Hoy celebramos la fiesta de Cristo Buen Pastor que nos recuerda una de las ocupaciones más antiguas de la humanidad y que tiene también profundas repercusiones bíblicas. Pero al hombre del siglo XXI ya no le gusta pertenecer a un rebaño y le repugna considerarse bajo el cuidado de un pastor. Hoy el hombre gusta más bien de considerar el liderazgo, y si de eso hablamos, hoy tenemos muchos líderes que aglutinan a las masas y consiguen que vayan tras de ellos. Ahí están los políticos con su afán de dinero, de protagonismo y de privilegios frente a una gran población, que los mira asombrada. Ahí están los grandes triunfadores, que han amasado grandes fortunas. Nosotros tenemos al hombre más rico del mundo. Están también los grandes deportistas, y todos los del mundo de la farándula, las llamadas estrellas, con existencias fugaces e incluso ahora también han aparecido los narcos como gente que también se hace imitar. Y en un afán de libertad, todos los supuestos líderes, lejos de ampliar los ámbitos de libertad, suben las trancas y atrancan las puertas del redil, y pretenden que todos los hombres vistan como ellos, actúen como ellos y sean como ellos, marcando por quien debemos votar, qué consumir, la marca del coche o de la moto, hasta dónde debe llegar el pantalón o la falda, cuál debe ser el color y la piedra de la temporada, la corbata, el perfume, el libro que tienes que leer, la película que debes ver e incluso los condones que hay que usar. Los líderes han logrado conectar a todos con su propia línea y hoy te encuentras gente de todas las edades atados a dispositivos cada vez más pequeños y más eficaces, pendiente de las orejas pero desconectados olímpicamente del mundo que les rodea, sin mirar al hermano, al que sufre, al que es tratado injustamente, sin ningún deseo de corresponsabilidad con nadie, sólo mirando a su propia diversión. Pero aún hay otro problema definitivamente no resuelto por los líderes de este mundo, pues la inseguridad y la aglomeración citadina han hecho que todo mundo trate de escaparse de la ciudad, antes era sólo en el verano, pero ahora se aprovecha cada fin de semana para escaparse del conglomerado humano.
Es entonces cuando debemos buscar el liderazgo de Cristo, que no esclaviza, que abre las puertas para que en la libertad, en la responsabilidad y con un alto espíritu de servicio, podamos construir un mundo más humano, más fraternal y definitivamente más cristiano. Los falsos líderes, y religiosos por cierto, fueron los que le quitaron la vida a Cristo, pues veían fuertemente afectados sus privilegios, su manera de vivir y su influencia maligna sobre un pueblo esclavizado bajo el temor de un Dios que no sabían si perdonaba o condenaba a los hombres. Cristo habla de sí mismo como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y que llega a decir que “el Padre y yo somos uno”. Por eso lo descalificaron, pidieron que no lo escucharan, porque estaba loco, porque estaba endemoniado, pretendieron apedrearlo y finalmente lo mataron. Cristo es digno de confiar, y aunque la Iglesia fundada por él atraviesa hoy por momentos duros y difíciles, desde su Eucaristía dominical quiere hacerse presente entre los hombres para convertirse una y otra vez, en el pastor y el líder que los hombres necesitan para sentirse hermanos, amados y en camino hacia la casa de la salvación. La aceptación nos toca a cada uno de nosotros y encontraremos la paz, la alegría y la felicidad. “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx
Es entonces cuando debemos buscar el liderazgo de Cristo, que no esclaviza, que abre las puertas para que en la libertad, en la responsabilidad y con un alto espíritu de servicio, podamos construir un mundo más humano, más fraternal y definitivamente más cristiano. Los falsos líderes, y religiosos por cierto, fueron los que le quitaron la vida a Cristo, pues veían fuertemente afectados sus privilegios, su manera de vivir y su influencia maligna sobre un pueblo esclavizado bajo el temor de un Dios que no sabían si perdonaba o condenaba a los hombres. Cristo habla de sí mismo como el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas y que llega a decir que “el Padre y yo somos uno”. Por eso lo descalificaron, pidieron que no lo escucharan, porque estaba loco, porque estaba endemoniado, pretendieron apedrearlo y finalmente lo mataron. Cristo es digno de confiar, y aunque la Iglesia fundada por él atraviesa hoy por momentos duros y difíciles, desde su Eucaristía dominical quiere hacerse presente entre los hombres para convertirse una y otra vez, en el pastor y el líder que los hombres necesitan para sentirse hermanos, amados y en camino hacia la casa de la salvación. La aceptación nos toca a cada uno de nosotros y encontraremos la paz, la alegría y la felicidad. “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen”.
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