lunes, 31 de octubre de 2011
¡Cuidado con los cristianos dormilones!
Las parábolas de Cristo reflejan costumbres y tradiciones de otros tiempos, pero conservan un mensaje para todas las épocas. Eso pasa con la parábola que Cristo nos transmite el día de hoy. Las bodas de los judíos se realizaban de noche, el rito era muy simple, congregaba a los amigos y parientes del novio, que se trasladaban a la casa de la novia, con su velo y ataviada lo mejor que se podía y que ya esperaba con sus papás, parientes y amigos para ser trasladada a la casa del novio entre música, cantos y alegría, para comenzar la fiesta que podía prolongarse por varios días según la condición económica de los novios. En esas circunstancias aparecen en escena cinco muchachas jóvenes de las cuales cinco fueron previsoras, llevando además de la lámpara correspondiente, un poco más de aceite en prevención de que el novio tardara. Las otras cinco se fueron a la buena de Dios, o mejor a la mala, pues no se proveyeron del aceite correspondiente. Cuando el novio llegó, éstas últimas pidieron un poco de aceite, pero les fue negado y se quedaron “como la novia de las dos bodas”, sin poder entrar al banquete. De entrada se nos hace que las primeras fueron egoístas, pues de otra forma todas habrían podido entrar al banquete. Pero habrá que preguntarnos entonces qué signifique el aceite y caeremos en la cuenta primero, de su importancia en la vida de los hombres. Después del agua, es el líquido que está en muchos momentos en la vida del hombre: en los alimentos y medicamentos, cosméticos y tonificantes de la piel, combustible y lubricante para las máquinas, y también para los perfumes que alegran el ambiente y el cuerpo humano. Tratándose de la parábola, ese aceite significa la fe y el amor, que tienen que ser conquistas propias, si no fueran un don, y que por lo tanto son intransferibles, pues deberán ser patrimonio y victoria de cada persona.
El Papa Benedicto en la convocatoria para el año de la fe, nos clarifica el texto de la parábola considerada:
“Llegados sus últimos días, el apóstol Pablo pidió al discípulo Timoteo que «buscara la fe» (cf. 2 Tm 2, 22) con la misma constancia de cuando era niño (cf. 2 Tm 3, 15). Escuchemos esta invitación como dirigida a cada uno de nosotros, para que nadie se vuelva perezoso en la fe. Ella es compañera de vida que nos permite distinguir con ojos siempre nuevos las maravillas que Dios hace por nosotros. Tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, nos compromete a cada uno a convertirnos en un signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo. Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin”.
Ateniéndonos al texto del Papa podemos señalar que si bien es verdad que en la parábola cinco de las jóvenes eran dormilonas, hoy apenas uno de cada cinco hombres somos los que ya tenemos la fe en Cristo, y si hemos de considerarla como un gran regalo suyo y una gran conquista y un gran logro nuestro, entonces no podremos quedarnos sentados viendo que el mundo crece y se desarrolla como si Cristo aún no hubiera venido al mundo iluminándolo con su muerte y su resurrección. Esa luz de la fe nos impulsa entonces a proclamar las maravillas del Dios que nos ha llamado a la vida, aprestándonos a dar con toda nuestra vida, un testimonio alegre de nuestra creencia y nuestra esperanza para que otras muchas gentes vivan desde ahora abiertos al Dios de la vida, al deseo de poseerlo y responder a su llamado de paz, de vida, de amor, de esperanza y solidaridad con todos los hombres que buscan la felicidad que sólo en él puede ser encontrada.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx
jueves, 27 de octubre de 2011
EL DÍLEMA: DECIR Y HACER
HE AHÍ
Es necesario aclarar algunos elementos para comprender mejor lo que nos han legado, primero antes que atacar a la gente a los discípulos o a las autoridades, es PREVENIR. La finalidad de prevenir se refuerza al constatar que el problema radica en " que dicen y no hacen ", actúan para ser vistos ", " quieren los primeros puestos " y ser reconocidos. En otras palabras quieren sentirse importantes; esto contrasta con las frases: que el mayor sea el servidor; " el que se ensalce, será humillado; y el que se humille será enaltecido ".
Ahora pongamos atención en los significados de " Rabi ", " Padre " en su origen es en titulo de autoridad, aunque con mucha seguridad es un titulo de honorabilidad para dirigirse
a alguien y suele traducirse por " maestro ". Y se relaciona con el deseo de reconocimiento público.
El término " Padre " debemos comprenderlo desde el tiempo de la familia donde es considerado el jefe absoluto, el dueño de todo y quien tiene potestad sobre todos los demás miembros de la familia. Esto ayuda a comprender por qué uno es el Padre de todos, el del cielo.
Las razones son de peso: Uno solo es el Maestro, uno solo es el Padre ( el del cielo ) y uno solo es el Tutor ( Cristo ). LA RAZÓN DADA ES QUE TODOS NOSOTROS
SOMO HERMANOS, y está, no este afectando directamente las otras afirmaciones.
Este contenido va más allá de un problema de términos o titulos, afronta con mucha seriedad un asunto de actitudes en la comunidad, y utilizar entonces estas enseñanzas para servir a la comunidad.
Decir entonces que no estamos de acuerdo con las incoherencias de decir una cosa y hacer otra. Más aún de la incoherencia desenmascarar la desfacahtez de exigir a otros que hagan lo que uno mismo no está dispuesto a cumplir ni en el más mínimo detalle. Además, se deja suficientemente claro que cuando alguien quiere ser más importante de manera inadecuada y con intenciones torcidas termina haciendo de la apariencia y de la hipocresía sus características principales.
Si queremos construir una auténtica comunidad cristiana debemos considerar comportarnos como hermanos. Desde esta perspectiva no es malo que existan maestros, guías, instructores, gentes que tengan actitudes de padre.... el problema surge cuando estas funciones comunitarias se quieren ejercer ( y de hecho a veces son ejercidas ) al margen de la verdadera fraternidad. Cuando alguien enseña y guía sin tomar en serio su responsabilidad de hermano con mucha facilidad cae en actitudes dictatoriales. Solo Dios ( y Cristo ) son El Maestro, El Padre y El Guía quien tenga una responsabilidad comunitaria en estos ámbitos desempeñara mejor su funciónen a la medidad que la desempeñe con los criterios de Jesús.
Por último, el ser humano tiene naturalmente un deseo profundo de ser importante; no hay que negarlo; al contrario, hay que aceptarlo con naturalidad. El problema es que con mucha facilidad nos equivocamos en el momento de elegir el modo. Si alguien quiere ser importante en la comunidad debe servir. Si alguien quiere ser guías, instructores, y responsables de la comunidad deben dejarse guiar en todo momento por la manera de pensar y actuar de Jesús.
Cualquier servicio debe tener como fundamento que somos hermanos y que la referencia para desempeñarlo adecuadamente no es el modelo empresarial o político sino el comportamiento de Jesús y la paternidad amorosa de Dios.
Alabemos a Dios por las personas que se esfuerzan seriamente por ser coherentes entre lo que dicen y hacen.
Pidámosle perdón por las ocasiones en que con nuestro comportamiento estamos lejos de lo que decimos creer y pensar. También roguémosle que nos perdone las ocasiones en que hemos querido ser importantes pero dominando y oprimiendo, no sirviendo.
Cómo daña la pornografía a un adolescente
Los adolescentes constituyen un grupo de riesgo, porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que durante más tiempo se conectan a Internet,
Autor: Ana Aznar | Fuente: Yo Influyo
¿Te has preguntado alguna vez qué hacen tus hijos en Internet? ¿Sabes si están conectados con amigos o con desconocidos? ¿Conoces cuáles son las web que frecuentan o si los juegos que más utilizan son adecuados para su edad?
