Me sorprende más comprobar el número de gente que no está contenta de ser quien es, de haber nacido donde nació, de habitar en el siglo que habita. Si saliera a las calles e hiciera una encuesta y preguntara a la gente quién les gustaría ser, noventa y nueve de cada cien me dirían que les gustaría ser como Cristiano Ronaldo, Leonel Mess, Wiliam Levy, Jacky Bracamontes o Dana Paola con un poco de suerte, como Homero, Juan Pablo, Leonardo, Teresa o Francisco de Asís.
Yo lo siento, pero me encuentro muy a gusto siendo el que soy. No me gusta “como” soy, pero si ser el que soy. Y no quisiera ser ni Homero, ni Leonardo, ni Juan Pablo, ni Teresa, ni Francisco. Me gustaría, claro, ser tan buen poeta como Homero, tan inteligente como Leonardo, tan carismático como Juan Pablo, tan sencillo como Teresa y tan Santo como Francisco, pero tener todas estas virtudes siendo Benito Ramírez Márquez y viviendo en el tiempo en que vivo y en las circunstancias a las que me ha ido llevando la vida.
Yo aspiro, a sacar de mi mejor yo, pero no quisiera ser otra persona, ni parecerme a nadie, sino ser el máximo de lo que yo puedo dar de mí mismo.
¿Por qué pienso así? Por varias razones: la primera por simple realismo. Porque me guste o no, siempre seré el que soy, y si un día llego a ser listo o simpático o santo, lo seré en todo caso “a mi estilo”.
En segundo lugar, porque no soy solo lo mejor que tengo, sino lo único que puedo tener y ser. Desde el principio de la historia hasta el fin de los siglos no habrá ningún otro B.R.M. más que yo. Habrá infinito número de personas mejores que yo, pero a mí me hicieron único (como a todos los demás hombres y mujeres) y no según un modelo fabricado en serie.
En tercer lugar, porque la experiencia me ha enseñado que sólo cuando uno ha empezado a aceptarse y a amarse a sí mismo es capaz de aceptar y amar a los demás e, incluso, de aceptar y amar a Dios.. ¡Cuántos que creemos resentidos contra la realidad están sólo resentidos consigo mismos! ¡Cuántos son insoportables porque no se soportan dentro de su piel!
Por eso me desconciertan esos padres que se pasan la vida diciendo a sus hijos “Mira a Fernandito tu primo. ¡ A ver cuándo eres tú como él.!” Pero ningún niño debe ser como su primo Fernando. Ya tiene bastante cada niño con apurarse sobre sí mismo, con realizar su alma por entero. Con métodos como esos, con padres que parecen empeñados en que sus hijos se les parezcan, muchas veces consiguen efectivamente que sus muchachos sean igual que ellos: igual de vanidosos, igual de incomprensivos, igual de fracasados.
Un hombre o una mujer; deben partir, me parece, de una aceptación y de una decisión. De la aceptación de ser quienes son (así de listos, así de guapos o feos, así de valientes o cobardes). Y de la decisión de pasar la vida apurándose encima de sí mismo, multiplicándose.
Pobre del mundo, si un día se consiguiera que todos los hombres respondieran a patrones genéricos establecidos y obligatorios. Leo Buscaglia en su libro titulado: “Vivir, amar y aprender” cuenta una fábula que me parece muy significativa:
Los animales del bosque se dieron cuenta un día de que ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban. La liebre esa una estupenda corredora, pero no volaba ni sabía nadar. Y así todos los demás. ¿No habría modo de establecer una academia para mejorar la raza animal? Dicho y hecho. En la primera clases de carrera, el conejo fue una maravilla y todos lo calificaron como sobresaliente. Pero en la clase de vuelo, subieron al conejo de la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, conejo!” El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos de sus patas, y fracasó en el examen final de carrera también. El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se lastimó las alas, y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar.
Convenzámonos: un pez debe ser pez, un estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por qué ser un pájaro. Un hombre o una mujer inteligentes, deben sacarle provecho a su inteligencia, y no empeñarse en triunfar en deportes, en mecánica, y en el arte a la vez. Una muchacha no tan bella, difícilmente llegará a ser bonita, pero puede ser simpática, buena, y una mujer maravillosa.
Convenzámonos (vuelvo a repetirlo), uno debe acabar por tomar la propia vida en brazos y besarla. Porque sólo cuando empecemos a amar en serio lo que somos, seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla.
