lunes, 18 de junio de 2012

muy bien que cantabais dije, pero no que cantabais bien


Domingo 11 ordinario 2012


Ha llegado el momento de las grandes y sencillas parábolas de Cristo con las que introduce en la gracia, en el amor y en la fidelidad a él  que es Pastor, que es guía y que es el principio y el final de esta historia de la salvación que estamos realizando en nuestras vidas. Hoy Cristo nos regala con sus dos más inspiradas parábolas que en su momento vendrían a decir que la obra del Señor se realiza para bien de los hombres, pero incluso cuando éstos se desentendieran no por eso el Señor dejaría de hacer su obra. Oigamos: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra,  sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo.  La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha".

También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Las dos parábolas serán una invitación planteada para comenzar a cantar y a cantar bien las maravillas de Dios en su obra y en su Iglesia.

Los meses pasados Benedicto XVI ha convocado a un año de la fe que nos recuerde la alegría y el contento de ser miembros de Cristo en esta Iglesia que camina peregrina a la casa del Señor. Para EL 12 octubre del presente, está fijado el inicio del año de la fe y el Papa nos invita a recordar dos acontecimientos que con el tiempo han llegado a ser como las semillas de las parábolas, algo imprescindible en la vida de la Iglesia que crece y crece con la ayuda del Señor y con la presencia del Espíritu Santo:  Uno  de ellos lo constituyen los cincuenta años del inicio del Concilio Vaticano II que fue por intuición del Beato Juan XXIII un acontecimiento que vino a darle nuevas fuerzas a esta Iglesia nuestra y que con su impulso hizo que las nuevas generaciones tomaran la antorcha de la fe y de la esperanza. Y el otro acontecimiento, lo constituyen también los 20 años de la promulgación del catecismo de la Iglesia católica, que nos trae lo nuevo y lo viejo de nuestra fe.  Y la invitación está planteada, para que podamos conocer, amar y vivir con toda la alegría del mundo, ese encuentro con la sabia que dan los siglos de la Iglesia y la oración incesante para ser fieles a la gracia recibida de Cristo en estos veinte siglos de fe. Documentos posteriores a la promulgación del año de la fe, van sugiriendo eventos desde la sede de Roma hasta nuestras modestas iglesias y parroquias para que esa fe de los creyentes brille con su luz propia, la que le da el Espíritu Santo de Dios pero que lo haga con la vida, el gozo y la alegría de todos los que somos hijos de la Iglesia. La Porta fidei, la puerta de la fe  del Papa reinante, Benedicto XVI es una invitación a dar respuesta profunda, clara, diáfana, alegre y confiada en la gracia de Dios para que la Iglesia pueda extender sus fronteras hasta el último de los mortales.  Esa semilla de la gracia no merece dormir en el seno de la Iglesia y de los cristianos. No podemos hacer mucho, pero vigilantes si podremos estar para que otras gentes que han errado el camino o definitivamente no lo han encontrado, ahora se sientan como en casa,  a la luz de la fe y la esperanza que Cristo ha encendido en medio del mundo con su muerte y su resurrección.

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx


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