jueves, 12 de abril de 2012

Ni abril sin flores ni juventud sin amores






Ha llegado el mes de abril, y con él la alegría de la Pascua de Cristo Jesús, la fiesta de los creyentes, la gran fiesta de todos los tiempos, y que curiosamente había sido olvidada no digo por muchos años sino por muchos siglos, pues no habíamos dado el paso de la muerte a la resurrección de Cristo y parece que todo se decidía el viernes santo con la muerte del Señor.
Fue tan difícil para los suyos la muerte del maestro, que el primer milagro, el gran milagro de la Pascua, de la Resurrección del Señor fue precisamente que sus apóstoles creyeran en él, que quedaran convencidos de que era él, el crucificado, el que había muerto en la cruz, el que ahora los impulsaba a aceptarlo, pero no para quedarse con ellos contemplándose unos a otros, sino para llevarlo a todos los hombres para hacerlos portadores de su victoria y del perdón de los pecados para todos ellos. Los mismos apóstoles no creían para nada en que su maestro resucitaría. Cuando sellaron la tumba y lo dejaron dentro, fue la desbandada. Uno lo había negado, otro lo había traicionado y muchos de entre sus discípulos comenzaron a irse ese mismo día. Ese fue el milagro de Cristo. Volver a congregar a los que él amaba para enviarlos por el mundo llevando su mensaje de paz, de salvación y de fraternidad. Ellos quedaron convencidos de que el Padre por fin se había decidido por su Hijo, que al fin había dado la cara por él, en contra de los que decididos y declarados enemigos suyos, porque les estorbaba y les echaba en cara su mezquindad, su avaricia, su afán de riqueza y una vida que no reflejaba para nada la santidad que se suponía tendría que irradiar aquella ciudad de Jerusalén que ya no podía dar nada a nuestro mundo, porque Cristo era desde entonces el Señor de todos los siglos.
El Papa nos ha dicho varias veces que a pesar de que el mal extiende sus fronteras y parece que su poder es omnipotente, más grande es el poder del Señor: “Si, la maldad y la ignorancia de los hombres no es capaz de frenar el plan divino de salvación, la redención. El mal no puede tanto…no hay motivos, pues, para rendirse al despotismo del mal. Y pidamos al Señor Resucitado que manifieste su fuerza en nuestras debilidades y penurias. (Benedicto XVI a los Obispos en la Catedral de León).
Hoy podemos gozarnos de la presencia viva de Cristo entre los suyos a los que impulsa a una sana convivencia en el mundo y los insta a dar lo mejor de sus cualidades para hacer este mundo más fraternal y más cristiano: “Jesús pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”, los ha afirmado el Apóstol San Pablo. La presencia de Cristo no será para ser contemplado sino para impulsarnos a sentir la alegría de ser discípulos suyos y con la consiguiente alegría ser miembros de la Iglesia fundada por Cristo para la salvación de todos los creyentes. Que lleguemos a sentirlos un regalo de Dios para el mundo, trabajando con empeño para dejarles un mundo mejor a los que vendrán detrás de nosotros. No tenemos que quebrarnos la cabeza pensando cómo celebrar esta Pascua del Señor. Ya el Papa nos lo ha señalado con toda claridad: “Cada uno de ustedes es un regalo de Dios para México y para el mundo. Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad, han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias y ni divisiones” (Benedicto XVI a los niños en Guanajuato).
Vayamos por el mundo con la alegría del Cristo resucitado que salva a todos los hombres, y los impulsa a convertirse en testigo de su resurrección que al fin y al cabo estaremos abogando por nuestra propia resurrección unido al Cristo vivo que fue colocado sobre los ángeles y los santos: “Él nos mandó predicar al pueblo y dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos…que cuantos creen en él reciben, pues su medio, el perdón de sus pecados”. Participemos al mundo nuestro gozo, nuestra alegría; “Rey vencedor, apiádate de la miseria humana, y da a tus fieles parte de tu victoria santa” (De la Secuencia del domingo de Resurrección),
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

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