Cualquier padre sensato quiere siempre la mejor educación para sus hijos. Lo malo es que algunos convierten ese legítimo deseo en una especie de obsesión perniciosa. Sobre todo porque confunden la verdadera educación con una instrucción principesca por la que están dispuestos a sacrificarlo casi todo.
Quisieran que sus hijos fueran los mejores en el deporte, en los estudios, en los idiomas, en la música, en el vestido, en todo. "Una buena preparación –suelen decir– para que pueda luego ganarse bien la vida y disfrutar de ella y hacer lo que le dé la gana. Que nunca puedan reprocharnos que no les dimos todas las oportunidades para abrirse un camino en la vida."
El problema es que ese interés por las notas, el inglés, el piano y el karate, a veces no se ve acompañado de una preocupación seria por educar a los hijos en los valores más básicos, y se transforma en un afán egoísta, en el que hay mucho de vanidad, de ganas de aparentar, de deseo de ostentación de hijos modélicos en todo.
— Y además, luego es muy corriente que se vean defraudados...
Los que ignoran todos esos valores y actúan como si educar fuera cuestión casi sólo de masters, academias y gimnasios, al pasar los años se encuentran con que los chicos apenas tienen resortes que les permitan soportar todo el ambicioso proyecto que sus padres les habían preparado.
Amigo mío, –habría que decirles– te has ocupado siempre de su cuerpo y de sus conocimientos, pero ¿has educado de verdad su inteligencia, su voluntad y sus sentimientos?
Su valor como persona Quizá habéis dedicado lo mejor de vuestra vida a darles lo que era menos importante.
Quizá habéis pensado mucho en la carrera que "haría", pero no en el tipo de persona que "sería".
Quizá no le habéis transmitido ideales nobles por los que luchar, y ahora surgen los problemas.
— Pero no hay por qué contraponer toda esa educación en los valores con una buena preparación profesional.
Por supuesto que no. Pero tampoco se puede sacrificar todo por esa preparación.
Y es algo que sucede, por ejemplo, cuando no se da la debida importancia a que el colegio eduque según nuestros valores y creencias, o al ambiente moral del lugar adonde va a hacer un campamento o un curso de verano en el extranjero.
— A veces es cuestión de dinero, porque quizá ese colegio que le conviene resulta más caro.
De acuerdo, pero quizá lo puedes ahorrar de otras cosas menos necesarias. Porque formar a un chico o una chica es un trabajo de artesanía, arduo y difícil, y que muchas veces es precisamente el dinero mal empleado lo que lo estropea.
Talentos y virtudes Toth decía que son muchos los talentos que perecen en la miseria; pero aún es mayor el número de los que se pierden en la blanda comodidad de la abundancia. Y algunos incluso, de tanto hacer cuentas y trabajar hasta la extenuación y reducir el número de hijos para poder así gastar más y más en ellos, acaban por estropearlos.
Repasa tus criterios. ¿Qué buscas en la educación? A veces falla por no tener claro este punto. Te cuento lo que sobre esto pensaba un amigo mío. Me decía que cuando unos padres le hablaban de su hijo y se deshacían en elogios sobre el gran talento que tenía su criatura, sobre su inteligencia, su memoria u otras cualidades, pero nunca decían nada de su calidad como persona, entonces, pensaba que ese matrimonio no tenía en su cabeza una escala de valores válida.
No es buena señal –continuaba– que se alaben más los talentos que las virtudes: "Es listísimo, tiene una memoria fenomenal y un oído prodigioso..."; bien, pero es mejor cuando se oye: "Es una chica o un chico muy trabajador, noble, gran amigo de sus amigos, que siempre dice la verdad, que te ayuda siempre que puede..."; porque revela que está educado en una serie de valores que le serán más útiles en la vida que todas esas otras cualidades que a algunos tanto deslumbran.
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