¡Morir! Y luego ¿qué? El más allá abre un panorama que el más acá, con frecuencia, esconde. Este va a ser el tono, tema y sugerencia que la palabra de Dios nos propone para nuestra reflexión en este Domingo.
La lectura ofrece el primer testimonio bíblico sobre la resurrección de los justos. Antes de morir, una madre motiva a sus hijos a ver con fe más allá de la vida terrena: Dios nos espera al otro lado, ya que la vida presente sólo se explica desde allá y para ir allá.
Jesús instruye a los piadosos, pero incrédulos, sobre el más allá. Ese estado no debe compararse con la finitud humana; no es perfeccionamiento de la vida terrena o su continuación. Es, en cambio, vida con Dios, que el texto llama resurrección.
En realidad, los saduceos no eran tan banales cuando preguntaban a Jesús cuál era el marido verdadero de la mujer que había tenido siete. Su inquietud era más decisiva: ¿qué vale esta vida si se vive solo para morir? ¿Habrá otra… después de ésta?
El problema del más allá aflige hoy a muchas personas y las coloca entre no creer en nada posterior a la muerte y gozar de esta vida como lo único válido y evidente. Por otra parte, al cristiano poco le ha de importar lanzar hipótesis sobre cómo se vive después de esta vida, imaginar lo que va a tener entre manos cada difunto en cuanto muera o averiguar sus dimensiones (peso, forma y medida); lo importante para él ha de ser la confianza en el "Dios de la vida", que debe ir acompañada de obras y actitudes congruentes.
La liturgia responde así: creer en Dios es ir más allá de esta vida y buscar la plenitud de vida con él. Pero esta aspiración y esta búsqueda no ocurren al margen de esta vida ni llevan a refugiarse en un futuro incierto que evite el presente. Al contrario, mientras el cristiano viva en la tierra, debe moldear su presente con opciones definitivas para ese más allá que lo espera.
_será celeste cuando haya aprendido a ser terrestre;
_llegará a ser plenamente hijo de Dios, si vive como auténtico hijo de hombre;
_ y se le permitirá "ir al otro lado" cuando haya terminado su compromiso en éste.
Algunos seres humanos han tratado de disuadir a otros sobre el tema de la resurrección juzgándola motivo de evasión, mito para los desorientados, sueño que los aleja de su compromiso terreno y utopía que lo saca de sus ocupaciones de esta vida, pero en función de la otra.
A quienes sólo piensan de quien será esposa, según la ley, la mujer que lo fue de siete en la tierra, Jesús les ofrece una respuesta radical: el más allá no es la segunda edición de la vida en la tierra, pues se reducirá a evitar los malos ratos de acá y prolongar los buenos. Jesús además agrega una novedad: ser llamados o considerados dignos de participar en la resurrección equivale a volverse como ángeles, ser hijos de Dios en plenitud y vivir por siempre a su lado? ¿Habrá quien quiera algo más?
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