jueves, 27 de enero de 2011

¿Caben las Bienaventuranzas en la época de la globalización?

Acostumbrados a un mundo donde se da la pobreza más escandalosa y la opulencia de los ricos y los poderosos, estamos tentados de pensar que las cosas fueron planeadas así, que hubo seres creados para tener, para disfrutar y para derrochar, y que hubo otros que se quedaron sin cosa alguna, en la pobreza, pero que si aguantan su situación sin quejarse, recibirán un premio, una gran recompensa en la otra vida. En todo esto, Dios sería el distribuidor, el que en fondo generaría la injusticia, la división entre los hombres y quien al final decidiría cambiar la situación de los hombres, los que no tuvieron, para que disfrutaran y los que tuvieron, y gozaron y derrocharon, pues a lo mejor les iba mal… sin embargo, hoy sabemos que esa situación no es obra de Dios ni de Cristo, que no viene a predicar la resignación, que no viene a darle una palmadita a los pobres de este mundo pidiéndoles que aguanten un poquito más, que se aprieten el cinturón como dicen los políticos siempre que suben los impuestos o los suministros, y que los que tienen, que sean caritativos con los pobres, dándoles desde arriba, para hacer un poquito más llevadera su carga, mientras se sigue escondiendo la situación de injusticia, que hace que unos individuos y unas cuantas naciones, gocen, disfruten y derrochen a su antojo los bienes materiales de otras muchas naciones que no pueden industrializar los productos de que les ha dotado la naturaleza, y los oprimen con cargas impositivas que hacen inhumana su situación.
Dios no quiere la pobreza, no es su autor y no se identifica con los ricos, más bien, hace objeto de su amor, de su cariño y de su cercanía, a los pobres, a los que sufren, a los que lloran y a los que son tratados injustamente. Eso refleja Cristo precisamente en lo que hemos llamado el Sermón de la Montaña, el de las Bienaventuranzas, que fue pronunciado precisamente en lo alto, en un monte, no en un recinto cerrado, sino a los cuatro vientos, para que se vea que su modo de pensar no es el mismo de los que oprimen, de los que no se cansan de adquirir más y más, de los que se muestran insaciables de los bienes de este mundo y que tratan de sacarle el máximo jugo posible a los placeres, trátese de alimentos, de bebidas, de sexo, de perfumes, de belleza y del disfrute de mansiones, cuantas bancarias y situaciones en la bolsa. Por supuesto que el mensaje de Cristo no es bien visto, quizá ni siquiera por los mismos cristianos, que nos sentamos codo con codo en la celebración eucarística dominical, conviviendo los explotadores con los explotados, sin que nadie mueva un solo dedo para cambiar la situación de los oprimidos, de los vejados, de los desposeídos, y que acallan su conciencia dejando unas cuantas monedas en el platillo de la Iglesia. Con otro espíritu tendremos este día que volver a oír las Bienaventuranzas de Cristo, que son la más preciada joya de su mensaje y que nos invita tomar conciencia de nuestras obligaciones religiosas pero divorciadas de la vida, que en el fondo no cuestan, no obligan y nos llevan a seguir viviendo en la injusticia o en la más profunda de las indiferencias. Hoy tendremos oportunidad de escuchar a Cristo que nos dice: “Dichosos, bienaventurados, felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos”. Es la invitación de Jesús a hacerse pobres, pero no para vivir en la pobreza, sino para ser solidarios con los que nada pueden y levantarlos hasta una condición digna de hijos de Dios. Y la promesa aparejada, oigámoslo bien, no es una promesa a largo plazo, una promesa para la otra vida, sino que desde ya, podremos tener a Dios como Rey, como guía, como protector, como padre, como amigo y como salvador. Esto mismo dice la octava de las bienaventuranzas: “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos”. Y de esa forma, vayamos descubriendo las ricas promesas para los que usan de misericordia, para los limpios de corazón y para los que trabajan a favor de la justicia.

¿Quiénes son los realmente felices?