Con la llegada de la adolescencia la curiosidad de nuestros hijos sobre temas sexuales es muy grande. Si previamente no hemos sembrado confianza en casa para hablar sobre estos temas o si no nos hemos adelantado, lo más probable es que resuelvan sus dudas directamente con sus amigos o a través de la red.
Esta situación la aprovechan con frecuencia otras personas para hacer negocio con la pornografía, a costa de una etapa tan inestable como la adolescencia.
Usuarios expertos, pero inmaduros
Los niños y adolescentes son especialmente vulnerables a la hora de abusar de las nuevas tecnologías; corren el riesgo añadido de acceder a contenidos inapropiados o contactar con desconocidos a través de Internet y las redes sociales. Los padres debemos seguir unas pautas que regulen su uso.
Pero no se trata de prohibiciones que con toda seguridad se saltarán cuando no estemos presentes, más bien debemos ayudarles a saber utilizar de forma responsable "los medios". Poco a poco ellos son los que deben ejercer ese autocontrol, tanto con el uso y el tiempo en internet, como en muchas otras facetas de su vida.
La psicóloga Alicia López de Fez considera que los adolescentes constituyen un grupo de riesgo, porque tienden a buscar sensaciones nuevas y son los que durante más tiempo se conectan a Internet, además de estar muy familiarizados con las nuevas tecnologías. Son usuarios expertos, pero inmaduros.
Ésta es una de las razones por las que se desaconseja que nuestros hijos tengan un ordenador o una videoconsola en el dormitorio, pues nos resultará más difícil controlar su uso. Por tanto, debemos colocarlos en un espacio común de la casa, donde "no tengan intimidad" para conectarse con quienes quieran y a cualquier hora del día.
La experta recomienda que se pacte el tiempo, los días de juego y de navegación por Internet, siempre desde el diálogo y con sentido común. Así, es mejor una hora durante siete días a la semana, que siete horas seguidas un solo día.
Además, no es aconsejable que puedan navegar a su aire ni jugar a cualquier juego. Los padres debemos supervisar los contenidos a los que éstos tienen acceso. No está de más emplear programas que bloqueen el acceso a ciertos contenidos o que dejen el historial de las páginas visitadas.
Adictos a las nuevas tecnologías
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que al menos el 25 por ciento de la población sufre un problema relacionado con el abuso de las nuevas tecnologías. Las adicciones a éstas son un problema grave que puede repercutir de manera negativa al descuidar sus obligaciones o relaciones sociales, según explica Fernando Díez, psicólogo experto en adicciones de Amalajer (Asociación Malagueña de Jugadores en Rehabilitación).
Un adicto a las nuevas tecnologías puede entrar en una espiral de aislamiento, gasto incontrolado, depresión y ansiedad. Estas adicciones reciben el nombre de "no tóxicas", "sin sustancia" o "no químicas" y algunos expertos prefieren denominarlas como "problemas de abuso, mal uso o dependencia".
De éstas, las más adictivas son el móvil, las videoconsolas e Internet; y como parte de este último, la dependencia a las redes sociales, al correo electrónico, a chatear, a la compra online, etcétera. Pero además, algunas están asociadas con otro tipo de patología: el uso abusivo de webs de pornografía.
Ver pornografía distorsiona su visión de la realidad
Patrick F. Fagan, director del Family Research Council, ha analizado los efectos sociales y psicológicos de la pornografía en su estudio "The Effects of Pornography on Individuals, Marriage, Family and Community".
En éste explica cómo los adolescentes que ven pornografía se desorientan durante la fase de desarrollo en la que están aprendiendo a afrontar su sexualidad, justo cuando son más vulnerables a la incertidumbre sobre sus creencias sexuales y sus valores morales.
Contrario al argumento de que la pornografía es un placer inofensivo, Fagan hace referencia a evidencias clínicas que muestran que ésta distorsiona de modo significativo las actitudes y percepciones sobre la naturaleza de la sexualidad.
Si son consumidores habituales de pornografía, los hombres tenderán a poseer una tolerancia mayor hacia los comportamientos sexuales anormales, además de ser un hábito muy adictivo, debido a la producción de hormonas que estimulan los centros de placer del cerebro. Poner límites a la actividad sexual ayuda a los adolescentes mientras maduran a orientar de forma correcta su sexualidad.
"Desgraciadamente el desarrollo de los modernos medios ha derribado estas barreras y ha incrementado la forma en que los creadores de pornografía pueden introducirse en la vida familiar", comenta Fagan.
Puede desembocar en enfermedad mental
De hecho, la pornografía lleva a percepciones distorsionadas de la realidad social: una percepción exagerada del nivel de actividad sexual de la población general y una estimación que infla la probabilidad de actividad sexual premarital y extramarital. También lleva a una sobreestimación del predominio de perversiones como el sexo en grupo, la bestialidad y la actividad sadomasoquista.
"De este modo las creencias que se forman en la mente del espectador de pornografía están bastante lejos de la realidad. Un ejemplo es que la visión repetida de pornografía induce a enfermedad mental en materia sexual", afirma Fagan.
Entre las distorsiones creadas por la pornografía están tres creencias: las relaciones sexuales en la naturaleza son algo recreacional, los hombres son en general sexualmente dominantes y las mujeres son objetos o mercancías sexuales.
En consecuencia, Fagan describe cómo la pornografía fomenta la idea de que la degradación de las mujeres es algo aceptable. Además, puesto que los chicos utilizan la pornografía con mucha más frecuencia que las chicas, su predominio conduce a la idea de que las mujeres son objetos para el sexo o mercancías sexuales.
¿Por qué empiezan?
Aunque nos sorprenda, la edad media de exposición a la primera imagen pornográfica son los 11 años. Si preguntamos a un adolescente cuándo o por qué empezó a ver pornografía, con seguridad que muchos de ellos nos dirán que fue de manera accidental cuando buscaban información por internet, bajaron una película que resultó ser una versión porno de la original, con un videojuego que le compartieron o animado por sus amigos.
Dependiendo de cada uno la reacción a la pornografía será muy diferente, pero todos se ven en mayor o menor medida afectados por ella. Por esta razón es importante hablar a menudo con nuestros hijos y resolver falsas imágenes que puedan haberse creado.
Podemos estar atentos a algunas señales de alarma: descuido en los deberes, falta de motivación para estudiar, inicio de la masturbación compulsiva, dificultades para relacionarse con el sexo opuesto o tendencia a formar dependencias difíciles de cambiar; todo ello como consecuencia de estar expuestos a material pornográfico, creándoles sentimientos de culpa, baja autoestima y retraimiento social.
Además, entre las razones más frecuentes del inicio de los adolescentes en el consumo de pornografía se encuentra el deseo de experimentación, la búsqueda de identidad, la presión de los amigos, los mitos y una educación sexual deficitaria desde casa. Así la pornografía les "educa" con una visión distorsionada y carente de valores, origen en ocasiones de los conflictos de sexo, de pareja y de familia.
Cuatro etapas del consumidor de pornografía
El doctor Víctor Cline, de la Universidad de Utah, identifica cuatro etapas de quien consume pornografía:
• Adicción: el deseo y la necesidad de mirar imágenes pornográficas.
• Escalada: la necesidad de imágenes más explícitas y fuertes para conseguir el mismo efecto.
• Desensibilización: el material que al comienzo era sorprendente y tabú se considera como normal.
• Actuar: tendencia a imitar los comportamientos vistos. Aunque no todos son igual de vulnerables, el doctor Cline concluye que para algunas personas, la pornografía "es la droga que inicia el camino hacia la adicción sexual".
Consecuencias de cara al comportamiento futuro
Jill. C. Manning, en su libro "¿Cuál es el gran negocio de la pornografía? Una guía para la generación de Internet", habla sobre los daños que la pornografía produce.
