sábado, 30 de enero de 2010

UN CRISTIANO FRENTE A UN MUNDO SALVAJE Y DESENFRENADO


Reconocer que efectivamente en México la vida no vale nada?. Un país en el que solo se castigan el 2% de los delitos que se cometen. Culpar a las víctimas en México se ha convertido en un recurso fácil.
Cualquiera tiene el derecho inalienable de ir a donde le plazca y agrade divertirse, pero nadie puede ser responsable de la violencia que se sufre. Desconozco la estadística exacta que tiene México, pero indudablemente a nuestro país no se le ve con ojos de confianza en materia de seguridad y justicia, asi es que se llega a pensar solo en uno mismo y para sus seres queridos. La desgracia de hoy día es que se puede socializar con las personas inadecuadas o haberse cruzado con un delicuente y con un país en el que se mata y no pasa nada. SE MATA Y NO PASA NADA.
Llegar a hablar de una recuperación, alcanzar una denominación que hable de un sueño con la intención de transmutar el derecho de vivir bien, transcendiendo al interés público.
Hay que acostumbrarnos a vivir fuera del cinismo, la resignación, proyectar más la imágen de un pueblo competente a nivel internacional. Con una gran reconciliación y fortalecimiento de los valores cívicos.
Un pueblo que cree en una realidad diferente encarnando un símbolo mismo de respeto y consideración a quien quiera rectificar el camino.
Despertar una conciencia donde seamos protagonistas de una historia del México que todos queremos, podemos combatir la impunidad, la inseguridad, la corrupción, la pobreza y sobre todo la pobreza de espíritu.
Que el Espíritu de Dios nos llene de su gracia para lograr el cambio que tanto necesitamos. Las Acciones sobrepasan los juicios generados en condiciones inaceptables.
Anunciemos la misión salvifica de Jesús que solo habla de Amor. El cristianismo de hoy debe vivir y anunciar a Cristo, asumir el compromiso de comportarse con mayor consideración a sus semejantes, con humildad, sencillez y generosidad.
Que la gracia divina del Señor sea en beneficio de todos. La intención esta ahí ojala podamos compartirla y vivirla. un

jueves, 28 de enero de 2010

Amistad, autoridad y obediencia


Para facilitar la obediencia hay que saber mandar
La amistad entre padres e hijos se puede conjugar perfectamente con la autoridad que requiere la educación.

Es preciso crear un clima de gran confianza y de libertad, aun a riesgo de que alguna vez seamos engañados. Más vale que luego ellos mismos se avergüencen de haber abusado de esa confianza y se corrijan.

En cambio, cuando falta un mínimo de libertad, la familia se puede convertir en una auténtica escuela de la simulación.

— Pero a los adolescentes les cuesta mucho obedecer, les parece humillante...

Tienen que entender que, nos guste o no, todos obedecemos. En cualquier colectivo, las relaciones humanas implican vínculos y dependencias, y eso es inevitable. No pueden engañarse con ensueños de rebeldía infantil.

Pero, de todas formas, piensa si quizá les cuesta mucho obedecer porque tú no sabes mandar sin imperar. No olvides que hay muchos detalles que hacen más fácil y grata la obediencia:

Exígete en los mismos puntos en que aconsejas, mandas o corriges. Es muy duro, si no, escucharte luego que tienen que ser humildes, pacientes y ordenados, si tú no vas por delante con el ejemplo.

Manda con afán de servir, sin dar la sensación de que lo haces por comodidad personal. Que vean que te molestas tú primero. Muchas veces así ellos entenderán, sin necesidad de que nadie se lo diga, que deben hacer lo mismo.

No exhibas demasiado la autoridad. No des lugar al temor o a la prevención.

Procura saber lo que hiere a cada uno, para evitarlo delicadamente si es preciso. Sé comprensivo y sé muy humano. Aprende a disculpar. No te escandalices tontamente, pues supone casi siempre falta de conocimiento propio.

Habla con llaneza y sin apasionamiento, sin exagerar, procurando ser objetivo. Aprende a discernir lo normal de lo preocupante o grave.

Habla con claridad, a la cara. No seas blando, pero tampoco cortante.

Sé positivo al juzgar y pon en primer término las buenas cualidades, antes de ver los defectos, y sin exagerarlos.

No quieras fiscalizarlo todo. No quieras uniformarlo todo. Ama la diversidad en la familia. Inculca amor a la libertad, y ama el pluralismo como un bien.

Respeta la intimidad de tus hijos, sus cosas, su armario, su mesa de estudio, su correspondencia. Y enséñales a respetar a los demás y su intimidad.

