martes, 17 de julio de 2012

Al que en sufrir no es ducho, poco mal se le hace mucho




Domingo 15 ordinario 2012


El texto evangélico de este domingo refleja vida y se siente la frescura y el sabor agradable de las cosas nuevas y recién estrenadas. Así pasa con el envío que Cristo hizo de sus apóstoles al poco tiempo de haberlos instruido. La verdad que no era cosa de mucha ciencia lo que Cristo les había enseñado, porque no era un maestro a la usanza de los de su tiempo, sino mejor un profeta, un hombre que hablaba en nombre de Dios, siendo él mismo el Hijo y el Hijo amado el que instruía a sus discípulos en los secretos del Reino de los cielos. Fueron  simpáticas las recomendaciones que Cristo les dio a los primeros apóstoles, y dan ganas de volver a esa situación idílica, de la que la Iglesia tiene que aprender y vivir y volver a vivir, para hacerse realmente portadora de los misterios del Reino de Dios. Un solo ir siguiendo el texto evangélico nos hará soñar en hacer otro tanto en nuestras vidas para ser en verdad seguidores del Reino, de la alegría y de la paz.

“Jesús llamó a los Doce, y los envió de dos en dos y les dio poder sobre los espíritus impuros”. Cristo llamó a los que él quiso. Fue iniciativa suya. El trabajo de recolección iba a ser ardua, porque así fue la siembra, y al mismo tiempo que iba sembrando, ya se preocupaba por que al paso de los días y los siglos, hubiera quién le ayudara a la recolección, y quiere hacerlo en comunidad y fraternidad por eso los envío de dos en dos. Hay que dar testimonio de unidad y de armonía como corresponde a toda familia que quiera sostenerse en pie.

“Les mandó que no llevaran nada para el camino, ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto, sino únicamente un bastón, sandalias y una sola túnica”.  Parece que cualquier iniciativa iría al fracaso con la escases de los recursos con los que les envío Cristo Jesús, pero esa será la mejor prueba de que la tarea no será obra de los hombres sino de Dios que los ha llamado, y la Iglesia ha cosechado sus mejores éxitos, si así se pude decir, cuando lo ha hecho en escases de medios, cuando lo hace en tiempos de persecución, y sobre todo en tierras de misión, cuando hay diferencias en cultura, en lenguaje, en alimentación, en costumbres, en folclore e indudablemente  en fe y en religión. Cuando el misionero triunfa en esos  ambientes, ya sabe que no fue su sabiduría ni su capacidad ni sus conocimientos sino el Señor que obra por su conducto el que realiza la obra de la evangelización. La Iglesia tiene que aprender mucho de los siglos y no suspirar por situaciones de bonanza sino por una nueva actitud de servicio en la alegría y en la paz.

“Y les dijo: Cuando entren en una casa, quédense en ella hasta que se vayan de ese lugar”. ¡Qué sabio consejo el de Cristo para sus discípulos! No anden de comadreros, de confianzudos y buscando las mejores oportunidades. Pero esa actitud demuestra también la confianza en la generosidad de las gentes, un asunto que habría que clarificar definitivamente, pues si bien el misionero tiene derecho a ser atendido en sus necesidades, no puede exigir más de la cuenta y solo podrá  pedir a la comunidad a la que sirve, que subvencione sus necesidades básicas y apremiantes. También en esto la Iglesia tiene que aprender mucho, pues hay comunidades bonancibles y hay comunidades muy pobres, donde las condiciones de vida son muy raquíticas y las condiciones para el mismo misionero son sumamente difíciles.  Esto lo expresaba maravillosamente el Apóstol San Pablo cuando nos hablaba de la generosidad de Cristo Jesús que siendo rico se hizo  pobre por nosotros y luego agrega; “Se trata de aplicar durante nuestra vida una medida justa, porque entonces la abundancia  de ustedes remediará las carencias de ellos, y ellos por su parte los socorrerán a ustedes en sus necesidades. En esta forma habrá un justo medio, como dice la Escritura: al que recogía mucho, nada le sobraba: al que recogía poco, nada le faltaba”. Nosotros tenemos que suspirar así por un momento en que los bienes de la Iglesia sean de tal manera distribuidos,  que no den lugar al escándalo ni al que dirán, siendo una comunidad en la que cada quién tenga lo necesario para vivir y vivir bien, en la condición dc hijos de Dios en el Reino. Suspiremos por una Iglesia misionera, libre totalmente de bienes materiales para dedicarse única y exclusivamente a lo que fue enviada, la evangelización y la salvación de todos los pueblos. 




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