Favor de quitarse las sandalias porque la tierra que vamos a pisar es de fuego. Vamos a hablar de las bienaventuranzas resumen el mensaje de Cristo.
Jesús, como los buenos oradores, gustaba de coger la sartén por donde más quema y comenzaba sus sermones por la cima, como el escalador, que señala la cumbre antes de que comience la escalada.
Las bienaventuranzas no son como a veces se ha pensado una especie de prólogo brillante y literario del sermón de la montaña. Son su punto central, ocho fórmulas restallantes que resumen todo el nuevo espíritu que se anuncia. Todo lo demás, son aplicaciones. Deberíamos preguntarnos cómo debemos oírlas. Y comenzar averiguando cómo las escucharon, qué sintieron quienes por primera vez conocieron este vertiginoso mensaje.
Una tradición artística no muy afortunada nos ha acostumbrado a imaginar a los oyentes de este sermón de la montaña contemplando emocionados y felices a Jesús, escuchando la delicia de sus palabras. Pero, evidentemente, no pudo ser así. Los sentimientos de quienes le escuchaban tuvieron que ser mucho más complejos. Los mismos apóstoles tenían que estar desconcertados, escuchando cosas que el Maestro nunca, hasta entonces, había dicho. Por vez primera se asomaban a toda la honduraaltura del alma de Jesús.
La mayoría de sus oyentes lo hacía por primera vez; era gente sencilla, Tal vez se mezclaban con ellos algunos ilustres, pero la casi totalidad pertenecía a la clase campesina… Era, gente que sabía lo que es el dolor y la lucha. Vivían en un tiempo y una tierra duros… Para poder simplemente comer, tenían que mantener una interminable guerra con la naturaleza. Luego, estaba la otra guerra con las autoridades… Arrendatarios, publicanos, cambistas, prestamistas, giraban en torno a cada casa y cada era.
Y estaba, además, el invasor romano, que imponía la ley con aparente tolerancia y real dureza. Esta era, la gente que escuchaba a Jesús. Los más acudían a él porque esperaban urgentes respuestas para sus problemas. Antes que a Jesús habían escuchado a muchos otros caudillos o cabecillas.
Pero Jesús era, o parecía, diferente. Algunos, vislumbraron la enorme revolución de aquellas palabras que ofrecían una nueva escala de valores. De repente, lo que el hombre valoraba, pasaba a ser estiércol. Y todo aquello de lo que el hombre huía como de una maldición, se convertía en la mayor fuente de felicidad.
Hoy, veinte siglos después ¿qué queda de aquel escalofrío? Son fórmulas que hemos oído tantas veces, que se han vuelto insípidas, el vino generoso fue perdiendo grados hasta convertirse en un agua coloreada.
Y tal vez debiéramos detenernos para descubrir que, en todo caso, son palabras en las que se juega nuestro destino; palabras de vida o muerte. Por eso hay que subir a este monte descalzos y temblando. Por eso hay que empezar destruyendo la piadosa caricatura que maquilla este sermón y estas bienaventuranzas de dulzura y confitería. Este es un monte de alegría. Pero de esa que hay al otro lado de la zarza ardiendo.
¿Quiénes son los realmente felices? La felicidad está en querer a Dios y en ser queridos por él. En el nuevo testamento este amor de Dios no consistirá en abundancia, ni en triunfo, ni en gloria, sino en pobreza, en hambre, en persecución.
Tenemos que detenernos a señalar las diferentes versiones que de ellas ofrecen Lucas y Mateo. Para Mateo las bienaventuranzas son ocho, a las que se añade una fórmula de cierre de todas ellas. Están, además, redactadas en tercera persona. Las de Lucas se presentan en segunda persona, dirigidas directamente a los oyentes y sólo son cuatro, pero van acompañadas de otras cuatro maldiciones paralelas.
Aquí, basta decir, que no hay oposición entre unas y otras formulaciones, que más bien se complementan y aclaran. En san Lucas, las bienaventuranzas son más agresivas, presionan, empujan. En Mateo, aparecen suavizadas, se deslizan hasta lo hondo del corazón y la mente. En san Lucas, adoptan un tono realista, casi material. En san Mateo, tienen un sesgo más idealista. Probablemente las formulaciones de san Lucas sean más primitivas y recojan mejor el tono de Cristo. Las de san Mateo parecen influidas por el deseo posterior de evitar confusiones.
Pero no se trata de dos visiones opuestas. Cada evangelista ha recogido lo que más le ha impresionado de las palabras de Jesús y les ha dado el inevitable toque personal. Juntas, ambas visiones nos permitirán asomarnos a toda la hondura del mensaje de Jesús.
No entenderíamos las bienaventuranzas si no advirtiéramos que son, ante todo, un autorretrato de Cristo. Jesús ha sido, en rigor, el único ser humano que ha cumplido y vivido hasta el fondo las ocho bienaventuranzas: El fue el pobre… El fue el manso… El conoció las lágrimas… Nadie como él tuvo hambre de la gloria de su Padre… él fue misericordioso toda su vida… su corazón era tan limpio que ni sus propios enemigos encontraban mancha en él… El era la paz y vino a traer la paz… él murió en la cruz.
En rigor, para el cristiano no hay ni siquiera opción entre dos posibilidades. Sólo hay una: parecerse a Jesús, el bienaventurado; ser perseguidos y morir como él; y encontrar, detrás de la sangre y el llanto, la vida y la alegría.