No dejes que se prolonguen demasiado las situaciones de excesiva exigencia. Para ello, debes estar atento a la salud y al descanso para que nadie llegue al agotamiento psíquico o físico. Debes extremar los cuidados a los más necesitados (no todos los hijos son iguales), para evitar que tomen cuerpo las crisis de crecimiento o de madurez.

lunes, 25 de enero de 2010

¿Error táctico de Cristo en Nazaret?


En sus primeros tiempos de correrías apostólicas por los montes y las colinas, los valles y el lago de Galilea, ya con fama de profeta y de taumaturgo, Cristo quería ir con el corazón en la mano a llevar su mensaje a las gentes que él conocía de nombre y a las que estimaba porque había crecido entre ellos, pero falló y tuvo que salir de entre ellos para escapar de la muerte a la que querían someterlo, lo que fue un signo en sí, pues eso anunciaba ya su muerte en Jerusalén, pero al mismo tiempo su resurrección: “Pero él, pasando por entre ellos se alejó de ahí”. ¿Porqué falló Jesús y no fue escuchado si en el pueblecillo todos le esperaban con expectación y era un personaje muy conocido? Influyeron varias razones. Todo ocurrió en la sinagoga de su pueblo. Ese día se le permitió leer y comentar el texto del Profeta Isaías que escuchamos el domingo pasado y que se convirtió para Cristo en el programa de su propia vida: “El Espíritu del Señor está sobre mí, me ha enviado para anunciar a los pobres la buena nueva… para anunciar un año de gracia del Señor”. El texto que es profundamente esperanzador estaba ligado a otro que anunciaba la venganza y la ira del Señor contra todos los pueblos, colocando a Israel como el centro del universo. Para los israelitas era sagrado y no podía tocarse, y no podían permitir que uno de su pueblo, gente sencilla, gente pobre como ellos, “¿Qué no es éste el hijo de José?” se atreviera a presentarse como profeta dando de lado los deseos de todos de librarse de una vez por todas el dominio de los romanos que los agobiaban en ese tiempo.

Las palabras de Cristo les sonaban a traición para su pueblo. No podían permitir que so pretexto de la gracia del Señor se olvidara que el Mesías que él se creía ser, tendría que buscar la liberación física, política y económica de los romanos desde Jerusalén. Pero además, cuando Cristo anunciaba un año de gracia del Señor, se estaba refiriendo precisamente a un año santo, que tenía profundas implicaciones económicas que nadie estaba deseoso de cambiar. Un año santo que el sumo sacerdote debería de proclamar cada cincuenta años, obligaba a todos a liberar a los esclavos, a perdonar las deudas, a que todo mundo pudiera recobrar el capital inicial vinculado a una parcela de tierra, en fin, se trataba de que todos comenzaran a vivir sobre bases nuevas, sin explotación de unos para otros, recobrando la libertad el pobre porque había sido reducido a esclavitud y el rico porque se ahogaba bajo el peso de sus propias riquezas. ¿Verdad que a nadie le convenía?

Juan Pablo II durante el Jubileo del año santo, en el 2000 de nuestra era, lanzó la iniciativa para que las naciones ricas perdonaran la deuda a las naciones del tercer mundo, y su iniciativa fracasó rotundamente. Ni quisieron escucharlo. Cristo pues, fracasó porque tomó en serio su papel de profeta que no era anunciar precisamente el futuro, como nos ocurre pensar de un profeta, sino hablar al pueblo actual y de cosas actuales, convirtiendo la Sagrada Escritura no en un documento para ser venerado, sino un incentivo para vivir una vida nueva, lo que tampoco nos es muy atractivo, porque instalados y establecidos en nuestras propias posiciones nos veríamos en peligro de desestabilización: “HOY mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Para los creyentes es el momento de tomar en serio el mensaje de Jesús, lo que lleva su gran peligro para los que verdaderamente quieran seguirlo, pues imagínense qué les pasará a los que conviertan su actuar con la verdad frente a un mundo de mentira en el que nos encontramos, con la honradez en un mundo en que todo objeto es posible de ser robado, los cables de la luz pública, los transformadores y las alcantarillas de las calles, y donde procedan con un verdadero amor, un amor no sólo afectivo sino real, en una situación en la que cada quién piensa en su propio bien y en su propia comodidad. ¿No habrá llegado el momento para los creyentes, o tendremos que esperar otro siglo para hacer vida el mensaje de Jesús?

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

lunes, 18 de enero de 2010

Aprendan, Curas, la homilía más breve del mundo, fue pronunciada…!por Cristo!