1. Se trata de algo potencialmente adictivo. Como tal puede obstaculizar la capacidad de una persona para tomar decisiones claras.
2. Puede distorsionar poderosamente la visión de una persona sobre cuerpos, relaciones y sexualidad.
3. Lleva a la gente a cosificar a los demás, viéndolos como juguetes sexuales que existen sólo para su propia satisfacción.
4. Debido a su influencia distorsionadora mina las oportunidades de los jóvenes de tener seguridad en sí mismos, ser felices y crear relaciones duraderas en el futuro.
5. Afecta, por tanto, su capacidad de ver la vida de forma verdadera, provechosa y sana.
6. Disminuye la sensibilidad hacia las mujeres, mostrando más agresiones, rudeza y falta de respeto.
7. Disminuye el deseo de tener hijos y formar una familia.
8. Aumenta el riesgo de tener dificultades en las relaciones íntimas.
9. Aumenta el riesgo de abusar sexualmente de los demás.
10. Aumenta el riesgo de recibir información incorrecta sobre la sexualidad humana.
11. Aumenta el riesgo de insatisfacción sexual con el/la futuro/a esposo/a.
12.Aumenta el riesgo de divorcio una vez casado.
Nunca más el fariseísmo en la Iglesias ni entre los fieles
En verdad tenemos, que rogar a Dios, para que no se posesione de la Iglesia el faristeismo, y no solo del papa, obispos, y todos los sacerdotes, sino tambièn de todos los laicos que trabajamos cercanamente, evitar caer en ese espejismo, que da el poder, el sentirse importante, o el caer falsamente en cumplir nuestra obligaciones, para presumir o degradar a nuestro projimo, si es muy importante, pedir a Dios, que nos ayude a no caer en este pecado, y recordar que tenemoa que ser genuinos, y congruentes en nuestro pensar sentir y actuar, ya que ya lo dice la Sagrada Escritura, sin amor no soy nada.
El gran maestro es Jesucristo, y el es nuestro guìa, su ejemplo es que debemos buscar y seguir, en nuestras capàcitaciones he aprendido, que la Catequesis debe ser Cristocentrica y que no es mio el mensaje proclamado, sino es de Cristo, y nosotros no somos màs que sus servidores y no somos nadie para cambiar ni un apice de su mensaje ya que este debe ser fiel a sus enseñanazas.
Vivirlo, meditarlo e interiorizarlo, es una obligacion, para poder proclamarlo.
Dar un testimonio creible y no un falso testimonio es lo que hara a nuestra Iglesia mas fuerte, pidamos a Dios continuamente que no nos deje caer en la tentacion, y que podamos ser testigos fieles de su amor, haciendolo presente en obras hacia el projimo.
lunes, 24 de octubre de 2011
¡Que nunca se posesionen de la Iglesia los fariseos!
“A lo largo de este Año, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado. Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al encuentro de todos”.
Su Santidad Benedicto XVI al convocar en la Iglesia católica el año de la fe, describe maravillosamente en este párrafo una doble realidad que estremece a nuestra Iglesia, la santidad y el pecado a todo lo largo y lo ancho de su historia. La santidad, porque es indudable que a través de los siglos la Iglesia ha dado abundantes frutos, incontables hombres y mujeres que en el peregrinar de los siglos, han hecho que la Iglesia se enriquezca con su entrega, su generosidad y su amor a sus hermanos y a Cristo, que han hecho a este mundo más humano, más alegre y más cristiano. Pero también es indudable que en el seno de la Iglesia, formada por hombres de carne y hueso se ha sucedido el pecado que no acaba de ser erradicado de entre nosotros. Ésta realidad anima al Papa a llamar a ese “sincero y constante acto de conversión” que nos haga experimentar verdaderamente la misericordia del Padre que quiere salir al encuentro de la humanidad para congregarla en un solo pueblo y con un solo término: la casa del Padre, para encontrarnos con el hermano mayor ya resucitado, cabeza de la humanidad, Cristo Jesús.
Y es precisamente Cristo Jesús que en su amor nos previene de ese peligro constante en su Iglesia, el fariseísmo: “hagan todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen pesadas cargas y difíciles de llevar y las echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente”. Es una palabra muy concreta de Cristo sobre sus pastores, llámense papas, obispos, sacerdotes y diáconos o cualquiera que tenga un oficio o ministerio dentro de la Iglesia, para que su papel sea precisamente de servicio, de entrega y de caridad, recordando una y otra vez que habrá que: “Trabajar no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna”.
Como que en este domingo, nosotros los pastores tendríamos que sentarnos humildemente a escuchar a nuestros fieles para ser llamados a cuentas y comenzar a darnos cuenta que en la Iglesia nuestro papel como dirigentes, tendrá que ser siempre de servicio, de entrega y de generosidad, rehuyendo hasta lo último cualquier protagonismo en la Iglesia, pues Cristo es verdaderamente el principal protagonista, el primer actor y el primer director, argumentista y editor, imitando a San Pablo cuando se dirigía a los fieles de Tesalónica: “”Cuando estuvimos entre ustedes, los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños. Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos querido entregarles no solamente el Evangelio de Dios sino también nuestra propia vida, porque han llegado a sernos sumamente queridos”.
Siempre habrá peligro en la Iglesia de que los pastores se olviden de que son servidores y no funcionarios, líderes y no mandamás, facilitadores y no capataces, a imitación de Cristo que vino no a ser servido sino a servir ya dar la vida por todos los hombres.
miércoles, 19 de octubre de 2011
un fuerte aldabonazo para la Misión de la Iglesia
UNA
El deseo de ir a todas partes a proclamar la Buena Noticia, a toda la creación, a todos sin excepción no se debe a un afán colonialista o egocéntrico, responde al convencimiento de que realmente la Buena Nueva del Reino ha llegado con Jesús y está al alcance de toda persona. De este modo, lo que mueve a ir a todas partes es el deseo de que nadie quede sin conocer y experimentar el Reino de Dios. Es una convicción misionera elemental que tuvieron los primeros cristianos, es precisamente que habría que ir a todos los lugares, es decir, al mundo entero.
Hay que indicar la incondicionalidad del encargo. El misionero tiene la tentación permanente a veces inconsciente de elegir los lugares e interlocutores de acuerdo a su gusto no según el ejemplo de Jesucristo. Si se escogen lugares deliberadamente, se excluyen personas necesariamente. Ir a todo el mundo exige abrirse honestamente al encuentro de todo tipo de personas.
En este encargo de ir a todo el mundo y predicar a toda criatura los discípulos son continuadores de lo que ha dicho y hecho el Maestro: Él había iniciado su misión proclamando la Buena Nueva de Dios, los discípulos tendrán que hacer lo mismo. Más aún, los discípulos enviados no son los únicos continuadores de la obra del Maestro, también lo serán quienes crean por su predicación. De esta manera se garantiza permanentemente que la vida de Dios, la Buena Noticia de Jesucristo, esté al alcance de todas las personas. Los nuevos creyentes tienen la responsabilidad como los apóstoles de prolongar la acción del Señor realizando acciones que garanticen la disminución del mal, el rompimiento de barreras y el alivio sobre los enfermos.
Jesús ha cumplido con fidelidad su misión y ahora corresponde a los discípulos asumir su responsabilidad. Debemos partir de los principios y valores que Él ha vivido, y responder a las nuevas circunstancias. En esta nueva etapa del seguimiento los discípulos tendremos que buscar vivenciar lo realizado por el Maestro, recordando su sentido, finalidad y alcance. Es decir, ser continuadores de la misión, no como repetidores, presentarnos como auténticos corresponsables.
