lunes, 18 de junio de 2012

Natividad de San Juan Bautista


¿Porqué un día dedicado a  Juan el Bautista?






Desde aquella inusitada visita de la Virgen María con su Hijo  recién concebido en su entraña visitando a otra mujer embarazada, su prima Isabel, Juan Bautista quedó contagiado por el Espíritu Santo de Dios y marcado desde entonces a preparar el camino del Salvador. No le quedaba de otra, y ya puesto en el camino, su única preocupación fue verdaderamente la de disponer los corazones de los hombres para que la palabra de Dios fuera sembrada en ellos. Juan se dedicó con ahínco cerca del río Jordán a gritarle a los hombres sus verdades, y hablaba fuerte, tan fuerte que al final se lo echaron al plato, o mejor a la charola, es decir, lo decapitaron por hablador, por bocón, porque ni el rey se libró de aquél afán que él tenía de la verdad, de la  rectitud y de la sinceridad, cosas que al  rey le faltaban.

Isaías hablaba proféticamente de Juan; “El Señor me llamó desde el vientre de mi madre: cuando aún estaba yo en el seno materno, él pronunció mi nombre,  hizo de mí una espada filosa, me hizo flecha puntiaguda…para congregar a Israel en torno suyo…para restablecer a las tribus de Jacob y reunir a los sobrevivientes de Israel, para que mi salvación llegue a los últimos rincones de la tierra”.

¡Qué bien se escuchaba su palabra! Era una palabra ruda, dura, hiriente, tal como lo anunciaba Isaías, una palabra que llevaba a las entrañas, ahí donde duele, ahí donde la lastima, pero ahí también donde se cura. Y los hombres llegaban, dejaban la vetusta Jerusalén, y se congregaban para escuchar al Bautista, para ser instruidos por él, y luego se dejaban bautizar en las abundantes aguas del río Jordán. Se arremolinaban en torno suyo, con gran incomodidad de los dirigentes religiosos del templo que no se explicaban este movimiento tan raro motivado por este hombre que vestía tan extraño, tan pobre y tan inusitado que despertaba la admiración de las gentes.

Ni Cristo pudo sustraerse a la admiración del Bautista, al grado de solicitarle él también el bautismo, no porque lo necesitara, sino para dar oportunidad a que el Padre y el Espíritu Santo mostraran su complacencia para la obra a la que estaba destinado.  Juanito cumplió a la perfección la misión que se le encomendó. con gran desconcierto suyo y con mucha reticencia, bautizó a Cristo.  Incluso en un momento de su vida, cuando  llegaron a confundirlo con el verdadero Mesías,  él con la mano en la cintura habría podido decir que sí, que él era,  pero fue tan grande que reconoció que él sólo preparaba el camino, y que el que había de venir ya estaba entre ellos, listo para tomar la antorcha en sus manos. 

La verdad, que el mensaje de Cristo no se parecía  a lo que Juan Bautista decía, éste  era de rompe y rasga, y Cristo era conciliador, Juan hablaba de castigos, de venganza y de juicio y Cristo habla de perdón, de gracia, de bondad y de justicia, pero el conjunto viene a ser agradable, porque ambos hacían la voluntad del Buen Padre Dios, uno preparando el terreno y el segundo sembrando la semilla de la Buena Nueva.

Nosotros los cristianos, los creyentes, tenemos que ser admiradores del Bautista y de alguna forma tendríamos que parecernos un poquito o un mucho a él en su rectitud, que bastante falta nos hace, en su prudencia, pensemos en algo tan sencillo, la forma en que conducimos nuestro auto, por las calles y avenidas de nuestras ciudades,  para darnos cuenta de la prudencia, bondad y rectitud necesarias para conducir no sólo nuestro auto sino nuestra propia vida y preparemos el camino para que Cristo pueda seguir sembrando en los corazones, la bondad, el amor y la predilección por los más pequeños   y los más sencillos a aquellos que no conducen un auto pero que también tienen derecho a vivir como ciudadanos del Reino de los cielos.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx


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