Atrás habían quedado los días de soledad, de oración y de trabajo constante. Atrás se había quedado su madre y sus parientes. Atrás había quedado también Juan el Bautista con su firmeza, sus reconvenciones y la dureza para todas las gentes. Cristo salió al ancho mundo y ya nada ni nadie fue capaz de detenerlo. Todos los poblados de Galilea recibieron su visita. Todos los valles y las colinas comenzaron a escuchar su voz. Todos los márgenes del lago de Galilea fueron testigos de su predicación. Cristo tenía un deseo y casi una verdadera necesidad. Quería estar con los suyos. Quería volver a Nazaret. Quería estar con los niños, pocos es verdad, pero a los que él estimaba en su corazón. Quería estar con sus coetáneos que poco a poco se habían ido casando hasta dejarlo a él solo. Y quería visitar a los ancianos, los cuales, aunque creídos y un poco llenos de sí, habían ido dejando en Jesús, muchas enseñanzas para su futura vida pública. Y quería volver a recorrer las callejuelas por donde el pasó muchas veces con los corderos y las cabras a pastar al monte, donde permanecían mientras él oraba al Buen Padre Dios.

Pero no era un sentimentalismo dulzón lo que movía a Cristo Jesús a regresar a la tierra donde se había criado y donde se había hecho hombre. No. A esas gentes, a las que él conocía de nombre y también de mañas, él quería llevarles un mensaje de liberación, de paz y de reconciliación fraterna. A ellos, todos los que tenían un hombre propio en Nazaret, a diferencia de todas las gentes que arracimadas se encontraban con él por los caminos para escucharle. Y se llegó el día. Lucas, el evangelista, comienza la noticia, la buena noticia de Jesús, situando precisamente a éste en su pequeño pobladito, un día de sábado en la sesión de oración y de encuentro con la Palabra de Dios como Jesús acostumbraba hacerlo todos los sábados, en concordancia con las costumbres de su pueblo. Ya había expectación por verlo, por saludarlo y por escucharlo. Era ya un gran personaje para ellos, del pobladito de Nazaret. El lugar no era muy grande, porque los pobladores eran pocos, pero todos se congregaron ese día, movidos por la curiosidad. La sesión comenzó con una oración, se continuó con una lectura de la Torah o Ley de Moisés, y en seguida a Cristo se le entregó un volumen con los textos del profeta Isaías. Cristo hizo una composición con dos o tres textos del profeta, quitando toda alusión a una frase que a todos movía y que les hacía temer, sobre el día del “desquite de Dios” sobre el pueblo, pues la línea de Cristo era otra precisamente, nada de venganzas, nada de nuevas leyes, nada de nuevos preceptos e imposiciones. El texto en cuestión dice así: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar la buena nueva a los pobres, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. ¡De manera que ese era el mensaje! ¡Cómo retumbaría la palabra de Cristo en aquél ambiente. Qué sonoridad imprimiría Cristo a sus palabras y qué confianza tan grande inspiraba el escuchar de sus labios aquellos textos tan antiguos y que a ellos les sonaban tan familiares! Y no vayan a pensar que Cristo se detuvo después en largas disquisiciones y consideraciones piadosas como lo hacían los escribas, los fariseos y los grandes sacerdotes en el templo. Por toda consideración Cristo afirmó talante: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Se sentó y no dijo más. Esto dejó maravilladas a las gentes que lo habían oído. Y ahí queda el texto para nosotros, que cada semana nos congregamos en las iglesias para la escucha de la Palabra de Dios y para la Eucaristía. Cristo sigue siendo el ungido, el que trae la liberación y la paz. Él tiene el Espíritu Santo sobre sí y por eso su Palabra tiene eficacia en los oyentes. Por eso los hombres cautivos de sus costumbres y sus atavismos pueden ser librados, por eso los ojos de los ciegos vuelven a abrirse para caminar por derroteros de paz y de acogida a todos los hombres y por eso mismo este año será de esperanza, de perdón, de reconciliación y no de miedo, de temor o de angustia por lo que vendrá. ¡Que así sean todas nuestras Eucaristías dominicales!

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

Haití: la vergüenza de América




A estas alturas todos sabemos qué ocurrió y cuál es la dimensión de la tragedia en Haití. Aún cuando el terremoto fue de una fuerza extraordinaria, que hubiera puesto de rodillas a ciudades mejor planeadas y construidas que Puerto Príncipe, es inevitable advertir que Haití es el reflejo de los peores excesos de la política en América.


Es una historia vieja que arranca desde su origen como colonia hispano-francesa y en el hecho de haber sido la primera nación latinoamericana en independizarse de Europa, en 1804. En el fondo no cambió. Por el contrario, históricamente queda claro que Haití ha sido víctima de sí mismo, es decir, de gobiernos profundamente corruptos y abusivos.