La ascensión del Señor además de enfatizar la corresponsabilidad de los discípulos, sirve para presentar a Jesucristo como el Testigo por excelencia, es decir remarcar su fidelidad en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Esta fidelidad llega a tal extremo que sigue colaborando con nosotros, cuidando de que cumplamos adecuadamente la tarea asignada.
Aquel que ha pasado del tiempo a la eternidad, de lo visible a lo invisible, de los seres humanos a Dios; nos acompaña de la misma manera y con la misma eficacia e intensidad que cuando estaba con los apóstoles.
Somos responsables de continuar la obra del Maestro. Que el Señor Resucitado nos acompañe permanentemente en esta gran tarea.
martes, 18 de octubre de 2011
¡UNA IGLESIA SIN MISIÓN, PRONTA CORRUPCIÓN!
En la semana anterior al domingo mundial de las misiones, el Papa Benedicto XVI nos ha sorprendido gratamente al anunciar un año de la fe que comenzará el 11 de octubre del 2011, en el cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II y tendrá como objetivo mostrarnos la belleza y la centralidad de la fe, la exigencia de reforzarla y de profundizarla a nivel personal y comunitario, haciéndolo en la perspectiva no tanto conmemorativa sino misionera, la de la misión ad gentes y de la nueva evangelización.
El Beato Juan Pablo II fue un Papa misionero, con la palabra y con los hechos, recorriendo a lo largo y a ancho nuestro mundo, llevando a todas las gentes la Palabra salvadora, Hoy podremos recordar algunas frases de su gran Encíclica La Misión del Redentor, que marcó una nueva etapa para la Iglesia: Ahora Benedicto XXI dará un nuevo auge a la actividad misionera de la Iglesia con la convocación del Año de la Fe. Él nos ha dado el texto programático para este día de las Misiones: “Como el Padre me ha enviado así los envío yo” (Jn 20, 21).
1,.La misión de Cristo Redentor está aún lejos de cumplirse, y atañe a todos los cristianos, nadie puede decir yo no, si el bautismo nos hizo encontrarnos de frente a frente con Cristo para poder entonces comunicarlo con toda nuestra vida y nuestro testimonio a los demás.
2.--La misión es signo de vitalidad, lo contrario denota una crisis de fe, recordando que fa fe se fortalece dándola. España, misionera en otras épocas, ahora tiene dificultades en su fe.
3-El primer servicio de la Iglesia al hombre es la evangelización misionera. La Iglesia está llamada a dar testimonio de Cristo y su primera encomienda es llevar su Evangelio a todas las gentes de todos los continentes y en todas las épocas de la historia.
4.-.el número de los que no conocen a Cristo se ha duplicado en los últimos 50 años, en un dato que debería movernos de nuestros lugares. El Papa actual nos dice: “No sólo; es cada vez mayor la multitud de aquellos que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, lo han olvidado y abandonado, y no se reconocen ya en la Iglesia; y muchos ambientes, también en sociedades tradicionalmente cristianas, son hoy refractarios a abrirse a la palabra de la fe. Está en marcha un cambio cultural, alimentado también por la globalización, por movimientos de pensamiento y por el relativismo imperante, un cambio que lleva a una mentalidad y a un estilo de vida que prescinden del Mensaje evangélico, como si Dios no existiese, y que exaltan la búsqueda del bienestar, de la ganancia fácil, de la carrera y del éxito como objetivo de la vida, incluso a costa de los valores morales”
5.-Dios abre a la Iglesia horizontes a una humanidad más preparada para la siembra evangélica y además, decía Juan Pablo II, presiento que ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la Misión ad gentes. Cuando es urgente la salida a todos los pueblos tendríamos que imitar a los primeros cristianos, los primeros evangelizadores que salieron huyendo de Jerusalén, pero al mismo tiempo iban sembrando con gran alegría, la buena nueva de la Palabra donde quiera que pasaban.
Y recordando a San Pablo que afirmaba: “Hay de mí si no evangelizo”, todas las fuerzas de la Iglesia tienen que estar prestas, porque el momento de la siembra ya ha llegado y Cristo espera el ciento por uno de la cosecha que a él le costó su propia vida.
¿Habrá otra frase tan preferida de los políticos como: “Den al Cesar lo que es del Cesar”?.
Cuando se trató de quitarse de encima a Cristo Jesús, todos sus enemigos, aunque entre sí eran irreconciliables, se unieron como si hubieran sido hermanos. Así, los fariseos, le enviaron a Cristo una embajada que halagaba exteriormente su labor y su mensaje salvador. Pero la intención era perversa, pues querían un motivo, uno solo. para hacerlo caer y tener de qué acusarlo. Deben haberlo pensado muy bien como hacen los que obran el mal y así le preguntaron sobre la conveniencia o no de pagar el tributo al Cesar romano. Cualquier respuesta de Cristo sería comprometedora, pues si afirmaba que sí, le harían ver al pueblo que su seguimiento era vano, pues Jesús era pro-romano y dejarían en seguida de seguirle, y si afirmaba lo contrario, el procurador romano de ese tiempo, implacable, lo habría considerado al instante como enemigo del pueblo romano y rápidamente lo habría hecho desaparecer. Pero la respuesta de Cristo fue tajante, y puso a la vista la mala voluntad de aquella embajada. Simplemente les pidió que le mostraran una moneda de las que sus enviados traían en sus bolsos, aunque como buenos judíos eso les estaría prohibido. Y tuvieron que sacar una moneda con la inscripción romana con la efigie del cesar en turno, que se consideraba “Augusto” o sea casi divino. Y de ahí la frase de Cristo que nos ocupa: “ Devuelvan´ al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”.
De paso diremos que los políticos conocen a la perfección la frase de Cristo pero sólo en la primera parte, pues reclaman para sí la atención de los ciudadanos y sobre todo sus impuestos, pero desconocen olímpicamente la segunda por considerar que Dios y la Iglesia tienen que quedarse dentro de los muros de sus templos quedándose absolutamente sin competidor. Es desconocer que Dios tiene una palabra que decir en la organización y en el trayecto ordinario de los hombres en sociedad y en convivencia. No tan fácilmente podemos ignorar al Señor de nuestras instituciones políticas, so pena de la situación de violencia, de maldad y de injusticia que todos estamos viviendo. Si estamos obligados con nuestra sociedad, también lo estamos con el Señor que nos ha dado la vida y con Cristo que tomó nuestra condición pero nunca consideró someterse a poderes que se consideraban como los dueños absolutos de nuestro mundo.
Y tendremos que agregar que Cristo puso las cosas en su lugar, al considerar que ningún poder sobre la tierra tiene ni la primacía ni la exclusividad y nadie puede invocar a Dios a favor de su propio partido, y de paso les pide a sus seguidores que no se hagan tontitos y colaboren en justicia con las autoridades constituidas trabajando a brazo partido por el bien común de los hombres, para que triunfe la justicia y la equidad, para que todos los hombres tengan una condición digna de hijos de Dios. Tan cierto es esto, que el Concilio Vaticano II llega a afirmar (n.43): “El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación. Siguiendo el ejemplo de Cristo, quien ejerció el artesanado, alégrense los cristianos de poder ejercer todas sus actividades temporales haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya altísima jerarquía todo coopera a la gloria de Dios”. Ysiguiendo al mismo Concilio, terminamos afirmando: “No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entre las ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa por otra“. A Dios lo que es de Dios y al Cesar también lo suyo.