RESPUESTA DE UN SACERDOTE SOBRE EL USO DEL CONDÓN


Muy estimado Bonil:

Le admiro como humorista; no me da empacho decirlo. Le escribo con la autoridad que me proporciona ser un sacerdote que visita todas las mañanas de todos los viernes a los pacientes de VIH-sida en el Hospital de Infectología.

Voy siempre con un equipo de voluntarios y voluntarias de la Casa de la Vida. No sólo le escribo como un apóstol de mis enfermos, sino como simple hombre culto (soy abogado y sacerdote, con 10 años de estudios en tres universidades españolas). Estoy completamente en contacto con todo lo que sucede. Me muevo en el Internet como un pez en el agua. Le digo esto, porque a veces la gente piensa que los curas vivimos en otro planeta.
He visto su chiste de hoy sobre el Papa y el criterio de la Iglesia Católica sobre la ineficacia del preservativo para combatir el sida.

Estimado Bonil: El Papa puede decir que dos por dos son cuatro. Pero esta verdad no deja de ser una verdad científica, sino que sigue siendo una verdad matemática, aunque la afirme un religioso.
Dejemos aparte - sólo por método, para poder dirigirme a usted, con total independencia de sus creencias: no sé nada de su religión, ni siquiera sé si cree en Dios o no. da lo mismo para el caso - los motivos morales por los cuales la Iglesia católica se opone al uso del preservativo para combatir la pandemia del sida.

El Papa ha afirmado algo que es puramente científico: el uso del preservativo, lejos de impedir la propagación del sida, en definitiva, la acrecienta y aumenta.
Tome usted un microscopio. Ponga un preservativo de látex. Mida las microscópicas perforaciones que tiene el látex. Apunte en una libreta las milimicras que posee cualquiera de las perforaciones. Ahora, coja un virus del sida. Póngalo en el microscopio. Mídalo. Ahora compare las dos medidas.

La ciencia de hoy afirma que el virus del sida es 450 veces más pequeño que el espermatozoide. Si bien los espermatozoides no atraviesan las perforaciones del preservativo, claro que los virus del sida sí lo hacen.
Por otra parte, hemos de reconocer que la masiva difusión del preservativo, no determina una disminución del número de relaciones sexuales, sino, por lo contrario las facilita, las estimula, las incentiva.

Sepa, además, mi estimado Bonil, que tras la difusión masiva del preservativo hay toda una industria con gigantescos intereses económicos, todo un capitalismo. y, lo peor, ellos saben que el preservativo no preserva de nada, y que, como dice el Papa, aumenta la pandemia (por las dos razones científicas que antes le he expuesto: matemática: dimensión de las perforaciones, y estadística: constatación numérica de los fenómenos sociales) y, sin embargo, son tan criminales y tan genocidas, que por forrarse los bolsillos de dólares, empujan al mundo entero a la peor pandemia de la historia (tengo 5 DVD's, sobre el tema).