No fueron sólo los excesos de los Duvalier, cuyos ecos y consecuencias son evidentes todavía en la vida diaria de Haití, también hubieron otros excesos cometidos antes y después de los Duvalier y que se podrían resumir en la lógica absurda de explotar al máximo las riquezas naturales y humanas de ese país, y esperar que todo marche igual.

Buena parte de la devastación en Haití hubiera podido evitarse con mejores prácticas de construcción y con una actitud más respetuosa hacia las personas y la naturaleza. Pero en Haití, como en el resto de América Latina, creen en el mito de la riqueza inagotable de los recursos. Ello provoca actitudes irresponsables que se expresan en el abuso, la mentira, la corrupción, la violación de los derechos humanos, la depredación del medio y la concentración de riqueza en unas cuantas manos.

A mediados del siglo XVIII, Francia estuvo dispuesta a ceder todo lo que ahora es Quebec y porciones de Estados Unidos a Inglaterra (Vermont y parte de Nueva York y Nueva Hampshire), con tal de conservar el control de Haití que era la joya de la corona francesa: una bella isla con recursos naturales y muchos nativos para explotar.

Los promotores de la independencia haitiana pensaron que sus riquezas naturales les permitirían consolidarse rápidamente como país e intervenir en Latinoamérica como promotores de la independencia de España. Para mediados del XIX hundían a su país en la dependencia de producción y exportación del azúcar. A finales del XIX, era una sombra de lo que había sido, y de 1915 a 1934 pasó de nación independiente a virtual colonia y, finalmente, a una especie de protectorado de EU (1935-90).

Ello ocurrió gracias a excesos de los políticos haitianos y de la Casa Blanca que —en nombre de sus intereses en materia de seguridad nacional— hicieron de Haití la nación pobre que ahora es: el PIB percápita diario es de 1.15 Dlls.

La llegada al poder de los Duvalier, apoyada por los cañoneros de la Armada de EU, sólo empeoró una condición que, los millones de dólares transferidos por distintos programas de ayuda de organismos multinacionales de Estados Unidos y de Francia, no han transformado. Al contrario, la ayuda canalizada ha lisiado a los haitianos que, en el mejor de los casos, huyen a otros países u optan por dejarse llevar por las ayudas, resignados a depender de la asistencia. Los millones de dólares de EU y Canadá y de euros que la diáspora haitiana envía a su país tampoco han resuelto nada. Esas remesas terminan por financiar el consumismo innecesario, incapaz de transformar la realidad, educar a la población, crear fuentes de trabajo, formar ciudadanos, mejorar las instituciones, etc.

Hoy, Haití podría desaparecer del mundo y para muchas personas no haría falta ni lo echarían de menos, peor aún se resolvería un problema. Pero no podemos olvidar que estamos hablando de seres humanos concretos con rostro, nombre y apellido.

En el fondo de la tragedia haitiana se encuentra un profundo desprecio por la dignidad de la persona, así como los intereses de un puñado de personas. Ahí está el doloroso desenlace de Jean-Bertrand Aristide quien, de ser un líder religioso y social en las barriadas de Puerto Príncipe, se convirtió en un prófugo de sí mismo, refugiado en África, incapaz de dar cuenta del destino de millones de dólares recibidos en sus administraciones.

El terremoto, con miles de muertos, la devastación y el inmenso dolor que causa en Haití, podría ser —si los haitianos saben aprovechar la situación, y Washington y París lo entienden así— una oportunidad única para reescribir la historia de ese país.

Mientras tanto, la solidaridad mundial está a prueba. Haití necesita toda nuestra ayuda. No podemos hacer oídos sordos. Como decía Díaz Mirón: “nadie tiene derecho a lo superfluo mientras haya quien carezca de lo indispensable”.