De paso diremos que los políticos conocen a la perfección la frase de Cristo pero sólo en la primera parte, pues reclaman para sí la atención de los ciudadanos y sobre todo sus impuestos, pero desconocen olímpicamente la segunda por considerar que Dios y la Iglesia tienen que quedarse dentro de los muros de sus templos quedándose absolutamente sin competidor. Es desconocer que Dios tiene una palabra que decir en la organización y en el trayecto ordinario de los hombres en sociedad y en convivencia. No tan fácilmente podemos ignorar al Señor de nuestras instituciones políticas, so pena de la situación de violencia, de maldad y de injusticia que todos estamos viviendo. Si estamos obligados con nuestra sociedad, también lo estamos con el Señor que nos ha dado la vida y con Cristo que tomó nuestra condición pero nunca consideró someterse a poderes que se consideraban como los dueños absolutos de nuestro mundo.
Y tendremos que agregar que Cristo puso las cosas en su lugar, al considerar que ningún poder sobre la tierra tiene ni la primacía ni la exclusividad y nadie puede invocar a Dios a favor de su propio partido, y de paso les pide a sus seguidores que no se hagan tontitos y colaboren en justicia con las autoridades constituidas trabajando a brazo partido por el bien común de los hombres, para que triunfe la justicia y la equidad, para que todos los hombres tengan una condición digna de hijos de Dios. Tan cierto es esto, que el Concilio Vaticano II llega a afirmar (n.43): “El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes con el prójimo; falta, sobre todo, a sus obligaciones para con Dios y pone en peligro su eterna salvación. Siguiendo el ejemplo de Cristo, quien ejerció el artesanado, alégrense los cristianos de poder ejercer todas sus actividades temporales haciendo una síntesis vital del esfuerzo humano, familiar, profesional, científico o técnico, con los valores religiosos, bajo cuya altísima jerarquía todo coopera a la gloria de Dios”. Ysiguiendo al mismo Concilio, terminamos afirmando: “No se creen, por consiguiente, oposiciones artificiales entre las ocupaciones profesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa por otra“. A Dios lo que es de Dios y al Cesar también lo suyo.
¡El banquete de bodas está servido,
Las bodas tienen siempre un atractivo muy especial en cualquier lugar del mundo, pues unen a dos familias, nos hablan de una unión de vida y de esperanza y abren las puertas para la existencia de nuevos seres que vendrán a poblar este mundo en el que desarrollamos nuestra existencia. Y un banquete de bodas muy especial, convocado por un rey, sirve espléndidamente al Evangelista San Mateo para hablarnos del Reino de los cielos. Un banquete preparado con toda la exquisitez de una casa real. Fueron convocados los invitados por medio de los criados como era la costumbre, pero los invitados se negaron a asistir. De nueva cuenta los convoca rey, con la misma negativa, con el agravante de maltratar e incluso matar a los sirvientes, pues sus asuntos y sus placeres les impedía participar en el banquete. Hasta aquí entendemos que Cristo se está refiriendo a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo de Israel, que ciertamente rechazaron la oferta que Cristo les hacía para la nueva vida y la salvación que les ofrecía en su propia persona. Por eso fueron convocadas otras gentes, que fueron tomadas de los cruces de los caminos y de cuanto lugar encontraron, pues la boda no podía ser despreciada. Esa es una forma de expresar la universalidad de la salvación ofrecida por Cristo Jesús. Una salvación que ya no encontrará fronteras, pues todos los hombres están congregados a la paz, a la justicia, al amor y a la fraternidad entre todos ellos. Ya el profeta Isaías, en uno de sus más bellos cánticos, nos da cuatro características de la salvación que Cristo nos da y que está simbolizada en la boda real:
Primero, habrá alimento para todos, y no nos estamos refiriendo a la vida después de la muerte, sino en este mundo donde comienza el Reino de Dios. Ya nadie morirá de hambre ni el alimento será patrimonio de los poderosos y de las naciones ricas. ya no podremos hablar de países del tercer y cuarto mundo, porque el pan alcanzará para todos: “El Señor del universo preparará un festín con platillos suculentos, para todos los pueblos, un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos.
Segundo: Ya no habrá muerte en Reino de Cristo, pues éste pagó de una vez por todas en lo alto de la cruz, por los pecados de los hombres y ya no habrá necesidad de considerar enemigos a los demás ni se tendrá que atentar contra sus bienes y sus propiedades porque todo eso habrá desaparecido: “El Señor destruirá la muerte para siempre”. Nunca más los no nacidos serán un obstáculo para la comodidad de los hombres, pues siempre serán bienvenidos al banquete de la vida y ya no habrá mujer que tenga que atentar contra la vida latente en su propio vientre, pues considerará el máximo tesoro una vida que engrandecerá al mundo y será su propia gloria.
Tercero: los sufrimientos de los hombres habrán acabado y ya no habrá madres que lloren por la muerte de su hijo por no haber encontrado pan, salud y seguridad para él y los padres ya no tendrán que llorar por la maldad de los que atentan contra sus hijos, pues todos seremos una sola raza, una sola familia y un solo ser: “Dios enjugará las lágrimas de todos”.
Cuarto: “El Señor borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo”, el pecado nos ha separado y distanciado del amor de Dios, pero la fuerza del amor de Cristo y su entrega por nosotros nos ha salvado y ha borrado la separación de la bondad y misericordia del Padre de los cielos. Aprestémonos, a participar alegremente del banquete del Reino, el Reino de Cristo, pues ciertamente nuestra participación será esencial para alcanzar los dones y las gracias de la salvación de Dios que Cristo nos ha conquistado.
Primero, habrá alimento para todos, y no nos estamos refiriendo a la vida después de la muerte, sino en este mundo donde comienza el Reino de Dios. Ya nadie morirá de hambre ni el alimento será patrimonio de los poderosos y de las naciones ricas. ya no podremos hablar de países del tercer y cuarto mundo, porque el pan alcanzará para todos: “El Señor del universo preparará un festín con platillos suculentos, para todos los pueblos, un banquete con vinos exquisitos y manjares sustanciosos.
Segundo: Ya no habrá muerte en Reino de Cristo, pues éste pagó de una vez por todas en lo alto de la cruz, por los pecados de los hombres y ya no habrá necesidad de considerar enemigos a los demás ni se tendrá que atentar contra sus bienes y sus propiedades porque todo eso habrá desaparecido: “El Señor destruirá la muerte para siempre”. Nunca más los no nacidos serán un obstáculo para la comodidad de los hombres, pues siempre serán bienvenidos al banquete de la vida y ya no habrá mujer que tenga que atentar contra la vida latente en su propio vientre, pues considerará el máximo tesoro una vida que engrandecerá al mundo y será su propia gloria.
Tercero: los sufrimientos de los hombres habrán acabado y ya no habrá madres que lloren por la muerte de su hijo por no haber encontrado pan, salud y seguridad para él y los padres ya no tendrán que llorar por la maldad de los que atentan contra sus hijos, pues todos seremos una sola raza, una sola familia y un solo ser: “Dios enjugará las lágrimas de todos”.
Cuarto: “El Señor borrará de toda la tierra la afrenta de su pueblo”, el pecado nos ha separado y distanciado del amor de Dios, pero la fuerza del amor de Cristo y su entrega por nosotros nos ha salvado y ha borrado la separación de la bondad y misericordia del Padre de los cielos. Aprestémonos, a participar alegremente del banquete del Reino, el Reino de Cristo, pues ciertamente nuestra participación será esencial para alcanzar los dones y las gracias de la salvación de Dios que Cristo nos ha conquistado.
¡Defendiendo la vida de otros, abogas por la tuya propia!
Por segunda ocasión, la Iglesia nos invita a escuchar una de las parábolas más dramáticas de Cristo, ciertamente dirigida a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo de Israel, que consideraban que la salvación era un coto cerrado, disponible sólo para ellos, quizá para el pueblo hebreo, pero definitivamente cerrado para todos los demás pueblos y naciones. Sin embargo para nosotros la parábola adquiere un carácter universalista y lleva la esperanza alegre de nuestra propia salvación obrada por la entrega de Cristo Jesús.
