Acabamos de celebrar días muy importantes para Mí, y supongo que también para ti. En estos días has oído hablar mucho de Mi Pasión, y has podido contemplar Mis imágenes muchas veces.
Es posible que tú mismo me hayas sacado a la calle. Pero me gustaría que me contases lo que ha supuesto para ti la Semana Santa. Ya te decía que siempre me da un poco de miedo estos días.
No puedo evitar recordar lo mal que lo pasé.
Y tampoco puedo evitar el dolor al contemplar que hoy se vuelve a repetir la historia. Y no lo siento por mi propio sufrimiento, sino por el poco valor que muchos hombres le dan al amor de Dios. Son relativamente pocos los que saben aprovechar la Gracia que se les ofrece abundantemente estos días.
Pero bueno, ya conozco bien al hombre, y no me extraña nada. Me siento reconfortado por todos aquellos que de verdad me han acompañado con todo cariño en estas celebraciones.
Pero ya hemos llegado a la Pascua. ¡Que días tan maravillosos! ¡Qué gratos recuerdos de aquellos hechos históricos; de aquellos encuentros gozosos con mis amigos muertos de miedo! Siempre tenía que empezar diciéndoles: “Paz a vosotros”. No tenían paz.
Estaban nerviosos. No terminaban de fiarse de mi palabra. Y no me reconocían cuando me presentaba a ellos resucitado. Es verdad que el cuerpo glorioso ya es distinto, pero el amor es el mismo. Tenía que hacer gestos concretos, decirles palabras que ellos ya conocían, insistirles que tocaran y vieran que no era un fantasma…
¡Qué duros sois los hombres para reconocer a Dios, y sentir la verdad y la cercanía del mundo sobrenatural! Los hombres piden muchos milagros, y cuando ocurren no se los creen. Les pasa como a Pedro: “Señor, si eres tú di que camine yo también por el agua”. Y le dije: -Ven.- Y comenzó a caminar pero vaciló, no se lo creía, y comenzó a hundirse gritando de miedo… Y sin fe no es posible vivir la Pascua. Si no creen en mí como hombre mortal, ¿cómo van a creer en Mí Resucitado y en cuerpo glorioso?
Las Pascua es el tiempo del cambio, del paso a una vida más espiritual. Es la celebración de la conquista de la libertad. Es disfrutar de la alegría de la gracia. En Pascua se valora mejor el Bautismo, y la Penitencia, y la Eucaristía, y tantas cosas.
En este tiempo os quiero demostrar que es verdad todo lo que de mí se había anunciado, y Yo lo había repetido tantas veces. La muerte en la cruz era necesaria, pero no era el final. La estancia en el sepulcro era temporal. Ya dije Yo que al tercer día resucitaría, y así lo hice. Esa es la garantía de vuestra fe.
Tú tienes que creerme. YO NO ESTOY MUERTO. No seguís vosotros a un muerto. Estoy vivo ahora mismo. Y hablo contigo desde estas páginas de Internet, y desde la Sagrada Escritura, y en la Oración, y me recibes vivo en la Eucaristía, y te perdono a través del sacerdote, y estoy dentro de ti cuando dejas entrar la gracia en tu alma.
Quiero celebrar contigo MI PASCUA, MI RESURRECCIÓN. Y quiero que se lo digas a todos, pues mi fiesta es para el mundo entero. Comunícaselo a tus amigos, a Mis amigos: ESTOY VIVO. Mi Reino es de vivos.
Quiero una Iglesia viva, unas celebraciones llenas de vitalidad. Quiero cantar contigo el Aleluya, el Gloria, y hacer palmas, y sonreír. Es mi tiempo de gozo. No me dejes solo. Estás invitado al banquete de bodas, al banquete de la Vida.
Tu lugar está reservado. No pongas excusas para venir, pues Yo te espero para que pasemos un rato agradable. Corre la voz: VUESTRO AMIGO JESÚS ESTÁ VIVO, Y OS ESPERO PARA CELEBRAR MI ALEGRÍA CON TODOS. NO ME FALLÉIS.
Un saludo de alegría y paz para ti y para todos.
Tu Amigo JESUS.
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