sábado, 14 de abril de 2012
Quejarse de la juventud
Quejarse de la juventud es una tendencia recurrente de todas las épocas (se encuentra ya en los griegos, y en Cicerón, por ejemplo), quizá olvidando un poco que cada generación es, en buena medida, lo que de ella ha hecho la anterior.
Es cierto que la juventud va un poco contra lo que hay establecido, pero así es como cada generación hace que la historia avance. Y es probable –como apunta Jiménez Lozano– que detrás de muchas de esas quejas de los mayores contra la juventud haya un poco de envidia, de recuerdo nostálgico, y se afirma que se vivía mejor en épocas pasadas cuando lo que ocurre es que antes se era más joven.
Esas quejas no son nada nuevo. Sin embargo, sí hay ahora algunas cosas nuevas que nunca ha habido en la historia.
Por ejemplo, unos omnipresentes medios de comunicación. Todos estamos hoy extraordinariamente influidos por los medios de comunicación. Y si las nuevas generaciones se tragan sin sentido crítico todo lo que les cuentan, se exponen a una seria manipulación, les pueden hacer creer lo que quieran, y eso es peligroso para el sentido de la realidad.
Es verdad que esos medios de comunicación suelen recoger opiniones de gentes muy diversas, pero también en eso hay muchas veces manipulación, porque primero se nos dice una temporada cómo debemos pensar y luego nos lo preguntan.
Es preciso suscitar un sano sentido crítico ante los medios de comunicación, procurarse otras fuentes de información y de formación, leer, pensar, hablar, procurar dar profundidad a la vida.
Otro ejemplo de novedad de nuestra época es el importante aumento de la desintegración familiar, caldo de cultivo de multitud de tendencias antisociales. Quizá no valoramos suficientemente el hecho de que todo lo que fortalece la familia previene la delincuencia, porque será difícil que en la calle impere la ley y el orden si en casa no se aprende un orden de valores.
Un tercer ejemplo podría ser la nueva dimensión que ha adquirido el problema de la droga.
—¿Y no crees que es problema sobre todo de dar una mejor información?
En casi todos los países se han realizado grandes campañas informativas relacionadas con los efectos negativos de las drogas (dependencia, autodestrucción física y psíquica, inducción a la delincuencia y a la búsqueda de nuevos consumidores, etc.). Esas campañas son necesarias, pero –como señala Gerardo Castillo– tampoco han servido, por sí mismas, para disminuir el consumo. Con ellas se ha logrado impresionar a los padres y a los profesores, pero a quienes no han logrado impresionar es a la mayoría de los adolescentes y jóvenes.
La drogadicción no es solamente un problema de ignorancia, de falta de información. Esto último los adultos quizá no acabamos de comprenderlo: ¿cómo es posible que se droguen –decimos– sabiendo que la droga los va a destruir?
Es necesario conocer cuáles son los factores que empujan a esos jóvenes a la toxicomanía, porque las drogas no son propiamente un problema, sino una mala solución a un problema. Hay que comprender mejor por qué algunos de ellos recurren a la droga. La droga es para ellos un paraíso artificial. ¿Por qué se drogan? "No nos interesa nada –dicen–, todo nos deja indiferentes. En mi estado normal veo las cosas tal y como son; una vez drogado, las veo como quisiera que fuesen".
Hay factores de siempre, relacionados con la crisis propia de la edad, pero los principales son de tipo social o ambiental, y están relacionados con el estilo de sociedad en que viven esos jóvenes.
Es preciso analizarlos y buscar soluciones. Si la sociedad responde con indiferencia al derecho a la diferencia, los valores se acaban ahogando en un clima de permisivismo y relativismo moral.
Es fundamental que haya –en la familia, en la enseñanza, en los medios de comunicación, en la calle– un ambiente que estimule, que prestigie los valores, que ayude a la gente joven a enfrentarse a la realidad, a tomar las riendas de su propia vida, a encontrarle un sentido.
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