jueves, 31 de diciembre de 2009

Madre de Dios y Madre nuestra


Cuando Jesús nació y María lo vio durmiendo en el pesebre, ¿Cuáles serían las impresiones de su Corazón de Madre? Aún antes de darle el primer beso, en el cual pondría toda su alma de Virgen y de Madre, pensó, que ese Niño era de Dios, y que si se lo habían dado, era para nosotros… Y comprendió que su Hijo no era de Ella exclusivamente. ¡Con qué generosidad entonces, para unirse a la voluntad de Dios, lo tomó, y elevándolo hacia el cielo, lo ofreció a Dios, lo tomó, para su gloria y para la salvación de sus hijos!

Y recostándolo en el pesebre, lo contempló largo tiempo, como para impregnarse más y más de El. Y cuando el Niño abrió los ojos y mirándola le sonrió… ¡Que impresión en su Corazón de Madre!.
¡Con qué mezcla de amor y de humildad se ofrecía TODA a su servicio, se esforzaba en ser TODA para EL!. En su nombre primero y después en nombre de todos.

Viéndose, tan pequeña para una misión tan grande, rogaba a Dios que le enseñara a ser digna Madre de aquel que, junto con el Padre Celestial, se atrevía a llamar ¡su Hijo!...

María es Madre de Jesús y es nuestra Madre. Lo creemos porque nos lo enseñan la Iglesia, los santos y los teólogos... Así como es una misma cosa ser Madre de Jesús y ser nuestra Madre, así es lo mismo para su corazón maternal amar a Jesús y amarnos a nosotros. El corazón de la Madre de Jesús es el corazón de nuestra Madre.

La Madre de Dios que tambien es nuestra Madre ¡Nos ama con el mismo amor con que ama a Jesús! ¡Su amor para cada uno de nosotros es el amor del Divino primogénito que se desborda sobre los hermanos del Único amado!

Esa seguridad de tener a Jesús por hermano y por Madre a la misma Madre de Jesús, es lo que da su verdadero carácter y su nota fundamental a nuestro amor filial hacia María.

Ahora vislumbramos, pero en el cielo comprenderemos plenamente, cómo nos ama ese Corazón de Madre, por disposición del Padre Celestial, con el mismo amor con que amó a Jesús.

Alegrémonos todos, sabiendo que la Madre de Jesús adopta benignamente por hijos a cuantos queremos serlo.

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