Se trata del propietario que plantó una viña dotándola de la mejor cepa, de los mejores cuidados y con toda la seguridad del mundo y se marchó, dejando quién cuidara de aquella viña objeto de su amor y su cariño, como lo hacen los agricultores con sus terrenos y sus sembradíos. En el tiempo oportuno, mandó a sus criados a pedir parte de los frutos, lo que a él le correspondía en justicia, pero sus criados fueron maltratados y golpeados e incluso a algunos de ellos los mataron. Envió de nuevo otra embajada y lo mismo ocurrió, por lo que se decidió a enviar lo más valioso de sí, a su propio hijo, pensando que por lo menos a él sí lo respetarían. Pero ni eso detuvo a los desalmados viñadores, que pensando a toda costa quedarse con la propiedad de la viña, también mataron al heredero. Esto encendió el ánimo del propietario que mandó matar a los insensatos viñadores y dispuso que la viña se le diera a otro grupo de viñadores que pagaran a su tiempo los frutos de la viña. Los directores religiosos del pueblo entendieron la fuerza que llevaba la parábola, pues el tema era conocido para ellos, porque ya el profeta Isaías se expresaba de la misma forma, y así se percataban de que la herencia del pueblo hebreo, simbolizada en la viña, les sería arrebatada y ellos se quedarían fuera.
Para nosotros el mensaje es valiosísimo, nos muestra el entrañable amor del Padre para sus hijos, que nos ofrece lo mejor de sí mismo, que quiere quedarse pobre, enviándonos a su propio hijo, pensando que nosotros sí lo respetaríamos, pues lo dotó de todos los poderes para obrar nuestra propia salvación. El Padre lo empeñó todo, nos dio a su propio hijo, sin importar que nosotros fuéramos desalmados y dignos de castigo y de condenación, porque nos quiere, nos ama y desea vernos cerca de él. Pero siendo entonces nosotros los herederos, gozando del Hijo que fue rechazado por aquellas gentes, el Señor espera de nosotros frutos abundantes, una buena cosecha y que los que pertenecen a su pueblo, puedan vivir en la justicia y el derecho, disponiendo de tal manera las cosas, que podamos vivir en paz y en fraternidad. Tal parece que fuera lo contrario, pues la legislación de muchas naciones y hacia allá va la de nuestro propio país, va encaminada a matar a los herederos, o a dejar la puerta abierta para que la mujer, usando de un pretendido derecho a su propio cuerpo pueda matar cuando ella lo decida, al fruto que lleve en sus entrañas, considerándolo un intruso al que se le impide el derecho a vivir. Y como la legislación permite el aborto a los pequeños no deseados, también se considera de poca monta la vida de los hombres y así asistimos al triste espectáculo de una violencia en la que todos nos vemos inmiscuidos y los hombres se permiten el lujo, entonces, de atentar también contra la vida de los ancianos o desquiciados por la ciencia, porque ya no son útiles a la sociedad que sí usufructuó de la vida de esas gentes que llegaron a su culmen y que ya no pudieron dar más. Hoy, si hemos entendido el sentido de la parábola, todos tendremos que estar empeñados en defender la vida humana, la vida en todas sus fases aún aquella que está latente en el seno de las mujeres, pues tiene un carácter valioso y sagrado,sobre el cuál a nadie se le ha dado ningún poder.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx
¡Queridos hermanos y hermanas!
El Evangelio de este domingo se cierra con una amonestación de Jesús, particularmente severa, dirigida a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del Pueblo: “Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos” (Mt 21,43). Son palabras que hacen pensar en la gran responsabilidad de quien en cada época, está llamado a trabajar en la viña del Señor, especialmente con función de autoridad, e impulsan a renovar la plena fidelidad a Cristo. Él es “la piedra que los constructores desecharon”, (cf. Mt 21,42), porque lo han juzgado enemigo de la ley y peligroso para el orden público, pero Él mismo, rechazado y crucificado, ha resucitado, convirtiéndose en la “piedra angular” en la que se pueden apoyar con absoluta seguridad los fundamentos de cada existencia humana y del mundo entero. De esta verdad habla la parábola de los viñadores infieles, a los cuales un hombre había confiado su propia viña para que la cultivaran y recogieran los frutos. El propietario de la viña representa a Dios mismo, mientras la viña simboliza a su pueblo, así como la vida que Él nos dona para que, con su gracia y nuestro compromiso, hagamos el bien. San Agustín comenta que “Dios nos cultiva como un campo para hacernos mejores” (Sermo 87, 1, 2: PL 38, 531). Dios tiene un proyecto para sus amigos, pero por desgracia la respuesta del hombre se orienta muy a menudo a la infidelidad, que se traduce en rechazo. El orgullo y el egoísmo impiden reconocer y acoger incluso el don más valioso de Dios: su Hijo unigénito. Cuando, de hecho, “les envió a su hijo –escribe el evangelista Mateo- … [los labradores] agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron” (Mt 21,37.39). Dios se pone en nuestras manos, acepta hacerse misterio insondable de debilidad y manifiesta su omnipotencia en la fidelidad a un designio de amor, que al final prevé también la justa punición para los malvados. (cf. Mt 21,41).
Firmemente anclados en la fe en la piedra angular que es Cristo, permanezcamos en Él como el sarmiento que no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid. Solamente en Él, por Él y con Él se edifica la Iglesia, pueblo de la nueva Alianza. Al respecto escribió el Siervo de Dios Pablo VI: “El primer fruto de la conciencia profundizada de la Iglesia sobre sí misma es el renovado descubrimiento de su vital relación con Cristo. Cosa conocidísima, pero fundamental, indispensable y nunca bastante sabida, meditada y exaltada”. (Enc. Ecclesiam suam, 6 agosto 1964: AAS 56 [1964], 622).
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Se trata del propietario que plantó una viña dotándola de la mejor cepa, de los mejores cuidados y con toda la seguridad del mundo y se marchó, dejando quién cuidara de aquella viña objeto de su amor y su cariño, como lo hacen los agricultores con sus terrenos y sus sembradíos. En el tiempo oportuno, mandó a sus criados a pedir parte de los frutos, lo que a él le correspondía en justicia, pero sus criados fueron maltratados y golpeados e incluso a algunos de ellos los mataron. Envió de nuevo otra embajada y lo mismo ocurrió, por lo que se decidió a enviar lo más valioso de sí, a su propio hijo, pensando que por lo menos a él sí lo respetarían. Pero ni eso detuvo a los desalmados viñadores, que pensando a toda costa quedarse con la propiedad de la viña, también mataron al heredero. Esto encendió el ánimo del propietario que mandó matar a los insensatos viñadores y dispuso que la viña se le diera a otro grupo de viñadores que pagaran a su tiempo los frutos de la viña. Los directores religiosos del pueblo entendieron la fuerza que llevaba la parábola, pues el tema era conocido para ellos, porque ya el profeta Isaías se expresaba de la misma forma, y así se percataban de que la herencia del pueblo hebreo, simbolizada en la viña, les sería arrebatada y ellos se quedarían fuera.
