miércoles, 19 de octubre de 2011

un fuerte aldabonazo para la Misión de la Iglesia


UNA
El deseo de ir a todas partes a proclamar la Buena Noticia, a toda la creación, a todos sin excepción no se debe a un afán colonialista o egocéntrico, responde al convencimiento de que realmente la Buena Nueva del Reino ha llegado con Jesús y está al alcance de toda persona. De este modo, lo que mueve a ir a todas partes es el deseo de que nadie quede sin conocer y experimentar el Reino de Dios. Es una convicción misionera elemental que tuvieron los primeros cristianos, es precisamente que habría que ir a todos los lugares, es decir, al mundo entero.
Hay que indicar la incondicionalidad del encargo. El misionero tiene la tentación permanente a veces inconsciente de elegir los lugares e interlocutores de acuerdo a su gusto no según el ejemplo de Jesucristo. Si se escogen lugares deliberadamente, se excluyen personas necesariamente. Ir a todo el mundo exige abrirse honestamente al encuentro de todo tipo de personas.
En este encargo de ir a todo el mundo y predicar a toda criatura los discípulos son continuadores de lo que ha dicho y hecho el Maestro: Él había iniciado su misión proclamando la Buena Nueva de Dios, los discípulos tendrán que hacer lo mismo. Más aún, los discípulos enviados no son los únicos continuadores de la obra del Maestro, también lo serán quienes crean por su predicación. De esta manera se garantiza permanentemente que la vida de Dios, la Buena Noticia de Jesucristo, esté al alcance de todas las personas. Los nuevos creyentes tienen la responsabilidad como los apóstoles de prolongar la acción del Señor realizando acciones que garanticen la disminución del mal, el rompimiento de barreras y el alivio sobre los enfermos.
Jesús ha cumplido con fidelidad su misión y ahora corresponde a los discípulos asumir su responsabilidad. Debemos partir de los principios y valores que Él ha vivido, y responder a las nuevas circunstancias. En esta nueva etapa del seguimiento los discípulos tendremos que buscar vivenciar lo realizado por el Maestro, recordando su sentido, finalidad y alcance. Es decir, ser continuadores de la misión, no como repetidores, presentarnos como auténticos corresponsables.
La ascensión del Señor además de enfatizar la corresponsabilidad de los discípulos, sirve para presentar a Jesucristo como el Testigo por excelencia, es decir remarcar su fidelidad en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Esta fidelidad llega a tal extremo que sigue colaborando con nosotros, cuidando de que cumplamos adecuadamente la tarea asignada.
Aquel que ha pasado del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de los seres humanos a Dios; nos acompaña de la misma manera y con la misma eficacia e intensidad que cuando estaba con los apóstoles.
Somos responsables de continuar la obra del Maestro. Que el Señor Resucitado nos acompañe permanentemente en esta gran tarea.

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