sábado, 23 de abril de 2011

DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR 011


Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la víctima
Propicia de la Pascua
La historia la escriben los vencedores, y el máximo acontecimiento lo ha escrito Cristo Jesús con su sangre y su entrega consumada en lo alto de la cruz. Ahí se inmoló, ahí se entregó, pero ahí mismo triunfó y es la causa de nuestra propia salvación.
Cordero sin pecado
Que a las ovejas salva,
A Dios y los culpables
Unió con nueva alianza
Un cordero sin mancha, y único, a diferencia de los muchos corderos que se sacrificaban en el templo de Jerusalén, pero que no conseguían restablecer la unión gratuita por parte de Dios y que hacía a los hombres merecedores de gracia y de sus dones, rota por la infidelidad de los hombres. Pero que queda restablecida y para siempre, con la sangre del Cordero.
Lucharon vida y muerte
En singular batalla,
Y muerto el que es la vida,
Triunfante se levanta
Más que ser racional, el hombre tendría que definirse como el ser guerrero, ser de lucha, ser de muerte, porque desde que aparece sobre la tierra, habrán sido


Contadísimos los días en los que ha disfrutado de paz entre sus semejantes. Pero esta vez la lucha es singular, se trata de Cristo que triunfa de la misma muerte, esa de la que se alegraron muchas gentes, pero que vuelve por su propio pie, pues es cabeza de la humanidad que tiene que levantarse de su postración para ser asociada al triunfo de Cristo.
“¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?”
“A mi Señor glorioso,
La tumba abandonada,
Los ángeles testigos,
Sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
Mi amor y mi esperanza!
Las mujeres, creyendo muerto a Cristo, iban con ungüentos y perfumes a la tumba del Señor, pero no se imaginaban que desde dentro encontrarían que la misma tumba despedía una fragancia y un perfume que ningún hombre ha logrado imitar. Ya la tumba no podía contener en su silencio y en su oscuridad, al que era Vida, y Luz y Alegría y Esperanza para todos los hombres. Cristo, sin testigos mortales, había resucitado y se daba a conocer a los que él elegiría como testigos de su resurrección.
Venid a Galilea, allí el señor aguarda:
Allí veréis los suyos
La gloria de la Pascua”
Primicia de los muertos,
Sabemos por tu gracia
Que estás resucitado,
La muerte en ti no manda.
Una vez resucitado, Cristo anima a sus discípulos a ir a Galilea, para encontrarse nuevamente con ellos, para seguir instruyéndolos y recordarles que ahí donde comenzaron la aventura de la evangelización, desde ahí tendrían que reanudar el camino, un camino que no terminaría hasta que al último de los mortales se les hubiera anunciado el mensaje salvador, para instar a todos a aceptar la cruz y a ver a todos sus semejantes como hermanos, en el camino a la propia resurrección unidos al Maestro.

Rey vencedor, apiádate
De la miseria humana
Y da a tus fieles parte
En tu victoria santa.
Es el Rey, un rey que vestía como todo mundo, que se entremezclaba entre los más sencillos, los más pobres, los más maltratados por la vida, para hacerlos los más cercanos a su corazón, para albergarlos en su propio palacio, en su propio Cuerpo, en su propio Corazón. Dejemos a un lado los harapos del pecado y dejémonos revestir por el traje de luz, de fiesta, de Resurrección, dejémonos revestir del Espíritu Santo y vivamos la vida nueva unidos a Cristo el vencedor de los siglos y de la muerte.

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