Para nosotros el mensaje es valiosísimo, nos muestra el entrañable amor del Padre para sus hijos, que nos ofrece lo mejor de sí mismo, que quiere quedarse pobre, enviándonos a su propio hijo, pensando que nosotros sí lo respetaríamos, pues lo dotó de todos los poderes para obrar nuestra propia salvación. El Padre lo empeñó todo, nos dio a su propio hijo, sin importar que nosotros fuéramos desalmados y dignos de castigo y de condenación, porque nos quiere, nos ama y desea vernos cerca de él. Pero siendo entonces nosotros los herederos, gozando del Hijo que fue rechazado por aquellas gentes, el Señor espera de nosotros frutos abundantes, una buena cosecha y que los que pertenecen a su pueblo, puedan vivir en la justicia y el derecho, disponiendo de tal manera las cosas, que podamos vivir en paz y en fraternidad. Tal parece que fuera lo contrario, pues la legislación de muchas naciones y hacia allá va la de nuestro propio país, va encaminada a matar a los herederos, o a dejar la puerta abierta para que la mujer, usando de un pretendido derecho a su propio cuerpo pueda matar cuando ella lo decida, al fruto que lleve en sus entrañas, considerándolo un intruso al que se le impide el derecho a vivir. Y como la legislación permite el aborto a los pequeños no deseados, también se considera de poca monta la vida de los hombres y así asistimos al triste espectáculo de una violencia en la que todos nos vemos inmiscuidos y los hombres se permiten el lujo, entonces, de atentar también contra la vida de los ancianos o desquiciados por la ciencia, porque ya no son útiles a la sociedad que sí usufructuó de la vida de esas gentes que llegaron a su culmen y que ya no pudieron dar más. Hoy, si hemos entendido el sentido de la parábola, todos tendremos que estar empeñados en defender la vida humana, la vida en todas sus fases aún aquella que está latente en el seno de las mujeres, pues tiene un carácter valioso y sagrado,sobre el cuál a nadie se le ha dado ningún poder.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx
¡Queridos hermanos y hermanas!
El Evangelio de este domingo se cierra con una amonestación de Jesús, particularmente severa, dirigida a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos del Pueblo: “Por eso os digo: Se os quitará el Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos” (Mt 21,43). Son palabras que hacen pensar en la gran responsabilidad de quien en cada época, está llamado a trabajar en la viña del Señor, especialmente con función de autoridad, e impulsan a renovar la plena fidelidad a Cristo. Él es “la piedra que los constructores desecharon”, (cf. Mt 21,42), porque lo han juzgado enemigo de la ley y peligroso para el orden público, pero Él mismo, rechazado y crucificado, ha resucitado, convirtiéndose en la “piedra angular” en la que se pueden apoyar con absoluta seguridad los fundamentos de cada existencia humana y del mundo entero. De esta verdad habla la parábola de los viñadores infieles, a los cuales un hombre había confiado su propia viña para que la cultivaran y recogieran los frutos. El propietario de la viña representa a Dios mismo, mientras la viña simboliza a su pueblo, así como la vida que Él nos dona para que, con su gracia y nuestro compromiso, hagamos el bien. San Agustín comenta que “Dios nos cultiva como un campo para hacernos mejores” (Sermo 87, 1, 2: PL 38, 531). Dios tiene un proyecto para sus amigos, pero por desgracia la respuesta del hombre se orienta muy a menudo a la infidelidad, que se traduce en rechazo. El orgullo y el egoísmo impiden reconocer y acoger incluso el don más valioso de Dios: su Hijo unigénito. Cuando, de hecho, “les envió a su hijo –escribe el evangelista Mateo- … [los labradores] agarrándole, le echaron fuera de la viña y le mataron” (Mt 21,37.39). Dios se pone en nuestras manos, acepta hacerse misterio insondable de debilidad y manifiesta su omnipotencia en la fidelidad a un designio de amor, que al final prevé también la justa punición para los malvados. (cf. Mt 21,41).
Firmemente anclados en la fe en la piedra angular que es Cristo, permanezcamos en Él como el sarmiento que no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid. Solamente en Él, por Él y con Él se edifica la Iglesia, pueblo de la nueva Alianza. Al respecto escribió el Siervo de Dios Pablo VI: “El primer fruto de la conciencia profundizada de la Iglesia sobre sí misma es el renovado descubrimiento de su vital relación con Cristo. Cosa conocidísima, pero fundamental, indispensable y nunca bastante sabida, meditada y exaltada”. (Enc. Ecclesiam suam, 6 agosto 1964: AAS 56 [1964], 622).
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¿Quiénes son los buenos y los malos en el pueblo de Dios?
Las películas del Oeste venidas de Hollywood de los años pasados nos tenían acostumbrados a que los rubios, conquistadores, aventureros y gambusinos, eran los “buenos” y a los indios les tocaba siempre el papel de perversos, vengativos, despiadados, en una palabra, ellos eran siempre los “malos”. Por eso cuando Cristo nos regala sus parábolas, tendremos que estar pendiente de a quién iban dirigidas. En esta ocasión el mensaje va dirigido directamente a los dirigentes religiosos del pueblo hebreo, a saber, los ancianos o senadores. Éstos eran grandes latifundistas, que se consideraban la aristocracia de toda Palestina y los sumos sacerdotes que ocupaban los más importantes escaños en el templo de Jerusalén del que obtenían pingues beneficios. Ellos juntamente con los fariseos, se consideraban los únicos “buenos” en Israel, capaces de hacer los rezos, los ritos, los diezmos, los ayunos mandados por la Ley de Moisés, como si la piedad pudiera medirse y pesarse por horas. Se consideraban a sí mismo como los paladines del cumplimiento de la Ley de Dios, pero sólo en un aspecto, pues el amor de Dios y la justicia, el amor al prójimo, la fraternidad y la solidaridad, no eran precisamente su fuerte, pues tenían muchos intereses económicos que defender. Y así se expresaban muy mal del pueblo, que no era capaz de una vida de “piedad” como ellos. Pero si así se expresaban del pueblo, lo hacían de una manera pérfida y despiadada de dos clases de personas a las que consideraban como la peor ralea de este mundo, como eran los recaudadores de hacienda para Roma, los “publicanos” y las prostitutas que por vender su cuerpo al mejor postor los consideraban como fuera del pueblo judío. Esas dos categorías de gentes eran “los malos” del pueblo hebreo. Pero a los ojos de Cristo, los papeles eran totalmente al revés, y así se los expresó, pues Juan Bautista les había hablado de la justicia, de la necesidad de un cambio de vida conforme a la voluntad de Dios y los escribas, saduceos y fariseos ni le hicieron caso, ni se arrepintieron y al final lo mataron, en cambio, el pueblo fiel, el pueblo creyente, sí le creyó al Bautista, se hicieron bautizar por él, cambiaron sus vidas, confesaron sus pecados y atrajeron la mirada del Dios Altísimo. Cristo les anunció entonces que los publicanos y las prostitutas ya se les habían adelantado en el camino del Reino de Dios.
Puestas así las cosas, ahora sí podremos entender la parábola de Cristo y sacar una conclusión para nuestra propia vida. Se trata de un padre de familia que invitó a sus hijos a trabajar en su viña y el primero le dijo: “Sí, cómo no, ahorita voy, no me tardo, es más allá espérame y ahí te caigo” pero no fue. En cambio el segundo refunfuñó en seguida y dijo: “Siempre me mandas a mí, ya búscate otro tarugo, ya déjame a mí en paz, que vaya mi hermano”, pero después pensando mejor las cosas, se decidió, tomó su azadón y se fue gustoso a trabajar en la viña de la familia.
Para nosotros, creo que también se impone un cambio en nuestras vidas de cristianos, pues no hay equilibrio entre nuestros actos de piedad y la justicia, el interés por los hermanos y la comunidad, la solidaridad con los más desprotegidos e incluso nuestra aportación al bien de la comunidad política y económica de nuestros países deja mucho que desear. Se impone un encuentro personal con el plan de salvación y de amor del Padre, sintiendo que Cristo aún a costa de su propia vida, mostró lo que es el ejemplo de los hijos. El Papa lo expresaba mejor que yo a los jóvenes en Madrid: “Permanecer en el amor de Dios significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios”.