sábado, 16 de enero de 2010

Soledad acompañada. La familia de Alberto

"Mire, mi padre se va muy temprano y vuelve a casa tarde, cansadísimo –decía Alberto, un chico de quince años bastante despierto y algo nervioso.
"Algunos días ni le veo. Cuando llega, pasa de puntillas por delante de mi habitación para no despertarme. No sé para qué trabaja tanto; desde luego, no es porque nos falte nada.
"Le veo sólo algunos fines de semana, pero entonces siempre tiene mil cosas que hacer, o se va al fútbol, o se marcha a no sé dónde sin decirme nunca nada. Y si se queda en casa, se pasa el día medio tumbado en el sofá, leyendo.
"Mi madre se queda tranquila con tal de que estemos entretenidos viendo la televisión y que no demos guerra. Antes hablábamos más.
"Sé que ella dirá que soy yo el que está imposible, y que tengo un carácter intratable..., pero es que no soporto que a ella le parezca mal todo lo que hago y que me recrimine continuamente por tonterías.
"Pensará usted quizá que juzgo muy duro a mis padres o que no les quiero. Pero creo que mis padres serían los padres ideales si tuvieran mejor humor y algo de tiempo para nosotros. Creo que no pido tanto.
"Porque, últimamente, y no sé por qué –concluyó–, en casa somos todos como desconocidos. Nunca hablamos de nada. Se producen unos silencios insoportables."
Esta queja adolescente puede servirnos para examinar cómo es nuestra familia. Porque a veces la familia se convierte en un conjunto de gente solitaria, de personas que, como Alberto, viven en compañía pero con un acompañamiento tan lejano que casi ahonda más la soledad.
Es muy cómodo que los hijos se pasen horas y horas ante la televisión, o que estén encerrados en su habitación escuchando música, y que así se distraigan y nos dejen en paz para poder dedicarnos a todas esas cosas que queremos hacer.
Pero si no quieres que en la familia acabéis viviendo como desconocidos, tenéis que sacar tiempo para hablar y estar juntos.
— Oye, que ya sabes que no es tan fácil enlazar una conversación de más de dos minutos con un adolescente...
Bien, pero no te desanimes, que seguro que tu hijo o tu hija esperan que seas tú quien tome la iniciativa para hablar más. No esperes a que lo hagan ellos. Aun cuando a veces parezcan distantes, desean ese acercamiento a sus padres. No digas que no tienes ánimo para más, o que no estás de humor como para hacer más. Ten paciencia.
Busca el modo de facilitar esas conversaciones. Por ejemplo, no dejes que se llene de ruido la casa. Hay gente que cuando llega a su casa enciende inmediatamente la televisión, aunque apenas le interese lo que dice. Es un error grave, porque es necesario un poco de calma para que los hijos puedan estudiar, para que puedan hablarnos, para que hablen entre ellos, para que puedan pensar.

viernes, 15 de enero de 2010

El vino mejor

La vida pública de Jesús comienza con una fiesta. Porque el anuncio de la buena nueva solo puede empezar con un estallido de alegría.

Caná fue una gran fiesta. Difícilmente se encontrará en el Evangelio una página que haya sido más desfigurada por el arte de todos los tiempos… Comida nupcial celebrada en un prodigioso salón de columnas de mármol, de suelos brillantes y magnífica mesa a la que se sientan, compuestos y devotos, los novios.

Aquella no era la boda de una hija de Herodes. Una boda es siempre algo muy importante y más en los tiempos de Jesús, era una de esas pocas ocasiones en que se podían comer manjares que de ordinario sólo se pueden soña. El campesino de los tiempos de Jesús toda su vida comía hortalizas, pan de cebada, huevos y algún pez. Carne, sólo en las grandes fiestas. Una boda era, como un paréntesis de riqueza; algo que recordaría durante años. Por algo Jesús, en sus parábolas, hablará tanto de banquetes y festines que eran, para quienes escuchaban, un sueño de oro, un paraíso de felicidad.

La celebración de una boda duraba varios días. Siete, si la familia era pudiente. Comenzaba a la tarde, generalmente un miércoles, como un día más distante del sábado. Con antorchas se salía en busca de la esposa y se trasladaba hasta la casa del esposo. Y allí las bendiciones, los bailes y la comida se entremezclaban en una comunidad inacabable.

Esta celebración era imposible en las diminutas viviendas de la época. El patio, fuera del período de lluvias, servía de templo, de comedor y de sala de baile. Las gentes se sentaban generalmente en el suelo o en pequeñas banquetas. Los platos cruzaban de mano en mano… naturalmente, circulaba el vino. No se consideraba bebida de placer, sino alimento. Y se mezclaba siempre con agua… Las familias pobres iban guardando vino para este día, tal vez durante años.

La boda era, un acontecimiento para casi todo el pueblo y parientes, de aldeas cercanas. Los invitados iban y venían. Por cada nuevo grupo que llegaba, se repetían las bendiciones nupciales, las danzas y el desfile de fuentes con alimentos… La puerta estaba, abierta a todos los habitantes del lugar.

Un punto sí hay en el que las costumbres de la época eran más estrictas de lo que son hoy las nuestras; raramente se mezclaban las mujeres con los hombres y jamás se sentaban a la misma mesa.

Por lo demás, la celebración tenía una gran libertad: los invitados iban y venían, cantaba o danzaban, o se sentaban a conversar… Entre los grupos, circulaba el maestresala. Su principal función era preparar el vino. Mezclarlo con agua y adobarlo con especias. Y se paseaba entre los comensales, para comprobar si todo estaba a punto.