La irresponsabilidad de las autoridades de salud del mundo entero, y también, por supuesto, de Ecuador, es espantosa. Tras esa irresponsabilidad, o está una tercermundista ignorancia o una tercermundista corrupción. Todos ellos tendrán que dar cuenta a Dios - no me fío nada de los "juicios de la Historia", que son para morirse de risa - de la criminal irresponsabilidad con la que difunden en nuestro ambiente el uso del preservativo, con la consiguiente incentivación de las relaciones sexuales realizadas con la "ruleta rusa" del preservativo.

No por motivos religiosos, sino por simples razones de salud pública, la autoridad gubernamental debería informar a la gente los peligros que comporta el uso del preservativo. Algo así como se hace con la campaña de difusión de la estrecha relación que hay entre el tabaco y el cáncer.

Para terminar: son innumerables los y las pacientes de sida que cuando yo les he preguntado - claro, con toda mi intención - si usaron "protección". me miran con profunda tristeza y con una sonrisa cargada de odio e ironía me dicen: "Padrecito, el preservativo no sirve para nada."

Le invito un viernes a visitar conmigo a 'mis' enfermitos de sida - hoy mismo he estado con ellos - y luego me dirá si se atreve a hacer, querido Bonil, un chiste sobre la relación que hay entre la difusión del preservativo y el avance de la pandemia del sida.
Venga, le recibiremos llenos de cariño en nuestro equipo. Venga, y verá cómo los enfermitos están equivocados - sí que están equivocados - cuando dicen que no sirve para nada: ¡Claro que sirve!, y muchísimo: sirve para contagiarse ellos del sida; y sirve, sobre todo, para que muchos millonarios del primer mundo y del tercero, ganen más euros y dólares a costa de los millones de enfermos de sida que se fiaron del preservativo.

Además, mi querido amigo: no sé si usted es casado, no sé si tiene hijas. pero si un chico le dice a usted que va a tener relaciones con su hija, no creo que usted le diga: "¡Ok; pero con preservativo!" Me imagino que, como padre digno que supongo será, le dirá al chico de turno: "Amigo, usted a mi hija no me la toca, hasta que sea su esposa, después de haberse casado con ella, como Dios manda. ¡Mientras, ni con preservativo, ni sin preservativo!".

Y esto es lo que la Iglesia afirma como el mejor y único camino para preservar al mundo del sida. y de muchos otros males, tales como los hijos sin hogar. En esto, supongo que usted coincide con Dios y la Iglesia.
Con mi respeto y mi afecto.

viernes, 21 de enero de 2011

«¡Alto, no beatifiquen a Juan Pablo II!»


La noticia acerca de la beatificación de Juan Pablo II, el próximo 1 de mayo de 2011, en Roma, ha suscitado también reacciones contestarías contra este primer paso en el camino rumbo a la canonización del difunto Papa.


El título de este texto refleja la idea más o menos difundida por la prensa latinoamericana, especialmente por la mexicana, acerca de “cuestionamientos” en torno al papel del Papa Wojtyla en el tema de los abusos de menores en la Iglesia, de una manera más concreta en el caso del padre Marcial Maciel.


Sobre esto ya ha habido pronunciamientos al respecto. Uno de los más autorizados es el del prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos (el dicasterio -«dependencia»- encargado del minucioso análisis de las vidas de los candidatos a ser reconocidos siervos de Dios, beatos y, finalmente, declarados santos), cardenal Angelo Amato.


Consultado específicamente por el caso del padre Maciel, el cardenal Amato respondió ya en dos momentos: uno al diario Avvenire, y en otro a la revista Famiglia Cristiana.


Famiglia Cristiana, la revista católica más difundida en Italia, formuló así su pregunta: «En los pasados meses se dijo que la causa corría el riesgo de sufrir un retraso relacionado con el escándalo de la pedofilia: Karol Wojtyla habría protegido al padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. ¿Habéis indagado también en la relación entre Juan Pablo y el padre Maciel?». A esto respondió el cardenal Amato: «Le confirmo que hemos indagado a fondo y ampliamente. Juan Pablo II no estaba en conocimiento de la doble personalidad del padre Maciel».


En otro momento, un periodista del diario Avvenire interpeló al cardenal: «Entre las eventuales dificultades respecto al ejercicio de las virtudes heroicas, ¿ha estado también la cuestión del padre Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo?». El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos fue contundente en su contestación: «La Congregación para la Doctrina de la Fe ha reiterado que Juan Pablo II no estaba de ningún modo implicado en las cuestiones concernientes al lado oscuro de la figura de la personalidad en cuestión».


