Es el diablo
predicador que dice, has lo que te digo
y no lo que yo hago
Domingo 4º.
Pascua 012
Esta es la
segunda señal de Cristo Jesús que
encomienda la salvación de todos los hombres precisamente a esta Iglesia
fundada por él y le confía la salvación a hombres, normalmente presbíteros y
religiosos que “se convierten en imágenes visibles –aunque siempre imperfectas del
Señor a través de la ordenación presbiteral o la profesión de los consejos
evangélicos” (Benedicto XVI). Cristo continúa siendo el modelo de Pastores en
la Iglesia y a ellos les confía el cuidado de ir hasta los confines de la
tierra buscando a todos los hombres para ofrecerles la Salvación, porque Cristo
dio la vida por todos los hombres sin excluir a nadie. Cristo quiere un solo
rebaño y un solo pastor.
Y la tercera señal es tan importante como las
otras dos: “Yo conozco a mis ovejas y las ovejas me conocen a mí”. Sería
temerario pensar que no es verdad la primera parte de la frase de Cristo porque
precisamente su amor le lleva a conocer y por su nombre y con sus cualidades e
incluso con sus defectos a todos y cada uno de nosotros, al grado de pensar que
si solo cada uno de nosotros existiera por cada uno de nosotros se hubiera
encarnado Jesús y habría dado su vida
por nosotros. Pero hasta donde es verdad la segunda parte de la frase: “¿y las
ovejas me conocen a mí?” Tampoco en este caso podemos dudar de las palabras de
Cristo, sin embargo tenemos que afirmar la dificultad que eso supone.
Tendríamos que invocar el testimonio de San Agustín, que sin ser propiamente un
hombre perverso, pasó muchos años de su vida buscando la verdad, que encontró
precisamente en el Señor Dios.: “En una célebre página de las Confesiones, san
Agustín expresa con gran intensidad su descubrimiento de Dios, suma belleza y amor,
un Dios que había estado siempre cerca de él, y al que al final le abrió la
mente y el corazón para ser transformado: «¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua
y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera,
y
así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas
cosas hermosas que tú creaste. Tú
estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas
cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y
quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora
siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de
ti» (X, 27,38). Con estas imágenes, el Santo obispo intentaba describir el
misterio inefable del encuentro con Dios, con su amor que transforma toda la
existencia”. Así nos ha presentado Benedicto XVI la dificultad de San Agustín
para encontrar al Dios que es todo bondad y todo amor, que en mucho se parece a
la búsqueda de muchos hombres que buscan la verdad y que la llegan a encontrar
en cuanto no se opongan a que Cristo mismo nos busque a nosotros. Y cuando él se ha hecho el encontradizo con
nosotros, entonces lo podemos considerar como el Buen Pastor de nuestras vidas.
Hoy pedimos que en la Iglesia siempre existan buenos, santos y abundantes
Pastores que sepan a imitación de Cristo, dar su vida día a día por todos
aquellos que el Padre les confía y que puedan serlo a imitación de Jesús.
Padre un gusto saludarlo, y como siempre es un placer leerlo.
ResponderEliminarLe mando un fuerte abrazo.
Luis Sosa-