Duraba la fiesta días y días, dependiendo tanto del número de los comensales como de la posición de los esposos. Era una fiesta alegre, pero contenida. Rara vez se registraban excesos. En parte, porque nunca perdían su carácter religioso, y en parte porque la borrachera no era frecuente entre los judíos, que solían guardar escrupulosamente las normas de urbanidad.

Además, para un judío una boda era siempre algo cargado de sentido: a través el amor se eternizaban las promesas hechas por Yahvé a su pueblo. Por eso sus cantos y sus bailes nunca separaban la alegría humana de la religiosa. Era como dos rostros de una misma y sagrada alegría.

Es en este ambiente donde Jesús hará su primera presentación. El evangelista diferencia cuidadosamente la venida de María de la Jesús: María, dice, “estaba allí”. Vinieron pues por distintos caminos y en diferentes momentos. María era, probablemente, pariente de alguno de los dos desposados. Y debió sentirse encantada de bajar a ayudar a sus parientes en el trajín de la boda.

Hacia pocas semanas que Jesús había dejado Nazaret y María le ve por primera vez rodeado por un grupo de discípulos. Era la primera vez que María ve a su hijo en su función de Mesías. Pero, de pronto, la escena se vuelve dramática. María, se acerca a Jesús y le dice: No tienen vino, todo se vuelve misterioso…Estamos ante el drama de una pareja de novios que se expone a pasar una gran vergüenza y mientras vivan, la gente del pueblo señalará a estos novios como “los que no tuvieron vino suficiente cuando se casaron”… María entiende bien lo que esto significa, corre por ello hacia su hijo para contarle su preocupación.

¿Le está pidiendo un milagro o le está contacto un problema, dejando en manos de Jesús el modo de resolverlo?

Jesús lo entendió. Pero no deja de ser sorprendente en María, que nunca ha visto a su hijo resolver los problemas, acudiendo a su poder de Dios; quizá María ha intuido que para Jesús todo ha cambiado y pide sin pedir.

Y Jesús se resiste, pero María no entiende o no quiere entender. O quizá sabe que sólo en apariencia se niega su hijo. Por eso se vuelve a los criados: Hagan lo que él les diga… Y el milagro se produce.

¿Llegaron los invitados a enterarse de lo que estaban bebiendo?Juan concluye su narración diciéndonos que Jesús bajó a Cafarnaún con su madre y sus discípulos.

UN HOMBRE Y UNA MUJER, UNA SONRISA Y UN AMOR


Ante situaciones creadas en varias partes del mundo por legislaciones que aprueban lo inaprobable, el Dr. Manuel Rangel Avalos nos ha escrito, y transcribo sus palabras con mucho gusto.

No se trata de imponer una moral a toda la sociedad, sino de afirmar lo que la biología, la naturaleza o más propiamente Dios creó, al hombre y mujer con sus respectivas características para reelaborar la idea de un orden de conductas para superar las que ya existen.
El hombre y la mujer en su dimensión social, tienen una connotación bien definida, determinada y, el desvirtuar ese concepto da pie al deterioro de la base de la sociedad, LA FAMILIA.
Sin menospreciar, demeritar a nadie el hecho de que se quiera crear otra supuesta realidad va a favorecer un detrimento en esta representatividad biólogica influyendo en la conciencia, enseñanza y principios morales, puesto que solamente se esta imponiendo de manera legal.
Sin el respeto debido, siendo una mal entendida investigación científica, con criterios de tolerancia enviciados en falsos valores. La Verdad debe ser siempre el fortalecimiento del ser humano integral en todas sus esferas ( hombre y mujer ).
Si nos apegamos a la ley de la naturaleza humana y más para promover el desarrollo integral y espiritual, podemos dar testimonio de la unión matrimonial entre un hombre y una mujer, donde nacen y se desarrollan adecuadamente los hijos, ofreciendo lo esencial para garantizar el desarrollo y conservación de la especie. Creando un ambiente más normal para un equilibrio de la sociedad.
Defender a la familia y sus valores fundada ésta como la base de la sociedad, donde prevalezcan la razón y el sentido común para encausar a las futuras generaciones para que velen por un matrimonio bien fundamentado entre un hombre y una mujer, además del respeto y defensa de los derechos de los niños, empeñandose en su sano desarrollo.
El cristianismo no puede dejar de anunciar el mensaje de Cristo, predicando el amor, la misericordia y la necesidad de vivir sin el abuso y desenfreno sexual, no significa imponer una visión autoritaria ni denigrar a ningún ser humano. Pero el desorden social y el permitir conductas o actitudes que dañen a otros no es reflejo de un mejor desarrollo humano.
Es de vital trascendencia llevar el mensaje , la luz, para acercar a quienes estan lejos, llevar la Palabra a aquellos que dudan. Para que la humanidad encuentre el significado de la vida, comparando un solo instante con la eternidad, me parece
mejor que búsquen y reflexionen sobre el próposito de su existencia
La unidad proclamada en el mundo entero sólo se puede forjar en la base de la familia ( hombre-mujer ), con sus valores, respeto, e identidad, debemos permitir que el Amor del Padre nos indique el camino, para un mundo mejor, con más armonía y equilibrio, pues no se puede construir sin una identidad.
Debemos hacer el máximo esfuerzo todos, políticos, filósofos, actores, obreros, campesinos, gente de todos los credos, todos debemos llegar al acuerdo, sí logramos hacerlo, podremos tener una vida más sana.
Para todo hay un momento, y este es el momento para SANAR A LA SOCIEDAD, alcemos la voz para hacernos escuchar.