A esta falsa controversia se añade una reciente «campaña» de algunos «teólogos» heterodoxos (en oposición al Magisterio de la Iglesia y no pocas de sus enseñanzas) que además de retomar el punto de la pederastia «ponen en duda» la santidad de Juan Pablo II aduciendo la oposición del difunto a algunos aspectos de ética sexual (uso del preservativo, por ejemplo), la «falta» de democracia en la Iglesia, la no derogación del celibato eclesiástico y la «represión» de la teología de la liberación (esa que buscaba reivindicaciones mediante la lucha de clases, es decir, de forma violenta, por tanto poco evangélica), etc.


Entre los promotores de esta iniciativa se halla un limitado número de bautizados más próximos a la visión beatífica que a un promisorio futuro de las asociaciones que representan, dada la edad de los beligerantes. Dichas organizaciones parecen ser más por nombre que por quienes las integran. Algunas, es verdad, parecen católicas por nombre («Católicas por el derecho a decidir», por poner un caso) pero tienen de católicas lo que Bin Laden de pacifista.


L´Osservatore Romano también interrogó en otra entrevista al cardenal Angelo Amato. El diario de la Santa Sede le cuestionó sobre las voces disonantes que hubo durante el proceso de estudio de la causa de Karol Wojtyla. Al respecto dijo el cardenal Amato: «Por derecho, por praxis, y también según nuestra normativa, el el postulador debe examinar tanto textos a favor como textos en contra. Desde este punto de vista, la postulación ha hecho un buen trabajo para disipar todas las sombras. Como dije en mi prolusión en la apertura del Studium, el trabajo de los postuladores es extremadamente serio y debe ser hecho de manera escrupulosa, porque llevan a cabo una forma particular de colaboración con el Papa en su magisterio ordinario».

Se puede entender el interés mediático que puede suscitar la próxima beatificación de Juan Pablo II, el 1 de mayo venidero; lo que ya no es normal, sino más bien patológico en el campo de las comunicaciones, es ese afán sesgado por inventar, explotar y vender polémica a toda costa, incluso de mal periodismo. Y desde luego no nos referimos aquí a los casos ciertos y reprobables de pederastia sino al interés de vincular equívocamente a quien no está involucrado.

lunes, 17 de enero de 2011

Un Cristo hecho para los caminos del mundo

Un día le llegó su hora a Juan el Bautista. Las tropas del Herodes llegaron un día intempestivamente, lo amarraron tras de un caballo y lo llevaron a la prisión donde esperaría su muerte trágica. Cuando a Cristo le llegaron las noticias del infortunado destino del Bautista, determinó que había llegado el momento de comenzar la misión a la que lo destinaba su Buen Padre Dios y dejando las montañas escarpadas y agrestes de Judea, tomó el camino hacia el norte, para dirigirse a su querida Galilea. Fue un viaje de varias jornadas que realizó sin descanso, y se estableció en las márgenes del Lago de Galilea, concretamente en Cafarnaúm, pues era el lugar ideal por su situación geográfica para desplazarse por el lago a las regiones circunvecinas. Y ahí comenzó a desplegar su actividad. Lleno de vida, la ofrecía a cuantos se encontraba por el camino. Subía a las montañas, bajaba a los valles, predicaba desde las barcas del Lago y visitaba todos los caseríos y se colaba en todas las fiestas donde había posibilidad de llevar su mensaje, que en la primera etapa coincidía con el mensaje del Bautista: “Conviértanse, porque está ya cerca el Reino de los Cielos”.
Llegados a este punto, tendríamos que preguntarnos que querría decir Cristo con esa afirmación tan clara y tan contundente. Por principio, convertirse no es representar un papel de abejita o de hada madrina como los niños en las fiestas infantiles. Es algo muy serio, significa que no podemos mirar la salvación desde entonces como algo solo personal e individual. Vamos a salvarnos en equipo, en colaboración con todos los hombres. No podremos prescindir de los hombres para nuestra propia salvación y los problemas que aquejan a la humanidad ya no pueden ser algo extraño a nosotros, a nuestra fe o a nuestra religión. Vamos en la misma barca. Y en cuanto al reinado, Cristo nos invita a abrir nuestras mentes a la salvación que él trae del Buen Padre Dios, a dejar iluminar nuestros corazones con la luz de la Gracia, de la fe y del Espíritu Santo de quien en el fondo viene la salvación de Dios. Nos invita Cristo en su Reino a ser generadores de esperanza en un mundo que se empeña en vivir en la oscuridad, en la muerte y en la violencia y nos exhorta a ser transmisores de vida, de alegría, de compromiso con las angustias y los sinsabores de los hombres, para conseguir entre todos los dones de la paz, de la fortaleza y la felicidad de todos, comenzando ya desde este mismo mundo, donde si bien es verdad que nos encontramos en un “valle de lágrimas”, nada impide que nosotros busquemos mitigar no sólo las lágrimas, sino aquella indiferencia, aquel sentirse ajeno del dolor humano e incluso en suprimir aquella violencia que hace muy difícil la vida de nuestros semejantes.
En esta etapa plena de vida desbordante de amor a sus semejantes, y sin otear todavía en el horizonte a los enemigos que acabarían con su vida pero no con su obra ni con su Reino, se dio a la tarea de buscar y hacer venir en torno suyo a sus apóstoles, sus amigos, sus seguidores, sus confidentes, que multiplicarían su obra de salvación entre todos los hombres y en todas las épocas de la historia. También en eso fue afortunado el Señor, pues dueño de una dulce mirada pero atrayente, cautivadora y varonil, iba llamando a los que fueron desde entonces sus inseparables compañeros de andanzas. A ese Reino y a ese grupo de seguidores, hoy estamos nosotros invitados a pertenecer.

