jueves, 28 de julio de 2011

LAS DÁDIVAS Y LAS LIMOSNAS Ó EL BUEN COMPARTIR



El gran acontecimiento del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces es muy importante, pues deja entrever que es el único milagro que traen los cuatro evangelistas. Debió ser una experiencia bien recordada y, después, profundizada para buscarle sentido a sus vidas y hoy en día a las nuestras.
Resaltar en este sentido que la ausencia de hambre es un signo de la presencia del Señor. Para quien siempre ha tenido qué comer es difícil alcanzar a percibir la magnitud de este milagro. Una sociedad que ha padecido hambre sabe que la carencia de alimento, mendigar el pan, es reconocerse incapaz de vivir por sí mismo; no tener comida es el comienzo de la muerte. Dar de comer es apostar por la vida.
Hay que hacer notar los grandes contrastes: el banquete que ofrece Herodes y la comida que da Jesús; en el primero hay la muerte de un inocente, en el segundo se sacia el hambre de la gente. Los comensales del banquete de Herodes son testigos del poder caprichoso y malévolo de un rey; los comensales de Jesús son testigos de la presencia de Dios que los anima a entrar en la dinámica de compartir.
Podemos señalar que uno de los puntos principales del milagro está en que, la humilde cantidad de cinco panes y dos peces, se pone a disposición de Jesús; él al bendecirlos provoca la multiplicación que los discípulos tendran que repartir. De ahí que, aún después de saciados, quedaron canastos suficientes para seguir compartiendo. La presencia milagrosa del Señor fue posible por la generosidad de quienes pusieron a su disposición los panes y los pescados. Esto es muy importante porque el problema del mundo no es la escasez de recursos económicos, sino la incapacidad para compartir como hermanos. Gandhi decia: " La tierra tiene lo suficiente para satisfacer las necesidades de todos pero nos las ambiciones de unos cuantos ".
El decir que la disponibilidad de compartir y la presencia del Señor, así como la toma de conciencia de que el hambre que se padece no se tiene que ser indiferente, además de solucionar una necesidad inmediata, garantiza que siga habiendo pan para compartir. Las dádivas y las limosnas, aunque quizás momentáneamente buenas, no alcanzan a ser el verdadero camino para la fraternidad; disimulan la brecha entre ricos y pobres. El compartir a causa de la presencia del Señor proporciona lo necesario para prolongar la solidaridad, la ayuda fraterna: Los doce canastos son también parte importante del milagro porque prolonga la ayuda y garantiza que los beneficiarios no sean unos cuantos sino todos.
Que nuestra intímidad con el Señor através de su Palabra, los sacramentos y especialmente la Eucaristía realmente nos ayude a ir creciendo en la actitud de compartir como hermanos. Y que la presencia de Jesús en nuestras vidas nos ayude a ir compartiendo lo que tenemos, somos y pensamos.

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