentemente sea difícil el caminar y la tentación te presente otras alternativas de caminos sin complicaciones pero que desvivan a las personas, la prueba viene de Dios, o por lo menos es permitida por Él y la tentación viene del maligno.
La tentación es aquella realidad, que te hace ver como real solamente lo que en ese momento te incita o te excita y en donde todo lo demás es desplazado al ámbito de lo irreal. ¿No lo quieres creer? Mira a tu alrededor y fíjate como para aquel que vive envuelto en los placeres o sumergido en el alcohol o en las drogas, ni la propia familia le es real, ni su salud ni su vida misma, ni siquiera Dios; solamente alcanza a contemplar como real aquello que en ese momento le está resultando atractivo y que le está destruyendo.
¿Y cuáles son nuestras tentaciones? Hoy las tentaciones simulan tener otros rostros, otros nombres y hasta otros apellidos, pero siguen siendo las tres mismas tentaciones de la antigüedad. El placer, el Tener y el Poder.(una palabra adicional sobre cada una de las tentaciones.) El tener nos provoca que olvidemos los valores, las personas y la propia vida. Hoy, en nuestra sociedad se habla del hombre de éxito midiéndolo siempre con parámetros monetarios.
El placer se manifiesta en el carnaval de la vida con muchos y muy variados antifaces: la droga, el alcohol, el erotismo, la sexualidad… el hombre de hoy parece que no se ha dado cuenta de que no existe nada como llevar una vida ordenada.
El poder nos deslumbra a las personas y va provocando que el rostro del hermano, del familiar y del amigo vaya desapareciendo de nuestro horizonte. Esta tentación suele recurrir constantemente al chantaje de las personas. al manipuleo deshonesto para no perder el dominio sobre los demás.
El tiempo de la Cuaresma es una oportunidad para que verifiquemos si nuestro proyecto corresponde verdaderamente al de Dios. La conversión a la que se nos invita no es otra cosa, sino el darle la espalda a nuestros proyectos, para así apuntar en dirección del proyecto original trazado sobre nuestra vida.
El Evangelio nos invita a superar nuestras propias tentaciones, a que reaccionemos como cristianos, a que seamos personas! Que respuesta de Cristo!
Si queremos mantener el dominio sobre el tentador ejercitémonos en la oración, en la generosidad y en la abstinencia. Unámonos Cristo no tengamos apego a los bienes, seamos generosos con el necesitado y oremos continuamente ante aquel que tiene la autoridad absoluta.
La Oración nos une a Dios, la limosna, nos acerca y nos une al hermano y el ayuno nos ayuda a relacionarnos adecuadamente con la creación, no vivamos como esclavos, somos hijos de Dios.
Ha enfrentado, como cada uno de nosotros, verdaderas tentaciones… y aunque el tentador era pecaminoso, el tentado era inocente y su inocencia nos ha dado ejemplo de virtud a los hombres.
Hablemos de nuestras tentaciones, pero antes, marquemos las diferencias entre las tentaciones y las pruebas. Se parecen tanto pero son tan distintas.
La prueba te hace crecer y la tentación busca destruirte, la prueba se presenta como algo sumamente difícil, la tentación suele presentarse como algo muy atractivo; la prueba busca mantenerte en el camino aun cuando ocasional o permanentemente sea difícil el caminar y la tentación te presente otras alternativas de caminos sin complicaciones pero que desvivan a las personas, la prueba viene de Dios, o por lo menos es permitida por Él y la tentación viene del maligno.
La tentación es aquella realidad, que te hace ver como real solamente lo que en ese momento te incita o te excita y en donde todo lo demás es desplazado al ámbito de lo irreal. ¿No lo quieres creer? Mira a tu alrededor y fíjate como para aquel que vive envuelto en los placeres o sumergido en el alcohol o en las drogas, ni la propia familia le es real, ni su salud ni su vida misma, ni siquiera Dios; solamente alcanza a contemplar como real aquello que en ese momento le está resultando atractivo y que le está destruyendo.
¿Y cuáles son nuestras tentaciones? Hoy las tentaciones simulan tener otros rostros, otros nombres y hasta otros apellidos, pero siguen siendo las tres mismas tentaciones de la antigüedad. El placer, el Tener y el Poder.(una palabra adicional sobre cada una de las tentaciones.) El tener nos provoca que olvidemos los valores, las personas y la propia vida. Hoy, en nuestra sociedad se habla del hombre de éxito midiéndolo siempre con parámetros monetarios.
El placer se manifiesta en el carnaval de la vida con muchos y muy variados antifaces: la droga, el alcohol, el erotismo, la sexualidad… el hombre de hoy parece que no se ha dado cuenta de que no existe nada como llevar una vida ordenada.
El poder nos deslumbra a las personas y va provocando que el rostro del hermano, del familiar y del amigo vaya desapareciendo de nuestro horizonte. Esta tentación suele recurrir constantemente al chantaje de las personas. al manipuleo deshonesto para no perder el dominio sobre los demás.
El tiempo de la Cuaresma es una oportunidad para que verifiquemos si nuestro proyecto corresponde verdaderamente al de Dios. La conversión a la que se nos invita no es otra cosa, sino el darle la espalda a nuestros proyectos, para así apuntar en dirección del proyecto original trazado sobre nuestra vida.
El Evangelio nos invita a superar nuestras propias tentaciones, a que reaccionemos como cristianos, a que seamos personas! Que respuesta de Cristo!
Si queremos mantener el dominio sobre el tentador ejercitémonos en la oración, en la generosidad y en la abstinencia. Unámonos Cristo no tengamos apego a los bienes, seamos generosos con el necesitado y oremos continuamente ante aquel que tiene la autoridad absoluta.
La Oración nos une a Dios, la limosna, nos acerca y nos une al hermano y el ayuno nos ayuda a relacionarnos adecuadamente con la creación, no vivamos como esclavos, somos hijos de Dios.
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