Domingo 11
ordinario 2012

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Las dos parábolas serán una invitación planteada para comenzar a cantar y a cantar bien las maravillas de Dios en su obra y en su Iglesia.
Los meses
pasados Benedicto XVI ha convocado a un año de la fe que nos recuerde la
alegría y el contento de ser miembros de Cristo en esta Iglesia que camina
peregrina a la casa del Señor. Para EL 12 octubre del presente, está fijado el
inicio del año de la fe y el Papa nos invita a recordar dos acontecimientos que
con el tiempo han llegado a ser como las semillas de las parábolas, algo
imprescindible en la vida de la Iglesia que crece y crece con la ayuda del
Señor y con la presencia del Espíritu Santo:
Uno de ellos lo constituyen los
cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II que fue por intuición del
Beato Juan XXIII un acontecimiento que vino a darle nuevas fuerzas a esta
Iglesia nuestra y que con su impulso hizo que las nuevas generaciones tomaran
la antorcha de la fe y de la esperanza. Y el otro acontecimiento, lo
constituyen también los 20 años de la promulgación del catecismo de la Iglesia
católica, que nos trae lo nuevo y lo viejo de nuestra fe. Y la invitación está planteada, para que
podamos conocer, amar y vivir con toda la alegría del mundo, ese encuentro con
la sabia que dan los siglos de la Iglesia y la oración incesante para ser
fieles a la gracia recibida de Cristo en estos veinte siglos de fe. Documentos
posteriores a la promulgación del año de la fe, van sugiriendo eventos desde la
sede de Roma hasta nuestras modestas iglesias y parroquias para que esa fe de
los creyentes brille con su luz propia, la que le da el Espíritu Santo de Dios
pero que lo haga con la vida, el gozo y la alegría de todos los que somos hijos
de la Iglesia. La Porta fidei, la puerta de la fe del Papa reinante, Benedicto XVI es una
invitación a dar respuesta profunda, clara, diáfana, alegre y confiada en la
gracia de Dios para que la Iglesia pueda extender sus fronteras hasta el último
de los mortales. Esa semilla de la
gracia no merece dormir en el seno de la Iglesia y de los cristianos. No
podemos hacer mucho, pero vigilantes si podremos estar para que otras gentes
que han errado el camino o definitivamente no lo han encontrado, ahora se sientan
como en casa, a la luz de la fe y la
esperanza que Cristo ha encendido en medio del mundo con su muerte y su
resurrección.
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