jueves, 19 de noviembre de 2009
APRENDER A CONOCER EL TIEMPO.
El tema sobre el fin de este mundo suele ser un tópico que a más de uno de los que estamos en este espacio y ejercicio de reflexión nos provoca respeto y temor cristiano, mientras que en una gran cantidad de personas llega hasta a generarles angustia e incertidumbre.
¿Cuándo se va a acabar este mundo? La narración del Evangelio de este día nos presenta una descripción del final de los tiempos que está haciendo alusión a factores definitivos, como lo es el regreso escatológico del Señor, y no a esos acontecimientos históricos que han existido, que existen y que existirán siempre, como son los cataclismos, terremotos y otras catástrofes.
En realidad, el Señor nos está invitando para que vivamos comprometidos con nuestra propia historia y para que no nos pasemos nuestra existencia sobreviviendo en la más vergonzosa de las mediocridades.
Se nos invita para que seamos conscientes de que la vida eterna no le pertenece a nadie más que a aquellos que han sido capaces de vivir profundamente el presente.
Y entonces, ¿por qué hay personas que tocan nuestra puerta y que nos atemorizan y nos aplican violencia psicológica utilizando el texto que hemos escuchado?
llegan y nos dicen: fijate hermano que hoy se están cumpliendo todas esas imágenes de destrucción, eclipses, meteoritos, cambios climaticos, guerras, levantones, violencia en las calles, narconegocios, delincuencia organizada... ¡Conviértete y vente con nosotros para que no te condenes!"
¿Cómo puede ser posible, que tan fácilmente cambiemos la casa de la familia por el inquilinato?
Nos falta mucha formación... Lo sé y si algún sentido tiene el presente esfuerzo de reflexión dominical; es el de poder ofrecer un factor adicional para que profundicemos en la autenticidad de una vida cristiana.
¡No te dejes amedrentar! Mejor te propongo que te acerques a Dios, que platiques con tu párroco, que vayas a tu parroquia, que ingreses a un grupo apostólico, que vayas a un retiro, a un cursillo, a una dinámica, a un encuentro... ¡Acércate a Dios! y deja a esos falsos profetas de las calamidades sumergirse en sus propias fatalidades.
"Tú que lloras, ven a este Dios que llora, Tú sufres, ven a este Dios que sana, Tú que tiemblas, ven a este Dios que sonríe, Tú que pasas, ven a este Dios que permanece." ¡Acércate a Cristo! Sólo en Él está la respuesta a cualquier interrogante de la vida.
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