lunes, 21 de noviembre de 2011
¿Por qué se le siguen durmiendo a Cristo sus discípulos y seguidores?
Como humano, Jesús fue adquiriendo asimilando la experiencia, los conocimientos y el folclore de su pueblo que se ven reflejadas en su palabra, pero la experiencia con sus propios apóstoles le hizo que sus palabras fueran de prevención para sus seguidores, pues si bien lo vemos, de entre sus apóstoles, uno lo negó en el momento más importante de su vida, otro lo traicionó hasta enviarlo a lo alto de la cruz, y el día de su transfiguración, cuando el Padre lo presentaba como su predilecto, los tres apóstoles que llevaba como testigos, se le durmieron y sólo como entre sueños lo vieron acompañado de Moisés y Elías conversando sobre su muerte y resurrección, y en el momento crucial de su existencia, cuando oraba intensamente en el huerto de los olivos pidiendo fortaleza porque la carga que veía que se venía encima estaba sobre su capacidad y sobre sus hombros, todos sus apóstoles estaban a unos cuántos pasos de él, dormidos, adormilados, quizá después de las emociones de la última cena.
Por eso ahora que comenzamos el tiempo de Adviento, Cristo se levanta, a decir del Evangelista Marcos, con un fuerte llamado a la vigilancia. Hasta por cuatro veces en unos cuántos renglones Cristo nos previene: “Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento”. Cristo está hablando de su retorno, de su venida final, al fin de los tiempos, para dar a cada uno según sus obras. Lo hemos oído hasta el cansancio el domingo pasado, fiesta de Cristo Rey.
Y estaríamos tentados a pensar que Cristo nos quiere meter miedo con lo que ocurrirá al final de los tiempos. Lo que tiene que ocurrir ocurrirá sin remedio. Pero definitivamente Cristo no nos está incitando “al bien morir” sino “al bien vivir”, cuando nos habla de un hombre que se va de viaje y encarga a los suyos, a sus sirvientes lo que deben hacer mientras él regresa, con un regreso del que nadie sabe el día ni la hora. A cada uno de nosotros nos ha dejado una tarea en la marcha de este mundo, y nos da los medios, las herramientas para que cada uno pueda emplear al tope, al máximo, los talentos que a cada uno ha puesto en nuestras manos. Nadie puede permanecer ocioso, nadie tiene derecho a la flojera y todos debemos estar vigilantes, siendo guardianes de nuestros hermanos los hombres. Eso se refleja en el inicio de la Exhortación Apostólica del Papa Benedicto XVI Africae munus, lanzada en aquél lejano continente apenas la semana Pasada, entregada precisamente en ese continente que es como un pulmón de fe y de esperanza, abierto e importante para todos los continentes: “El compromiso de África con el Señor Jesús es un tesoro precioso que confío en este comienzo del tercer milenio a los Obispos, a los sacerdotes, a los diáconos permanentes, a las personas consagradas, a los catequistas y a los laicos de ese querido continente y de las islas vecinas. Esa misión comporta que África ahonde en la vocación cristiana. Invita a vivir, en nombre de Jesús, la reconciliación entre las personas y las comunidades, y a promover para todos la paz y la justicia en la verdad”. Esa es desde ahora nuestra misión hasta que Cristo vuelva:
Esa es entonces nuestra misión hasta que él vuelva, ahondar en nuestra vocación cristiana, conocer los fundamentos de nuestra fe, acoger al Cristo muerto y resucitado que tiene que hacerse hombre entre los hombres, y luego, comenzar a vivir en la alegría nuestro encuentro con el Cristo vivo en los más pobres y los tratados con injusticia, para lograr entre todos la paz y la justicia precisamente en la verdad.
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