Padre Benito Ramírez Márquez
El Evangelio de hoy nos relata el paso de Jesús por la ciudad de Jericó y la curación de un ciego, Bartimeo, que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Es entonces cuando a Bartimeo le llega el ruido de la pequeña caravana que acompañaba al Señor. Y al oír que era Jesús comenzó a gritar y decir: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí.
Aquel hombre que vive en la oscuridad, pero que siente ansias de luz, de claridad, de curación, comprendió que aquella era su oportunidad; Jesús estaba muy cerca de su vida ¡Cuántos días había esperado aquel momento! ¡El Maestro está ahora al alcance de su voz! Por eso, aunque muchos le reprendían para que callase, él no les hace el menor caso y gritaba mucho más fuerte. No puede perder aquella ocasión. ¡Qué ejemplo para nuestra vida! Porque Cristo, siempre al alcance de nuestra voz, de nuestra oración, pasa a veces más cerca; para que nos atrevamos a llamarle con más fuerza.
A Jesús hemos (con respeto) de gritarle muchas veces, hemos de gritarle con la oración y con buenas obras, especialmente la caridad, el trabajo bien hecho, la limpieza del alma en una confesión contrita de nuestros pecados.
El ciego, después de vencer el obstáculo de los que le rodeaban, consiguió lo que tanto deseaba. Se detuvo Jesús y dijo: Llámenlo.
El Señor le había oído la primera vez, pero quiso que Bartimeo nos diera un ejemplo de insistencia en la oración. Ahora ya está delante de El. ¿Qué quieres que te conceda? Maestro, que vea ¡Qué cosa más lógica! Y tú, ¿vez? ¿No te ha sucedido, en alguna ocasión lo mismo? No puedo dejar de recordar que, al meditar este pasaje Jesús esperaba algo de mi -¡algo que yo no sabía qué era! Ahora es a tí, a quien habla Cristo. Te dice: ¿Qué quieres de Mí?.... ¡Que vea, Señor, que vea!
¿Tú has conocido lo que el Señor te proponía? ¿Y has decidido acompañarle en el camino?
Aquel hombre que vive en la oscuridad, pero que siente ansias de luz, de claridad, de curación, comprendió que aquella era su oportunidad; Jesús estaba muy cerca de su vida ¡Cuántos días había esperado aquel momento! ¡El Maestro está ahora al alcance de su voz! Por eso, aunque muchos le reprendían para que callase, él no les hace el menor caso y gritaba mucho más fuerte. No puede perder aquella ocasión. ¡Qué ejemplo para nuestra vida! Porque Cristo, siempre al alcance de nuestra voz, de nuestra oración, pasa a veces más cerca; para que nos atrevamos a llamarle con más fuerza.
A Jesús hemos (con respeto) de gritarle muchas veces, hemos de gritarle con la oración y con buenas obras, especialmente la caridad, el trabajo bien hecho, la limpieza del alma en una confesión contrita de nuestros pecados.
El ciego, después de vencer el obstáculo de los que le rodeaban, consiguió lo que tanto deseaba. Se detuvo Jesús y dijo: Llámenlo.
El Señor le había oído la primera vez, pero quiso que Bartimeo nos diera un ejemplo de insistencia en la oración. Ahora ya está delante de El. ¿Qué quieres que te conceda? Maestro, que vea ¡Qué cosa más lógica! Y tú, ¿vez? ¿No te ha sucedido, en alguna ocasión lo mismo? No puedo dejar de recordar que, al meditar este pasaje Jesús esperaba algo de mi -¡algo que yo no sabía qué era! Ahora es a tí, a quien habla Cristo. Te dice: ¿Qué quieres de Mí?.... ¡Que vea, Señor, que vea!
¿Tú has conocido lo que el Señor te proponía? ¿Y has decidido acompañarle en el camino?
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