viernes, 14 de enero de 2011

Cristo es puesto al descubierto por Juan Bautista

Cuando alguien señala con el dedo al cielo, pues hay que mirar al cielo, pero hay gentes tan tontas que sólo se quedan mirando el dedo que señala. No nos debe pasar así con el dedo de Juan el Bautista, que en un momento cumbre de su vida, señaló a Cristo a quien recientemente había bautizado como el verdadero enviado, pues había gentes que creían que el mismo Bautista era el enviado de lo alto. Hasta en eso Juan Bautista fue sincero, y un gran hombre, como Cristo lo reconoció, pues no quiso apropiarse para sí el honor que le correspondía a Cristo Jesús el Hijo de Dios.
La escena fue simpática, probablemente en las márgenes del rió Jordán, poco antes de que Cristo volviera a Galilea para dar ahí rienda suelta a su inquietud y a su misión, de llevar la salvación a todos los hombres, pero con la fuerza del Espíritu Santo, con una gran apertura a la vida y con un acendrado amor a todos los hombres. Fue cuando el Bautista, delante de sus discípulos, viendo a Cristo que pasaba dijo: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”. Con esto, el Bautista nos conecta con la Pascua de Cristo, con el verdadero Cordero que se enfrentará al gran pecado del mundo, no sólo para librarlo, sino para señalar caminos de vida, de salvación y de verdadera convivencia. Pero no paró ahí el Bautista, sino que dio su verdadero testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo, en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquél sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.
De esta manera podemos reconocer a Cristo que desde entonces se mostró implacable contra el mal, contra el pecado, pero amando entrañablemente a todos los hombres, según aquello que escuchamos apenas el domingo pasado: “Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. ¡Qué bello programa para nuestra vida, y qué bello epitafio para nuestra tumba si de veras seguimos a Jesús¡. Quitando su nombre y poniendo el tuyo podría quedar así: “Antonio, María, Pedro, Guadalupe…pasó haciendo el bien”. y si seguimos a Jesús, nuestra lucha contra el mal tiene que ser frontal, sin pretender lavarnos las manos, siempre bajo la luz del Espíritu Santo, tal como lo indicaba clarísimamente el Papa Juan Pablo II: ”Se trata de pecados muy personales de quien engendra, favorece o explota la iniquidad, de quien, pudiendo hacer algo para evitar, eliminar o, al menos, limitar determinados males sociales, omite el hacerlo por pereza, por miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por la indiferencia: de quien pretende eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior”.
Ahí está pues el programa, ahí está la alegría de habernos encontrado con la Iglesia que nos ha dado el Bautismo, y con él la gracia del Espíritu Santo, sus dones, que nos ha hecho hijos de Dios y nos permite luchar contra el mal y hacer triunfar el bien entre todos los hombres.

jueves, 6 de enero de 2011

¿Quiénes fueron los padrinos de bautismo de Cristo?


