viernes, 18 de noviembre de 2011

La fiesta de Cristo Rey


Para nosotros, los nacidos en América, no existe una experiencia de los que es la realeza y su reino. Más de una vez asociamos la palabra reino a las fábulas, personajes novelescos o a los cuentos de hadas, donde aparecen castillos reyes y princesas. Manifestamos nuestras ilusiones de un reino en fiestas elegimos a la reina del club deportivo, la reina del barrio, la reina de las fiestas, etcétera.
La mejor de las veces, la palabra “reino” la asociamos a la descripción de algún libro o a las imágenes de alguna película. Para Cristo, el reino no es así.
El autentico reino está formado por un pueblo que es convocado por Dios y que voluntariamente acepta ese llamado. Un pueblo que acepta los preceptos puestos por Cristo y que se esfuerza por vivir el verdadero espíritu evangélico. El reino de Cristo no habla de castillos e historias románticas. El renio de Cristo no es por un rato, como si fuera la reina de una fiesta. El pertenecer al reino es pertenecer al grupo de personas que luchan todos los días por vivir conforme a la voluntad de Cristo. Los que pertenecen al reino no son los que viven en tal o cual lugar (reino), sino los que unidos por el Espíritu Santo obran según los preceptos del amor; según la fuerza del mismo espíritu. El reino está en donde está el Espíritu de Cristo y se refleja en las obras de sus ciudadanos.
El evangelio de hoy es claro, el juicio de Dios será sobre nuestro comportamiento ¿Hice o no hice el bien? Esta es una pregunta muy amplia y fácilmente nos podemos excusar por tener un concepto equivocado “de hacer el bien”. Por ello, el Evangelio pone ejemplos muy claros de las principales obras que serán juzgadas.
El reino de Dios es muy diferente a lo que hoy propone la moda, el mundo, la economía o la globalización. El reino no es el reino del tener; sino del ser. El más importante es el servidor de todos. No es el que está a la mesa sino el que sirve la mesa.
Más de una persona entre nosotros podemos excusarnos de no haber realizado alguna de las obras mencionadas por qué no sabíamos cómo. Sin embargo en el Evangelio no aparecen excusas, Cristo sólo juzga los hechos, sólo exige que demos frutos con los talentos que recibimos desde nuestro bautismo, con los dones que nos da cotidianamente. Cristo sólo pide que seamos fieles en las cosas de menor importancia, que tomemos conciencia de que somos administradores, no dueños, de la creación y de su gracia. Que tomemos conciencia de que Dios nos creó a todos hermanos y que la creación es para todos.

Es más complicado hacer el mal que obrar bien. El que obra mal no sólo hace daño a los demás, sino que se hace daño a sí mismo. Cuando obramos mal tenemos que ocultar nuestros hechos y vivir temerosos de que nos descubran, de que nos quiten lo que tenemos, de perder la libertad, nuestra vida. Aunque tengamos muchas cosas o poder no puede ser plena, pues vivimos evadiendo la verdad y el castigo de nuestras obras malas.
¿En qué grupo deseamos estar en el momento del juicio?
Si obramos bien haremos felices a las personas que nos rodean y seremos profundamente felices. Actuemos hoy conforme a la voluntad de Cristo Que nuestras obras sean ciudadanos del reino de los cielos.

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