lunes, 11 de enero de 2010

LA RISA DE JUAN PABLO II

¡UN FELICISIMO MATRIMONIO A LA ANTIGÜITA!


Este año me ha parecido particularmente interesante, alegre y esperanzador, el banquete de bodas de aldeanos, de provincianos o de rancheritos, que tuvieron la fortuna de invitar a Jesús y a María. Cuando hoy en todo el mundo y ahora también en nuestra patria para no ser menos que nadie, negros nubarrones intentan opacar la belleza de la unión entre un hombre y una mujer que se aprestan a darle al mundo una prueba de la omnipotencia de Dios y una prueba de su grande amor para la pareja humana, la llegada de los hijos, nada tan grande como un matrimonio a la antigüita, con comensales, con vino, con alegría y sobre todo con la presencia de Cristo que no va a crear el amor que ya debe de existir entre los esposos, sino a acrecentar su amor y a santificarlo hasta convertirlo en un sacramento, símbolo del grande amor de Dios a la humanidad, al decir del profeta Isaías: “Como un joven se desposa con una doncella, se desposará tu hacedor contigo; como el esposo se alegra con su esposa, así se alegrará tu Dios contigo”.

Pero vayamos por partes, Se trata de una boda en Caná, en Galilea, la tierra de Jesús. Son esposos pobres, se han preparado con mucho tiempo para atender a los invitados. Éstos llegan para quedarse por ocho días, largos ocho días, hay que darles de comer y de beber. Llegan más de la cuenta, como siempre y los novios no de dan cuenta de nada. Siempre pasa así. Hasta el día siguiente son las sorpresas. Nadie se da cuenta, sólo María, de la vergüenza que significaría para los novios el hecho de despedir a los invitados porque ya no había provisiones.. Se acordaría de su boda con José. ¡Cómo gozó en aquella ocasión! No quiere ver tristes a los novios, no quiere opacar su alegría, su ingenua alegría y por eso va con su Hijo Jesús, que ya había dejado Nazaret. Ya tenía Jesús sus primeros discípulos que quizá fueron los que desequilibraron el presupuesto de los novios. María sin querer ser notada le indicó que ya no tenían vino los muchachos. Como sea, María consigue la ayuda ellos, con una frase que puede ser programática para todos los matrimonios de hoy: “Hagan lo que Cristo Jesús mi Hijo les indique”.

Es la fórmula de María para los sirvientes, pero es la fórmula para los matrimonios que quieran perseverar, que quieran que cada día exista el pan en sus mesas y la alegría en sus corazones. Si lo hacen así, ninguna de las dos cosas faltará. Cristo manda que se llenen hasta los bordes, las tinajas de piedra que servían para las purificaciones de los judíos, abluciones, lavados y más lavados contra la indignidad de los hombres, pero que ahora estaban secas, para convertir el agua en vino, que da vida, que alegra, que fortalece y que une a los que se congregan en la misma fiesta. Cristo se resistía, porque estaba pensando en su hora, cuando tendría que realizar otra transformación, en la última cena, del vino en su propia sangre, que pronto entregaría en lo alto de la cruz, la hora, “su propia hora” que anticipó a petición de su madre en aquella bendita boda de Caná.

Los novios salieron airosos, claro ellos no se dieron cuenta, pero todos los invitados salieron hablando muy bien de aquella fiesta, porque habían sido atendidos maravillosamente, sobre todo porque era seis cientos litros de vino del mejor, del más exquisito, un vino que nunca habían probado en toda su vida. Así es Jesús. Transforma nuestras alegrías, las vivifica, las eleva y las hace dignas del amor de Dios. ¡Que todos los esposos inviten cada día a Cristo a su matrimonio, y que todos estemos pendientes de que la institución del matrimonio brille siempre por los siglos de los siglos!

