Dispensen la tardanza, por exceso de paso no
tuve teléfono ni internet, pero aquí estamos ya a sus ordenes.
Fuiste creado para amar, con amor del bueno
Domingo 06 de
Pascua 2012
Yo me pregunto,
si ellos son los abanderados y los libertadores que resolverán todos los
problemas, aun los que humanamente no tienen solución, ¿Qué haremos entonces
los cristianos? ¿Rezar? ¿Sólo eso estamos llamados a hacer? ¿Hacer ceremonias y
ritos muy bonitos? ¿Peregrinaciones cada vez más numerosas a las grandes
basílicas marianas? ¿Sólo eso? ¿Qué no son esos los enunciados por los que Cristo dio su
propia vida y nos mando luchar? ¿Tendrían que ser otros los que ayuden a
erradicar la pobreza que a lo mejor nosotros mismos causamos con nuestras
injusticias? ¿Otros tendrían que ser los que abolieran el terrorismo, y la
violencia causada por el afán de dinero fácil cuando en nuestros hogares se
vive situaciones de verdadera injusticia que propician la salida fácil de la
droga o el alcohol o el robo? Honradamente siento que somos nosotros, los
cristianos los que tendremos que ser los abanderados que claman y trabajan y
luchan por la justicia y por el derecho de todos a una condición digna de hijos
de Dios en este mundo. Seremos los cristianos y no otros los que contribuyan
para que todos tengan esa seguridad que todos deseamos, haciendo lo propio
desde la propia familia. Si no, es que no hemos escuchado a Cristo en aquél
momento de suprema intimidad, en la última cena cuando declara el grande amor
que el Padre nos tiene, y su mismo amor, tan grande como el que le tiene a su
Padre al que no le puede negar nada. Dos
grandes amores fundidos en uno sólo, el amor a los hombres. Pero luego vinieron las consecuencias: “No son
ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los de destinado
para que vayan y den fruto y su fruto permanezca...Esto es lo que yo les mando:
que se amen los unos a los otros”. Esa
fue la conclusión de Cristo: no el amor a Dios, sino el amor a los hombres, en
lo cuál conoceremos que verdaderamente amamos a Dios. El mismo Cristo afirmaba:
“Éste es mi mandamiento, que se amen unos a otros, como yo los he amado. Nadie
tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos”. De manera
que Cristo pide amor, entrega, generosidad, y un amor efectivo, que se vea, que
se sienta, que se palpe, que forme comunidad, que forme familia, que forme
intimidad, pero que no se quede en la orilla, en la periferia, que llegue a
calar, hasta da la propia vida si eso
fuera necesario para lograr esa fraternidad y esa comunidad mundial a la que
tenemos que llegar. Ese amor a los demás tendrá que ser no de cualquier manera,
a tontas y a locas, hasta que a nosotros se nos ocurra o hasta que pretendamos
que ya estamos cansados, que ya hemos hecho nuestra parte, sino hasta dar la
propia vida como Cristo lo hizo con cada uno de nosotros. Por eso afirmo que en
esos grandes problemas que nuestro mundo
y nuestro México tienen planteados, no podrán ser resueltos sino hasta el
momento en que cada cristiano se decida a amar, al lado de todos los cristianos,
y de todos los hombres, para mostrarle al
mundo que él amor sí salva, sí redime, sí acerca los unos a los otros, para
hacer nuestro mundo más fraternal y humano: “Les he dicho esto para que mi
alegría esté en ustedes y su alegría sea plena… Permanezcan en mi amor. Si cumplen
mis mandamientos, permanecen en mi amor: lo mismo que yo cumplo los mandamiento
de mi Padre y permanezco en su amor”.
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