En una semana hemos dejado a Cristo recién nacido y apenas ahora nos lo encontramos ya crecidito, treinta años, y dejándose bautizar por Juanito su primo. ¿Porqué ese paso tan brusco en el tiempo, sin decirnos qué fue de Cristo durante todos esos años transcurridos en silencio? ¿Por qué inaugura su ministerio precisamente con el bautismo a manos del Bautista? ¿Realmente Cristo necesitaba bautizarse? ¿No que venía a quitar los pecados el mundo? Esas mismas preguntas se las hacían los primeros cristianos y es necesario situarnos en la historia y en la fe para responder adecuadamente. Siendo sinceros, no tenemos datos suficientes para afirmar cómo fue la vida de Cristo hasta antes de su manifestación pública, pero no estamos lejos de verdad al imaginarnos la obediencia, el silencio, la oración y el trabajo diarios, a los que se vio sometido Cristo como todo seglar de su época. Pero se llegó el día de la despedida, de su madre, de sus conocidos y de su querido pueblecito de Nazaret. Y lo primero fue presentarse ante el Bautista. No llegó como los influyentes, dando codazos y adelantándose en la fila. El Bautista tuvo oportunidad entonces de observarlo mientras se acercaba a él, y cuando lo tuvo enfrente, se mostró apenado porque Cristo le pedía que lo bautizara. Su cabeza no le daba para pensar cómo aquél a quien él le estaba abriendo el camino y preparando el surco, pudiera pedirle un bautismo de penitencia mientras reconocía sus propios pecados. En ese momento, aunque personalmente no tuviera pecados, Cristo tomó los de toda la humanidad para sumergirlos en el río Jordán y se preparó como el hombre nuevo, a dar a la humanidad esperanzas de un mundo mejor, sin pecado y fincado en el amor de Dios a los hombres. Después de un estira y afloja, el Bautista tuvo que acceder a la petición del Salvador, y lo sumergió hasta el fondo del río. Hasta ahí todo habría sido plenamente natural y nada extraño habría ocurrido. Pero la verdadera razón del bautismo de Cristo vino enseguida, porque todavía chorreando agua y en profunda oración, los cielos preñados de amor y de benevolencia para todos los hombres se abrieron y desde dentro, “vio al Espíritu de Dios, que descendía sobre él en forma de paloma y se oyó una voz que decía desde el cielo: “Éste es mi Hijo muy amado, en quien tengo mis complacencias”.
Éste es pues, el motivo del Bautismo del Señor. presentarnos al que fue niño, al que se encarnó entre los hombres en el seno de María, que tomó sobre sí todas las limitaciones de los hombres, menos, claro está, su pecado y que voluntariamente se sometía a las costumbres, las tradiciones y a los deberes de su gente, de su raza, entre las que estaba el bautismo de penitencia, y fue bautizado no en atención a pecados pasados, sino con un bautismo que lo preparaba para otro más duro, más sangriento, pero que lo disponía para la glorificación después de su muerte en la cruz. Pero si bien con esto queda de manifiesto su naturaleza humana, también los evangelistas, al unísono, nos presentan a Cristo como el amado del Padre, como el que posee desde siempre al Espíritu Santo y lo puede comunicar a aquellos a los que fue enviado a salvar. Es entonces la primera manifestación de Cristo como el Hijo de Dios y es la primera vez que la Santísima Trinidad se da a conocer con una relación muy estrecha con todos los hombres a los que Cristo fue enviado. Unas cuantas líneas nos permite decir apenas que nuestro bautismo no es como el de Cristo, pues para nosotros está convertido en un sacramento que da la gracia, que nos incorpora plenamente al Espíritu Santo, que nos hace portadores de un mensaje y de un compromiso, vivir en el amor a todos los hombres por los que Cristo dio su propia vida.