El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera tus comentarios en alberami@prodigy.net.mx

lunes, 4 de enero de 2010

¿CRISTO SALIÓ PERDIENDO O GANANDO CON SU BAUTISMO?


Un día apareció por las márgenes del río Jordan, un hombre que de inmediato tuvo un éxito que pudiéramos llamar fenomenal. El pueblo hebreo, decepcionado de las fastuosas pero repetitivas ceremonias del templo de Jerusalén, inquieto porque en labios de los sacerdotes no encontraban la palabra de Dios, y desencantado porque en los fariseos y otras gentes que tendrían que explicar el mensaje divino, siempre encontraban sólo nuevas leyes que les hacían cada vez más difícil entender la voluntad de Dios y hacer lo que el Señor quería. Comunicarse con Dios era cada vez más difícil, quizá imposible. Por eso pegó duro en las gentes el mensaje de aquél personaje raro y estrafalario que fue Juan el bautista. Las gentes, el pueblo, el grueso del pueblo, acudieron en masa a la predicación del bautista, se arrepintieron de sus pecados, oyeron sus duras reconvenciones para cambiar la vida y se dejaron bautizar por él, que los sumergía en las aguas del río Jordán. Pero lo sensacional aparece cuando un día Cristo recién llegado de su terruño, Nazaret, se presenta en la fila de los pecadores, para desconcierto de Juanito el bautista. Éste sentía su pequeñez ante la figura de Cristo a quien venía a prepararle el camino y lo toma de sorpresa el que él quisiera bautizarse. No tenía pecado, no tenía de qué arrepentirse, no tenía nada manchado, no había nada chueco en su persona que hubiera que enderezar. ¿Entonces porqué pedía el bautismo?

El bautismo de penitencia no podía servirle a Cristo de nada, pero siendo víctima del pecado y no culpable de él, quiso, no por su pasado sino en atención al futuro de la misión que se le confiaba, dejarse bautizar y solidarizarse con los pecadores pero sobre todo para dar esperanza de que sus deseos de cambio y de salvación no se verían nuevamente frustrados.

Con todo y todo, Juanito tuvo que acceder a meter a Cristo en el Jordán, y cuando éste salió de las aguas, todavía chorreando de agua, y metido en una profunda oración, ocurrió que “los cielos se abrieron, y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma sensible como de una paloma y del cielo llegó una voz que decía: “Tú eres mi Hijo, el predilecto: en ti me complazco”. ¡De manera que aquí está la explicación! Cristo se dejó bautizar para propiciar aquella irrupción de lo alto, para dejar que el Padre y el Espíritu Santo vinieran en su auxilio, lo presentaran delante de todos y pudiera así prepararse para la misión a la que había sido destinado: un bautismo de sangre, un bautismo que le haría morir cruentamente delante de toda la creación, pero que haría que las puertas de los cielos estuvieran nuevamente abiertas para todos, cuando él volviera a la vida y pudiera convertirse en el primero de los mortales, el que encabezaría la larga fila de la humanidad para ser la gran familia de los hijos de Dios congregados en la casa del Buen Padre Dios. Ese día el Espíritu Santo bajó a Cristo como había bajado sobre la creación y sobre la humanidad, para anidar en el corazón de Cristo y para impulsarlo a la generosa entrega de su vida para salvación de todos los hombres, y el Padre mismo, presentaba gozosamente a su Hijo como aquél en quien tiene todo su amor y su cariño.

Dan ganas de llorar al darse cuenta de que esas palabras del Padre no fueron precisamente sólo para su Hijo, sino para todos los que hemos sido asociados a su bautismo: “Tú eres mi Hijo, el predilecto; en ti me complazco”. Sorprende que el Padre lo diga, somos sus hijos, y también sobre nosotros tiene planes el Buen Padre Dios porque nos llama a su amistad pero también a compartir la suerte de su Hijo que fue de entrega, de generosidad y de solidaridad con los pobres, los desarrapados y los despreciados por el mundo, hasta hacerles llegar a una condición digna de hijos de Dios en el Reino. Nos alegramos con la irrupción de la Trinidad en nuestro bautismo y nos maravillaremos cada que tengamos oportunidad de bautizar a una nueva criatura pues entonces estaremos seguros de que el Buen Padre Dios sigue amando a nuestra humanidad, pues nos llama a vivir siempre en su presencia salvados en Cristo Jesús.