jueves, 6 de enero de 2011

¿Quiénes fueron los padrinos de bautismo de Cristo?


En una semana hemos dejado a Cristo recién nacido y apenas ahora nos lo encontramos ya crecidito, treinta años, y dejándose bautizar por Juanito su primo. ¿Porqué ese paso tan brusco en el tiempo, sin decirnos qué fue de Cristo durante todos esos años transcurridos en silencio? ¿Por qué inaugura su ministerio precisamente con el bautismo a manos del Bautista? ¿Realmente Cristo necesitaba bautizarse? ¿No que venía a quitar los pecados el mundo? Esas mismas preguntas se las hacían los primeros cristianos y es necesario situarnos en la historia y en la fe para responder adecuadamente. Siendo sinceros, no tenemos datos suficientes para afirmar cómo fue la vida de Cristo hasta antes de su manifestación pública, pero no estamos lejos de verdad al imaginarnos la obediencia, el silencio, la oración y el trabajo diarios, a los que se vio sometido Cristo como todo seglar de su época. Pero se llegó el día de la despedida, de su madre, de sus conocidos y de su querido pueblecito de Nazaret. Y lo primero fue presentarse ante el Bautista. No llegó como los influyentes, dando codazos y adelantándose en la fila. El Bautista tuvo oportunidad entonces de observarlo mientras se acercaba a él, y cuando lo tuvo enfrente, se mostró apenado porque Cristo le pedía que lo bautizara. Su cabeza no le daba para pensar cómo aquél a quien él le estaba abriendo el camino y preparando el surco, pudiera pedirle un bautismo de penitencia mientras reconocía sus propios pecados. En ese momento, aunque personalmente no tuviera pecados, Cristo tomó los de toda la humanidad para sumergirlos en el río Jordán y se preparó como el hombre nuevo, a dar a la humanidad esperanzas de un mundo mejor, sin pecado y fincado en el amor de Dios a los hombres. Después de un estira y afloja, el Bautista tuvo que acceder a la petición del Salvador, y lo sumergió hasta el fondo del río. Hasta ahí todo habría sido plenamente natural y nada extraño habría ocurrido. Pero la verdadera razón del bautismo de Cristo vino enseguida, porque todavía chorreando agua y en profunda oración, los cielos preñados de amor y de benevolencia para todos los hombres se abrieron y desde dentro, “vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y se oyó una voz que decía desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
Éste es pues, el motivo del Bautismo del Señor. presentarnos al que fue niño, al que se encarnó entre los hombres en el seno de María, que tomó sobre sí todas las limitaciones de los hombres, menos, claro está, su pecado y que voluntariamente se sometía a las costumbres, las tradiciones y a los deberes de su gente, de su raza, entre las que estaba el bautismo de penitencia, y fue bautizado no en atención a pecados pasados, sino con un bautismo que lo preparaba para otro más duro, más sangriento, pero que lo disponía para la glorificación después de su muerte en la cruz. Pero si bien con esto queda de manifiesto su naturaleza humana, también los evangelistas, al unísono, nos presentan a Cristo como el amado del Padre, como el que posee desde siempre al Espíritu Santo y lo puede comunicar a aquellos a los que fue enviado a salvar. Es entonces la primera manifestación de Cristo como el Hijo de Dios y es la primera vez que la Santísima Trinidad se da a conocer con una relación muy estrecha con todos los hombres a los que Cristo fue enviado. Unas cuantas líneas nos permite decir apenas que nuestro bautismo no es como el de Cristo, pues para nosotros está convertido en un sacramento que da la gracia, que nos incorpora plenamente al Espíritu Santo, que nos hace portadores de un mensaje y de un compromiso, vivir en el amor a todos los hombres por los que Cristo dio su propia vida.

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