viernes, 13 de agosto de 2010

María, Mujer entre las mujeres


El papel y la dignidad de la mujer, han contribuido legitimamente a lograr una visión más equilibrada en la cuestión femenina en el mundo contemporaneo.
Con respecto a esas reivindicaciones sobre todo en estos tiempos. La Iglesia nos ha mostrado en la narración de los Evangelios una singular atención a la figura de la Virgen María, que constituye una respuesta válida al deseo de emancipación de la mujer. María es la única persona humana que realiza de manera inminente el proyecto de amor divino para la humanidad.
La intención divina va más allá, pues Dios suscitó en María una personalidad femenina que supera en gran medida la condición ordinaria de la mujer. La excelencia única de María en el mundo de la gracia y su perfección son fruto de la partícular benevolencia divina, que quiere elevar a todos, hombres y mujeres, a la perfección moral y a la santidad propias de los hijos adoptivos de Dios. María es la bendita entre todas las mujeres sin embargo, en cierta medida, toda mujer participa de su sublime dignidad en el plan divino.
El Don singular que Dios hizo a la Madre del Señor no sólo testimonia lo que podriamos llamar el respeto de Dios por la mujer; también manifiesta la consideración profunda que hay en los designios divinos por su papel insustituible en la historia de la humanidad. Las mujeres necesitan descubrir esta estima divina, para tomar cada vez más conciencia de su elevada dignidad.
La figura de María manifiesta una estima tan grande de Dios por la mujer, que cualquier forma de discriminación queda privada de fundamento teórico.
La Virgen María ofrece a los hombres y a las mujeres la posibilidad de descubrir dimensiones de su condición que antes no habían sido percibidas. Contemplando a la Madre del Señor, las mujeres podrán comprender mejor su dignidad y la grandeza de su misión.
Pero también los hombres a la luz de la Virgen Madre del Creador podrán tener una misión más completa y equilibrada de su identidad, de la familia y de la sociedad.
María reafirma el sentido sublime de la belleza femenina, don y reflejo de la belleza de Dios.

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