Escuchar y comprender
La adolescencia es una época singular que muchas veces es criticada por muchos y otras veces esperada con susto por parte de los padres. Es normal, quien la vive está sometido a cambios físicos y psíquicos y necesita ir encontrando el equilibrio durante un tiempo. Es como una enfermedad, pero con la seguridad de que quien la sufre se curará. Es un bache, que requiere un apropiado salto para sortearse.
Es, también, un trayecto que necesita de la ayuda, la compañía y el apoyo de los padres y de la madurez de los abuelos, sin olvidar tres características de la etapa adolescente: la inseguridad, la necesidad de afecto y el idealismo.
Pensando en la inseguridad, (que, por cierto, desde mi sencilla opinión creo que ante cualquier situación nueva muchos la tenemos), debemos ayudarle a interiorizar su buena imagen. Los abuelos le vemos todas las gracias y, en esta denominada crisis, tomar la actitud de valorar lo que hace bien, alegrarse de su crecimiento físico, o bien motivarlo e involucrarlo para que nos ayude en cualquier tipo de tarea y agradecérselo, son detalles que le ayudaran a aumentar su autoestima. Detalles de aliento que dan más seguridad que el tiempo empleado en mirarse en el espejo.
Con respecto a la necesidad de afecto al adolescente no hay nada mejor que escucharlo, comprender y respetar sus maneras de pensar, que seguramente serán poco coincidentes con las de los mayores, padres y demás familia. Escucharle buscando momentos de tranquilidad y tiempo para que exteriorice lo que siente sin poner caras de extrañeza, ni interrumpirlo. Ya es un privilegio para los padres encontrar un espacio para el diálogo, cuando demasiados veces se encierra en su habitación con sus deberes o con el grupo de Internet.
Para fomentar su idealismo no hay nada mejor que mostrarle con el testimonio que en su entorno familiar se vive lo que se predica. Vale más el ejemplo que mil normas escritas en una pizarra. Son las vivencias de los padres y de los abuelos las que irán haciendo mella en su corazón para animarse a dar su juventud en acciones solidarias si lo ha visto hecho vida en el comportamiento de sus mayores. El adolescente se rebela –y con toda la razón– contra aquellas personas que dicen una cosa y hacen la contraria.
Confiemos pues en nuestros adolescentes, démosles cariño, seamos dialogantes con ellos y tengamos paciencia, recordando esta frase de Séneca: "Largo es el camino de la enseñanza por medio de teorías, breve y eficaz por medio de ejemplos".
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