Ayer celebramos a Cristo recién nacido, hoy celebramos a su Sagrada Familia y nos serviremos para nuestra reflexión de la oración Colecta de la Misa:
Señor Dios nuestro, tú que nos has dado en la Sagrada Familia de tu Hijo el modelo perfecto para nuestras familias…
Tenemos que ser muy sinceros para decir que conocemos muy poco de la vida intima de la Familia de Nazaret, pero basta conocer el Hijo para darnos cuenta de cómo se vivía en aquella pequeña casa de Nazaret, en la que no todo fue tranquilidad, pues con sus padres, el niño conoció lo que es la deportación, el ser exiliado, el no poder decir “esta es nuestra casa”, pero de sus padres comenzó a conocer lo que es hacer la voluntad de Dios, y a confiar en su gracia y en su protección. Podemos intuir lo que significo para él la pertenencia a aquella familia tan especial, donde él aceptó voluntariamente el lugar, el tiempo, las costumbres, el lenguaje, las prácticas religiosas, en una palabra, todo aquello de lo que Jesús se sirvió para revelarse al mundo. Grande, con la grandeza de su divinidad, en Nazaret se hace pequeño y obediente, chupando la sabiduría, la dulzura, el amor y el silencio respetuoso que se guardaba en la casita del amor. Cerca de su madre, Cristo aprendió a dar los primeros pasos, a balbucear las primeras palabras, a dirigirse amorosamente a su Buen Padre Dios, primero elevando sus manitas para pedir pan a Papá Dios, como lo hacen hoy muchos padres con sus hijos, pero luego a orar con los Salmos. Y de José, cuántas cosas pudo aprender Jesús, su reciedumbre, su paciencia y su fortaleza, su trabajo callado y alegre, pero sobre todo su plena confianza en su Padre Dios, primero cuando aceptó los planes de Dios sobre su Mujer, y luego prestarse para ser el padre de aquella criatura admirable propiciando que a través de él le viniera la sucesión desde el Rey David.
Hoy muchas familias conocen si no la deportación, sí el abandono del propio hogar para buscar una vida digna o un trabajo que venga a dar seguridad, dejando a la familia desvalida, sin protección, sin cariño y sin amor de padre y a veces también de madre.
...concédenos practicar sus virtudes domésticas y estar unidos por los lazos de tu amor…
Pablo VI hablando de la Sagrada familia, señala tres lecciones, en primer lugar el silencio, que tanta falta nos hace cuando cada uno de los miembros de la familia tiene su propio televisor, o por lo menos sus propios audífonos, convirtiéndose en autómatas, desconectados de lo que pasa a su alrededor, y de la oración, de la cercanía del Dios que nos ama en su Hijo. La segunda lección es la de una auténtica y necesaria vida familiar, una comunión de todos sus miembros, donde el lazo de unión sea el amor entre ellos y el amor al Dios que nos da la vida y da sentido a nuestras vidas, donde cada uno pueda sacar sus propias potencialidades hasta llegar a la madurez como personas. Y finalmente, la lección de trabajo, un trabajo digno para todos, que no solo permita la diaria subsistencia sino que haga que el trabajo se convierta en un instrumento de progreso, de santificación y de salvación.
…para que podamos ir a gozar con ella eternamente de la alegría de tu casa.
Ese es el ideal, esa es la esperanza de los hogares cristianos, y de todos los hombres, gozar para siempre en la presencia del Señor, sintiéndonos la gran familia de los que han sido dignos de vivir para siempre en esa presencia gozosa del Buen Padre Dios.
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