Padre Benito Ramírez Márquez
Si deseas recibir estas refelxiones escríbenos a: padrebenitorm@hotmail.com
Yo lo siento, pero me encuentro muy a gusto siendo el que soy. No me gusta “como” soy, pero si ser el que soy. Y no quisiera ser ni Homero, ni Leonardo, ni Juan Pablo, ni Teresa, ni Francisco. Me gustaría, claro, ser tan buen poeta como Homero, tan inteligente como Leonardo, tan carismático como Juan Pablo, tan sencillo como Teresa y tan Santo como Francisco, pero tener todas estas virtudes siendo Benito Ramírez Márquez y viviendo en el tiempo en que vivo y en las circunstancias a las que me ha ido llevando la vida.
Yo aspiro, a sacar de mi mejor yo, pero no quisiera ser otra persona, ni parecerme a nadie, sino ser el máximo de lo que yo puedo dar de mí mismo.
¿Por qué pienso así? Por varias razones: la primera por simple realismo. Porque me guste o no, siempre seré el que soy, y si un día llego a ser listo o simpático o santo, lo seré en todo caso “a mi estilo”.
En segundo lugar, porque no soy solo lo mejor que tengo, sino lo único que puedo tener y ser. Desde el principio de la historia hasta el fin de los siglos no habrá ningún otro B.R.M. más que yo. Habrá infinito número de personas mejores que yo, pero a mí me hicieron único (como a todos los demás hombres y mujeres) y no según un modelo fabricado en serie.
En tercer lugar, porque la experiencia me ha enseñado que sólo cuando uno ha empezado a aceptarse y a amarse a sí mismo es capaz de aceptar y amar a los demás e, incluso, de aceptar y amar a Dios.. ¡Cuántos que creemos resentidos contra la realidad están sólo resentidos consigo mismos! ¡Cuántos son insoportables porque no se soportan dentro de su piel!
Por eso me desconciertan esos padres que se pasan la vida diciendo a sus hijos “Mira a Fernandito tu primo. ¡ A ver cuándo eres tú como él.!” Pero ningún niño debe ser como su primo Fernando. Ya tiene bastante cada niño con apurarse sobre sí mismo, con realizar su alma por entero. Con métodos como esos, con padres que parecen empeñados en que sus hijos se les parezcan, muchas veces consiguen efectivamente que sus muchachos sean igual que ellos: igual de vanidosos, igual de incomprensivos, igual de fracasados.
Un hombre o una mujer; deben partir, me parece, de una aceptación y de una decisión. De la aceptación de ser quienes son (así de listos, así de guapos o feos, así de valientes o cobardes). Y de la decisión de pasar la vida apurándose encima de sí mismo, multiplicándose.
Pobre del mundo, si un día se consiguiera que todos los hombres respondieran a patrones genéricos establecidos y obligatorios. Leo Buscaglia en su libro titulado: “Vivir, amar y aprender” cuenta una fábula que me parece muy significativa:
Los animales del bosque se dieron cuenta un día de que ninguno de ellos era el animal perfecto: los pájaros volaban muy bien, pero no nadaban ni escarbaban. La liebre esa una estupenda corredora, pero no volaba ni sabía nadar. Y así todos los demás. ¿No habría modo de establecer una academia para mejorar la raza animal? Dicho y hecho. En la primera clases de carrera, el conejo fue una maravilla y todos lo calificaron como sobresaliente. Pero en la clase de vuelo, subieron al conejo de la rama de un árbol y le dijeron: “¡Vuela, conejo!” El animal saltó y se estrelló contra el suelo, con tan mala suerte que se rompió dos de sus patas, y fracasó en el examen final de carrera también. El pájaro fue fantástico volando, pero le pidieron que excavara como el topo. Al hacerlo se lastimó las alas, y el pico y, en adelante, tampoco pudo volar.
Convenzámonos: un pez debe ser pez, un estupendo pez, un magnífico pez, pero no tiene por qué ser un pájaro. Un hombre o una mujer inteligentes, deben sacarle provecho a su inteligencia, y no empeñarse en triunfar en deportes, en mecánica, y en el arte a la vez. Una muchacha no tan bella, difícilmente llegará a ser bonita, pero puede ser simpática, buena, y una mujer maravillosa.
Convenzámonos (vuelvo a repetirlo), uno debe acabar por tomar la propia vida en brazos y besarla. Porque sólo cuando empecemos a amar en serio lo que somos, seremos capaces de convertir lo que somos en una maravilla.
Padre Benito Ramírez Márquez
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Padre, que hermosa reflexión!!! pareciera tan facil que nos dieramos cuenta que somos unicos, pero la experiencia nos dice lo contrario....añoramos ser como, vivir como...y dejamos pasar la vida sin ser nosotros mismos....somos únicos y queremos ser el duplicado de alguien mas...que triste....Voy a imprimir en mi, la ultima parte de su reflexion: tomar mi vida, besarla y trabajar con ella para convertirla en una maravilla...
ResponderEliminarGracias y Dios los bendiga