Richard Cohen, autor de Comprender y sanar la homosexualidad:
Detrás de cada persona con atracción homosexual hay un niño herido, una persona que sufre; lo que esperan de nosotros es comprensión y aceptación, no que los juzguemos ni que nos alejemos de ellos. Éstas son las bases del libro Comprender y sanar la homosexualidad (ed. LibrosLibres), que ya ha alcanzado su 10ª edición. Su autor, el norteamericano Richard Cohen, conoce por su propia experiencia el sufrimiento de la homosexualidad, así como la liberación que supone el recorrido hacia un comportamiento heterosexual. Hoy, está casado y es padre de tres hijos, y lleva décadas ayudando a cientos de personas y a sus familias a solucionar un problema que tiene salida
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega
Quiero dejar de ser homosexual
Joseph Nicolosi
En los testimonios que recoge en su libro siempre hay un niño que sufre. ¿Es una pauta que se repite en todas las personas con tendencia homosexual?
Absolutamente. La homosexualidad comprende dos elementos: dolor y heridas en el corazón, que no han sido curados ni resueltos; y una necesidad de afecto y de amor, que no ha sido satisfecha. Nadie nace con esta inclinación, por naturaleza.
Pero hay quien defiende que la conducta homosexual es natural...
No es nada natural, como tampoco lo es que un hombre consuma pornografía, o que mantenga relaciones sexuales con muchas mujeres, o que una mujer mantenga relaciones sexuales con muchos hombres, o que personas casadas tengan relaciones fuera de su matrimonio. Todos tienen herido el corazón, pero su dolor y sus carencias se manifiestan de forma distinta. No es natural este tipo de conductas. Por debajo de ellas siempre encuentras dolor y una insatisfecha necesidad de amor. Buscan sexo para satisfacer esa necesidad. Pero ese vacío no se llena con sexo.
¿Entonces qué cura esas heridas?
El sexo no cura ni a los homosexuales ni a los heterosexuales. La necesidad de afecto y de amor que todos tenemos es la misma necesidad de amor que tiene un niño. Dentro de un homosexual hay un niño herido, que necesita ser amado. Todos necesitamos amor auténtico, amor de verdad.
¿Cómo ha influido la revolución sexual en la aceptación social de las conductas homosexuales?
Yo viví los años 60. Los homosexuales querían ser libres, aceptados y amados. Ninguno de los lugares en los que debían haber encontrado la solución a sus problemas –la Iglesia, el sistema educativo, las instituciones sociales y, por supuesto, la familia– logró mostrarles el amor que necesitaban, sino que los juzgaron y los rechazaron. El movimiento homosexual es, en realidad, el resultado del fracaso, en este ámbito, de estas instituciones. Hoy comprobamos que la revolución sexual, después de tantos años, ha fallado. Hay que buscar un nuevo modelo. Si siguen las reivindicaciones acerca del matrimonio homosexual, de la posibilidad de adopción por parejas gay…, nada va a funcionar realmente. Conseguirán lo que quieren, pero no lo que realmente necesitan.
¿Cree que la sociedad entiende bien el problema y el dolor de las personas con tendencia homosexual?
Sentirse amenazado por la homosexualidad es una reacción biológica: Dios ha puesto en nosotros ese instinto de protegerme a mí y a mi familia. Sin embargo, uno debe acercarse e intentar aprender de esas personas. Ellos sufrieron mucho en su infancia y adolescencia. Hablo de conocernos y comprendernos, para luego poder querernos.
Entonces no hay que juzgar...
Nosotros mismos somos la solución al problema homosexual. Ellos necesitan que les enseñemos el amor tal como es de verdad. Hay que intentar ser amigos, hermanos y padres de estos hombres y mujeres que están tan necesitados de nosotros. No estoy diciendo que haya que aprobar su conducta, sino que debemos intentar mostrarles el verdadero amor. Cristo se encontró con la samaritana en el pozo, se dirigió a ella y habló con ella, algo que se suponía no debía hacer. Probablemente, la samaritana era una prostituta, pero Cristo no se lo echó en cara, no la insultó, no le llamó la atención por vivir en pecado, ni nada de eso. Él vio la persona herida que había en su interior, y le mostró un amor increíble. No la juzgó, en absoluto. Y todo su comportamiento inapropiado lo cubrió de amor. Nosotros debemos ser la imagen de Jesucristo para los demás; debemos querer a los demás como Él lo hace. Si no, esa aceptación la buscarán en el mundo gay.
¿Qué podemos hacer?
Conozco una familia con dos hijas lesbianas. Cuando el padre se enteró, les recriminó que era algo horrible, que se iban a condenar, etc. Al cabo de un tiempo, el padre y la madre vinieron a solicitar mi ayuda. Y yo le dije al padre: Necesitas arrepentirte y pedir perdón a tus hijas; ponte de rodillas y pídeles perdón por todas esas cosas tan horribles que les dijiste. Y luego le pedí que invitara a sus hijas y a todas sus amigas lesbianas a cenar a casa, y que les diera un auténtico banquete. Imagina la escena: al padre le encanta el vino, y sirvió su mejor vino a todas y cada una de sus invitadas lesbianas. Cuando volvimos a hablar, me dijo: Nunca en mi vida me he sentido tan cerca de cómo se sentía Jesús. Y reconocía: He podido sentir el amor que Dios tiene por cada una de estas chicas. Después, los padres siguieron mi programa de terapia, sobre todo la madre, para poder llegar al dolor interior de sus hijas. Hoy, ambas están casadas, y cada una tiene dos hijos.
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