Puestas así las cosas, ahora sí podremos entender la parábola de Cristo y sacar una conclusión para nuestra propia vida. Se trata de un padre de familia que invitó a sus hijos a trabajar en su viña y el primero le dijo: “Sí, cómo no, ahorita voy, no me tardo, es más allá espérame y ahí te caigo” pero no fue. En cambio el segundo refunfuñó en seguida y dijo: “Siempre me mandas a mí, ya búscate otro tarugo, ya déjame a mí en paz, que vaya mi hermano”, pero después pensando mejor las cosas, se decidió, tomó su azadón y se fue gustoso a trabajar en la viña de la familia.
Para nosotros, creo que también se impone un cambio en nuestras vidas de cristianos, pues no hay equilibrio entre nuestros actos de piedad y la justicia, el interés por los hermanos y la comunidad, la solidaridad con los más desprotegidos e incluso nuestra aportación al bien de la comunidad política y económica de nuestros países deja mucho que desear. Se impone un encuentro personal con el plan de salvación y de amor del Padre, sintiendo que Cristo aún a costa de su propia vida, mostró lo que es el ejemplo de los hijos. El Papa lo expresaba mejor que yo a los jóvenes en Madrid: “Permanecer en el amor de Dios significa entonces vivir arraigados en la fe, porque la fe no es la simple aceptación de unas verdades abstractas, sino una relación íntima con Cristo que nos lleva a abrir nuestro corazón a este misterio de amor y a vivir como personas que se saben amadas por Dios”.
Nuestras supuestas obras de piedad vs. la salvación gratuita de Dios.
Hoy Cristo nos regala con una de sus parábolas que levantaron ámpulas en muchos de los oyentes, principalmente en los legalistas fariseos y entre los que pensaban que el Reino de los cielos sería como un coto cerrado, donde los únicos con derecho a entrar eran los judíos. Cristo les mostrará una manera totalmente distinta de ver al Dios que ellos imaginaban lejano y ausente de las cosas de los hombres.
Se trata de un hombre que bajo contrato llamó a varios jornaleros a trabajar en su viña. Como el trabajo era mucho, a media mañana y al mediodía e incluso a media tarde fue a llamar a más jornaleros. Pero lo sorprendente fue que ya al atardecer, cuando casi volvían a descansar los que habían sido contratados, salió nuevamente el patrón, y al ver gente desocupada, también los llamó a trabajar en su viña. Pero más sorprendente fue que al comenzar a pagar a los empleados, comenzó por los que habían llegado al último y terminó con los primeros, pagándoles a todos la misma cantidad. Esto encendió el resentimiento de los contratados que fueron a reclamarle al patrón, pues según ellos, habían soportado el peso del día y del calor. Y se encontraron con una respuesta desconcertante, pues el patrón les hizo saber que no había habido ninguna injusticia, pues ellos habían quedado contratos exactamente en un denario, y de paso les dijo que no tendrían que tener rencor contra los últimos, porque al fin y al cabo él era bueno y podía hacer de lo suyo lo que él quisiera.
En la vida del cristiano, queremos hacer como los jornaleros contratados que pensaban sólo en la justicia, pero no se les ocurría que la bondad del patrón iba mucho más allá, permitiendo que nadie se quedara sin llevar el pan para sus hijos por la ruindad de su corazón. Dios quiere la salvación para todos los hombres y no solo para una clase de hombres, y distribuye sus dones esperando que fructifiquen con la actividad del hombre.
Podríamos pensar en una mujer que se mostró terriblemente desconcertada, pues ella había renunciado al matrimonio para dedicarse de lleno a cuidar a su madre enferma. Los hermanos la fueron dejando poco a poco sola y ella tuvo que cargar con su madre, diabética primero, dializada más tarde e inconsciente los últimos años, dándose tiempo para asistir puntualmente a la misa y para hacer la caridad a los que tocaban a su puerta, pero que se mostró terriblemente enojada, pues su vecino que le había dado vuelo a la hilacha, en fiestas, en borracheras, en una vida licenciosa, en un solo mes de cama, con sacerdote que lo atendió de última hora, se despidió sencillamente de este mundo.
Así queremos pasarle factura a Dios pensando que nuestras obras y no la bondad y la misericordia de Dios serán las que nos den la salvación. Y no caemos en la cuenta de que a punta de actos piadosos en los que a veces está ausente nuestro corazón, no pagamos lo justo a los que dependen de nosotros, nos tomamos nuestras libertades a la hora de estar con la novia, o salimos de casa buscando el placer, sobornamos a las autoridades para no pagar los impuestos, y tras de todo le exigimos a Dios que nos tome en cuenta nuestra supuesta piedad.
Bien haremos entonces en agradecer anticipadamente al Señor su bondad y su grandísima misericordia, que ha pensado en nosotros para obrar su salvación, oyendo al inspirado profeta Isaías: “Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca, que el malvado abandone su camino, el criminal sus planes: que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios que es rico en perdón”.
Se trata de un hombre que bajo contrato llamó a varios jornaleros a trabajar en su viña. Como el trabajo era mucho, a media mañana y al mediodía e incluso a media tarde fue a llamar a más jornaleros. Pero lo sorprendente fue que ya al atardecer, cuando casi volvían a descansar los que habían sido contratados, salió nuevamente el patrón, y al ver gente desocupada, también los llamó a trabajar en su viña. Pero más sorprendente fue que al comenzar a pagar a los empleados, comenzó por los que habían llegado al último y terminó con los primeros, pagándoles a todos la misma cantidad. Esto encendió el resentimiento de los contratados que fueron a reclamarle al patrón, pues según ellos, habían soportado el peso del día y del calor. Y se encontraron con una respuesta desconcertante, pues el patrón les hizo saber que no había habido ninguna injusticia, pues ellos habían quedado contratos exactamente en un denario, y de paso les dijo que no tendrían que tener rencor contra los últimos, porque al fin y al cabo él era bueno y podía hacer de lo suyo lo que él quisiera.
En la vida del cristiano, queremos hacer como los jornaleros contratados que pensaban sólo en la justicia, pero no se les ocurría que la bondad del patrón iba mucho más allá, permitiendo que nadie se quedara sin llevar el pan para sus hijos por la ruindad de su corazón. Dios quiere la salvación para todos los hombres y no solo para una clase de hombres, y distribuye sus dones esperando que fructifiquen con la actividad del hombre.
Podríamos pensar en una mujer que se mostró terriblemente desconcertada, pues ella había renunciado al matrimonio para dedicarse de lleno a cuidar a su madre enferma. Los hermanos la fueron dejando poco a poco sola y ella tuvo que cargar con su madre, diabética primero, dializada más tarde e inconsciente los últimos años, dándose tiempo para asistir puntualmente a la misa y para hacer la caridad a los que tocaban a su puerta, pero que se mostró terriblemente enojada, pues su vecino que le había dado vuelo a la hilacha, en fiestas, en borracheras, en una vida licenciosa, en un solo mes de cama, con sacerdote que lo atendió de última hora, se despidió sencillamente de este mundo.
Así queremos pasarle factura a Dios pensando que nuestras obras y no la bondad y la misericordia de Dios serán las que nos den la salvación. Y no caemos en la cuenta de que a punta de actos piadosos en los que a veces está ausente nuestro corazón, no pagamos lo justo a los que dependen de nosotros, nos tomamos nuestras libertades a la hora de estar con la novia, o salimos de casa buscando el placer, sobornamos a las autoridades para no pagar los impuestos, y tras de todo le exigimos a Dios que nos tome en cuenta nuestra supuesta piedad.
Bien haremos entonces en agradecer anticipadamente al Señor su bondad y su grandísima misericordia, que ha pensado en nosotros para obrar su salvación, oyendo al inspirado profeta Isaías: “Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca, que el malvado abandone su camino, el criminal sus planes: que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios que es rico en perdón”.
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